Cara o Cruz

JAIME ITURRI, ATB Y EL SURGIMIENTO DE MÁS DUDAS

Raúl Peñaranda U.

Los últimos eventos referidos al manejo de la red ATB corroboran lo que he señalado en numerosas ocasiones: que ése es un medio de comunicación paraestatal y que, por lo tanto, al menos su línea, está bajo control gubernamental. ATB, aparte de su orientación editorial y noticiosa favorable al gobierno, es el canal de TV que más publicidad gubernamental recibe, incluso más que el canal 7, el medio oficial del Estado. Y también está el tema de quiénes son sus dueños.

Jaime Iturri y sus socios Marcelo Hurtado y Luis Nemtala aparecieron el viernes en ese canal para intentar explicar cuál es su situación societaria. Y al hacerlo se han enredado más de lo que ya estaban.

Primero admitieron que son socios de Investbol, afirmando “que están en proceso de compra” de esa red, colocando la fecha del acuerdo de compra en el año 2014, según una entrevista que se le realizó a Hurtado ese año y que ATB volvió a emitir.

Después calificaron como “falso” un testimonio de Investbol aparecido la semana pasada en Página Siete y que señala que en 2014 los tres mencionados hicieron diferentes aportes hasta completar 57,1 millones de bolivianos. Según esa publicación, Iturri realizó un aporte de 31,4 millones de bolivianos.

Al afirmar que ese testimonio es falso, Iturri y sus socios generaron dos problemas: uno, la pregunta obvia de por qué “se acordaron” que el documento era falso unas 60 horas después de que apareció publicado. Es más, entrevistado por ANF el mismo día de la publicación, Iturri no negó la validez del testimonio, recién se “dio cuenta” de que lo era más de dos días después.

Dos, si es falso, ¿en base a qué acto Hurtado dijo en 2014 que se había realizado un acuerdo de compra de la red? Puede ser que el documento del miércoles sea falso (y que no se hayan usado esas 60 horas para hacerlo desaparecer), pero algún documento tiene que haber sido firmado en 2014 para que Hurtado dijera que existía un proceso de compra. De algún lado debió salir el dinero para esa compra (¿Investbol no necesitaba más aportes para comprar ATB en 2014?). Pero Hurtado y sus dos socios no revelaron cómo con una sociedad de un capital de 24.200 bolivianos pudieron acordar la compra de una red como ATB.  

Tampoco quisieron decir a quién en concreto le están comprando el canal. Y allí confirmaron lo que está en mi libro Control Remoto: que la empresa propietaria era Akaishi, una compañía basada en Barcelona, y que ellos habían hablado para la negociación con su representante legal, un abogado de nombre Gerard Garcia-Gassull. 

Allí surgen nuevas dudas: Iturri y sus dos socios se niegan a revelar quiénes son los dueños de carne y hueso de Akaishi. O sea que, junto con admitir que están en proceso de compra de la red ATB, otrora una de las más creíbles de Bolivia, los tres señalados, amparándose en una supuesta cláusula de confidencialidad, no dijeron el precio, los plazos, el nombre del vendedor y tampoco la fuente de financiamiento de la operación que han iniciado (que sería extraño también esté sujeta a confidencialidad). 

Pero en su enredada “autoentrevista” (Hurtado ha prometido darme una verdadera entrevista cuando llegue de su viaje a EEUU), los tres socios siguieron metiendo la pata: dijeron que una de las razones de la compra es que la ley boliviana obliga a que el 75% de las acciones de los canales de TV en Bolivia deben pertenecer a capitales bolivianos. ¿Y cómo entonces trabajaron para la supuesta empresa española Akaishi hasta 2014? Lo que nos han dicho los tres socios de ATB es que se debió impedir que una empresa española como Akaishi sea titular de esa red. Si ése es el caso, la ATT debería iniciar una investigación. Pero es seguro que no lo hará porque ATB es un canal “paraestatal”.

Otras discrepancias en las que ingresaron los empresarios autoentrevistados es que el acuerdo de compra se produjo en 2014, pero que desde 2013 ya se hacen “depósitos bancarizados” a Akaishi. ¿En qué quedamos, el año del acuerdo de venta es 2013 o 2014?

Lo que mi libro Control Remoto refleja citando documentos oficiales es que Carlos Gill, el empresario chavista venezolano, es dueño de La Razón, tras comprar ese diario a PRISA. Otro documento muestra que PRISA vendió el 25% de ATB a Akaishi y que el 75% restante está (o estaba) en manos de La Razón, es decir, de Carlos Gill. No se sabe qué hizo Gill con sus acciones de ATB antes de 2014, cuando los tres nuevos socios se hicieron cargo, según sostienen.

Luis Nemtala, en la autoentrevista, dijo que se realizarán pagos “por los próximos años” a los anteriores dueños de ATB. Ello hace pensar que se están usando los propios ingresos de ATB para pagar, lo que entrañaría una profunda cuestión ética: ¿sería aceptable que tres empresarios, por su “amistad” con un Gobierno, usaran recursos provenientes de la astronómica publicidad gubernamental que llega a una red de TV, para comprarse una valiosa empresa? ¿Por qué, si ése fuere el caso, los recursos de los bolivianos deberían terminar en acciones que favorecen los bolsillos de unos cuantos empresarios y sus eventuales socios reales?

Otra pregunta es por qué los dueños anteriores aceptaron vender el canal en cuotas y a tres específicos funcionarios de ATB. ¿No era mejor intentar venderlo a otro empresario pudiente que les pague de una sola vez y un monto mayor? ¿Cuál es el empresario caritativo que elige a tres personas y les entrega su canal pese a que, lo han dicho ellos, no tienen recursos suficientes para hacer esa compra de una sola vez?

La guinda de la torta fue cuando dijeron que el capital de la empresa propietaria de ATB es de 24.200 bolivianos. Entonces quiero permutar mi auto por una red de TV. ¿Cómo se entiende que una empresa que tiene un capital de sólo 24.200 bolivianos sea propietaria de una gran compañía como es ATB? ¿Investigará este hecho la UIF? No lo creo. 

