Cara o Cruz

De documentales truchos y del miedo de las autoridades

Raúl Peñaranda U.

Uno de ellos dijo que era licenciado y después se supo que había faltado a la verdad. Otro señaló que no veía a su exnovia desde 2007, pero posteriormente al circular una foto junto a ella masivamente, explicó que no la había reconocido en un carnaval de Oruro. Ese mismo declaró que desconocía que LaMia operaba en el país y luego se lo vio en fotos dentro de la cabina de uno de sus aviones. Un tercero expresó que Walter Chávez nunca fue asesor del Gobierno. Varios indicaron que se habían enterado de la represión de Chaparina y “a través de los medios”. Alguno de ese grupo aseguró que se había “roto la cadena mando”. Los mismos expresaron que no sabían de las corruptelas del Fondo Indígena. Y así. Todos esos, ahora, cosa curiosa, usan recursos estatales para producir un documental que ataca a los periodistas de un puñado de medios independientes. Yo soy uno de los mencionados.

No deja de ser indignante que los que falsean, ocultan y manipulan la información tengan cara para calificar de “mentiroso” a un grupo de periodistas. Es el mundo al revés, los conejos hablando de dientes.

El caso Zapata existió. Morales dijo públicamente el 5 de febrero que había tenido un hijo con Gabriela Zapata, pero que el niño había muerto (luego supimos que en realidad él no sabía si el niño había nacido o no). Además, es un hecho que esa exenamorada obtuvo, a los 26 años, y sin ser profesional, un trabajo en una empresa china, nada menos que como encargada de negociar contratos con el Estado. Y que la empresa logró millonarios acuerdos, la mayoría por contratación directa. Una justicia independiente, si existiera, podría indagar si ello entraña o no tráfico de influencias. Pero esa justicia no existe. Por el contrario, la exnovia, además de un chofer y una funcionaria intermedia están hoy detenidos y del caso se sabe muy poco.

El oficialismo cree que fue derrotado en el referéndum sólo por la difusión de ese caso, pero olvida mencionar que previamente ya había perdido porcentajes importantes de voto por la corrupción del Fondo Indígena (1.040 dirigentes recibieron en total 514 millones de dólares en sus cuentas bancarias particulares), por las palizas a los discapacitados, por el maltrato al movimiento cívico potosino, por construir palacios en vez de pensar en políticas de desarrollo, por demostrar una descontrolada angurria de poder, por la ineficiencia, por la corrupción, etc. La gente no es tonta, se da cuenta y acude a votar. Todo eso sumó el 51% de voto en contra y le propinó a Su Excelencia la primera derrota electoral de su vida. 

Pero el acto desproporcionado (e irreflexivo) de hacer un documental contra cuatro medios de comunicación y cuatro periodistas, que conformarían un supuesto “Cártel de la mentira”, movilizando recursos estatales, y luego promoviendo su difusión gratuita en canales de TV y salas de cine, demuestra tres cosas: lo dolido que está el Gobierno con el trabajo de la prensa independiente, que ciertas autoridades buscan a como dé lugar un pretexto para “lavarse la cara” frente al Presidente, y el miedo que empiezan a sentir las autoridades.

Me voy a referir a los dos últimos puntos: el entorno le aseguró a Evo que ganaría el referéndum. Y luego, éste lo perdió. ¿Cómo responder ante el jefe? ¿Cómo pasar esa vergüenza? ¿Admitiendo alguna falla? ¡Jamás! Lo que hicieron fue, como siempre, pasar a la ofensiva y acusar a cuatro gatos (con el perdón del exdirector de Página Siete, Juan Carlos “Gato” Salazar) de haber provocado la derrota. Realmente, si un minúsculo grupo de comunicadores, algunos de ellos de medios acorralados y locales, logró la derrota del “Sí” en el referéndum, entonces Evo y su Gobierno son bastante más débiles de lo que uno podría imaginarse.

Lo más importante de todo, sin embargo, es qué busca el Gobierno intentando amedrentar a periodistas, y, paralelamente, a columnistas, ONG, intelectuales y otros: lo hace para eternizarse en el Gobierno. La desesperación, la angurria de poder del entorno palaciego es ya indisimulable. Obviamente esa mamadera es demasiado sabrosa para que sea abandonada. 

Y, finalmente, hay miedo. Ese entorno sabe que el día que haya un cambio de Gobierno estará en riesgo. Los abusos, los hechos de corrupción y las irregularidades que ha cometido son tan grandes que percibe que severas sanciones en su contra podrían ser inevitables. Por eso sus miembros se agarran con uñas y dientes. Paralelamente, las encuestas indican que el MAS perdería cualquier elección, estando Morales en la papeleta o no.

 

/ Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1

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SEQUÍA DE AGUA EN BOLIVIA

Raúl Peñaranda U.

El agua es la kryptonita de Evo Morales. Así como ese exótico mineral es lo único que logra quitarle el poder a Súperman, en nuestro medio podríamos decir que lo mismo ocurre entre el agua y su relación con el Presidente.

 Y como Súperman debe alejarse lo más rápido posible de la kryptonita para evitar un agravamiento de sus efectos, Mortales está intentando, también raudamente, solucionar la falta de agua que sufren millones de personas en Bolivia, tanto en La Paz y El Alto como en otras ciudades capitales y decenas de municipios rurales. Hasta ahora, con nulo éxito.

 El agua es la kryptonita de Morales puesto que su falta, al contrario de lo que señalan en el Gobierno, se debe a las deficiencias de su régimen, que la ciudadanía identifica con claridad. En primer lugar, por haber nacionalizado EPSAS y llenado a esa empresa de gente inepta como parte del plan de entregar cuotas de poder a los grupos de presión afines al oficialismo. En segundo lugar, porque la crisis del agua hace ver con claridad cómo prioriza Morales sus decisiones: alienta la construcción de onerosos palacios, de absurdos estadios, de inútiles tinglados y aeropuertos que llueven por dentro, en vez de obras necesarias para dotarle a la población de los servicios más básicos, en este caso nada menos que el agua. Y tercero, porque el Presidente, que en general se coloca como la persona que resuelve todos los problemas, todos los conflictos, todos los desafíos, resulta que revela con cada vez mayor frecuencia que no sabe sobre los problemas que más conmueven al país. No sabía si su hijo nació o no, no sabía de la corrupción del Fondo Indígena, no sabía que el lago Poopó se estaba extinguiendo, no sabía…

