Cara o Cruz

NO EXISTE UNA ESTRATEGIA "POST HAYA"

Raúl Peñaranda U.

Bolivia está realizando una extraordinaria campaña internacional de información con respecto a la demanda marítima que el país ha interpuesto contra Chile. Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez, dos expresidentes de valía, realizan cada uno trabajos distintos, pero igualmente cruciales con el objetivo de abonar un terreno en el que el país espera lograr que el Tribunal de La Haya fuerce a nuestro vecino a negociar, de buena fe, una salida soberna al mar.

Mientras Rodríguez prepara los complejos alegatos judiciales, Mesa realiza permanentes giras internacionales para explicar las bases de la demanda boliviana. Se puede asegurar que Bolivia domina el debate respecto de su arisco vecino, cosa que no había ocurrido con frecuencia en el pasado. O tal vez, nunca.

Por otra parte, la oratoria y conocimientos de Mesa y el olfato político de Evo Morales han generado un estilo de trabajo que, da la impresión, hace trastabillar a Chile. Hay que añadir que para el país víctima siempre es más fácil defender sus argumentos. Muchos observadores latinoamericanos deben estar pensando algo así como: “¿Por qué Chile, con 5.000 kilómetros de costa, no devuelve a Bolivia, incluso mediante compensación territorial, una franja de 10 kilómetros de ancho?”.

Junto con eso, también se ha registrado un distanciamiento progresivo entre nuestra nación y Chile. Es comprensible. En una fase de alegatos, los planteamientos de uno afectan al otro. Pero la agudización del conflicto tampoco es conveniente para Bolivia. Llevar las cosas al límite solo ayuda a que la clase política chilena se una en torno a su Gobierno, como efectivamente ha sucedido con dirigentes como Marco Enríquez Ominami, que ha suspendido su respaldo a Bolivia. Incluso el expresidente Eduardo Frei, el más abierto de todos los exmandatarios a un acuerdo, hoy muestra una dura línea antiboliviana. Y las encuestas señalan que el respaldo de la ciudadanía chilena a la postura de Bolivia está en su nivel histórico más bajo.

En ese sentido, el hecho de que Mesa mantenga su decisión de viajar a Chile, aún a sabiendas que no es bienvenido y que, al final, quizás lo terminen vivando solamente los adherentes del movimiento chavista, puede no ser una decisión prudente. Y aún en un escenario en que Mesa fuera recibido por militantes de otros sectores políticos, son poco claros los objetivos que el país espera conseguir con ese viaje. No se puede saber exactamente si esa decisión ayuda más que perjudica. Y la visita ya ha sido calificada por las autoridades chilenas como una “provocación” y un interés en “dividir a la sociedad chilena”. De hecho, debido a sus posturas con respecto a Bolivia, el canciller chileno Heraldo Muñoz es el político mejor calificado de ese país, según una reciente encuesta de la empresa Adimark, con un 78% de aprobación.

El excanciller boliviano Armando Loaiza ha mencionado la importancia de preparar, de manera paralela a la demanda, un ambiente “Post Haya”.

Bolivia tiene expectativas razonables para pensar que ese tribunal aceptará los alegatos bolivianos y que, si los astros se alinean, como parece que lo están, resuelva que el país tiene razón. Chile, entonces, estaría forzado a negociar con nuestro país. ¿Y en ese momento estarán dadas las condiciones para ello? ¿Cuando los rencores son cada vez más agudos? ¿Con adversarios que se han maltratado?

Si el eventual fallo de La Haya no involucrara la necesidad de que los dos países negocien, entonces la estrategia boliviana de extremar las cosas sería razonable. Pero La Haya lo que hará, como máxima aspiración para Bolivia, es ordenarle a las partes a negociar. Bolivia no está trabajando por si ese escenario llegara. Y Chile, en esa eventualidad, podrá darle largas al asunto durante años.

Perú, de manera alterna a sus estrategias con respecto a la fijación de límites marítimos con Chile, que también se dilucidó en ese tribunal internacional, insistió en la estrategia “Post Haya”. Bolivia podría tomar ello como ejemplo.

Raúl Peñaranda es periodista

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ENTRE LOS "SORDOS DEL ALMA" Y "LOS BOBOS ENTUSIASTAS"

Raúl Peñaranda U.

En medio de las ruidosas celebraciones cuando Bolivia clasificó al Mundial de 1994, mi amigo Gustavo Castellanos y yo saltábamos y bailábamos en El Prado de La Paz. No podíamos creer que Bolivia iría a un Mundial. En medio de la algarabía nos encontramos con un excompañero de la Universidad que, cosa rara, tenía la cara larga.

– ¿Qué te pasa?, le preguntó Gustavo. ¿No te alegras?
– No, para nada, lo único que quiero es llegar a la casa de una tía y toda esta gente me lo impide.
– Eres un sordo del alma, vos, le dijo Gustavo.
– Y ustedes son unos bobos entusiastas. ¿Realmente qué valor tiene clasificar a un Mundial?

Se fue y nosotros, después de la perplejidad inicial, seguimos celebrando.

Así que el mundo se divide entre “sordos del alma”, una frase acuñada por el Papirri, y los “bobos entusiastas”. Entre los que nunca se contentan con nada, que lo critican todo, y los propensos a alegrarse siempre.

