Cara o Cruz

RUMBO A LA REELECCIÓN INDEFINIDA

Raúl Peñaranda U.

Hace un poco más de un año, al ser proclamado como candidato en Cochabamba, el presidente Evo Morales hizo la siguiente argumentación: señaló que antes de ganar con 54% en 2005, su partido no tenía presencia en municipios excepto en el Chapare, no contaba con gobernadores y su representación en el Parlamento era reducida. Hizo notar también que su candidatura de 2009 logró diez puntos más que la de 2005 (pasando de 54% a 64% de los sufragios). Remató con la siguiente idea: cómo no va a ser posible que su partido gane con 74% de los votos en 2014 si ahora el MAS controla siete de nueve gobernaciones, 280 de 341 municipios y dos tercios de la Asamblea.

Ese es el concepto político básico que tiene el Jefe de Estado: el poder debe ayudar a concentrar más poder, no necesariamente para servir a la ciudadanía o pensar en las siguientes generaciones. No. Si antes ganó sin tener control de las alcaldías y hoy sí lo tiene, si antes no tuvo mayoría parlamentaria y hoy sí dispone de ella, si antes no controlaba las prefecturas y hoy sí lo hace, entonces, afirma, su victoria tiene que ser mayor.

En esta lógica de que el poder debe engendrar más poder está también la explicación al deseo de Morales de prolongar por el mayor tiempo posible su permanencia en el Palacio Quemado. Contra lo establecido en la Constitución Política del Estado, el Tribunal Constitucional emitió, mediante voto dividido, un fallo que señaló que Morales sí podía tener un tercer mandato.

Lo que ahora está en duda es cómo el Gobierno, en coordinación con ese tribunal, logrará aprobar la reelección indefinida. El primer paso en ese sentido fue eliminar la independencia parcial que tenía el Tribunal hasta esta semana. Para ello realizó un sumarísimo proceso contra dos magistradas (Ligia Velázquez y Zoraida Chanes), ordenar su destitución y amenazarlas con diez años de cárcel; todo ello por haber osado admitir el pedido de inconstitucionalidad de una nueva ley del notariado. El Vicepresidente Álvaro García Linera reaccionó como si ésta fuera la norma más importante de la historia boliviana y ordenó a su bancada suspender a las dos magistradas. ¡Por la ley de los notarios! En vez de aprobar que la norma anterior siguiera vigente para llenar el vacío legal, García Linera arremetió contra las dos magistradas (y lo hará con el tercero en discordia, el díscolo Gualberto Cusi).

Así, la ley del notariado solo fue un pretexto, una forma de sentar precedente en este aspecto: quien frena una iniciativa del Gobierno termina fuera de su cargo judicial y puede esperarle la cárcel.

Ante la incredulidad de mis amigos, vengo señalando desde hace tiempo que el Gobierno optará por el mismo camino de la reelección indefinida tomado antes por Venezuela, Nicaragua y Ecuador. Ahora, finalmente, tras la destitución de las juezas Velázquez y Chanes,  eso está claro. Tanto, que tres diputados del MAS le dijeron a ERBOL que sí, que se ideará cómo hacer un cambio legal para lograr la reelección indefinida de Morales.

La Constitución manda para ello que la reforma se autorice primero mediante una ley aprobada por dos tercios de los votos. Luego, la reforma debería ser ratificada mediante referéndum. Pero el oficialismo es ducho en triquiñuelas, como lo demostró la autorización del tercer mandato. Ya el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, por ejemplo, ha hecho una genialidad: ha pedido a la Corte Suprema de su país una opinión sobre si se puede aprobar la reelección indefinida sin aprobarla mediante referéndum. Ya nos podemos imaginar qué decidirá esa Corte.

Así que, quizás, aún sin obtener dos tercios en los próximos comicios y sin llamar a referéndum, Bolivia pasará por la tensionante situación en la que el Gobierno buscará aprobar la reelección indefinida de Morales. Tendremos Evo para rato.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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GAZA: MASACRE DE COLOSALES DIMENSIONES

Raúl Peñaranda U.

Sigue la masacre de palestinos en la Franja del Gaza. Las muertes ya no se cuentan por decenas, ni siquiera por centenas, sino por miles. Al ritmo actual de esta matanza habrá muerto una persona en el tiempo que usted, estimado lector, tome en leer esta columna. Puede ser un niño, quienes representan un tercio de los fallecidos. Y con casi toda certeza será un civil inocente, una madre que lleva a su niño a un campo de refugiados, un anciano que no puede correr, un médico que atienda a heridos, un profesor que trata de calmar a los alumnos de primer grado. Las bombas israelíes han destruido centros de refugiados, colegios, mezquitas, hospitales, generadores eléctricos, carreteras, supermercados, barrios enteros…

La saña y la ceguera del Estado de Israel en esta última asonada contra la Franja del Gaza no tienen parangón. Israel ha cometido en el pasado crímenes de guerra pero lo que experimentan, en estos precisos momentos, los habitantes de Gaza es inédito aún para los bárbaros estándares de la ocupación de Palestina.