 El cambio climático explica gran parte de lo que pasa ahora en el país, pero ése es un fenómeno global, que está siendo mejor o peor enfrentado por los distintos gobiernos con medidas de prevención y de otro tipo. Aquellos que politizaron todo y no tomaron medidas técnicas de previsión, ahora están, aunque parezca paradójico, con el agua hasta el cuello. Pero aparte de la politización, a la falta de previsión y la errónea jerarquización de prioridades, está un asunto de mayor profundidad: el desprecio que Morales, el vicepresidente García Linera y otras autoridades sienten por las ideas de los ambientalistas. La indecorosa frase de que Bolivia no será “guardabosques del imperio”, lanzada por el Vicepresidente, demuestra este punto, que el Gobierno no entiende: si queremos tener agua debemos cuidar a la naturaleza. Si no queremos ser guardabosques y se deforesta sin control para aumentar la frontera agrícola o se alientan megarrepresas en la Amazonía, entonces se rompe el ciclo de la lluvia. ¡Sorpresa! ¡Los árboles ayudan a la lluvia porque retienen humedad en sus hojas y en el suelo!

 Por eso, el agua, o su ausencia, ha puesto en entredicho todo el modelo de desarrollo del Gobierno actual, un modelo que sirvió mientras los precios de las materias primas estaban altos, pero que ahora que ello ha cambiado demuestra sus grandes falencias. No había sido suficiente solo perforar campos gasíferos y socavones para generar desarrollo de largo plazo.

 

Durante años el Gobierno de Evo Morales tenía los astros alineados. Todo lo que hacía le resultaba bien. Parecía un Presidente hecho de teflón, que nada lo dañaba. Pero en política llega el momento en que los astros también pueden “desalinearse”: lo que se vio como una gran medida, el hecho de que la ONU declarara al agua, a pedido de Bolivia, como un derecho universal, ahora cobra factura. Y se da algo así como un efecto dominó: la ciudadanía resiste cada vez más las obras faraónicas, cuya construcción en algún momento respaldó o por lo menos no rechazó, y se pregunta ahora para qué Morales quiere gastar 250 millones de bolivianos en un nuevo palacio si no puede dar agua a los vecinos de cinco ciudades capitales o erogar Bs 2.100 millones más en un centro de investigación nuclear cuya necesidad, en estas circunstancias, es prácticamente nula. Para no citar a la planta de San Buenaventura, que está fracasando, la planta separadora de líquidos que no tiene gas suficiente, una planta de urea ubicada en el peor lugar posible y decenas de empresas estatales deficitarias.

 

Y en el medio de las malas noticias, la más inesperada: un avión cae en las cercanías de Medellín y el hecho mata a 71 personas, resultando que la aeronave no debió haber viajado debido a su insuficiente autonomía de vuelo. El hecho ha causado conmoción internacional y ahora las miradas se dirigen a una repartición del Gobierno de Morales, la DGAC, para preguntar por qué se le permitió volar a ese avión. No será fácil para el Gobierno explicar aquello ni por qué se le dio permiso de trabajo a una oscura línea aérea que, en su versión venezolana, no pudo iniciar operaciones en ese país.

 

Como he sostenido antes, el ciclo de Evo Morales y su Gobierno están en su fase final. Las encuestas demuestran que perdería las elecciones de 2019 (y eso que no tiene derecho a postularse una vez más). Si Evo, con su kryptonita a cuestas, no pudiera torcer la ley para repostularse y el candidato del oficialismo fuera otro, la derrota sería aún más grande.

 

 

Comentario de Jorge Edgar Zambrana, Ingeniero, desde Bolivia :

A todo ello, añadiremos que la anterior crítica no es nueva ya que toda esa ineptitud es característica de todos los gobiernos de Bolivia, habidos y por haber.  De todos modos, en América Latina, en general, suceden parecidos problemas y los gobiernos son más o menos ineptos como los de Bolivia. Sin embargo, la aptitud de los gobiernos de USA y Europa se centra en su interés en dominar y esclavizar al resto del mundo. Se avecina una época de crisis mundial con el nuevo gobierno del Trump, quien, a nuestro parecer, será peor que el de Bush hijo, quien ha empeorado el mundo con su contribución al decaimiento climático que causa las sequías, sin mencionar los bombardeos de Irak, Afganistán y Siria, más los atentados al World Trade Center de New York, donde descaradamente han demostrado su verdadero carácter de imperialistas.

 Bolivia y el mundo deberían tomar consejo del modo de ser del antiquísimo pueblo de Tiwanaku, donde todo era paz, progreso y solidaridad.

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El agua, la kryptonita de Evo

Raúl Peñaranda U.

El agua es la kryptonita de Evo Morales. Así como ese exótico mineral es lo único que logra quitarle el poder a Súperman, en nuestro medio podríamos decir que lo mismo ocurre entre el agua y su relación con el Presidente.

Y como Súperman debe alejarse lo más rápido posible de la kryptonita para evitar un agravamiento de sus efectos, Mortales está intentando, también raudamente, solucionar la falta de agua que sufren millones de personas en Bolivia, tanto en La Paz y El Alto como en otras ciudades capitales y decenas de municipios rurales. Hasta ahora, con nulo éxito.

El agua es la kryptonita de Morales puesto que su falta, al contrario de lo que señalan en el Gobierno, se debe a las deficiencias de su régimen, que la ciudadanía identifica con claridad. En primer lugar, por haber nacionalizado EPSAS y llenado a esa empresa de gente inepta como parte del plan de entregar cuotas de poder a los grupos de presión afines al oficialismo. En segundo lugar, porque la crisis del agua hace ver con claridad cómo prioriza Morales sus decisiones: alienta la construcción de onerosos palacios, de absurdos estadios, de inútiles tinglados y aeropuertos que llueven por dentro, en vez de obras necesarias para dotarle a la población de los servicios más básicos, en este caso nada menos que el agua. Y tercero, porque el Presidente, que en general se coloca como la persona que resuelve todos los problemas, todos los conflictos, todos los desafíos, resulta que revela con cada vez mayor frecuencia que no sabe sobre los problemas que más conmueven al país. No sabía si su hijo nació o no, no sabía de la corrupción del Fondo Indígena, no sabía que el lago Poopó se estaba extinguiendo, no sabía…