Estuve pensando mucho en ello en estos días de regocijo por el rally Dakar por territorio boliviano. No llego a ser tan “sordo del alma” como para no alegrarme por el triunfo de Walter Nosiglia, pero tampoco quiero engrosar las ya numerosas filas de los “bobos entusiastas”; es que, además de todo, no puedo evitar mirar con desconfianza la campaña propagandística armada al respecto por el Gobierno. Con ATB, su canal bandera, como punta de lanza.

¿Por qué Perú prohibió al Dakar en su territorio y Chile está pensando hacerlo y, en cambio, los bolivianos nos enloquecemos con su paso? ¿Por qué Brasil es renuente a aceptar esta competencia y en cambio el Gobierno de Evo Morales presionó a sus representantes para que los corredores no eludieran ingresar al Salar, como algunos de ellos demandaban?

Tal vez la clave está en la baja autoestima boliviana. Evo Morales, si tiene un valor, es haber acrecentado el sentido de dignidad y orgullo de los bolivianos. En un país sin héroes, en un país sin triunfos, en un país golpeado, todo ilusiona: el satélite, que no sabemos si sirve o no; un ídolo de piedra llegado de Suiza; la idea de una planta nuclear; un tercer puesto en el Dakar; la cumbre (con pocos presidentes) del G-77; la “ciudad maravillosa” que, como bien dicen Alfonso Gumucio y Agustín Echalar, es un nombramiento excesivo. Etcétera.

En las actuales circunstancias, cualquier reconocimiento externo es recibido por una ciudadanía sedienta de éxitos. Y el Gobierno lo procesa todo en su inacabable y eficiente campaña de propaganda y culto a la personalidad de Evo. No cualquiera lo puede hacer (ni siquiera sus vecinos Bachelet y Humala) y menos podían los presidentes anteriores a él.

¿Quién tendría la capacidad para aprovechar un rally elitista y creado por las grandes corporaciones, por un lado y, por otro, hacer que una deidad andina salga en “procesión” por toda Bolivia? Nadie logró, como Evo, ubicarse en el centro de la política nacional, alentando actividades tan contradictorias entre sí como las mencionadas. ¿O se imaginan a Goni llevando a un Ekeko por todo el país? Hubiera sido un chiste.

Lo malo de los “sordos del alma” es que no pueden gozar con los triunfos nacionales. Lo malo de los “bobos entusiastas” es que pierden toda capacidad crítica. 72 horas exactas después de la proeza de Nosiglia la selección boliviana sub-20 perdía 5-0 ante la de Ecuador en el torneo sudamericano. Y mientras muchos se alegran por el Dakar pocos analizan las profundas razones de nuestra debilidad en casi todos los demás deportes. Los fracasos deportivos empiezan en la cuna: niños desnutridos no destacarán en los deportes cuando sean adultos. Empiezan, en realidad, antes: madres desnutridas darán a luz a niños más frágiles de lo usual. Para no hablar de que la vida saludable no es alentada en los colegios, que en Bolivia se vanagloria, en todas las clases sociales, el consumo de alcohol, y que la disciplina, clave para practicar cualquier deporte, no es un valor especialmente resaltado en el país. Lo que nos lleva a otro debate. ¿Cuán importante es un éxito deportivo? ¿Y los éxitos científicos? ¿Y nuestras universidades, que marchan a la cola del continente? ¿Y nuestros resultados escolares, que están entre los más bajos del mundo? Mientras más hablamos del Dakar, menos hablamos de eso.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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BACHELET Y LAGOS OFRECIERON ENCLAVES A BOLIVIA

Raúl Peñaranda U.

La última polémica surgida entre Bolivia y Chile, de las tantas que se han producido recientemente, es la que se refiere a la posibilidad de que nuestro país obtenga un enclave soberano en la costa chilena. El diario La Tercera dio la información el domingo, señalando que Bolivia había propuesto en diciembre retirar la demanda ante La Haya a cambio de lograr el mencionado enclave. Los dos gobiernos desmintieron la información.

El tema de un enclave para Bolivia se ha debatido en las últimas décadas entre los dos gobiernos en varias ocasiones y es, a mi entender, una opción que Bolivia debe estudiar con cuidado. Nuestro problema es que no tenemos realmente una posición oficial para presentar ante Chile. Lo que menciona la demanda en La Haya es que el país desea lograr una “salida soberna” al Pacífico, pero no dice con qué características específicas. Generalmente se considera que Bolivia quisiera retomar las negociaciones que se dieron en torno al denominado “Abrazo de Charaña”, es decir tener una franja de territorio continuo que una el sur del departamento de La Paz con el norte de Arica y que sea paralela a la denomina Línea de la Concordia.

El gran problema de esa solución es que el Gobierno peruano, de acuerdo a lo que señala el Tratado de 1929, debe dar su aprobación, considerando que ese territorio le pertenecía ese país, y no a Bolivia, antes del inicio de la guerra.
Para evitar esa eventual negociación con Perú, que ya fracasó en 1978, queda la posibilidad del enclave. En febrero de 2011, el exvicecanciller boliviano Hugo Fernández le dijo en exclusiva al diario El Deber que delegaciones de los presidentes Evo Morales y Michelle Bachelet se habían reunido varias veces en secreto entre 2007 y 2009 para negociar un enclave que iba a ser ubicado cerca de la quebrada de Camarones, al norte de Iquique. En esas reuniones, dijo Fernández, Bachelet ofreció el mencionado enclave, de 28 kilómetros de extensión lineal, en el que Bolivia construiría una ciudad, un puerto y un polo económico. Fernández añadió que técnicos cartógrafos chilenos y bolivianos se trasladaron en reserva a la zona, en helicóptero, para fijar y medir el lugar del enclave. Fernández no fue, en ese entonces, contundentemente desmentido por las autoridades de ninguno de los países. Tampoco Bachelet estaba tan fuera de foco ya que, en 2004, el expresidente chileno Ricardo Lagos le ofreció en una agitada sesión al exmandatario boliviano Carlos Mesa en Monterrey, México, la entrega de un encave sin soberanía.