Las autoridades israelíes piden a los habitantes de la zona que desocupen sus casas antes de cada ataque aéreo, en una atroz muestra de crueldad: ellas saben que esas personas no tienen donde ir porque Gaza es una gran cárcel, de 41 kilómetros de largo, cercada por el Gobierno israelí incluso en el mar, donde su Armada impide también la circulación de barcos. Gaza es la cárcel más grande del mundo y, peor, es bombardeada durante la noche por misiles de última generación.

Pero es doblemente cruel la demanda israelí de que los civiles abandonen sus casas porque sus bombas también han hecho volar por los aires los lugares de refugio que están bajo control de las NNUU.  Ni la playa es un lugar seguro: allí murieron por la llegada de un misil cuatro niños que corrían por la arena.

El Estado israelí ejerce una política en la que no hay ninguna posibilidad de salida que no sea la destrucción del pueblo palestino: por un lado cerca a Gaza, impidiendo el comercio y la circulación de personas, imponiéndose el derecho de ser la única entidad con capacidad de llevar las donaciones que obtiene NNUU.

Pero al mismo tiempo de cercar y bloquear a Gaza, le exige a su población que no proteste, que acepte la ocupación, que se mantenga pacífica. Si algo ayuda a que Hamas, el grupo político que gobierna Gaza, sea cada vez más radical y promueva actos de terrorismo es justamente la ocupación israelí. Desde 1948, cuando se creó el Estado de Israel, los palestinos han perdido más o menos el 90% de la tierra que solían tener. Hoy, además de Gaza, están en Cisjordania, una zona también cercada por un muro (pero que tiene salida hacia Jordania) y rodeada de asentamientos judíos considerados ilegales por NNUU.

Israel califica a Hamas como una entidad terrorista. Lo es, porque ataca a objetivos civiles. Sin embargo, el Estado de Israel hace exactamente eso, pero en proporciones mucho mayores: en el caso actual han muerto unos 1.300 palestinos contra 50 israelíes. Un muerto israelí por 24 palestinos. En el caso de los civiles es todavía peor: es un muerto de Israel por cien de Gaza.

Esta ha sido la constante desde 1948. En cada enfrentamiento, en cada sublevación, en cada ataque a Gaza o Cisjordania, los muertos palestinos son diez o cien veces mayores en número que los de su adversario. Por eso no se puede hablar de “guerra”, sino de ocupación y ataque.

Se dice que Hamas es responsable de esta situación. Yo lo pongo en duda. Al Fatah, que gobierna Cisjordania, es una entidad política pacifista, que ha desechado totalmente la vía violenta. Pero el régimen al que es sometida por Israel es casi igualmente criticable. Así que aceptar la vía del diálogo y la paz tampoco le sirve a los palestinos para lograr su objetivo último: tener un Estado. Israel lo impedirá siempre porque, en el fondo, sus gobernantes no creen que ese sea un derecho palestino. Ese es el tema central. Israel cree que esa tierra debe ser solo judía.

Si usted llegó hasta aquí, en lo que le tomó la lectura de esta columna, es posible que una persona inocente haya muerto por una bomba israelí.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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LA PAZ, EL BRONX Y EL ALCALDE REVILLA

Raúl Peñaranda U.

En los años 70 Nueva York era considerada una ciudad peligrosa y en decadencia. Los precios de los bienes inmuebles habían caído y muchas empresas se retiraban de ella. Uno de los rasgos negativos principales de la urbe eran sus fachadas llenas de grafitis y pintarrajeos, especialmente en Harlem y El Bronx. La gran urbe, que había sido a principios de siglo XX un orgullo mundial, empezó su recuperación por el principio: combatiendo los grafitis. Al mejorar el aspecto de la ciudad, y también de los vagones del metro, rayoneados hasta el cansancio, mejoró el estado de ánimo de la población y se pudieron dar otras medidas, como mejorar la seguridad ciudadana, alentar el retorno de empresas y aumentar el turismo. Hoy Nueva York es un ejemplo de seguridad y limpieza.

¿En qué se parecen La Paz de 2014 y Harlem de 1970? En la decadencia de sus fachadas, en sus horribles pintarrajeados que están en todas las calles. En La Paz no se salva nada de la furia de estos muchachos munidos de latas de pintura: hospitales, oficinas de la Alcaldía, viviendas, bancos, casetas de cajeros automáticos, ministerios, colegios, iglesias, letreros de tráfico y de publicidad, postes de electricidad, árboles… Ante la mirada pasiva del alcalde Luis Revilla, de las juntas vecinales, de la Policía, y hasta de los medios, un pequeño grupo de adolescentes, que no deben ser más de 800, afean, arruinan y restan brillo a una ciudad de 800.000 habitantes con una hermosa topografía como La Paz.

Me sumo a la columna de Agustín Echalar en expresar mi sorpresa ante el hecho de que La Paz haya sido elegida entre las 21 ciudades maravillosas del mundo. ¿Por encima de París? ¿Por encima de Damasco? ¿Por encima de San Francisco? ¿Con sus horribles grafitis?