El cambio climático explica gran parte de lo que pasa ahora en el país, pero ése es un fenómeno global, que está siendo mejor o peor enfrentado por los distintos gobiernos con medidas de prevención y de otro tipo. Aquellos que politizaron todo y no tomaron medidas técnicas de previsión, ahora están, aunque parezca paradójico, con el agua hasta el cuello. Pero aparte de la politización, a la falta de previsión y la errónea jerarquización de prioridades, está un asunto de mayor profundidad: el desprecio que Morales, el vicepresidente García Linera y otras autoridades sienten por las ideas de los ambientalistas. La indecorosa frase de que Bolivia no será “guardabosques del imperio”, lanzada por el Vicepresidente, demuestra este punto, que el Gobierno no entiende: si queremos tener agua debemos cuidar a la naturaleza. Si no queremos ser guardabosques y se deforesta sin control para aumentar la frontera agrícola o se alientan megarrepresas en la Amazonía, entonces se rompe el ciclo de la lluvia. ¡Sorpresa! ¡Los árboles ayudan a la lluvia porque retienen humedad en sus hojas y en el suelo!

Por eso, el agua, o su ausencia, ha puesto en entredicho todo el modelo de desarrollo del Gobierno actual, un modelo que sirvió mientras los precios de las materias primas estaban altos, pero que ahora que ello ha cambiado demuestra sus grandes falencias. No había sido suficiente solo perforar campos gasíferos y socavones para generar desarrollo de largo plazo.

Durante años el Gobierno de Evo Morales tenía los astros alineados. Todo lo que hacía le resultaba bien. Parecía un Presidente hecho de teflón, que nada lo dañaba. Pero en política llega el momento en que los astros también pueden “desalinearse”: lo que se vio como una gran medida, el hecho de que la ONU declarara al agua, a pedido de Bolivia, como un derecho universal, ahora cobra factura. Y se da algo así como un efecto dominó: la ciudadanía resiste cada vez más las obras faraónicas, cuya construcción en algún momento respaldó o por lo menos no rechazó, y se pregunta ahora para qué Morales quiere gastar 250 millones de bolivianos en un nuevo palacio si no puede dar agua a los vecinos de cinco ciudades capitales o erogar Bs 2.100 millones más en un centro de investigación nuclear cuya necesidad, en estas circunstancias, es prácticamente nula. Para no citar a la planta de San Buenaventura, que está fracasando, la planta separadora de líquidos que no tiene gas suficiente, una planta de urea ubicada en el peor lugar posible y decenas de empresas estatales deficitarias.

Y en el medio de las malas noticias, la más inesperada: un avión cae en las cercanías de Medellín y el hecho mata a 71 personas, resultando que la aeronave no debió haber viajado debido a su insuficiente autonomía de vuelo. El hecho ha causado conmoción internacional y ahora las miradas se dirigen a una repartición del Gobierno de Morales, la DGAC, para preguntar por qué se le permitió volar a ese avión. No será fácil para el Gobierno explicar aquello ni por qué se le dio permiso de trabajo a una oscura línea aérea que, en su versión venezolana, no pudo iniciar operaciones en ese país.

Como he sostenido antes, el ciclo de Evo Morales y su Gobierno están en su fase final. Las encuestas demuestran que perdería las elecciones de 2019 (y eso que no tiene derecho a postularse una vez más). Si Evo, con su kryptonita a cuestas, no pudiera torcer la ley para repostularse y el candidato del oficialismo fuera otro, la derrota sería aún más grande.

 

Raúl Peñaranda U. es periodista / Twitter: RaulPenaranda1

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EVO PIERDE EN LAS ENCUESTAS, ¿EMPIEZA EL CAMBIO DE CICLO?

Raúl Peñaranda U.

Dos encuestas dieron como resultado que Evo Morales podría perder una elección presidencial contra Carlos Mesa. La de Página Siete dio como resultado que Mesa obtendría 40% de los votos, mientras que Morales alcanzaría 35%, con un 25% de indecisos. Otra encuesta, de la red ATB, dio un resultado similar: 44% para Morales, frente a 43% de Mesa y 13% de personas que no respondieron.

Obviamente estos sondeos tienen varios problemas, por ejemplo que ninguno de los dos líderes políticos ha asegurado que será candidato (de hecho, Morales no puede serlo, pero no hay duda de que está dispuesto a torcer otra vez la ley para lograrlo), y que todavía faltan tres años para las elecciones. Pero esas encuestas tienen un valor: demuestran que el ciclo político nacionalista y estatista puede estar ingresando en su fase final.

Nunca en 11 años de Gobierno del MAS una encuesta había mostrado que Morales pueda resultar perdedor. El oficialismo construyó su estrategia sobre la idea de que Evo es “invencible”. Y resulta que ahora con esta nueva etapa que se inicia podría marcar que el fin del Gobierno es “inevitable”.

Otros países de la región están viviendo también el cambio de ciclo, con presidentes (as) de tendencia estatista que perdieron sus cargos y dieron paso a posiciones más liberales y tolerantes. Incluso en Ecuador, donde el candidato oficialista Lenín Moreno tiene posibilidades de vencer, éste muestra un estilo y unos objetivos muy distintos a los del presidente saliente, el irascible Rafael Correa. Está también Nicolás Maduro, que conduce un régimen quebrado y antidemocrático y que se mantiene en el poder solo por la fuerza de las armas y las dudas que presentan los líderes opositores. Si en Bolivia tuviéramos en Palacio de Gobierno un personaje como ése, que no puede garantizar a su pueblo medicinas y alimentos básicos, además de hacerle sufrir los mayores índices de inseguridad ciudadana del mundo, abandonaría el poder de manera rápida.

Suponiendo que la oposición venezolana logra retirar a Maduro y convocar a elecciones libres, ya no quedará ningún presidente propiamente ligado al ALBA en Sudamérica, excepto Evo Morales. El otro dirigente nacional-estatista de la región sería solamente Daniel Ortega, en Nicaragua. Ortega, me parece, tiene mucho que sugerirle a Evo en su deseo de mantenerse en el poder.

Aparte de las encuestas mencionadas, el fin de ciclo en Bolivia se nota en otros indicios, como que dos tercios de las ciudades capitales y de una decena de ciudades intermedias rechazan las políticas de Gobierno y descreen de la palabra del Presidente. Con excepción de El Alto, donde de todas maneras Morales ha bajado su respaldo, el mundo urbano boliviano es hoy marcadamente antimasista.