Al concluir el programa, Jaime Iturri amenazó con enjuiciarme por difamación. Lo hace protegido por el poder reinante. Yo me defenderé en ese proceso. 

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EL RÉCORD DE EVO Y CÓMO SE PASA A LA HISTORIA

Raúl Peñaranda U.

Evo Morales ha celebrado como si fuera un triunfo en sí mismo tener la gestión presidencial más larga de la historia boliviana. Le ha ganado, nada menos, que al mariscal Andrés de Santa Cruz, en muchos sentidos el fundador de Bolivia. Pero quedarse en el gobierno no puede ser algo bueno per se, sino la forma cómo un líder es elegido y desempeña su cargo. En el caso de Evo, este tercer mandato es inconstitucional. Él mismo reconoció que, para lograrlo, le había “hecho trampa” a la oposición en el marco de los acuerdos por la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado.
Como sea, Evo está allí y se quedará por mucho tiempo más. Dentro de nueve años y medio estará celebrando en Tiwanaku haber logrado “duplicar” el período de Santa Cruz.
Es un deseo humano lograr trascendencia. Los políticos, pero no solo ellos, buscan “pasar a la historia”. Evo ya ha logrado un sitial indiscutible. Primer Presidente indígena, nacionalizador del gas, impulsor del juicio en La Haya, líder del gobierno más largo desde la creación de la república, etc.
¿Pero pasar a la historia de manera positiva depende del tiempo que una persona se mantiene en el poder? ¿Quedarse más tiempo le garantiza la veneración de las futuras generaciones que tanto le obsesiona al Presidente? Quizás no. Dilma Rousseff debe estar pensando hoy que hubiera sido mil veces mejor perder la reelección que haberla ganado y estar ahora en la lona. El mismo Gonzalo Sánchez de Lozada hubiera pasado bastante mejor a la historia sin su segundo malhadado mandato. Los ejemplos pueden ser cientos. ¿Mugabe será bien visto por estar el gobierno durante décadas y décadas al mando de Zimbabue?
Como señalo líneas arriba, no importa el tiempo en que un político está en el poder si no los logros que alcanza y cómo los alcanza.
José Mujica ya ha ingresado a la historia y lo ha hecho por las  razones contrarias a Evo: prefirió no comprar un avión para la Presidencia, siguió viviendo con la misma modestia de siempre, no acosó a sus opositores ni apaleó a los periodistas y no construyó un mamotreto de pésimo gusto en el centro de Montevideo para que sea la “Casa del Pueblo”. Tampoco pretendió eternizarse en el poder.
Mujica es un símbolo de la honradez. Su régimen aprobó el aborto, legalizó el consumo de la marihuana y autorizó los matrimonios del mismo sexo. Solo en cuatro años. No necesitó más para trascender.
Otro caso cercano es el de Juan Manuel Santos, en Colombia. Si logra la paz con las FARC en su país, habrá ingresado al panteón de la Política, así, con mayúscula, del mundo. Si consigue ese éxito habrá necesitado solo ocho años, no los 20 a los que aspira Evo.
Ya que hablamos de Mugabe, que gana elecciones cada cinco años, y está en el poder desde 1980, es dudoso que la historia lo trate con respeto. Fue un revolucionario que logró la gran hazaña de vencer al poder blanco de Rodesia y fundar Zimbabue. Pero luego la ambición de poder lo convirtió en un dictador desalmado. Su vecino de Sudáfrica y compañero de lucha Nelson Mandela hizo lo contrario de él: no se convirtió en un “dictador que gana elecciones” y, al terminar su primer mandato, y con una popularidad del 90%, prefirió retirarse. Ese es un verdadero líder democrático.
Pero volvamos a las Américas. Barack Obama también será recordado por la historia como un líder importante, más que sus tres antecesores: Bill Clinton y George Bush padre e hijo. La razón de ello es que ha tomado acciones importantes, que generarán impacto en futuras negociaciones: normalizó las relaciones con Irán, resolvió el tema de Cuba, creó un sistema de salud universal, retiró las tropas de Irak y Afganistán y autorizó la permanencia en EEUU de cinco millones de migrantes sin papeles. ¿Tiempo total en el poder? Ocho años.
Finalmente, si cambiamos de etapa histórica y de continente, piense el lector en el caso de Winston Churchill. El primer ministro gobernó primero entre 1940 y 1945, casi exactamente el período de la Segunda Guerra Mundial. Churchill fue crucial para la protección de su país y la victoria sobre los nazis. Fue uno de los artífices de la democratización de la posguerra en el mundo. Volvió a gobernar entre 1951 y 1955. En nueve años de gobierno pasó a la historia como un grande. Se enfrentó a Josef Stalin que, con 29 años de presidente, es recordado más bien como el gran asesino del Siglo XX.
Yo creo que Evo, por cada año adicional que estará en el poder desde ahora, irá perdiendo atractivo, reflejos y habilidad, y deberá concentrase cada vez más en las políticas de guerra sucia que impone su ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, y en la construcción de megaobras absurdas como museos sobre él en lugares en los que no hay población o aeropuertos internacionales en el medio de la nada. Si hubiera cumplido su palabra y se hubiera alejado del poder en enero de este año, como dijo que lo haría, estaría más cerca del reconocimiento futuro que tanto ansía.

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MÁS SOBRE EL FALLO DE LA HAYA: ORÍAS Y EL ROL DE “LOS DOCTORES”

Raúl Peñaranda U.