Pero ambas ofertas, la de Lagos y Bachelet, no podían tener soberanía boliviana considerando que estaban en territorios previamente peruanos y por lo tanto ese país debe dar su no objeción.

Aun así, ese es un extraordinario punto de partida para nuevas negociaciones, ya sea que el Tribunal de La Haya acepte la demanda boliviana o no. Habrá que elegirse otro lugar, por ejemplo Cobija o Mejillones, y demandar que sí tenga soberanía boliviana. Los mismos 28 kilómetros lineales de costa ofrecidos por Bachelet, que ha vuelto al poder, serían la base de las conversaciones. Pero como Chile no cederá aquello a cambio de nada, debe considerarse la idea de un truque de territorios. Hace tres años, Página Siete publicó una encuesta realizada a nivel nacional que reveló que los bolivianos, en su mayoría, estarían de acuerdo con dar a Chile una compensación territorial a cambio de soberanía en el Pacífico. Y esa compensación podría no necesariamente ser territorial, sino concretarse en recursos naturales, como agua o gas, que Bolivia tiene en abundancia, a diferencia de Chile.

El excanciller chileno Alfredo Moreno, contradiciendo a sus pares del primer Gobierno de Bachelet, estaba en contra de la idea del enclave, porque creía, según le dijo en 2010 a un grupo de periodistas bolivianos en Santiago, que ello podría generar “una migración boliviana desordenada” y “desestabilizar” el norte de su país. Ello no es correcto. La migración se produce con o sin enclaves, como lo demuestran miles de bolivianos viviendo en Brasil, miles de peruanos viviendo en Chile y miles de chilenos viviendo en Argentina. Y la migración no genera problemas de seguridad en ningún lugar del mundo, ni siquiera cuando es masiva como la mexicana en el sur de Estados Unidos.
El juicio en La Haya es una oportunidad para seguir mirando hacia adelante. Y el enclave soberano es una opción más para analizar en el objetivo de resolver nuestra centenaria demanda.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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SAMUEL Y LA DIVISIÓN DEL VOTO OPOSITOR

Raúl Peñaranda U.

Después de haber realizado una campaña sostenida, de unos tres años de duración, orientada a lograr la unidad de la oposición, Samuel Doria Medina acaba de hacer lo contrario de lo que predica: presentar candidatos que dispersan el voto opositor.

Hasta ahora su postura era correcta: ante un régimen tan poderoso (y popular) como el que encabeza Evo Morales, las fuerzas opositoras debían unirse para aspirar a un bien mayor: restarle algo de fuerza al Gobierno con el fin de equilibrar los poderes y, así, defender mejor a la debilitada democracia. Su esfuerzo fue parcialmente reconocido en las elecciones de octubre, en las que, en las filas de la esmirriada oposición, venció lo que se llamó el “voto útil” y fue privilegiada su candidatura por encima de la de Jorge Quiroga. Por ello Doria Medina obtuvo tres votos por cada uno que logró Quiroga. Mi estimación es que si Tuto no se presentaba, Morales no hubiera logrado dos tercios de los votos en el Legislativo. Y que si Juan del Granado iba en alianza con UD, el MAS hubiera obtenido solamente un poco más del 50% de los parlamentarios.

Ahora Doria Medina hace lo contrario. Es él quien dispersa el voto opositor, sobre todo en La Paz, una plaza crucial para el escenario político nacional. Si el Gobierno llega a controlar la Alcaldía de la ciudad, su poder sería ya casi ilimitado. En este punto, es Tuto quien parece haber entendido el “voto castigo” que sufrió en octubre y prefirió no presentar un candidato. Al mismo tiempo, se ha aliado informalmente a Luis Revilla. Mejor. 

Al inscribir a un postulante contra la candidatura del líder mejor situado, es decir Revilla, Doria Medina afecta la viabilidad opositora en varios flancos. Para empezar, podría ser que su candidato, el analista Carlos Cordero, obtenga un porcentaje de votos mínimo pero suficiente como para favorecer indirectamente al MAS. Cordero, digamos si obtuviera un 4% de sufragios, ello implicará un 4% de sufragios menos para Revilla. Y eso, en una eventual lucha cerrada entre él y el candidato del oficialismo, podría ser crucial. Entre paréntesis, Cordero alentaba antes de las elecciones de octubre una candidatura opositora única y ahora hace lo opuesto.

Pero la acción de Doria Medina va aún más allá, afectando a las fuerzas democráticas en otros dos ámbitos: primero, facilita una victoria en la gobernación paceña, que podría haber estado en disputa considerando que el candidato del partido SOL.bo, Félix Patzi, tiene el perfil adecuado para enfrentar a la del oficialismo, la desconocida Felipa Huanca. Y, finalmente, al haber hecho ello, Revilla, en reciprocidad, anotó a una candidata en El Alto, Fanny Nina, que afectará las razonables expectativas que tenía la muy buena dirigenta Soledad Chapetón.