El otro indicio observable es que el oficialismo enfrenta cada vez mayores dificultades para que la opinión pública se trague sus mensajes y retórica. Casi 11 años después de iniciado el Gobierno, el cansino discurso de que el país vive una “revolución” y que “todo lo que sucede hoy es mejor a lo que se vivía en el pasado” ya no tiene el mismo efecto, peor aún cuando cientos de miles de bolivianos no tienen agua en sus casas. El discurso presidencial se limita a la repetición mecánica y artificiosa de algunas frases hechas, y pare de contar. Más bien en filas opositoras se nota una mayor renovación de ideas, desde la necesidad de proteger el medioambiente hasta una profundización sobre el sentido de democracia y de derechos ciudadanos, pasando por ideas concretas de cómo diversificar la economía y aminorar el extractivismo.

La idea de abandonar el poder es siempre traumática para muchos políticos. Pero hay casos y casos. En los países en los que existe mayor fortaleza institucional, como Perú, Colombia, Chile o Uruguay, cada traspaso de mando es pacífico, ordenado y desprovisto de tensiones mayores. También Correa desistió de su idea de forzar un nuevo cambio constitucional para reelegirse nuevamente (aunque la oposición asegura que lo hizo porque no tenía chance alguna de ganar).

Los de Evo, Maduro y Ortega son casos distintos. Estos simplemente no desean abandonar el poder. Venezuela podría estar a puertas de una crisis política mayor, pero Nicaragua ha logrado doblegar a la oposición de manera “pacífica” usando solamente la justicia y la corte electoral. Tan brillante (y silenciosa) ha sido su estrategia, que Ortega eliminó a sus contendientes y fue candidato único en los recientes comicios, nada menos que con su esposa como candidata a la Vicepresidencia. Por supuesto que ganó holgadamente.

Las furiosas acciones del vicepresidente Álvaro García Linera contra dos dirigentes opositores, Carlos Mesa y Samuel Doria Medina, podrían tener en mente el ejemplo nicaragüense: anular legalmente a todos los posibles candidatos opositores. La razón para hacerlo es que en su mente, y en la mente de las máximas autoridades de Gobierno, está que el 2020 no puede ser el año de su salida del poder. Creen que están predestinados a seguir encaramados en el Gobierno indefinidamente. Evo fue muy claro hace unos días cuando dijo: "Yo no estoy preparado para irme a casa”.

El pequeño detalle es que Morales y, peor, otros líderes del oficialismo, perderían los comicios de 2020, dicen las encuestas. Eso explica por qué el Gobierno está actuando con la desorientación y autoritarismo de los últimos meses.

/ Raúl Peñaranda es periodista.

Twitter: RaulPenaranda1

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Evo y el MAS: de la sobriedad a la soberbia

Raúl Peñaranda U.

Cuando empezaba la debacle de los gobiernos de la denominada “democracia pactada”, uno de los temas recurrentes de crítica ciudadana era la percepción de malgasto de los recursos públicos, la idea de que quienes estaban encaramados en el poder realizaban gastos dispendiosos, exagerados. Ante nada de eso los políticos de entonces mostraban señales de autocrítica o circunspección. Carlos Sánchez Berzaín, uno de los más visibles dirigentes de esa época, afortunadamente superada, rechazaba por ejemplo la posibilidad de que sean rebajados los sueldos de los funcionarios jerárquicos del Gobierno. En su conocido estilo, mezcla de displicencia y hostilidad, decía que las rebajas que demandaban algunos dirigentes sociales y medios de comunicación hubieran representado sólo el 1% del Presupuesto General de la Nación. “El Estado debe gastar para funcionar bien”, dijo en 2003.

La caída de los gobiernos de esa etapa de la historia tiene varias explicaciones, como por ejemplo su proclividad a la corrupción, su falta de congruencia con los valores que decían defender y su incapacidad para entender que la integración de la población indígena era imprescindible si se buscaba dotar a la democracia de más estabilidad y solidez. Junto con ello, sin embargo, la idea de que las altas autoridades cometían inaceptables despilfarros y de que solo unos cuantos eran beneficiarios de grandes recursos fue uno de los motores del deseo de cambio. 

Ahí llegó Morales a la presidencia. De hecho, una de sus primeras medidas fue rebajar los sueldos de los funcionarios estatales de alto rango, además de reducir el gasto estatal general (Carlos Mesa había dado señales también en ese sentido). En una declaración de la primera etapa de su Gobierno, Morales pidió a sus ministros “viajar en taxi”, para ahorrar recursos. La sobriedad y la moderación en el gasto representaron un sello apreciado por la población en los primeros años de su régimen. Todo era modestia, hasta la “chompa de Evo” que se hizo tan famosa internacionalmente.

Pero el poder enferma, según creían los griegos. Iván Arias ha escrito sobre el mal “hubris”, que es como llamaban en la antigua Grecia a las autoridades que perdían el contacto con la realidad y se comportaban de una manera arrogante y altanera, magnificando sus virtudes hasta el extremo y despreciando las de sus adversarios. Esas personas se llenaban, además, de llunk’us, llamados doulos en Grecia.

¡Cuánta agua ha corrido bajo los puentes desde que Morales les pidió a sus ministros trasladarse en taxi y ahorrar! Ese intento de modestia fue enterrado por aviones de lujo, vehículos blindados, edificios ostentosos, muebles suntuosos y alfombras persas. Un poco al estilo de Sánchez Berzaín, el ministro Luis Arce, otro de los más afectados por la enfermedad “hubris”, explicó durante la reciente interpelación a la que asistió que su Ministerio no podía comprar muebles nacionales debido a que “no vamos a comprar cualquier cosa”. O sea que lo nacional es “cualquier cosa” y lo importado es “bueno”. Estado colonial, que le llaman.

Existe, obviamente, una diferencia con el pasado: con un Estado más rico que el anterior, el nivel de los gastos ahora es mucho más alto. Antes de 2006 nadie su hubiera animado a comprar alfombras persas y hacer nuevos palacios de Gobierno de 230 millones de bolivianos y 28 pisos para que el Presidente se sienta como una especie de faraón del siglo XXI.