El Vicepresidente está en una franca campaña contra la república. Todo lo que ocurrió antes, dice García Linera, no tiene valor. Le achaca a los gobiernos previos todos los males. En sus recientes discursos ante públicos diversos señala cosas como: “en el pasado, los gobierno deseaban mantener a la gente en la pobreza, en la miseria, no quería que los niños se sanen y querían regalar todo a los gringos”.
Es más grave lo que hizo hace poco frente a dirigentes interculturales al explicar la causa marítima ya que se lanzó especialmente contra “los doctores” para insistir en que fue un “campesino” (Evo Morales), el que logró el éxito en La Haya. Al atacar a los “doctores”, una forma de retratar a las élites bolivianas del pasado, García Linera está atacando a toda la estrategia jurídica boliviana ante la Corte Internacional de Justicia. En su esfuerzo por lograr la reelección suya y la de Evo a toda costa,  en el nuevo modo en el que está, en el que adora hablar por horas y horas, el Vicepresidente no logra reprimirse y, así, afecta la argumentación nacional. Justamente la estrategia del país ha sido construir sobre lo que los “doctores” hicieron en 136 años de historia, en muchas veces complejas, agotadoras y descorazonadoras negociaciones con Chile. Precisamente allí está la fuerza del planteamiento boliviano (y debilidad chilena), en recordar el pasado y haber convertido esta lucha en una política de Estado.
Pero no yerra García Linera del todo. Es correcto que fue Evo, “un campesino”, quien decidió emprender, en una carrera inicialmente un poco a ciegas, el proceso judicial internacional. Se debe reconocer que su intuición, aunque no hubiera sabido todavía, cuando hizo el anuncio en 2011, qué pasos seguirían después, acaba de implicar un gran triunfo internacional como es el reciente fallo de La Haya. Es un inicio de un proceso largo que podría desembocar en la consolidación de una nueva etapa de la historia boliviana.
¿Pero y los “doctores”? ¿Por qué negar su aporte? No solo los del último siglo, de esa república con fallas que el gobierno intenta desacreditar más de lo que merece, sino también los de ahora. No hay más representación de “doctores” que dos personajes claves en este asunto, como son Eduardo Rodríguez y Carlos Mesa, además de excancilleres como Armando Loaiza, hoy de capa caída, y Gustavo Fernández y Javier Murillo, en este éxito. Todos ellos tienen una línea ideológica contraria al gobierno y todos fueron cruciales para el resultado obtenido. La inteligencia y pragmatismo del gobierno hizo que fueran convocados. El patriotismo de los mencionados los hizo aceptar el desafío pese a sus claras diferencias con el gobierno. Y si es así, ¿por qué el Vicepresidente se regodea en atacar a los “doctores”? ¿O algún “masista genuino” podría haber tenido, por ejemplo, la solvencia que mostró Mesa en el canal estatal chileno? No hay ninguno de ese nivel. ¿Qué hubiera hecho García Linera en ese set? ¿Hablar de comunitarismo y marxismo-leninismo? Y, a propósito, el menos “doctor” de todos ellos, el canciller David Choquehuanca, “otro campesino” para seguir con la etiqueta del Vicepresidente, es hoy el más aislado de los políticos que tienen que ver con este tema. (No vale la pena comentar el dislate de la ministra Marianela Paco de insinuar que Mesa es un “antripatriota” porque dijo que votará No a la reelección de Evo).
Tras casi un siglo desde el fallido intento boliviano de llevar el tema a la Liga de las Naciones, Bolivia estuvo en un callejón sin salida. El tratado de 1904 era como un sino ineludible. Todo había sido zanjado, creíamos. Pero otro de los “doctores”, Ramiro Orías, empezó a fines de los 90 a mascullar la idea de que se podía llevar a Chile ante un estrado internacional eludiendo el Tratado de 1904. Orías, un abogado internacionalista, ha debido sentir que araba en el desierto, durante años, mencionando su idea. “Bolivia debe procesar a Chile”, decía, “usando el concepto de ‘actos unilaterales de los Estados’”, que generan una obligación de éstos. Los Estados, asegura esta relativamente nueva concepción del derecho internacional, no pueden, así nomás, prometer cosas a otros. Su palabra empeñada debe traducirse en hechos.
Orías, que era consultor de Unidad de Análisis de Política Exterior (UDAPEX) de la república que tanto odia García Linera, presentó en 2000 su documento, en el que propuso dejar de lado la estrategia de intentar afectar la vigencia del Tratado de 1904 y a cambio plantea “iniciar una nueva negociación jurídica internacional para acordar una salida libre y soberana a las costas del Pacífico, tal como Chile ha ofrecido de manera expresa y formal en 1895, 1920, 1923, 1926, 1950, 1953, 1961, 1975 y 1987”. Y esa idea fue el centro de la argumentación boliviana en La Haya.
Con su proverbial modestia, Orías, a quien el gobierno actual le negó participar del proceso debido a que es un supuesto “neoliberal”, le dijo a Isabel Gracia de ANF hace unos meses: “me alegra que lo que yo propuse haya contribuido a la presentación de la demanda, aunque me hubiera gustado tener un rol como asesor”. Hoy trabaja en EEUU. El “Estado Plurinacional” de García Linera tiene el raro privilegio de haber alienado a uno de los actores cruciales del éxito diplomático más importante en décadas.

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EL VOTO “NO” Y EL MÉTODO DEL “SPIN”

Raúl Peñaranda U.

Los manuales de campaña electoral norteamericanos aconsejan que los políticos traten de provocar un “spin” cuando están ante un escenario negativo.“Spin” quiere decir “girar”, por lo que el término implica “cambiar las cosas” aunque sea de manera antiética y forzada, hacia la conveniencia del político en cuestión. Ejemplo esquemático: se descubre que un candidato no ha pagado sus impuestos y, éste, en su defensa, señala que “deseaba demostrar” si la oficina respectiva “estaba atenta” a descubrir casos como el suyo.

El Chapulín Colorado hacía algo similar. Cuando chocaba su cabeza con un poste debido a su torpeza, explicaba algo así como: “estoy bien, solo estaba probando la resistencia del poste”.

Más o menos eso es lo que ha hecho el vicepresidente Álvaro García Linera con su explicación de la victoria del “No” en los comicios del domingo pasado. En vez de realizar un análisis más o menos objetivo de lo sucedido, hizo un “spin”, una “chapulineada”: dijo que ese resultado demuestra que los cinco departamentos del país en los que perdió la opción “Sí” aspiran a tener un gobierno centralista y fuerte. Es decir, el de Evo.