Pese a la innegable fuerza del MAS en La Paz, El Alto y el resto del departamento, estas elecciones podrían haber sido una oportunidad para la oposición, considerando las pésimas gestiones que realizaron el gobernador paceño y el alcalde alteño. Revilla es fuerte en La Paz, Chapetón tenía pretensiones serias en El Alto y Patzi podría haber hecho un papel expectable en el departamento. Eso, si la oposición hubiera marchado unida. Doria Medina hizo volar por los aires esa posibilidad.

Pero ante la irresponsabilidad de los líderes políticos lo que debe primar ahora es la responsabilidad del votante opositor. En ese sentido, para los comicios de marzo, tiene que insistirse en la idea del “voto útil” y respaldar a los candidatos más fuertes (Revilla en La Paz, Chapetón en El Alto y Patzi en el departamento). La lógica vale para el resto del territorio nacional. En marzo el elector no oficialista debe votar por las mejores candidaturas y, de paso, intentar defender la democracia./ Raúl Peñaranda U. es periodista

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MUNIDO DE MI MEDIDOR DE DECIBELES

Raúl Peñaranda U.

Hace unos días, esperando que un médico me atienda en el consultorio de una clínica de La Paz, en la sala de espera un televisor transmitía, a todo volumen, el capítulo de alguna telenovela mexicana. Con los consabidos llantos y todo. Como suelo hacer, le bajé el volumen a la tele, que nadie veía en ese momento (otros dos pacientes trataban de leer unas revistas). Después de unos minutos la secretaria se dio cuenta de mi acción y volvió a poner la telenovela a todo volumen.

El fin de semana pasado fui al cine, a ver Interestelar. Munido de mi medidor de decibeles que me bajé a mi iPhone comprobé que durante largos pasajes del filme el volumen supera los 93 decibeles (en los avances previos a la película el volumen llega, por momentos, casi a 100).

Al día siguiente fui con dos amigos a un conocido bar de San Miguel. En un momento dado no podíamos entendernos ni a los gritos. El mozo nos sugirió otra mesa, en la que supuestamente el ruido es menor. Pero nada. Aturdidos por la música tan alta, y comprobando con mi app que el volumen superaba los 93 decibeles, me acerqué a la barra. El dueño del bar, ante las pruebas fehacientes, bajó amablemente el volumen a niveles tolerables.

En mi último viaje a Santa Cruz, en el aeropuerto de Viru Viru, en la sala de espera, varios televisores presentaban publicidades y clips musicales a todo volumen. Nadie parecía prestarles atención. Unos gringos trataban de conversar entre sí. Una jovencita jugaba con su iPad, protegida de la bulla de los televisores con sus propios audífonos, mientras su hermano corría entre los asientos. Me dediqué a observar uno por uno a los pasajeros. Casi nadie veía a las pantallas, que de todas maneras escupían su horrible sonido.

Pareciera que los dueños de restaurantes, cafés, consultorios, peluquerías,  minibuses y puestos de venta de celulares en la Eloy Salmón creen que su fin en la vida es  apabullarnos con la bulla. Piensan que los clientes les agradeceremos escuchar a todo volumen el noticiero de medio día, con todos los detalles de la violación y el hallazgo del cadáver de la jornada. Pues no. A muchos no nos gusta. Hasta me aventuro a decir que somos mayoría. Pero no hay poder humano para cambiar esta alocada manera de actuar.

Los amantes del ruido creen que éste debe llenarlo todo, no dejar espacio para la conversación, y peor, para la reflexión y el diálogo interior. Es como un esfuerzo de enajenación, de alienación ante la realidad. Ruido, ruido, ruido, para evitarle a la gente mirarse al espejo y escrutar sus penas y sus alegrías.

Ir a un bar y obligar a un parroquiano a gritarle a su pareja que está muy bonita ese día con su blusa escotada, es un absurdo, algo que no tiene sentido. Como existen zonas para “no fumadores”, estos boliches deberían tener también áreas de “volumen tolerable”. Estar expuesto a más de 90 decibeles durante largos períodos puede causar a la larga problemas de audición, sobre todo el denominado “trauma acústico”. Lo dicen letreros que la Alcaldía obliga a poner, pero que a nadie importa. ¡Y hasta los cines tienen hoy volumen comparable al de las discotecas!

Y un poco preocupado ante la posibilidad de que los lectores digan que esta columna se debe a mi supuesto estado de vejez prematura y creciente intransigencia, logré recordar un ensayo de Octavio Paz incluido en su hermoso libro “El laberinto de la soledad”, que se pregunta por qué esta tendencia al volumen tan alto en los lugares públicos. El propone esta explicación: que es una tendencia que llega de EEUU, país en el que sus ciudadanos no tienen mucho de qué hablar. Agrega que para ellos es mejor que el volumen de la música esté tan alto que evite los silencios incómodos y a hacer un mayor esfuerzo de comunicación. Quizás tenga razón. Y por estos lares estamos igual.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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EL "LACAYO" HUMALA Y UN FERROCARRIL

Raúl Peñaranda U.

Si la diplomacia es el arte de saber dar ciertas señales, entonces el presidente peruano Ollanta Humala acaba de dar una muy significativa: informó que ha firmado un protocolo de entendimiento con el Gobierno chino para la construcción de un ferrocarril bioceánico; y se esforzó en dejar claro que su trazo no atravesará Bolivia porque llegará a un puerto del norte peruano, no del sur.

Para los que entienden de señales, la declaración de Humala es como una bofetada a la cara del Gobierno boliviano. Y el anuncio podría también verse como un acto poco amigable de los gobiernos de Brasil y China, que han dado su visto bueno para que esa situación se dé.