Así como ese desapego de la realidad que tuvieron los regímenes anteriores a 2006 fue el principio de su caída, tengo la impresión de que ahora está empezando a suceder lo mismo. No será una caída mediante protestas callejeras, pero sí a través del voto. Cuando las autoridades se “enferman de poder” creen incluso que los manifestantes que ellos mismos forzaron a ir a apoyarlos en actos públicos, portando carteles, lo hicieron de manera espontánea. Así de alejados de la realidad están.

Si algo rechaza el ciudadano de a pie es que quienes están en el poder ostenten sus lujos y pompas. El principio del fin puede darse cuando un Presidente pasa de actuar con sobriedad a hacerlo con soberbia.

/ Raúl Peñaranda U. es periodista.

Twitter: RaulPenaranda1

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ALLANAMIENTOS EN LA NOCHE Y DETENIDOS DE UN SOLO LADO

Raúl Peñaranda U.

El Gobierno cree que actúa bien desarrollando su cacería de brujas contra los supuestos responsables del asesinato del viceministro Rodolfo Illanes. Ya hay una docena de detenidos, algunos de los cuales eran dirigentes, por estos sucesos. Para atrapar al último de ellos, el primo de un minero que murió por disparos de bala durante las protestas de agosto, la Policía tuvo que realizar un operativo propio de épocas dictatoriales, con allanamientos en medio de la noche, heridos con balines, cortes de electricidad y señal telefónica y allanamientos sin orden judicial.

No es que quienes asesinaron a Illanes no deban ser sancionados: éste fue efectivamente torturado y muerto de una manera atroz y su crimen no tiene que quedar impune.

Pero lo que se observa es a un Gobierno que parece sediento de venganza por esa muerte y, de paso, satisfecho de haber descabezado al movimiento cooperativista, lo que logró con la detención de los dirigentes, a quienes se acusó de ser los “autores intelectuales” de la muerte del viceministro.

A propósito, habría que recordar que Evo Morales fue acusado de ser precisamente “autor intelectual” de la muerte de uniformados en el año 2000, incluidos los esposos Andrade, en circunstancias similares a la que falleció Illanes, es decir secuestrados, torturados y asesinados. Pero aún con sus similitudes existen algunas diferencias entre ambos eventos, como el hecho de que los cocaleros mataron en 2000 a cuatro personas (los mineros a uno), demoraron 45 días en entregar los cadáveres y jamás fueran acusados. La explicación es sencilla: en el año 2000 el Chapare era una zona que no estaba bajo control estatal y no había juez o fiscal, y menos policías, que pudiera hacer lo que el Gobierno ordena hoy contra los mineros. Las otras diferencias que se deben hacer notar son que mientras Illanes fue velado y enterrado como un héroe, los uniformados asesinados por cocaleros hace 16 años apenas tuvieron cristiana sepultura. Sus familiares, amedrentados, hicieron los entierros entre gallos y medianoche. Tampoco prosperó el juicio contra Morales como supuesto “autor intelectual” de los hechos.

También es sorprendente la eficiencia de la Policía para detectar a los supuestos autores de los asesinos de Illanes y la nula capacidad gubernamental para poder identificar a quienes dieron muerte, a tiros, a cuatro mineros que protestaban en las manifestaciones. Todo indica que los responsables son uniformados, según ha señalado el Defensor del Pueblo, por el calibre y tipo de balas que acabaron con la vida de los manifestantes. Pero hasta ahora no ha pasado nada. Una docena de detenidos por la muerte de Illanes, identificados gracias a borrosos videos y, como han dicho algunos detenidos, con información sacada por la fuerza de la tortura, mientras que en el lado policial no existe convocatoria ninguna para que los jefes den las listas de cuáles de sus efectivos estuvieron en los lugares donde murieron los cuatro mineros.

Paralelamente está la responsabilidad política. Se dejó ir a un desprotegido viceministro a un operativo de alto riesgo y, una vez secuestrado, no se dio la orden real de repliegue de la fuerza policial, que hubiera ayudado a salvar su vida. Esto está demostrado en que, en la tarde de ese día, es decir varias horas después de la captura de Illanes y sus suplicantes llamadas telefónicas, la Policía seguía en la zona y arremetía contra los manifestantes. En una de esas arremetidas, un cuarto minero murió con un disparo de bala, lo que enardeció los ánimos y derivó en la muerte de Illanes. No es una justificación, pero sí es una explicación de lo sucedido. Lo insólito es que esa responsabilidad política, que recae obviamente en el ministro de Gobierno, Carlos Romero, no ha generado sanción ninguna. Como se sabe, todos se aferrarán a sus cargos con uñas y dientes.

A mí me parece que la ciudadanía está perpleja ante este despliegue enorme de poder estatal, que ordena detener a supuestos sospechosos de un solo lado, y lo hace en la noche, abusando a los familiares y allanado casas. Aparte de redistribuir uno que otro meme, esa ciudadanía no puede hacer más por ahora excepto reflexionar sobre el desequilibrio del uso de la fuerza  y el control del Ministerio Público, que castiga a unos y libera a otros.

La suma de los abusos, como mandar a detener a la exnovia del presidente Evo Morales y no proceder de la misma manera con sus supuestos cómplices en el Gobierno; apresar a los dirigentes involucrados en el Fondo Indígena, pero no a las altas autoridades que autorizaron el método irregular de entrega de recursos; perseguir y acosar a autoridades regionales opositoras, como a la alcaldesa Soledad Chapetón, alentando a los grupos de choque del oficialismo, etc., genera una creciente sensación de desamparo, malestar y, obviamente, temor. Esos ciudadanos esperarán con paciencia la próxima vez que puedan votar. Se puede asegurar que si en el referéndum de febrero el oficialismo obtuvo el 49% de los votos, hoy obtendría 5% menos, en cifras que seguirán cayendo con el paso de los meses y años. Es que no se apaga el fuego con más fuego.

/ Raúl Peñaranda U. es periodista.

Twitter: RaulPenaranda1

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CARTA AL MINISTRO DE DEFENSA, REYMI FERREIRA

Raúl Peñaranda U.

De mi consideración:

He leído con atención su libro “Caso Zapata, la confabulación de la mentira” y me interesa hacer algunas consideraciones. En primer lugar, los calificativos que usted me lanza en el libro, como que hago un “periodismo de cloaca” y que estoy al servicio de “intereses empresariales”, se explican en la libertad de expresión que debe existir en toda sociedad. Obviamente esos adjetivos son injustos (como también haber dicho a una radioemisora gubernamental que soy un “mercenario”), pero no puedo hacer nada al respecto. Los poderosos del país pueden exigir a los periodistas que se retracten, pero esto no ocurre al revés.