Eso es claramente falso. El resultado del domingo tiene, a mi parecer, estos orígenes:

Uno: Fue un voto contra el gobierno. Quienes no respaldan al oficialismo y están asqueados (y preocupados) con la posibilidad de que Evo se eternice en el poder, votaron que “No” como una manera de intentar un cierto equilibrio de fuerzas. Hoy el gobierno tiene todo a su favor, pensaban, y que pierda en los referendos era una manera de reducir su poder. Como el MAS fue la única entidad a nivel nacional que apoyaba el “Sí”, entonces decir “No” era la forma lógica de darle la contra.

Dos: Otro sector de esos votantes representa un grupo menos politizado y, quizás, más sensato: los que decían que no podían apoyar unos estatutos que nadie conoce y que no se sabe cómo fueron redactados. O sí se sabe, fue entre gallos y medianoche, redactado por un puñado de masistas de cada departamento monitoreados de cerca por la Vicepresidencia y Ministerio de la Presidencia. Entonces, ante documentos que la gente desconocía, prefirió votar “No”. Y fue también una forma de castigar a las autoridades por haber organizado los comicios de una manera tan chapucera e improvisada.

Tres: En mi opinión, existe un tercer segmento, tanto de personas que respaldan al gobierno, como que lo rechazan, y que también votó que “No”. Es aquel que está conformado por quienes creen que en Bolivia nunca habrá genuina autonomía departamental mientras esté Evo en el poder. Este es un grupo lúcido, que intuye que la marcha hacia la autonomía no es más que una manera del gobierno de hacer “spin”, de apropiarse de un discurso en el que no cree y al que empezó a utilizar para arrebatarle unas banderas de lucha que Santa Cruz y otros departamentos del oriente flameaban con algo más de legitimidad.

¿O alguien cree realmente que Morales desea darle más poder, y recursos, a los departamentos, restando el suyo propio? Las huinflas. Todo este show no es nada más la consecución de una serie de eventos que siguieron por inercia: en el oriente se demandaba autonomía; el gobierno primero la rechazó, en 2006; cuando el Ejecutivo vio que era más inteligente apoyarla, lo hizo, pero solo de boca para afuera. Y luego los plazos legales empezaron a cumplirse. Hasta que se llegó al momento inevitable en la que la gente tuvo que votar por un tema que considera lejano, que el gobierno no apoya, con unos estatutos ignotos y una insólita norma del Tribunal Supremo Electoral que le prohibía a los políticos pronunciarse sobre el fondo del asunto.

Yo recomendaría a los dirigentes opositores no caer en la tentación de pensar que este resultado implica un obstáculo más o menos serio para el plan principal del gobierno, como es la reelección. No lo es. Cuando el gobierno inicie, a todo vapor, su estrategia, ponga en marcha toda su (gran) maquinaria informativa y propagandística y coloque a Evo haciendo campaña hasta en el último rincón del país, las cosas serán distintas. Me parece que Morales tendrá todas las de ganar independientemente de cómo resulte el fallo de La Haya que debe conocerse hoy. Si es favorable a la causa marítima boliviana, será un impulso adicional para el Presidente. Pero aun si no lo fuera, en ese momento saldrán nuevamente los expertos en “spins” a decir que, en realidad, haber perdido en el Tribunal Internacional es una forma de vencer. Así que, como he señalado ya antes, tenemos Evo para largo. Que la fuerza nos acompañe.

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OBIANG, MUGABE, EVO

Raúl Peñaranda U.

¿Cuándo se acaba una democracia? Excepto que ello ocurra a través de un golpe de Estado, ¿existe un momento preciso en el que se puede decir que un país ya no vive bajo un régimen plenamente democrático? ¿O ello ocurre tan lentamente que, de repente, la sociedad despierta y se da cuenta que la democracia es cosa del pasado?
¿Y en Bolivia, cómo estamos? Pienso que sí, que todavía vivimos en democracia y uno de las pruebas es que esta columna pueda ser publicada libremente. ¿Pero esa democracia goza de buena salud? ¿Y en qué grado de “mala salud”, puede decirse que ya no es tal?
En 2025, cuando el gobierno de Evo Morales esté ingresando a su año número 20 ¿qué democracia tendremos? Para entonces habrá escasos medios independientes, si acaso quede alguno, no habrá fundaciones y ONG críticas, el Defensor del Pueblo será un militante probado del MAS, los partidos opositores estarán destruidos y no existirán sindicatos al margen de los del oficialismo (ya ahora están cooptados o fueron divididos cuando presentaron resistencia).
¿Puede haber democracia si un candidato-presidente tiene 6.000 millones de dólares en inversión pública para hacer obras e inaugurarlas a un ritmo de tres por día mientras los otros están al margen? ¿Cómo se entiende la democracia si el candidato-presidente tiene a disposición un lujoso avión para hacer campaña, guardias de seguridad que le amarran los guatos, viáticos para él y todo su equipo, medios de comunicación para transmitir sus discursos en directo, grupos de choque para hacer el coro y organismos internacionales que le hacen claque, mientras los demás solo pueden mirar de palco?
¿Qué sentido tiene la democracia si los alcaldes y gobernadores no pueden emitir un criterio sobre los referendos autonómicos? ¿Si el Tribunal Constitucional está bajo control directo de la Vicepresidencia? ¿Si los jueces responden al Ministerio de la Presidencia y están atemorizados de emitir fallos contrarios al oficialismo? ¿Si las FFAA son un partido político aliado al oficialismo? ¿Si los empresarios prefieren callar antes de que Impuestos Nacionales les quite un buen trozo de sus utilidades?
La democracia tiene a la participación, y dentro de ella, al voto, como requisito central. Pero no es el único. A parte de sufragar, también se necesita que exista un Estado de Derecho, que se refleja en una justicia independiente, el hecho de que todos estén bajo el mandato de la ley y que se asegure la alternancia en el poder a través de darle a todos los actores igualdad de condiciones. En ese sentido, Bolivia es cada vez menos democrática, porque la justicia es controlada por el oficialismo a su antojo, no hay igualdad de condiciones y se viola con toda tranquilidad a la propia Constitución (por ejemplo declarando “irregulares” a las ONG disidentes, lo que afecta el derecho de libre asociación). Metieron preso a Carmelo Lens, el más reciente de la lista, solo ante la denuncia de un corrupto exfuncionario, y no pasó nada. Sigue ahí, a la sombra, soportando esta muestra de abuso de poder del MAS en el Beni. Cada vez habrá más Carmelos Lens, y en cada ocasión, nadie protestará.
¿Puede haber una democracia si no hay nadie que le diga al Presidente que no debe hacer un reactor nuclear, que es estúpido construir estadios que alberguen a tantos espectadores como la publicación total de la localidad, que necesitamos eludir el extractivismo para generar un verdadero desarrollo, que en vez de construir canchas debe invertir en hospitales? (“Pero, en ese caso, ¿dónde voy a jugar fútbol?”, debe preguntarse el Presidente. “¿En el pabellón de pediatría?”).
La alternancia en el poder es sabia porque tiende a evitar la corrupción (como un determinado político sabe que se irá, entonces se inhibe de robar ante posibles represalias de los que lleguen al poder después de él); genera ideas frescas y renovadoras (por ejemplo no hacer reactores nucleares o inundar el Madidi con una represa); activa la competencia política y así los electores tienen más donde escoger; evita la concentración de poder y, en ese caso, se respetan los derechos humanos y garantías básicas (en los gobiernos antes de Evo hubiera sido una locura cerrar ONG o meter presos indefinidamente a los opositores).
¿Y cuándo Evo cumpla 25 años en el gobierno, en 2030, qué país tendremos? ¿Estaremos como Zimbabue, que tiene a su eterno  Mugabe, que lleva 27? ¿O como Guinea Ecuatorial, en el que Obiang gobierna ya por 36 años? ¿O como Uganda, en el que Museveni está en el poder 29? ¿O como Camerún, que tiene a Biya en el gobierno desde hace 33 años? Advertencia: todos ellos ganan elecciones cada cuatro o cinco años y se vuelven a postular “a pedido del pueblo”. Advertencia número 2: todos esos países están sumidos en la pobreza, la corrupción y la violación de derechos. / Raúl Peñaranda es periodista