Humala está respondiendo así a una larga lista de desenfrenadas declaraciones que ha realizado el presidente Evo Morales en los últimos años contra los gobiernos de los países de la Alianza del Pacifico, que son Perú, México, Colombia y Chile. Lo menos que les dijo a sus presidentes es que realizan una “conspiración” impulsados por EEUU para dividir al continente; lo máximo, que son “lacayos del imperialismo”. Las opiniones de Morales respecto de sus cuatro colegas (dos de ellos importantes aliados, como Perú y México) empezaron en 2012 y se han hecho cada vez más agresivas.

Perú le ha cobrado factura. Baten palmas seguramente Chile, y también Colombia, a cuyo gobierno y pueblo las autoridades bolivianas han insultado innecesariamente en varias ocasiones (desde decir que son “peones subalternos del poder imperial” hasta afirmar que sólo dos de diez colombianos son personas decentes.

¿Y cómo entender las actitudes brasileña y china, que están en ese mismo sentido? En el caso de Brasil es comprensible considerando que las relaciones de ambos países están en un punto virtualmente muerto, que se refleja que no existe un embajador de ese país en Bolivia desde hace más de un año. Todo lo que las autoridades bolivianas dijeron contra el último embajador, Marcel Biato, y en general contra Brasil cuando se produjo el asilo del exsenador Roger Pinto, genera esta animadversión. Para no recordar lo (mal)tratada que fue la empresa OAS cuando se anunció que se suspendía la construcción del camino por el TIPNIS. No se ataca a los representantes de un país para después esperar que te hagan favores.

Eso explica también por qué no han existido reuniones bilaterales oficiales entre Morales y sus pares Dilma Rousseff y Humala. La cancillería boliviana ha intentado esos contactos. Pero esos presidentes se han negado a aceptarlos.

La decisión china es más difícil de analizar porque nada menos que acepta que su presidente Xi Jinping firme el acuerdo  con Perú después de que públicamente el presidente Morales había anunciado que existía una negociación en curso con ese mismo país, pero con un trayecto ferrocarrilero que atraviese Bolivia. Muchos satélites y equipamiento compra Bolivia a China, pero en el momento de decidir sobre una inversión clave para el desarrollo boliviano, ese país opta por Perú…
Siempre se dio por sobreentendido que, al igual que con la carretera, un ferrocarril bioceánico partiría de San Pablo, el polo industrial ubicado en el sur de Brasil, y que por eso es lógico que su trazo atraviese Bolivia y llegue al sur peruano o al norte chileno. Pero Humala insinuó que ese ferrocarril no necesariamente saldrá desde San Pablo. Lo cual sería muy extraño, porque el proyecto ferrocarrilero y caminero busca abaratar los costos de transporte de los productos que Brasil exporta e importa de China. Y San Pablo, por el tamaño de su economía, es la opción más lógica en se sentido.

Una inversión de unos 10.000 millones de dólares para construir el mencionado ferrocarril es viable si es que se demuestra que el costo de transporte hacia China es más bajo haciendo primero el tramo entre Brasil y un puerto en el Pacífico por tren y luego hacer el resto por mar. Hoy los buques que realizan el amplio comercio entre Brasil y China salen de San Pablo, atraviesan el canal de Panamá y luego enfilan hacia el oeste. Existen especialistas que señalan que el ferrocarril entre Brasil y el Pacífico no reduce significativamente el costo total de transporte y que, por ello, es una inversión difícil de hacer.  Pero no es descartable, como lo demuestra el preacuerdo firmado entre Perú y China.

No todo está perdido. Si Evo no pronuncia más la palabra “lacayo” en referencia a sus colegas y deja que la cancillería esté manejada por David Choquehuanca en vez de Juan Ramón Quintana, quizás en el mediano plazo se arregle todo este entuerto.

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EL POBRE BEBÉ ALEXANDER Y LOS MALOS FISCALES

Raúl Peñaranda U.

En la antigüedad, el pueblo judío tomaba a un carnero, lo cargaba simbólicamente de los pecados de las personas y lo lanzaba al desierto. Al morir el chivo desaparecían también los pecados de la ciudadanía. De allí sale la expresión “chivo expiatorio”. Inocentes que pagan las culpas de los responsables.

Es exactamente lo que ha hecho la comisión de fiscales encargada del espantoso caso del bebé Alexander, muerto esta semana: acusar a siete personas que casi con toda certeza son inocentes. Enfermeras, médicos internos y hasta una madre sustituta de 19 años han sido detenidos sin bases, sin pruebas y contra toda lógica. 

Ante la presión de la opinión pública por encontrar al culpable de la muerte del pobre bebé, los fiscales y la jueza Lía Cardozo han hecho lo que vienen haciendo los (malos) encargados de justicia desde hace siglos: acusar a algún inocente para quitarse responsabilidad. Tomar a cualquiera, el que está en el lugar equivocado, en el momento equivocado: una pasante de 19 años que le dio leche y que quizás eso atoró al bebé. Las enfermeras que no pudieron atender al niño y lo mandaron a otro hospital. Un interno de medicina que estaba de turno. ¡Acusados de infanticidio! ¡Y los fiscales y la jueza han señalado que van a ordenar nuevas detenciones! ¿De quién? ¿Del chofer de la ambulancia? ¿De la vendedora de dulces de la esquina? ¡Bárbaros! Y ni siquiera saben si la autopsia que señala que hubo violación estuvo bien hecha.