Su libro, señor ministro, es interesante porque le atribuye un poder enorme a los medios identificados por su régimen como parte de un supuesto “cártel de la mentira”, a tal punto que consiguieron la victoria de la opción No en el referéndum del 21 de febrero. En realidad, considerando que se me señala como parte de ese “cártel”, ése es un honor, puesto que es por lo menos curioso señalar que un puñado de medios y periodistas, quizás el 1% de todos los que existen en el país, pueda haber tenido tamaña influencia. Veamos: en el supuesto “cártel” están tres diarios (El Deber, Los Tiempos y Página Siete), una radio (Erbol) y una agencia de noticias (ANF). A ellos se suman los periodistas Carlos Valverde, Amalia Pando y Andrés Gómez, que conducen programas en medios locales, aparte de mi persona. Recientemente ha sido añadido al grupo el programa Encontrados, que dirige Gonzalo Rivera en el canal Católico. Sé que esta lista es incompleta y que existen varios medios y colegas adicionales que hacen un espléndido trabajo independiente y crítico en el país. Con todo, ¿usted genuinamente cree que ese puñado de periodistas puede haber puesto realmente en jaque al Gobierno más poderoso que ha tenido Bolivia desde la fundación de la república?

Si pudo hacerlo es que el Gobierno está basado en premisas falsas. Nunca un 1% de medios de un país haría tambalear a un Gobierno que se conduzca mediante valores democráticos y diciendo la verdad. No son los medios los que impidieron la victoria del oficialismo, señor ministro, sino los enredos, mentiras y medias verdades que éste propaló sobre el caso Morales-Zapata, Fondo Indígena, licenciatura en matemáticas y libretas militares, entre varios otros.

Permítame decirle que todos los ejemplos de noticias publicadas por ese valiente “cártel de la verdad” y que usted detalla en su libro son correctos: “Zapata asegura que su hijo está vivo”, por poner un caso, es periodísticamente correcto. Un reportero recoge las declaraciones de fuentes relevantes y las transmite a su público. Que en el futuro se demuestren falsas, o no, ya no depende del periodista que escribe la nota. Lo mismo se podría decir si un medio publica la información “Ministro Ferreira asegura que su libreta militar es legítima” o que “García Linera afirma que el MAS tiene mártires, no corruptos”. Esos titulares también son adecuados porque se respaldan en fuentes informativas, independientemente de si éstas dicen la verdad o no.

Sobre el tema, podría añadir que Página Siete y ANF han demostrado que publicaron durante este escándalo el triple de noticias que tuvieron como fuentes a autoridades de Gobierno (entre ellos, usted) que a dirigentes de la oposición. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír…

El problema de su libro, señor ministro, lo mismo que el de su colega Lenny Valdivia, no son los numerosos errores y contradicciones que presentan, sino su evidente intención de exculpar al Jefe a toda costa, lo que les hace caer en falta de honestidad intelectual. Ambos dan vueltas sobre las contradicciones de Zapata, que son evidentes, pero omiten de manera notable señalar los elementos que afectan al Gobierno en todo este escándalo: que Morales señaló que su hijo había nacido y que murió siendo un bebé. Que García Linera aseguró que el Presidente conoció al niño y que le ayudó a tratarse en el exterior. Que los certificados de nacimiento y de reconocimiento del niño son legales. Que el ministro Juan Ramón Quintana dijo que había “extraviado” uno de sus celulares. Podría seguir, por ejemplo para señalar que Zapata fue acusada de encabezar una “organización criminal”, conformada también por un chofer, una exdirectora de unidad y unos cuantos pequeños empresarios. Rara “organización criminal” de enriquecimiento ilícito que culpa a un chofer y en la que ninguna autoridad tiene algo que ver. Tampoco se pregunta cómo es que Zapata llegó a un cargo tan alto de una empresa china sin tener experiencia ni ser profesional, ni cómo manejó millonarias cuentas bancarias durante años. Ha debido ser gracias al chofer.

En política casi todo pasa y se olvida, pero algunas cosas perduran. Del escándalo que su libro intenta, por todos los medios, borrar, quedará para el futuro la extraña circunstancia de un padre de familia que creyó haber tenido un hijo que, dice ahora, nunca nació. Ese es el quid de este triste asunto: el Presidente ni fue a la clínica cuando nació su hijo, como lo haría todo hombre de bien, y cuando creyó que estaba enfermo, no lo fue a visitar. Tampoco fue al velorio cuando supo que había muerto ni pensó en llevarle flores al cementerio los días de Todos Santos. Esa mancha, señor ministro, no se borrará ni con mil libros escritos por todos los amanuenses del mundo.

Atentamente,

Raúl Peñaranda U.

 

CI 2059743 LP

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CADENA PERPETUA PARA VIOLADORES Y EL PLAN DE QUEDARSE EN EL PODER

Raúl Peñaranda U.

La Cumbre de Justicia de Sucre tuvo por lo menos dos cosas inesperadas: una, que los movimientos sociales no hayan aceptado el plan gubernamental de eliminar el voto popular para la elección de magistrados. Ello hubiera significado abrir la Constitución, algo que aparentemente el oficialismo busca para, en caso de ser necesario, meter de contrabando la reelección de Morales y García Linera para un cuarto mandato.

Y cuando todo parecía estar listo, los movimientos sociales dijeron No, cosa extraña considerando su aparente total dominio respecto del oficialismo; incluso uno de sus dirigentes calificó como “descabellada” la idea del procurador Héctor Arce, que propuso que Su Excelencia nombre a 22 de 33 magistrados, eliminando así el voto popular. Habría que recordar que fue Arce quien propuso primero, en 2008, la impresentable idea de que los jueces fueran elegidos por voto (aseguró que sería un “aporte boliviano” a la filosofía jurídica internacional). Una vez que su idea se comprobó como una de las peores de la historia reciente referidas a reformas estatales, no fue sancionado políticamente. Por el contrario, fue promovido por el Presidente, quien le dio la responsabilidad de conducir de facto la demanda marítima en La Haya además de ser Procurador del Estado. Pero esta vez, en la Cumbre de Justicia, por suerte, no lo escucharon.