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EN DEFENSA DE UNA MISS

Raúl Peñaranda U.

Estoy en contra de los concursos de belleza. Lo que hacen esos certámenes es promover que se valore a la mujer por su belleza física y con ello a cosificarla, es decir juzgarla como se evalúa a un artefacto. Una mujer debe valer por su tenacidad, su inteligencia y sus valores y no por cómo luce ante los ojos (libidinosos) de algunos hombres. Lo mismo vale para el varón, debe destacarse no por ganar peleas a puñetes o resistir más la ingesta de bebidas alcohólicas.

Una candidata a miss, como se llama a las reinas de belleza, ha vuelto a atraer el interés de los medios y de las redes sociales, esta vez al responder una pregunta de sobre qué opinaba respecto de las personas que critican a los concursos de belleza. Su respuesta, algo así como “los concursos de belleza son para las personas que les gustan los concursos de belleza”, ha generado una oleada de memes y chistes que circulan en internet.

Pero analizando bien la respuesta de la miss, no se puede decir que se equivocó. Quiso decir que en la sociedad existen distintas alternativas y que cada persona puede inclinarse más por unas que por otras. Y que, además, debemos tolerar a todas.

La risa ocasionada, la reprimenda pública, los comentarios irónicos y las pullas lanzadas contra la candidata a reina por su respuesta no hacen otra cosa que demostrar un galopante  machismo. Los hombres, que se creen inteligentes, se permiten burlarse de una jovencita, a la que califican de boba. Pero tanto esos concursos como las respuestas en las redes son parte de la misma historia: el machismo de la sociedad y, de manera indirecta, el desprecio de los adultos por las ideas de los jóvenes y especialmente por las de las mujeres jóvenes.

¿Qué respuesta esperábamos de esa zonza pregunta? ¿En 30 segundos? ¿Una argumentación compleja, matizada y perspicaz? Pongan a cualquier joven boliviano, hombre y mujer, de 18 o 19 años, y le costará dar una respuesta creativa. O pongan a cualquier adulto… Si se hiciera ese experimento, las peores respuestas no saldrían de las bocas de las mujeres bonitas. El problema estaría repartido más o menos por igual entre personas de los dos sexos y de cualquier clase social o edad.

Lo que nos lleva a otro asunto de fondo (el primero es la necesidad de eliminar los concursos de belleza): mejorar la educación en el país. Ello para que nuestros jóvenes (o, nosotros, los adultos, cuando lo éramos) puedan dar respuestas más sólidas, creativas y genuinas a cualquier asunto por el que se vean interpelados y logren, más adelante, desarrollar una vida más competitiva, satisfactoria y democrática. Mucho de lo que somos se edifica en las aulas por las que pasamos. Y la paupérrima calidad de la educación boliviana, en todos sus niveles, no ayuda a que Bolivia pueda salir del marasmo de subdesarrollo que la afecta.

En el país se han construido decenas o centenas de escuelas y colegios. También han mejorado los niveles de registro escolar, seguramente gracias a las mejores condiciones de vida y al pago del bono Juancito Pinto (aunque aún estamos a la cola del continente en ese aspecto). Pero donde estamos definitivamente a la zaga, no solo de América Latina sino del mundo, es en la calidad de la educación. Las aulas pueden haber mejorado, pueden haber más computadoras disponibles, incluso el acceso a internet ha subido, pero nada de ello ayuda a la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Una buena parte de nuestros jóvenes, lamentablemente, no entiende lo que lee y no puede resolver problemas matemáticos básicos. El examen PISA, que es tomado por estudiantes de 65 países y que mide sus habilidades en cuestiones de lectura, ciencia y matemáticas, refleja el estado de situación en el mundo a ese respecto. Como es lógico suponer, los países desarrollados están en los primeros lugares, mientras los más pobres están a la zaga. El gobierno boliviano no ha aceptado sumarse a esa evaluación, que ha llamado “imperialista” por temor a lo obvio: seríamos el país número 66 de los 66 participantes. Hoy solo siete naciones latinoamericanas se animan a ingresar a esa prueba. En la región, Chile es el que logra mejores resultados, comparables con los de algunos países europeos.