Las fachadas pintarrajeadas son una típica señal de decadencia y subdesarrollo. “Muéstrame un muro grafiteado y te diré en qué país está”. No hay grafitis en Berlín ni Tokio y, en años recientes, no existen siquiera en amplias zonas de Quito, Lima, Medellín o Córdoba. Pero sí en La Paz, en cantidades enormes, obscenas, ofensivas. En esto lideramos al resto del país. He tenido la suerte de visitar siete ciudades bolivianas recientemente, en un periodo de pocas semanas, y he comprobado que en todas ellas el problema existe pero en una escala muy inferior al de La Paz. Es La Paz el epicentro mayor de esta imbecilidad.

Página Siete hizo un reportaje al respecto hace dos años, y editorializó sobre el tema en varias ocasiones, ante los oídos sordos del alcalde Revilla y sus asistentes; decía este diario que en algunas vías de la ciudad más del 90% de sus fachadas están pintarrajedas. ¡90% ante la mirada ciega de los funcionarios municipales! Fíjese, estimado lector, en las casas de las avenidas 20 de octubre, 6 de Agosto, El Prado, Mariscal Santa Cruz, y las de Obrajes y Calacoto y verá la inmundicia en la que se ha convertido nuestra ciudad.

Y este grupo de no más de 800 adolescentes  malentretenidos, que nunca supieron que dañar una fachada es un delito (porque nadie se los ha dicho), se pasa horas pintando, sobre todo, sus iniciales. Aquí no hay mensaje político, arte o deseo de expresar alguna idea profunda. No, casi todos los pintarrajeados son iniciales o firmas, algunas ni siquiera hechas con aerosol sino a brochazo limpio.

Sería simple resolver el problema: los agentes de tránsito de la Alcaldía debería tener potestad para detener por unas horas a estos mocosos, multar a sus padres y obligarlos a lavar, con detergente y agua, lo que mancharon. A la tercera vez que fueran detenidos, los progenitores empezarían a controlar mejor a sus entusiastas hijos. También sería fácil evitar el “problema hermano” de los pintarrajeos, el colado de afiches en cualquier parte. La Alcaldía debería clausurar, como lo hace la Renta, a todos los institutos, bares y otras entidades que creen que los muros de la ciudad son su pizarra particular.

No se puede decir que este fenómeno es parte de un deseo de “expresión juvenil”. No. En tiempos de Facebook y Twitter, en tiempos de blogs y redes sociales, los jóvenes tienen muchas formas para “expresarse”. Escribir “Juancho” decenas de veces en El Prado no es una manera válida de hacerlo.

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LA PAZ, EL BRONX Y EL ALCALDE REVILLA

Raúl Peñaranda U.

En los años 70 Nueva York era considerada una ciudad peligrosa y en decadencia. Los precios de los bienes inmuebles habían caído y muchas empresas se retiraban de ella. Uno de los rasgos negativos principales de la urbe eran sus fachadas llenas de grafitis y pintarrajeos, especialmente en Harlem y El Bronx. La gran urbe, que había sido a principios de siglo XX un orgullo mundial, empezó su recuperación por el principio: combatiendo los grafitis. Al mejorar el aspecto de la ciudad, y también de los vagones del metro, rayoneados hasta el cansancio, mejoró el estado de ánimo de la población y se pudieron dar otras medidas, como mejorar la seguridad ciudadana, alentar el retorno de empresas y aumentar el turismo. Hoy Nueva York es un ejemplo de seguridad y limpieza.

¿En qué se parecen La Paz de 2014 y Harlem de 1970? En la decadencia de sus fachadas, en sus horribles pintarrajeados que están en todas las calles. En La Paz no se salva nada de la furia de estos muchachos munidos de latas de pintura: hospitales, oficinas de la Alcaldía, viviendas, bancos, casetas de cajeros automáticos, ministerios, colegios, iglesias, letreros de tráfico y de publicidad, postes de electricidad, árboles… Ante la mirada pasiva del alcalde Luis Revilla, de las juntas vecinales, de la Policía, y hasta de los medios, un pequeño grupo de adolescentes, que no deben ser más de 800, afean, arruinan y restan brillo a una ciudad de 800.000 habitantes con una hermosa topografía como La Paz.

Me sumo a la columna de Agustín Echalar en expresar mi sorpresa ante el hecho de que La Paz haya sido elegida entre las 21 ciudades maravillosas del mundo. ¿Por encima de París? ¿Por encima de Damasco? ¿Por encima de San Francisco? ¿Con sus horribles grafitis?

Las fachadas pintarrajeadas son una típica señal de decadencia y subdesarrollo. “Muéstrame un muro grafiteado y te diré en qué país está”. No hay grafitis en Berlín ni Tokio y, en años recientes, no existen siquiera en amplias zonas de Quito, Lima, Medellín o Córdoba. Pero sí en La Paz, en cantidades enormes, obscenas, ofensivas. En esto lideramos al resto del país. He tenido la suerte de visitar siete ciudades bolivianas recientemente, en un periodo de pocas semanas, y he comprobado que en todas ellas el problema existe pero en una escala muy inferior al de La Paz. Es La Paz el epicentro mayor de esta imbecilidad.