Entonces, tras el No de los movimientos sociales, que habrá que seguir analizando, el Vicepresidente sacó de su chistera una propuesta que ni siquiera se había mencionado en las precumbres departamentales, pero que cumple el mismo objetivo: abrir la Constitución. Pidió que se apruebe la cadena perpetua contra los violadores de niños. Como si eso resolviera el problema. Hoy esos delincuentes obtienen 30 años de cárcel sin derecho a indulto. ¿Realmente el Vice cree que con cadena perpetua las cosas mejorarán? Bolivia es el país donde más violencia contra menores de edad existe en el continente y el segundo en cuanto a violencia contra la mujer. Ese problema tiene raíces sociales, históricas y culturales profundas, empezando por la misoginia y el machismo de las máximas autoridades, y por lo tanto no se resuelve aumentando las penas de cárcel. Sí es verdad que es una medida popular, que la mayoría de la gente respalda.  

Pero el Gobierno no sabe todavía cómo actuar. Perdió el referéndum del 21 de febrero de manera inesperada, cuando solo 18 meses antes el Presidente había ganado su tercer mandato con 61%. Lo hizo también después del histórico fallo de La Haya contra Chile y cuando casi el 70% de los bolivianos consideran que la gestión presidencial es positiva. Pero una pésima campaña oficialista y la negativa del ciudadano a que una persona (dos, en realidad) se eternicen en el poder, entre otros factores, los hizo perder.

Entre los “otros factores” está, obviamente, el caso Morales-Zapata. Y ahora que las cosas están un poco más claras, y que existe evidencia de que la exnovia de Morales mintió abundantemente en este tema, aparentemente ayudada por numerosas personas, el Gobierno sigue evaluando si llamar o no a un nuevo referéndum. Yo preví, cuatro días después del 21F, que el oficialismo lo intentaría. Pero las dudas gubernamentales son evidentes. Se preguntan si es razonable pensar que el Gobierno volvería a perder. Me parece que sí. La primera encuesta realizada sobre el tema, publicada por la revista Poder y Placer y realizada por la Captura Consulting, señala que si un referéndum se repitiera, el Sí perdería otra vez, casi con los mismos resultados de febrero. O sea que la idea del Gobierno de que perdió por “una mentira” (la del hijo de Morales) no ha cuajado. Por lo menos hasta ahora.

¿Entonces qué? Entonces hay más peligro. Como Morales y García Linera no están dispuestos a abandonar el poder democráticamente, ni siquiera ante la posibilidad de que otro candidato del oficialismo pueda ganar las próximas elecciones, el país está marchando hacia un callejón sin salida. Ellos no se consideran inquilinos del Palacio de Gobierno, creen que son dueños. Por eso Morales-García Linera no se irán, no está en su ADN admitir que la democracia implica que el poder tiene límites y alternancia en el poder. Simplemente, con el apoyo de muchos tirasacos que los impulsan a quedarse para seguir medrando del poder, creen que están predestinados a gobernar por siempre. Como los Castro en Cuba. Como Mugabe en Zimbabue.

Por lo tanto, si las encuestas demuestran que podrían perder futuros referendos, el binomio Morales-García Linera intentará otras vías, todas inconstitucionales, para quedarse en el poder. Una opción es declarar, por decreto, que Morales pueda ser candidato en 2019. Otra es que el Tribunal Constitucional establezca, mediante consulta, que aquello es legal. La tercera es que el Legislativo se declare como un Poder Constituyente y reforme nuevamente la Constitución. Pueden haber más opciones. Pero estos dos amigos, por las buenas, no se irán. / Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1

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EL DESNUDO DE STEPHANIE Y DE TANTAS OTRAS

Raúl Peñaranda U.

Cuando en 2007 la exmodelo Maricruz Ribera se mostró desnuda en el primer spot publicitario de Corimexo de ese tipo, no pasó mucho. Se registró alguna que otra protesta feminista y poco más. Nueve años después, en el enésimo producto con esas características lanzado en Youtube por la misma empresa, se ha producido una gran polémica. Literalmente decenas de miles de personas se han enfrascado en un debate sobre ello en las redes sociales, en los centros de trabajo y en la sobremesa del almuerzo. Esa es una muy buena señal ya que demuestra que existe una conciencia mayor respecto de la manera cómo la sociedad percibe a la mujer de la que había en 2007.

Bolivia es uno de los países donde más violencia contra la mujer existe, después de Haití, señalan las estadísticas internacionales. La situación afecta sobre todo a las niñas y adolescentes, que experimentan violencia psicológica, física o sexual en sus casas, barrios o colegios. Pero la sociedad es ciega y sorda ante ello. Al llegar a su vida adulta, más de dos tercios de mujeres bolivianas habrán enfrentado algún tipo de violencia, más que en cualquier otro país de las Américas, nuevamente excepto Haití. Las noticias de ese tipo plagan los noticieros de TV, pero el tema, lamentablemente, casi se ha normalizado. Un nuevo caso de feminicidio no causa ya demasiada impresión.

La raíz obvia de ese comportamiento es el machismo. Un hombre que se siente superior a una mujer, que cree tener más derechos y que es protegido por el sistema judicial y político, se toma la libertad de abusar de las mujeres, por lo general de su pareja. Todo confabula para que ello suceda: el machismo está atizado por elementos desde las declaraciones del presidente Morales que dice que en las panzas de las mujeres embarazadas se lee “Evo cumple”, hasta “los usos y costumbres” de comunidades rurales, pasando por la publicidad de Corimexo y los concursos de belleza, que solo valoran a la mujer por su físico, no por su inteligencia, su sensibilidad o su tenacidad.

El resultado final es la “cosificación” de la mujer. Si la mujer es una cosa, por ejemplo un mueble de cuero, el varón cree que puede hacer lo que desea con ella. Nuestros niños y jóvenes crecen por ello pensando que ese es el “orden natural” de las cosas y, cuando son universitarios e intentan toquetear a una de sus compañeras de curso, se sorprenden si son rechazados. De ahí a ejercer violencia puede haber un paso.

Obviamente por sí solos, los spots de Corimexo no generan el problema: pero como decimos, la suma de influencias, por ejemplo la obligatoriedad del servicio militar, con su abrumadora carga machista, los programas de TV basura, al estilo del de Tinelli, tan propenso a mostrar potos y tetas, e incluso los nacionales con segmentos de mujeres moviéndose o bailando de manera sugerente para saciar el apetito de los espectadores, genera el sustrato en el que germina la semilla de la violencia machista. La lógica es la siguiente: “si la mujer es una cosa, entonces puedo hacer con ella lo que quiero”.