Sin embargo, participar en el examen PISA, que demostraría nuestro triste nivel educativo, ayudaría a promover un cambio. Generaría un estado de ánimo de opinión pública que demandaría que se mejore todo el sistema, desde la formación que reciben los futuros profesores, hasta la manera cómo enseñan (y qué) los maestros profesionales, pasando por cómo son promovidos y cómo se definen sus aumentos salariales. Y así no habría necesidad de reírse de una candidata a miss.

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INUNDAR EL MADIDI PARA QUEDARSE EN EL PODER

Raúl Peñaranda U.

No es solo su limitada visión económica la que impulsa al Vicepresidente Álvaro García Linera a impulsar casi exclusivamente tareas extractivistas para lograr crecimiento económico. Su estrecha mirada, en la cual (casi) solamente ingresan opciones como perforar yacimientos gasíferos o mineros además de construir represas, tiene también un transfondo político.

Pero vayamos por partes: la tragedia boliviana se llama el extractivismo. Somos el país más pobre de Sudamérica, entre otras cosas, porque hemos basado nuestro desarrollo casi exclusivamente en extraer minerales o petróleo (o depender de la goma). Durante casi 300 años de colonia y 200 de república a eso hemos apostado, y así nos ha ido. En la última década, con precios altos de las materias primas, no se ha hecho más que enfatizar ese modelo de desarrollo.

El Vicepresidente es el principal defensor de esa política. Acaba de decirlo en una charla magistral en Chile: “si solamente te dedicas a proteger a la Madre Tierra ¿con qué alimentas a la gente?” ha señalado con una sorprendente mezcla de ingenuidad y cinismo. O sea que él no concibe otro camino para alcanzar el desarrollo. La elocuencia de esa declaración es entristecedora, sobre todo porque la literatura económica demuestra que los países que hacen depender su desarrollo de la extracción de materias primas son también, casi siempre, los más pobres. El caso boliviano lo confirma.

El gobierno desea avanzar ahora a otros ámbitos, cercanos al extractivismo: la construcción de represas para generar electricidad. Ya ha firmado un contrato con una empresa italiana para construir una represa en el estrecho de El Bala, en el río Beni. En un año estará listo el informe y luego, ha señalado García Linera, se empezará a construir la megaobra. Una estimación señala que la represa tiene un precio exorbitante, de unos 7.000 millones de dólares, para producir 4.000 megavatios de electricidad, que se exportaría a los países vecinos. Podrían obtenerse al año unos 1.600 millones de dólares para el fisco, un 13% del total de las exportaciones.

No solo es descomunal el costo económico, evidentemente. Lo es más el costo medioambiental. El precio que hay que pagar para que se cumpla este capricho gubernamental es, nada menos, inundar el Madidi, el parque natural más importante de Bolivia y uno de los lugares más bellos del mundo. Es de terror.

¿Vale la pena? ¿Invertir 7.000 millones de dólares para exportar 1.600 millones al año? ¿A costo de inundar el Madidi y verse obligado a trasladar a unas 300 comunidades indígenas? ¿E infligir un daño irreparable al medio ambiente?

Lo lógico sería, en un lugar de hermosura privilegiada como es el Madidi y todo la Amazonía boliviana, alentar otras tareas, como el turismo. Tal vez no captaría esa cantidad de divisas pero su efecto beneficioso es que generaría mano de obra intensiva y ayudaría ampliamente al desarrollo ya que demanda innumerables servicios y productos, entre otros la compra de alimentos. Es mejor que vender electricidad.

¿Y por qué el gobierno no opta por esta otra vía? ¿Por qué insiste en abrazar políticas que ponen a la naturaleza en serio riesgo? Como decimos líneas arriba, por razones políticas: el ecoturismo genera una riqueza que se distribuye en muchas manos, por ejemplo comunidades indígenas, guías turísticos y propietarios de hoteles y albergues, además de los que proveen los servicios directos e indirectos. El dinero del turismo se queda en el país, genera bienestar y podría ayudar a producir un círculo virtuoso del desarrollo. Pero le quita al gobierno la posibilidad de obtener recursos fiscales para manipular a la ciudadanía, chantajear a los votantes y mantener un centralismo secante. Mil millones de dólares distribuidos entre miles de personas dedicadas al turismo, por seguir con ese ejemplo, no es lo mismo que 1.000 millones de dólares en la caja chica del gobierno para construir canchas de fútbol y hacer microinauguraciones todo el año. En todo caso, las microinauguraciones son mejores que las macro. El gobierno insiste en construir el Batán, un estadio para 60.000 personas a un costo de 80 millones de dólares, pese a que el actual campo, el Félix Capriles, pasa vacío todo el año. Esa y otras decenas de obras, como un aeropuerto “internacional” en Oruro que no tiene vuelos, un estadio en Chimoré con tanta gente como habitantes posee esa localidad y fábricas de papel que arrojan pérdidas. El malgasto galopante se debe a que los caprichos del Jefe no tienen freno.

El extractivismo estatista tiene una explicación ulterior: mantenerse en el poder por el mayor tiempo posible, de manera indefinida.

Chau democracia.

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(VARIAS) RAZONES PARA RECHAZAR EL TELEFÉRICO

Raúl Peñaranda U.

El teleférico es bello. Llena de orgullo a los paceños y alteños. Genera comentarios de medios de comunicación internacionales. Y no hay turista que llegue por estos lares que no se suba a una de sus cabinas. ¿Pero a qué costo?

El gobierno, gracias a su músculo político y al hecho de que tiene dinero a raudales, gastó 234 millones de dólares en las tres primeras líneas, Roja, Amarilla y Verde (a un precio casi el doble del de Medellín, que es comparable en sus características).