Página Siete hizo un reportaje al respecto hace dos años, y editorializó sobre el tema en varias ocasiones, ante los oídos sordos del alcalde Revilla y sus asistentes; decía este diario que en algunas vías de la ciudad más del 90% de sus fachadas están pintarrajedas. ¡90% ante la mirada ciega de los funcionarios municipales! Fíjese, estimado lector, en las casas de las avenidas 20 de octubre, 6 de Agosto, El Prado, Mariscal Santa Cruz, y las de Obrajes y Calacoto y verá la inmundicia en la que se ha convertido nuestra ciudad.

Y este grupo de no más de 800 adolescentes  malentretenidos, que nunca supieron que dañar una fachada es un delito (porque nadie se los ha dicho), se pasa horas pintando, sobre todo, sus iniciales. Aquí no hay mensaje político, arte o deseo de expresar alguna idea profunda. No, casi todos los pintarrajeados son iniciales o firmas, algunas ni siquiera hechas con aerosol sino a brochazo limpio.

Sería simple resolver el problema: los agentes de tránsito de la Alcaldía debería tener potestad para detener por unas horas a estos mocosos, multar a sus padres y obligarlos a lavar, con detergente y agua, lo que mancharon. A la tercera vez que fueran detenidos, los progenitores empezarían a controlar mejor a sus entusiastas hijos. También sería fácil evitar el “problema hermano” de los pintarrajeos, el colado de afiches en cualquier parte. La Alcaldía debería clausurar, como lo hace la Renta, a todos los institutos, bares y otras entidades que creen que los muros de la ciudad son su pizarra particular.

No se puede decir que este fenómeno es parte de un deseo de “expresión juvenil”. No. En tiempos de Facebook y Twitter, en tiempos de blogs y redes sociales, los jóvenes tienen muchas formas para “expresarse”. Escribir “Juancho” decenas de veces en El Prado no es una manera válida de hacerlo.

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DRAMA PALESTINO

Raúl Peñaranda U.

Hermanos siameses. Eso es lo que son palestinos y judíos. Pero uno de los hermanos tiene las armas más fuertes, misiles de última tecnología, mientras el otro lanza obuses hechos artesanalmente. La diferencia de fuego es clara en cuanto a las bajas: en esta última asonada israelí contra la Franja del Gaza han muerto 200 palestinos y un solo judío ha perdido la vida. 200 a uno. En cuanto a los heridos la diferencia es aún más grande: 1.500 heridos palestinos por cero israelíes.

El total de la confrontación desde la creación del Estado de Israel en 1848 ha causado unas 18.000 víctimas israelíes y entre 58.000 y 70.000 árabes y palestinos. El poder armamentista ha estado siempre del lado Israel, una verdadera potencia militar. Por ejemplo, en las denominadas “primera y segunda intifadas”, las revueltas por lograr la independencia palestina, murieron 1.223 israelíes y 6.791 palestinos.

El drama palestino comenzó más o menos hace un siglo. Si bien durante el siglo XIX se produjo el arribo de grupos de migrantes judíos que compraban tierras en las cercanías de Jerusalén y otras localidades para asentarse allí, escapando de la intolerancia europea, las primeras oleadas importantes se produjeron a principios de 1900, alentados por el surgimiento del sionismo, fundado por Theodor Herzl; éste defendía la idea de que la creación de un Estado judío en el territorio denominado entonces Palestina (que estaba bajo mandato británico) era la única manera de encontrar seguridad y librarse de las persecuciones que experimentaban.

Desde la aplastante victoria romana sobre los judíos y su expulsión, ese pueblo había vivido desparramado en varios países europeos o árabes, siempre bajo la amenaza de protestantes y católicos, que los persiguieron, amenazaron, robaron y asesinaron. A propósito, durante 2.000 años los judíos asentados en países europeos enfrentaron muchos más problemas que sus hermanos que vivían en zonas árabes y musulmanas debido sobre todo a la absurda idea bíblica de que Cristo murió a causa de los judíos (cuando Cristo y toda la población de entonces era judía).

Y entonces los judíos empezaron a llegar, hace unos cien años, a los alrededores de Jerusalén,  lamentablemente restándole tierras a los palestinos y otros grupos árabes que habitaban en la zona. Los judíos tenían mejor organización, y sistemas de defensa, cosa de la que carecían dos palestinos, que se llevaron la peor parte. Los palestinos también aspiraban a contar con su propio Estado, con el que sueñan hasta hoy.

Tres décadas después la furia del nazismo asesinó a seis millones de judíos en Europa y la creación del nuevo Estado era ya imposible de evitar.

Hoy Israel ataca a la Franja del Gaza y parece estar realmente concentrado no solo en acabar con la idea de que convivan dos estados en esa región, sino realmente en acabar con el sueño palestino de tener algún futuro. Y por eso asesina a decenas de civiles inocentes, muchos de ellos niños. Y el mundo mira para otro lado. 

 

Raúl Peñaranda U. es periodista

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LA MAFIA DE LA FIFA

Raúl Peñaranda U.