Obviamente no todos los desnudos cosifican a la mujer. No lo hacen cuando la propia persona decide usar su cuerpo como le venga en gana. No es el caso de Stephanie Herela, la actual modelo de Corimexo, que aunque no lo considere así, se convierte en una parte de una maquinaria de pensamiento machista en la que ella es solo un engranaje. Sirve para vender algo. Muy distinto, por ejemplo, es el desnudo de Amina Sboui, la muchacha tunecina de 18 años que en 2013 publicó una foto de sí misma en Facebook, curiosamente sentada también en un sofá de cuero, con la frase "Mi cuerpo me pertenece y no es la honra de nadie" escrito en su pecho. Ese desnudo fue un grito feminista, un desafío a las autoridades políticas y religiosas de su país, que la enjuiciaron y encarcelaron. Túnez (un país musulmán más secular que otros), vivió un remezón con la protesta de Amina, y empezó a hablar de los derechos de las mujeres. Después de unos meses fue liberada y pasó una temporada en Francia, y hoy Amina está de vuelta en Túnez donde publica una exitosa revista feminista, aunque bajo riesgo permanente de clausura.

Tampoco “cosifican” a la mujer las protestas que realizan, desnudas o semidesnudas, las integrantes de organizaciones feministas de varias partes del mundo, entre ellas el grupo Femen, que se quitan la ropa para protestar contra los abusos que sus sociedades cometen contra grupos vulnerables, como otras mujeres, migrantes, etc.

La religión ha convertido en el cuerpo en un tabú y luchar contra éste ha sido parte de las batallas de las mujeres. En los años 60, el hecho que hubiera modelos posando desnudas en Playboy era señal de liberación femenina. Pero cinco décadas después parece un simple mecanismo para agradar a los varones. Así que el desnudo femenino, como el de la Maja Desnuda, de Goya, o el de las chicas de Pussy Riot, el grupo punk ruso que lucha contra el dictador Vladimir Putin y el corrupto patriarca de Moscú, puede significar varias cosas. Usarlo para vender muebles es la peor opción. / Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1

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TORTURADO Y ASESINADO

Raúl Peñaranda U.

Rodeado, amenazado, atemorizado, insultado. Tal vez pensaba que no iba a morir. Quizás pensó que el Gobierno haría lo que él pedía: que la Policía fuera replegada del lugar de manera pronta y completa.

Cuando Rodolfo Illanes le “rogaba al doctor Romero” que la Policía no actuara en el despeje de vías, lo que estaba tratando de decir es que fuera retirada del lugar. Pero el ministro Carlos Romero, y seguramente sus asesores inmediatos, escucharon “que la Policía no actúe”, cuando existe un mar de diferencia entre “no actuar”, quedarse en la zona, estar en apronte, mantenerse visible, y replegarse verdadera y genuinamente. El país tuvo durante siete horas a una autoridad secuestrada y, por lo que hizo y dijo el Gobierno, parecía que no pasaba nada.

El Ministerio de Gobierno ha señalado que dio la orden de ese repliegue de manera “casi inmediata” a las tres suplicantes llamadas de Illanes. La última fue a las 10:51. Después se detalló que el repliegue se ordenó a las 14:00, es decir tres horas después de las llamadas telefónicas. Eso no es “casi de inmediato”.

Y, además, existen testimonios que señalan que en realidad la Policía se replegó recién cuando se supo de la muerte de Illanes, alrededor de las 17:00 horas. Ello coincide con que, a eso de las 15:00, radios locales transmitieron en vivo desde Panduro que había movimientos de fuerzas policiales. Finalmente, el tercer minero muerto en los enfrentamientos falleció ese día, más o menos a las 17:00 por disparos de bala, en las cercanías de donde Illanes estaba secuestrado. Por lo tanto, no calza que el repliegue se dio “casi de inmediato”. (Escribo esta Columna antes del acto de interpelación legislativa a Romero y al titular de Minería, César Navarro, por lo que no cuento, obviamente, con esa información).

El régimen actual tiene fijada en su forma de actuar que no cede, que el Estado debe ser respetado, que los discapacitados pueden marchar cien veces, pero no se los atenderá, que los cívicos potosinos pueden marchar por mil calles paceñas, pero no se aceptarán sus pedidos.

Por otro lado, las autoridades pueden haber pensado que los mineros, que eran sus aliados hasta ese día, no iban a llegar tan lejos. Que para un secuestrador, mantener con vida al secuestrado es su carta de negociación y que por ello debe protegerlo. Quizás los mineros se exasperaron porque la Policía no se replegó, por el contrario actuó y otro minero resultó muerto. Pueden haber pensado que era una provocación. Pueden haberse sorprendido de que el ministro Juan Ramón Quintana pidiera la liberación del secuestrado, pero no pusiera aquello como requisito específico para instalar el diálogo, previsto para el día siguiente. Pueden haber creído que su secuestrado no tenía valor.

Poco después cometieron un delito bárbaro, que debe ser sancionado con todo el rigor de la ley. De hecho, ya existen 10 mineros detenidos y acusados como autores intelectuales y materiales del inenarrable hecho, mientras otros tantos se dieron a la fuga. Eso es correcto. Pero que ese crimen sea injustificable no quita que las autoridades también sean pasibles a ser investigadas.

En este caso, como en el pasado, no se ha visto en el Gobierno ni un ápice de autocrítica, ni la menor señal de remordimiento. Por el contrario, el Vicepresidente Álvaro García Linera ha intentado aprovechar esa muerte, llamando “héroe” a Illanes y describiendo, de manera ofensiva, las torturas a las que fue sometido. Incluso lo comparó con Cristo. Un portal gubernamental señaló que el exviceministro “se inmoló”. No, no se inmoló, rogó por su vida, tanto a mineros como a autoridades, y no fue escuchado.

Y esa incapacidad a la autocrítica se refleja también en que, de un día para otro, los que eran aliados de las autoridades, y a quienes defendían a brazo partido, pasaron a ser villanos. De ser mineros sacrificados que aportaban al desarrollo nacional, fueron retratados como “gamonales explotadores”. De un día para otro. Es una sorprendente muestra de cinismo.  / Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1

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