Con 234 millones de dólares invertidos, las tres líneas mencionadas transportan unas 87.000 personas cada día, recordó un artículo del especialista Waldo Yanaguaya hace unos días. El Puma Katari, que invirtió solo 22 millones, transporta 22.000.  La diferencia está a la vista.

Aunque los datos que están a la mano son incompletos (por ejemplo, no se sabe exactamente cuánto gasta el teleférico en electricidad), se podría hacer un cálculo grosso modo: si la depreciación del teleférico es del 5% anual, y el del PumaKatari, del 10% (los buses se malogran más que las cabinas), entones resulta que el sistema municipal es un 42% más eficiente que el por cable.

Habiendo gastado la friolera de 234 millones de dólares, las tres primeras líneas del teleférico transportan solo al 4% de los dos millones de pasajeros que existen diariamente en La Paz y El Alto (y el PumaKatari transporta 1%).

Ahora el gobierno, a través del gerente general de Mi Teleférico, César Dockweiler, está empeñado en gastar otros 450 millones de dólares en seis líneas adicionales. Con todo ello, y cuando tengamos la totalidad del bello cielo paceño cableado, la cantidad de personas trasportadas será del 8% del total, explica Yanaguaya.

¿Vale la pena gastar casi 700 millones de dólares en una obra masiva, enorme, majestuosa, que solo transporta el 8% de todos los pasajeros del área metropolitana? ¿Incluido un trazo, como la Línea Blanca, que pasará por encima de una avenida central de La Paz como es la Busch? La respuesta es no. Cuando se hayan construido todas esas líneas, seguirán en las estrechas calles paceñas miles de minibuses circulando caóticamente. No se habrá solucionado nada.

No se entiende el desenfreno del gobierno y del gerente de Mi Teleférico en su atolondrado plan de construir todas estas líneas, excepto quizás su idea de hacer obras vistosas que ayuden a la reelección indefinida del Presidente. Este desenfreno se explica en el hecho de que con la débil democracia que tenemos hoy, las autoridades pueden desarrollar cualquier idea descabellada, como gastar 700 millones de dólares para transportar el 8% de los pasajeros (o hacer estadios en medio de la selva, como el de Chimoré, que alberga a casi tanta gente como la población total de la localidad). No hay nadie quien pueda impedir los caprichos del Jefe.

Las actuales tres líneas del teleférico son, con todo, útiles. Unen dos urbes que están a distinta altitud. El trasporte por cable tiene sentido para unir dos puntos de manera vertical (como una pista de ski), pero no horizontalmente. Ello es propio de otros tipos de transporte, más lógicos en esas circunstancias: buses o metro.

La solución para el trasporte en La Paz es generar un sistema eficiente de buses. Ya se ha visto aquí que el costo de transporte es un 40% más barato en buses que por cable. ¿Pero cómo hacerlo en un tráfico lentísimo como el paceño? Retirando a los 10.000 minibuses que atestan las calles paceñas. Esto debe hacerse, y así se podrían tener vías exclusivas para los buses, como era el plan original de la Alcaldía. En vez de estar gastando millonadas en ideas estrafalarias deberíamos atender lo que es obvio: no se pueden mantener a miles de minibuseros en las calles de La Paz si se desea solucionar verdaderamente el problema del transporte. Y ni la Alcaldía ni el gobierno lo hacen debido a que no tienen la fortaleza para enfrentarse a un sector violento y bien organizado como son los transportistas.

Pero si hay 450 millones adicionales para despilfarrar en seis líneas del teleférico, entonces no es que falten recursos para afrontar el conflicto social que implica dejar a miles de bolivianos sin empleo. Usando esos recursos se podrían, aparte de construir nuevas calles y avenidas, compensar a los choferes, comprarles sus vehículos y ayudarlos a reinsertarse en la economía. Con tanta plata, alcanza.

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EL ESTADO PLURI-FISCAL

Raúl Peñaranda U.

Ahora que el Gobierno está entusiasmado con la posibilidad de introducir reformas en la Constitución Política del Estado se podría empezar por cambiarle el nombre el país. En vez de Estado Plurinacional propongo Estado Pluri-fiscal, considerando el gran poder que han adquirido estos personajes, que junto a jueces, policías y ciertos abogados han conformado redes de corrupción y de violación de derechos humanos que parece que nadie puede enfrentar.

El último caso es el del periodista Carlos Quisbert, de El Diario, quien fue enviado a San Pedro por el malhadado informe del fiscal Marco Antonio Vargas y la inopinada decisión de la jueza Lorena Camacho. Quisbert entró en el penal de Qalauma sin identificarse como periodista y le entregó a una detenida del denominado Caso del bebé Alexander dos notas manuscritas de otra involucrada en el que le pide que converse con el reportero y que le ayude a éste a identificar la verdad de los hechos.

Ninguna de las dos cosas es ilegal, deberían saberlo el fiscal y la jueza mencionados. Los periodistas tienen derecho, como cualquier otro ciudadano, de ingresar en los centros de reclusión y los internos tiene derecho a hablarles si así lo desean. Es una bobada gigantesca decir, como ha afirmado Vargas, que lo que Quisbert estaba haciendo era “obstruir” el trabajo de la justicia. Y la jueza no se queda atrás: decir que había “riesgo de fuga” del periodista y que por eso ordenó su internación en San Pedro no tiene base alguna. Quizás el problema está en el tema que estaba investigando Quisbert: la trágica muerte del bebé Alexander en noviembre pasado, que demuestra la chapucería e ineficiencia de los fiscales que, tras haber realizado ocho detenciones y decenas de entrevistas todavía no saben si quiera con precisión las causas de la muerte del infante. Menos aún quien fue el homicida, si existe alguno.