Penal inventado contra Honduras a favor Francia; penal inventado contra Holanda a favor de España; penal inventado contra Croacia a favor de Brasil; penal inventado contra Costa de Marfil a favor de Grecia. Este último es quizás el más doloroso considerando que fue marcado en el minuto 93 y porque los marfileños hubieran clasificado a la siguiente fase si el resultado se mantenía 1-1 durante 20 segundos más.

Es la historia del fútbol en general y de todos los mundiales. En el de 2010, gol válido de Inglaterra, en el que la pelota choca en el travesaño y entra al arco, pero que el árbitro no concede. Con ese gol, Inglaterra clasificaba a la siguiente ronda. También en el torneo de Sudáfrica se anuló un gol legítimo de Paraguay contra España, que hubiera podido dejar a ésta fuera de la Copa (y no hubiera sido campeona, obviamente). En 2002, dos goles válidos de España anulados por el referí, beneficiando a Corea, país anfitrión. En ese mismo Mundial, gol anulado a Italia y penal inventado contra los italianos, para permitirle a Corea que pase a una ronda adicional. En el de 1990, penal inventado contra Argentina, que le arrebata la Copa. En el que se juega hoy en Brasil, mordedura del uruguayo Luis Suárez al italiano Giorgio Chiellini, que el árbitro no castiga y en el desconcierto causado, un minuto después, Uruguay marca el gol que eliminó a la Azzurra. Y así…

¿Es la mafia de la FIFA que arregla estos partidos? ¿Lo hace a través de los árbitros vendidos? ¿Algunos países son beneficiados por encima de otros? ¿Cómo se puede marcar un penal inexistente en el minuto 93 para eliminar a una selección como la marfileña?

Pongámonos en modo ingenuo, confiemos en los árbitros y que sus errores son involuntarios, propios de un deporte en el que muchas veces es difícil establecer correctamente una supuesta falta. ¿Si es así, por qué la FIFA, que encabeza el muy polémico Joseph Blatter, no acepta el uso de la tecnología para dirimir fallos dudosos? ¿Por qué la FIFA no acepta lo que otros deportes, por ejemplo el tenis y el rugby, de usar filmaciones para evitar estas polémicas?

Algunos fanáticos del deporte dicen que el fútbol es mejor así, que “el factor humano” le añade al fútbol un ingrediente adicional de sorpresa e incertidumbre. Para mí eso es una estupidez. Por suerte quienes creen eso son una absoluta miope minoría. Los equipos deben ganar limpiamente, no a mordeduras o goles con la mano.

Y los billones de dólares que mueve la FIFA son demasiados como para que Blatter y sus amigos hagan reformas trascendentales. La revista The Economist acaba de calificarlo a él y su aliado Michel Platini, directamente, como “corruptos”. La designación de Qatar como sede del Mundial de 2022, dice esta revista señalando fuentes periodísticas, fu producto de los millonarios sobornos de las autoridades qataríes a los delegados de países de la FIFA y a la propia directiva encabezada por Blatter. La FIFA es, hoy por hoy, una de las entidades más corruptas del mundo.

Volviendo al tema central de esta columna, las dudas arbitrales desaparecerían de inmediato si se permitiera el uso de la tecnología. Hoy solo la utiliza para los goles, cuando podría hacerlo para el resto del partido. El fútbol podría copiarle al tenis: un equipo, mediante su DT o capitán, podría pedir tres o máximo cuatro veces por partido el uso de las filmaciones para determinar un fallo. Así, ante ese pedido, el árbitro detendría el partido, se iría donde está el cuarto árbitro, y entre ambos, después de haber visto las filmaciones, tomaría una decisión final. Además de ello, a simple decisión suya, el árbitro podría también acudir a las filmaciones. Y la tecnología está tan adelantada que podría determinarse, de manera automática, si una jugada está fuera de juego (off side). Se puede. En el tenis el denominado sistema “ojo de halcón” determina, con un centímetro de precisión, dónde chocó una pelota que va a más de 200 kilómetros de velocidad. Así que para el fútbol adaptar esos sistemas sería muy fácil. Solo que Blatter y sus secuaces no quieren.

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MUGABE, OBIANG Y LAS NAUSEAS

Raúl Peñaranda U.

Intenté escribir esta semana una columna “positiva” sobre la cumbre de presidentes del G-77. Quería decir por ejemplo que el Gobierno organizó la reunión internacional más grande realizada en Bolivia, que les ha mostrado a los asistentes que Santa Cruz es una ciudad vibrante, que el país goza de bonanza económica (como no lo van a saber, si se los trajo pagándoles hasta los viáticos y les regalaron joyas de oro a los presidentes que llegaron) y que la estabilidad política no está en duda. Quería señalar también que el Gobierno invirtió casi 150 millones de bolivianos en obras en favor de Santa Cruz.