Quizás, finalmente, haya sido la descomposición social y la pobreza las que mataron al niño. El bebé Alexander es la prolongación de un drama familiar. Sus padres, ambos alcohólicos, casi adolescentes, no estaban en condiciones ni psicológicas ni materiales para atenderlo. Por eso llegó a un centro de acogida a los cuatro meses de edad, de donde pasó al hogar Virgen de Fátima. De más está decir que estos hogares no tienen ni camas suficientes, ni personal adiestrado, ni mamaderas esterilizadas para atender a decenas de niños y niñas abandonadas. Cuando el jueves pasado se notó que Alexander estaba descompuesto, asfixiado por su leche según un médico, fue trasladado al Hospital del Niño, cuyos médicos lo reanimaron mediante intubación. Pero para seguir el procedimiento necesitaban un respirador y el hospital tiene solamente siete, todos utilizados en otros niños en ese momento. Siete para una población de 200.000 niños de La Paz y El Alto. Tampoco tenía cunas disponibles y por eso fue despachado al Hospital Juan XXIII, donde finalmente murió.

Los respiradores artificiales cuestan 10.000 dólares cada uno pero el hospital del Niño solo tiene siete. El Palacio que se está haciendo construir Evo para sentirse más cómodo cuesta 36 millones de dólares, es decir el equivalente a 3.600 respiradores. O a 180.000 cunas. O a 3.000 incubadoras. Pero se prefiere un Palacio.

No solo el Estado es el que falla. También la sociedad. Un informe reciente de la Defensoría del Pueblo (que entre otras cosas hace hincapié en la necesidad de reforzar los hogares de acogida) señala que el 83% de las niñas y niños sufre violencia en sus propios hogares o escuelas en la forma de golpes e insultos; que el 34% de las niñas y adolescentes sufre agresiones sexuales (el promedio mundial es del 20%); que uno de cada cuatro niños experimenta desnutrición crónica, que luego se reflejará de manera permanente en su adultez; que 20.000 menores viven en las calles, debajo de los puentes…

El sino del pobre bebé Alexander, lamentablemente, es el de miles de niños y niñas bolivianas. Solo algunos de estos casos, por sus específicas circunstancias, llegan a los noticieros de la TV y a las portadas de los diarios. Y cuando se olvide éste, nada se habrá resuelto.

Son mucho más profundas las raíces de esta situación. El ejercicio de la violencia en el seno del hogar es más difundido de lo que nadie puede imaginarse. El uso de ladrillos calientes en los que los padres sientan a sus hijos cuando mojan la cama, el quemarlos con la plancha cuando se portan mal o los chicotazos que se dan cuando lloran es una realidad que nadie quiere enfrentar. Por allí debería quizás empezar la reforma educativa y no regalando computadoras que luego nadie sabe cómo usar.

Por eso, no le achaquemos responsabilidades a internos o exhaustas enfermeras o voluntarias de 19 años que tratan de hacer lo mejor que pueden con escasos recursos, poco entrenamiento y bajos salarios. Todo el personal que estuvo a cargo del bebé debe ser investigado y procesado si se encuentran indicios de responsabilidad, pero tienen derecho a un juicio justo y a defenderse en libertad. En este caso, ningún carnero será suficiente para cargar todas nuestras culpas.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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LOS MUERTOS DE MÉXICO Y LA DESPENALIZACIÓN

Raúl Peñaranda U.

El 11 de diciembre de 2006 comenzó la guerra interna en México. En esa jornada, el Gobierno del expresidente Felipe Calderón, que había ascendido al poder diez días antes, ordenó que las FFAA y la Policía actúen en el estado de Michoacán para enfrentar a cárteles del narcotráfico, entre otros los denominado Familia Michoacana y Caballeros Templarios. Desde entonces unas 70.000 personas han perdido la vida en esta conflagración, 25.000 de ellos integrantes de alguna de los 20 cárteles del narcotráfico existentes en México y el resto de civiles inocentes o integrantes de entidades uniformadas.

Antes de 2006 las bandas de traficantes actuaban de manera relativamente libre porque el Estado mexicano, sabiamente, hacía la vista gorda. El momento en que Felipe Calderón decidió imponer la fuerza estatal es que se desataron todos los demonios, ingresando el país en una espiral de agobiante violencia. El sucesor de Calderón, Enrique Peña Nieto, intentó recuperar a la estrategia anterior, de no confrontación directa, y logró reducir la cantidad de muertos desde que llegó al poder el 1 de diciembre de 2012.

Pero el secuestro y supuesto asesinato de 43 estudiantes normalistas en la localidad de Iguala, Guerrero, ha vuelto las cosas a una situación de crisis terminal. No es el primer caso de asesinatos masivos de los últimos años, evidentemente, pero la muerte de los estudiantes ha causado una reacción inesperadamente fuerte y organizada de la ciudadanía, que perdonó decenas de hechos anteriores pero que no dejará pasar a este. Lo que diferencia a Iguala de Tamaulipas (donde 72 migrantes fueron asesinados) y a tantos otros horrorosos casos es que en esta ocasión fueron un alcalde y su esposa quienes coordinaron la detención de los afectados con los integrantes del cartel Guerreros Unidos y que en la operación participaron policías municipales y sus “pares” de la banda delincuencial.