La fortuna de Quisbert es ser periodista. La ciudadanía se ha movilizado, lo mismo que el gremio de comunicadores, para ayudarlo. Incluso el ministro de Gobierno ha interpuesto sus buenos oficios. La campaña de presión está bien encaminada y Quisbert podría salir en libertad pronto (cuando se escribe esta columna seguía detenido). Pero es un solo caso. El drama de Bolivia es que las cárceles están llenas de “carlos quisberts”, inocentes que se cruzaron en un mal día con el trabajo indolente, deshumanizado, caprichoso y corrupto de algunos de los centenares de jueces y fiscales que trabajan en el país. A la Defensoría del Pueblo llegan decenas de esas denuncias. Una madre que implora ayuda porque a su hijo le robaron un celular y que el ratero luego cometió un delito. ¿Quién va a la cárcel? El pobre inocente a quien le sustrajeron el teléfono, no el verdadero delincuente. Un pobre vecino de una barrio paceño que fue denunciado por un malhechor y que el ente “fiscales-jueces-policías-abogados” lo metió a él a la cárcel, presiones y sobornos de por medio. La tragedia se multiplica por cientos y llega a todos los rincones del país.

El ente “fiscales-jueces-policías-abogados” comete barbaridades como las que encabezó el exfiscal Humberto Quispe, destituido (pero no aprehendido) gracias a una campaña realizada por los medios de comunicación. Ese ente quita vehículos a ciudadanos que cometen hechos de tránsito y luego exigen sobornos para devolverlos. Realiza volteos de drogas. Roba joyas. Coordina sus trabajos con grupos de delincuentes organizados. Ordena chantajes. Instruye detenciones irregulares. Y hasta acepta que se cometan torturas.

Por eso es que fue tan errada la pretendida reforma judicial boliviana, que se basó en la elección popular de los jueves. El gobierno creía que eligiendo a una veintena de nuevos magistrados en la cúpula de la pirámide se resolvía un problema que está en la base, justamente en operadores de justicia como Vargas y Camacho. Allí es donde debería enfocarse la reforma, además de en la simplificación de la norma y en la instalación, en cada barrio del país, de “jueces de paz”, que resuelvan los casos con prontitud, evitando así que el sistema judicial se parezca cada vez más a la Hidra de la mitología griega, esa que tenía la virtud de crear dos cabezas nuevas por cada una que se le cortaba. Mientras tanto, sólo me queda solidarizarme con los miles de bolivianos y bolivianas que hacinan las cárceles y que no saben cuándo saldrán libres. Muchos de ellos son inocentes.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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AMALIA PANDO, DEFENSORA DEL PUEBLO SUPLENTE

Raúl Peñaranda U.

El Defensor del Pueblo hace un trabajo decente. Ante la fortísima presión gubernamental, Rolando Villena ha logrado mantener la independencia de su institución, una de las pocas entidades estatales que escapa al control del oficialismo. Sus acciones ayudan a mantener ciertos derechos de los ciudadanos afectados por arbitrariedades e injusticias.

Pero el país tiene una segunda Defensora del Pueblo, Amalia pando, la periodista de radio Erbol. En las últimas dos semanas ha demostrado toda su valentía e influencia cargando contra un siniestro grupo de fiscales que extorsionaba, mandaba torturar y robaba a pobres ciudadanos que no tenían a quien acudir. Una de esas fiscales no pagaba el alquiler del departamento en el que vivía. Claro, en un país en el que campea la impunidad, a Patricia Santos, nada menos que presidenta de la Corte de Distrito de La Paz, simplemente no había como forzarla a que cumpla con sus responsabilidades. Hasta que la Defensora del Pueblo alterna hizo su trabajo y la forzó a salir de ese departamento y, además, pagar la deuda de más de 12.000 dólares que tenía con la propietaria de la vivienda. Lo hizo rápidamente, para evitar que el escándalo siguiera. ¡Así que tenía la plata!

Entre otros fiscales que han sido investigados por la Defensora Pando está también Humberto Quispe. Página Siete, con reportajes firmados por Daniela Romero, y Erbol lograron destapar otro caso que la justicia se negaba a atender. Los afectados del fiscal Quispe, que incluso formaron una asociación de víctimas, acudieron a todas las entidades a su alcance para lograr justicia. Pero nadie los escuchó. Por ejemplo, ni la ministra de justicia Virginia Velasco Condori, ni la anterior, Cecilia Ayllón, o la ministra Anticorrupción, Lenny Valdivia y menos aún su antecesora, Nardi Suxo, movieron un dedo.

Otros medios de comunicación, por ejemplo Cadena A, se sumaron a la campaña hasta que la presión fue tanta que el fiscal general, Ramiro Guerrero, quien conocía las denuncias desde hace meses pero no hacía nada, finalmente destituyó al ahora exfiscal Quispe. Pero no sería nada raro que, dentro de unos meses o años, Quispe esté nuevamente a cargo de una fiscalía.

En un escenario en el que el Parlamento, la Contraloría, la Fiscalía General, los tribunales electorales, las exsuperintendencias, los sindicatos campesinos e indígenas y en general todas las instituciones estatales son meros apéndices del Gobierno, la pluralidad democrática y los derechos de los ciudadanos están gravemente amenazados.

La cantidad cada vez mayor de medios controlados por empresarios amigos del Gobierno o cooptados por toneladas de publicidad gubernamental no hace otra cosa que agravar la situación. El puñado de diarios que publica esta columna, además de algunas radios y canales todavía mantienen, contra viento y marea, su independencia. Esos son los últimos espacios a los que los ciudadanos pueden acudir.

El de los fiscales no es el único caso que ha atendido en los últimos años la Defensora del Pueblo suplente. Gracias a la libertad que le da su medio de comunicación, Pando amonesta al Presidente cuando se despacha alguna de sus diatribas machistas; hace notar las falencias de los tribunales electorales, indisimuladamente proclives al oficialismo; defiende los derechos del magistrado Gualberto Cusi, maltratado por un ignorante exministro de salud; defiende a las mujeres agredidas por sus parejas; identifica a policías que violan la ley y cometen atropellos; hace conocer sobreprecios en compras estatales; y denuncia las irregularidades del Fondo Indígena. No está exenta a cometer errores, como es lógico, y seguramente lo ha hecho, pero en su caso es mejor actuar por exceso que por omisión en su empeño en ayudar a mantener viva la alicaída democracia boliviana. Que la fuerza la acompañe.

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