Deseaba seguir intentando encontrar otros aspectos positivos, pero hasta ahí llegué. El extenso documento aprobado por el centenar de delegados no establece ni una sola acción (como era previsible) que indique que Bolivia liderará “lo que podemos denominar una ‘agenda de Gobierno mundial post Milenio’” como tan entusiastamente anunció el vicepresidente Álvaro García Linera. No. Todos los 242 puntos del documento empiezan con frases tipo: “tomamos nota”, “saludamos”, “no descartamos que” y “recordamos que” entre otras cosas por el estilo. Así que el paraíso internacional no ha empezado todavía. Tal vez en la próxima cumbre…

Pero no puedo dejar de gritarle al mundo en esta columna la frustración que siento por el hecho de que mi país (y mi Gobierno, al final) hayan homenajeado, durante la visita, a dos de los dictadores más sanguinarios y corruptos del mundo: Robert Mugabe, de Zimbabue, y Teodoro Obiang, de Guinea Ecuatorial. Las autoridades se dicen de izquierda, se dicen progresistas, se dicen renovados pero no dudan en abrazarse con lo peor de la política mundial. Mugabe, que tiene 90 años, gobierna su país desde 1980; al principio fue un héroe de la independencia de su país y de la lucha contra el poderío blanco. Pero pronto Mugabe mostró su verdadera cara: pidió ayuda a Corea del Norte para formar una Policía secreta, asesinó a 20.000 personas de la etnia Ndebele, rival a la suya, metió a miles de universitarios opositores a las cárceles y erradicó la libertad de expresión y de prensa.

Organismos de derechos humanos lo acusan de persecución política, tortura, fraude electoral, desapariciones forzadas, enriquecimiento ilícito y acoso a homosexuales (a quienes calificó como “peores que cerdos y perros”), solo por nombrar unos cuantos delitos. Su régimen de terror se refleja claramente en los asesinatos de Dadirai Chipiro, esposa del líder opositor Patson Chipiro, y de Pamela Pasvani, esposa de un candidato contrario al régimen, Brian Monhova. Por separado, ambas fueron rodeadas por las milicias de Mugabe, quienes primero les cortaron pies y manos y luego les rociaron gasolina y las quemaron vivas. El hijo de seis años de Pamela (de 21 años y que estaba embarazada cuando fue asesinada) murió quemado junto a su madre.

Menos conocido pero igualmente execrable es Obiang, presidente de su país desde 1979, el dictador actual que está más tiempo en el poder. Aparte de la aniquilación de la oposición y la violación de los derechos humanos, Obiang es sobre todo conocido por su angurria de poder y dinero. El fraude es tan asqueroso que gana las elecciones con el 98% de los votos y, según denuncias de activistas de derechos humanos, en algunas mesas de votación recibe más del 100% de los sufragios. De cien miembros del Parlamento, 99 son de su partido y la Constitución le permite aprobar leyes por decreto. No existe un solo diario en ese país y los pocos canales y radios le pertenecen a Obiang directamente, o a sus familiares y aliados. La radio estatal lo declaró “Dios” hace unos años y defendió el derecho que él tiene de “matar a cualquier persona, sin posibilidad de presentarse ante juicio ni de ir al infierno”.

Obiang decidió hace unos años depositar 500 millones de dólares de las reservas estatales de su país en una cuenta bancaria a nombre suyo “para evitar la corrupción de otros funcionarios”. Como recordó hace un tiempo Pablo Stefanoni, tanto le ha robado Obiang a su pueblo mediante contratos petroleros, que Teodoro Nguema, su hijo mayor, que es Vicepresidente y que se cree heredará el cargo de su padre, gastó diez millones de dólares en un fin de semana en Sudáfrica, según la prensa de ese país, en comprar autos lujosos y cientos de botellas del mejor champagne francés. Teodoro hijo, llamado Teodorín en su país, es propietario de dos mansiones en Sudáfrica avaluadas en cinco millones de dólares, un condominio en California, que cuesta 31 millones de dólares, y en su palacio en Guinea tiene más de 30 autos de lujo (Bugattis, Lamborghinis y otros), a un precio total de 20 millones de dólares. Compró un edificio en París avaluado en 130 millones de dólares, que las autoridades de ese país luego confiscaron.

Desaparecidos Pinochet y Stroessner, Mugabe y Obiang son los símbolos mundiales del oprobio, del abuso y de la traición a las ideas originalmente defendidas. ¡Y el Gobierno, con la plata de todos los bolivianos, les regaló joyas de oro puro!

No sigo porque tengo náuseas.

Raúl Peñaranda U. es periodista.

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UN MAPA MALDITO

Raúl Peñaranda U.

Lo primero que ve un niño o niña de seis años cuando asiste a su primer día de clases en el país es el “mapa del desmembramiento” de Bolivia. Todos lo hemos visto. Está en todas partes. Se imprime de todos los tamaños. Figura en varios despachos del Palacio de Gobierno. Su versión en lámina escolar cuesta un boliviano. Ese mapa muestra los “territorios perdidos” (Acre, Chaco, Mato Grosso, Purús y el Litoral) y le dice al niño o niña que vive en un país de derrotados.

No solo eso. Ese mapa es mentiroso, falso. Excepto la pérdida del Litoral, que no solo nos restó territorio sino que anuló a cualidad marítima boliviana, los demás “desmembramientos” son discutibles y algunos de ellos directamente no existieron como los muestra el mapa. ¿O realmente alguien cree que Bolivia llegaba hasta las puertas de Asunción? ¿O que el país tenía soberanía sobre un territorio 600 kilómetros al norte de la actual Cobija?