Y digo que fueron “supuestamente” asesinados porque los peritos argentinos que trabajan en México para ayudar a aclarar el asunto no han podido confirmar que los restos hallados en cercanías de Iguala correspondan a ninguno de los desaparecidos. Las pruebas de ADN, como se sabe, no logran resultados cuando un cuerpo ha sido reducido a cenizas. Por otro lado, el caso de los normalistas hizo que se descubriera varias fosas comunes en la zona donde fueron secuestrados. Pero ninguno de los cadáveres corresponde a los estudiantes. ¡Así que en Iguala había varias fosas comunes de muertos anónimos, asesinados por los narcotraficantes!

El narcotráfico genera ganancias hipermillonarias. Es el mayor negocio del mundo. Mueve 870 mil millones de dólares cada año. Con altos márgenes de utilidad puede comprar presidentes y magistrados y, con mayor razón, alcaldes de pequeñas localidades mexicanas, como José Luis Abarca, exalcalde de Iguala, y su esposa María de los Ángeles Pineda.

Cuando la Policía y las FFAA se enfrentan a esas bandas siempre resultan derrotadas. Siempre. En Europa y EEUU, porque no logran evitar el ingreso de las drogas en sus territorios. En América Latina, África y Asia, porque no pueden evitar la producción o tráfico. La única salida a esta situación es, por tanto, la despenalización de las drogas. El debate en la región al respecto está más vivo que nunca, con una cantidad creciente de voces que piden que las políticas sobre el tema se conduzcan en ese sentido, como la del presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina. El presidente uruguayo José Mujica dio el paso más concreto al legalizar la marihuana en su país. En EEUU, dos estados también han legalizado su consumo para fines “recreacionales” y otras dos docenas lo permiten con fines médicos. Pero es insuficiente. El problema de la violencia por el tráfico de drogas se origina especialmente en la fabricación y tráfico internacional de cocaína y heroína.

Al despenalizar la producción, tráfico y consumo de drogas, se acabaría por completo el aliciente económico de las bandas que trabajan en ese campo y se eliminaría la violencia. Y para evitar el consumo de las drogas lo que habrá que hacer son campañas educativas para ello. El prohibicionismo no reduce ni la producción ni el consumo.
La legalización llegará, tarde o temprano, pero debido a intrincados intereses políticos y económicos, demorará. Y mientras tanto muchos más jóvenes como los de Iguala serán asesinados.

Raúl Peñaranda es periodista

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PARA QUE UN PRESIDENTE PASE A LA HISTORIA

Raúl Peñaranda U.

¿Cuántos años se necesita estar en el poder para pasar a la historia? ¿Cinco como Nelson Mandela u 11 como Margareth Thatcher? ¿Dos como John Kennedy o 12 como Franklin Delano Roosevelt? ¿Cinco como José Mujica o 14 –o 19, o 24– como Evo Morales?

No siempre las gestiones presidenciales más largas son las que mejor se recuerdan. Mugabe tiene 90 años y ha ganado (por lo menos eso dice él) todos los comicios desde hace 34 años. Aprobó la reelección indefinida al terminar su tercer mandato. Actualmentedirige su séptimo período presidencial. Su vecino sudafricano, Nelson Mandela, fue como él un líder revolucionario, un liberador de los pueblos de África, un luchador contra el colonialismo europeo. Pero Mugabe no quiso irse. Tiene 90 años y ha dicho que espera volver a presentarse en los comicios previstos para el año 2018, cuando tenga 94. A su muerte, todos creen que será sucedido en el Gobierno por uno de sus colaboradores, muchos de los cuales llevan en el gabinete los mismos 34 años que Mugabe está en el poder.

No sólo en África están los líderes que se reeligen indefinidamente: el argentino Martín Caparros lo puso muy bien: “en América Latina, la figura del dictador tradicional ha sido reemplazada por la realidad del presidente democráticamente elegido que no soporta la idea de dejar de serlo”. Evo no piensa en bajarse del tren, lo mismo que Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua y, en su momento, Chávez en Venezuela. La tentación de seguir aferrado al cargo es muy grande y si las instituciones son débiles, los presidentes harán todo lo posible por cambiar las reglas y quedarse. Álvaro Uribe también intentó torcer la ley para ir a un tercer mandato pero la Corte Suprema de su país se lo negó. Esas mismas cortes permitieron reelecciones en Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Sabemos que Mandela pasará a la historia como uno de los personajes centrales del siglo XX, el hombre del diálogo, de la reconciliación, de la paz. Mugabe pasará como el corrupto dictadorzuelo que es, una sanguijuela que no tiene ya ni rastros de su espíritu revolucionario de fines de los 70. Está hinchado en plata  y se ha cebado con la sangre de sus opositores. Miles de ellos han muerto durante su mandato.

Tampoco es justo tomar al mejor líder mundial del siglo XX y compararlo con uno de los peores. Pero sí es cierto que, pudiendo reelegirse, Mandela prefirió no hacerlo. Y vivió todavía 14 intensos años más, con la misma austeridad que tuvo durante sus 27 años de injusto encierro.

También ha habido líderes de larga permanencia en el poder que se recuerdan hasta hoy como trascendentales. Todos ellos pertenecen a países de sistema parlamentario, donde la reelección indefinida es permitida puesto que el Congreso puede echarlos cuando quiere. Solo en algunos países de África, y ahora de América Latina, existen regímenes presidencialistas en los que se permite la reelección indefinida.

Volvamos al principio. ¿Pasan a la historia como grandes estadistas quienes están más o menos tiempo en el poder? Si Juan Manuel Santos logra la paz en Colombia, sus ocho años serán más que suficientes para alcanzar la gloria. Lula Da Silva, con su Gobierno popular y su apego a reformas sociales, también tuvo suficiente con ocho años. Y si Michelle Bachelet consigue la educación gratuita en su país, quizás sea el personaje del siglo XXI para los chilenos.