El historiador Jorge Abastoflor ofreció una interesantísima entrevista al suplemento Ideas de Página Siete, que da pie a esta columna, en la que señala que Bolivia ha construido su historia sobre la idea de derrotas, despojos, abusos. Todos nos hicieron daño: españoles, chilenos, brasileños, argentinos. Abastoflor pide cambiar esa visión por otra, más acertada históricamente, alejada del derrotismo y orientada a mejorar la autoestima de los bolivianos. Aunque pocos lo saben, él demuestra que Bolivia ha ganado más guerras que las que ha perdido, por ejemplo. No sólo Abastoflor respalda esta nueva orientación historiográfica, lo hacen también otros historiadores como Fernando Sánchez, Robert Brockmann y Pablo Michel.

Pero tampoco podemos estar orgullosos solamente de uniformes militares, por más que pertenezcan a Ejércitos victoriosos. Bolivia es un gran país por un sinnúmero de otras razones, desde su gran diversidad geográfica y cultural, su hermoso y riquísimo folklore, su gastronomía de primer nivel, su patrimonio paisajístico y medioambiental, el ingenio de sus habitantes, la capacidad de organización y lucha de sus gentes, su amor por el trabajo esforzado, etc. El país fue cuna de grandes civilizaciones, dio origen a pensadores, políticos y científicos de talla y encarnó momentos de heroísmo egregio como la denominada defensa del Socavón.

Nada de eso aprenden los chicos y chicas en el colegio, no solamente en primero de primaria, sino durante sus largos, tediosos y muchas veces improductivos 12 años de enseñanza escolar. Lo que se les enseña es que somos perdedores, que nuestros problemas se deben a la acción de “los otros”.  No hay que desmerecer la historia, evidentemente, con todo su legado, pero no tenemos por qué añadirle peso inexistente a las derrotas. Tampoco se trata de negar los problemas, como pobreza persistente, corrupción, caudillismo, desapego por las normas, entre muchas otras. Pero no exageremos.

Ya Jaime Paz intentó cambiar esta visión de la realidad y acuñó su afamado eslogan “Bolivia, país de ganadores”, pero todo se quedó en ello, en eslogan. La clave para ese cambio es una nueva educación, que siente las bases de una mirada distinta sobre nosotros mismos y sobre el futuro. Esa reforma educativa, que quizás no se haga nunca, lamentablemente, también debería lograr incentivar la imaginación creadora, dar las bases para ayudar a una reflexión crítica, entregar los instrumentos para resolver problemas matemáticos, apoyar la comprensión de textos escritos y estimular la integración social, la convivencia y la solidaridad. Pero con sindicatos tan fuertes que inviabilizan cualquier cambio, y la falta de interés de las autoridades, que evitan el conflicto, ello es casi imposible.

Mientras tanto, por lo menos podríamos empezar por prohibir ese maldito mapa.

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CANDIDATO OPOSITOR ÚNICO

Raúl Peñaranda U.

Desde hace meses, los tres dirigentes principales de la oposición, Samuel Doria Medina, Rubén Costas y Juan del Granado, organizan reuniones y mantienen diálogos con el objetivo de analizar la viabilidad de lanzar una candidatura opositora única para las elecciones de octubre. Hasta hoy, cuando quedan pocas semanas para la inscripción de lisitas de candidatos, esos esfuerzos han sido infructuosos. Ninguno de los tres está dispuesto, tan fácilmente, a dejar la carrera electoral en beneficio de otro, un adversario.

Las razones de esas dificultades son varias pero incomprensibles para la mayor parte de la ciudadanía, sobre todo la que está dispuesta a votar por un representante de la oposición. No hay muchas explicaciones al hecho de que esos dirigentes enfrenten tantos obstáculos en llegar a un acuerdo considerando que es muy probable de que cualquiera de ellos pierda, aún con una candidatura única. Y que sean destrozados sin van por separado.

No es fácil para ninguna persona resignar algo, renunciar, anular deliberadamente una aspiración, cualquier que sea. Todavía lo es menos para los dirigentes políticos, considerando que tienen un ego mayor al del resto de los mortales, ego que justamente los motiva a seguir adelante y a creer lo que al 99% restante de la población ni se le pasa por la mente: la idea de que pueden conducir al país hacia mejores días. Aparte de ego demuestra que tienen una voluntad y una audacia enormes. Pero esos dirigentes deberían pensar en la posibilidad de resignar sus liderazgos ante la búsqueda de un bien mayor desde la perspectiva opositora: limitar el poder creciente y cada vez de mayores rasgos autoritarios de la gestión actual.

El principal escollo para la unidad parece ser en este momento la posición de Juan del Granado, líder del MSM, curiosamente el más débil de los tres según las encuestas. Primero adujo que no estaba de acuerdo con una candidatura opositora única señalando que no sería correcto que se unieran a posiciones ideológicas (“neoliberales”) con las que se ve muy distante. Sin embargo, contradiciendo esa posición principista correcta, Del Granado no dudó en rechazar una posible alianza con Samuel, más cercano ideológicamente, e intentó un acuerdo con Rubén Costas, con quien sus diferencias políticas son mucho mayores. Y después de muchos palmoteos y besos, Juan volvió a decir que no está interesado en una candidatura única.

Las razones principistas son indispensables en la política. Si un partido realmente no cree que pueda “cruzar ríos de sangre” no debe hacerlo. De lo contrario, terminará marginado, como justamente le ocurrió al MIR, que odió y luego amó a sus dos más grandes rivales, ADN y MNR.

También es importante el cálculo estratégico. Ya hemos dicho que si va dividida la oposición será aplastada. ¿Y si va unida? Los dirigentes temen que quien resulte hoy candidato único logrará el músculo suficiente como para convertirse en el futuro líder “natural” de la oposición y se apuntaría como el candidato más potente para los comicios de 2019.

Eso es lo que está en juego en realidad en esta difícil designación de un candidato único, la posibilidad de colocarse en mejor posición para las elecciones subsiguientes. No tengo dudas de que Evo seguirá el camino de Venezuela, Nicaragua y, ahora Ecuador, e intentará reformar (violar, sobrepasar, eludir) la Constitución para que se apruebe la reelección indefinida. Para ello goza del respaldo de la mayoría de los medios, de popularidad, del control de la justicia y del dominio de los sindicatos. Así que Morales será candidato el 2019 y, me animo a decir, con chances de volver a ganar. Y ese camino hacia la reelección indefinida se allanará mucho si la oposición va dividida.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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EVO EN LA LIGA

Raúl Peñaranda U.

La extraordinaria maquinaria de la propaganda gubernamental tiene por objeto que el presidente Evo Morales haga noticia todos los días (todos). El tema más reciente introducido en la agenda mediática es la decisión del Mandatario de jugar tres partidos oficiales de la Liga Nacional de Fútbol vistiendo la casaca de Sport Boys, un club dirigido por un oscuro masista, Mario Cronenbold, que estuvo preso en Palmasola acusado de legitimación de ganancias ilícitas, asociación delictuosa y encubrimiento tras ser relacionado con el colombiano John Wilson Díaz, buscado por tráfico de drogas. La ministra de Transparencia, Nardi Suxo y el resto del Ejecutivo ni se mosquearon ante el hecho de que un militante del MAS haya sido acusado y detenido y que luego pudiera volver a su cargo tan campante y que, además, tenga chances de reunirse con el Presidente, de quien se jacta de ser su amigo.

Que un político desee estar en las primeras planas de los diarios no es ni novedad ni algo malo. Los políticos viven de que su imagen sea expuesta (ojalá por buenas razones, aunque muchos prefieren incluso la ‘mala prensa’ a no tener ninguna) ante los ojos de la opinión pública. Por eso esta iniciativa es adecuada desde el punto de vista de los intereses del club y de la candidatura a la re-reelección del Presidente.

De hecho, gracias a esta movida, miles de personas hablan sobre el tema y seguramente muchas de ellas escucharon por primera vez el nombre Sport Boys, el equipo de Warnes que es el ‘benjamín’ del fútbol nacional. Así que Cronenbold ha hecho bien, considerando sus intereses como dirigente deportivo. No hay nada criticable en ello.

Donde sí se hallan aspectos reprochables es en el plano legal, un tema identificado por el padre Eduardo Pérez, director de radio Fides. Pérez hizo notar que un funcionario público no puede recibir un pago que no sea su salario estatal, excepto para casos de docencia. Por otra parte, Cronenbold reconoció que en la Liga del Fútbol nadie puede jugar sin un salario. Así que, con su reconocida viveza criolla (que a veces lo hace ir tras las rejas), ofreció esta solución: pagarle 1.400 bolivianos (el salario mínimo) al Presidente por concepto de “viáticos”. Bueno, ello también está prohibido por la ley. Así que o Evo o se resignase o sale con su gusto y viola la norma.

Pero el aspecto criticable que considero el más grave es el hecho de que el presidente Morales esté seriamente pensando en su participación en la Liga del Fútbol. No es para él solamente un ardid publicitario, que sería algo comprensible. Cronenbold ha revelado que el Presidente ha contratado a un “entrenador personal” para que le ayude a mejorar su estado físico antes de su presentación en los partidos de la Liga (pero nunca logrará, con sus 54 años, competir con jugadores profesionales a quienes dobla en edad). Un Presidente debe concentrar todos sus esfuerzos en gobernar, que quiere decir, en el fondo, tomar decisiones. Para ello debe analizar los temas, escuchar diferentes opiniones y sospesar las consecuencias de sus actos. Destinar horas en entrenamientos para asistir a un partido de fútbol, en el que no será competitivo de ninguna manera, demuestra que las prioridades del Jefe de Estado están equivocadas, que se mueve por caprichos de un caudillo más que por tomar decisiones estratégicas de interés nacional.

Perder horas valiosas con “entrenadores personales” es inaceptable para un Jefe de Estado pero es concordante con un liderazgo que no cree en la moderación, en los límites, en la prudencia.

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