José Mujica, por su parte, va a gobernar solo cinco años pero en ese período legalizó la marihuana, el matrimonio homosexual y el aborto. Puso a su país en la vanguardia internacional. Se lo rumoreó, con chances ciertas, para recibir el Premio Nobel de la Paz. Solo cinco años...

Evo Morales también entrará a la historia como uno de los líderes indígenas y populares latinoamericanos más importantes. Pero su régimen tendrá la misma curva que el de los otros regímenes extensos. Se empieza bien, luego se sube y, en algunos casos, como Mugabe, se cae al abismo del desprecio internacional. Dependiendo de la decisión que tome Morales en 2019 veremos si tendrá más chances de ser recordado como Mandela o como Mugabe.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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CHAMBONEADAS Y PROBLEMAS

Raúl Peñaranda U.

El Tribunal Supremo Electoral ha estado bajo las críticas de los partidos opositores y de una buena parte de la opinión pública. Hay tanto que criticarle a ese órgano que es difícil incluso decidir por dónde empezar. Hace dos décadas fueron elegidos los “notables” para dirigir a la entonces Corte Nacional Electoral (rebautizada como Tribunal Supremo Electoral); hoy parece que se eligió a los “inexpertos” para hacerlo.

El organismo electoral, según mi criterio, enfrenta problemas de forma, pasajeros. Son las “chamboneadas”. Y también temas de fondo, que son los problemas estructurales de una entidad con credibilidad decreciente.
Entre las chamboneadas están que los vocales decidieron que el voto en el exterior se realice en 33 países y 66 ciudades, cuando el 95% o más de los electores se encuentran en solo cuatro: Argentina, EEUU, España y Brasil. O sea que se hizo un esfuerzo demasiado grande para resultados tan pobres registrando a votantes hasta en Irán y países así de “significativos”.

También fue una “chamboneada” la pésima organización del registro de votantes que habían cumplido reciente 18 años de edad: las colas eran eternas, las esperas de horas y la información deficiente. En 2009, la entonces Corte Nacional Electoral registró ordenadamente a 5,2 millones de personas en 45 días. Este año, en más tiempo, el Tribunal registró a 600.000, pero con innumerables problemas y protestas de la ciudadanía.

Otra: en los comicios del 12 de octubre pasado miles de ciudadanos no pudieron votar debido a que fueron depurados irregularmente o les cambiaron el lugar de votación, sin avisarles. El Tribunal castigó dos veces a esos ciudadanos, porque primero les impidió votar y, después, los obligó a hacer colas larguísimas para entregarles certificados de impedimento.

Ultima: algún empleado del Tribunal escribió“Estado Plurinominal” en vez de “Plurinacional” en miles o quizás millones de papeletas. Nadie siquiera hizo ademán de reconocer su error y, menos aún, presentar su renuncia. Nadie.

Pero los problemas de fondo son más graves. Demuestran una sumisión del Tribunal con respecto al oficialismo. Veamos: el expresidente del Tribunal y actual vicepresidente, Wilfredo Ovando, es adherente del partido de Gobierno como se pudo demostrar mediante una fotografía en la que aparece participando en un acto político del MAS, ondeando una bandera de ese partido. ¡Un activista del MAS en el seno del órgano electoral!

Justamente ese activista es el que propuso hace unos meses un cambio en la forma de asignar diputaciones uninominales a las ciudades, pretendiendo otorgar casi todas a las áreas rurales, algo que le convenía al MAS. El plan no resultó pero estuvo cerca de ser aprobado. Su presidenta, Wilma Velasco, y el vocal Ramiro Paredes, denunciaron esa movida y, de paso, demostraron que el ente electoral se divide entre ellos dos (menos influenciados por el Gobierno) y los otros cinco.

La Sala Plena no ha logrado desembarazarse del SIFDE, una entidad autónoma dentro del Tribunal, que para denuncias de temas relacionados a la campaña electoral actúa con independencia de la Sala Plena. Es dirigido por Juan Carlos Pinto, un ex funcionario de la Vicepresidencia. En todas las ocasiones el SIFDE resolvió los asuntos a favor del MAS.

Antes de las elecciones, dos vocales del órgano electoral señalaron que el Presidente y el Vicepresidente no podrían inaugurar obras, siguiendo lo establecido por la ley electoral, que señala que no se puede hacer campaña con bienes del Estado. Pero un día antes de que el Presidente inaugurara la línea amarilla del teleférico, el TSE cambió de opinión y le permitió al Jefe de Estado inaugurar trabajos.

Ante amenazas de chicotazos y de forzar a que los inscritos en el área rural voten por el MAS, el Tribunal guardó un lamentable silencio.

Lo más penoso ocurrió cuando la Sala Plena pidió “silencio electoral” a los candidatos Evo Morales y Álvaro García Linera, que éstos incumplieron.Además, ordenaron que 12 spots de entidades del Gobierno salgan del aire por 72 horas. Sólo 72 horas. Y no lograron siquiera eso ya que el mismo día de las elecciones esos spots estaban siendo emitidos por el canal estatal y algunos medios paraestatales. Ante la mirada impotente de los vocales.

Y luego vinieron los problemas del recuento de votos, que avanzó a trompicones, avanzando y retrocediendo, deteniéndose por largos períodos, mostrando falencias y causando dudas. Este Tribunal no está capacitado para llevar adelante procesos electorales.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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