Opinion

CARTA AL MINISTRO DE DEFENSA, REYMI FERREIRA
Cara o Cruz
Raúl Peñaranda U.
Lunes, 10 Octubre, 2016 - 18:47

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De mi consideración:

He leído con atención su libro “Caso Zapata, la confabulación de la mentira” y me interesa hacer algunas consideraciones. En primer lugar, los calificativos que usted me lanza en el libro, como que hago un “periodismo de cloaca” y que estoy al servicio de “intereses empresariales”, se explican en la libertad de expresión que debe existir en toda sociedad. Obviamente esos adjetivos son injustos (como también haber dicho a una radioemisora gubernamental que soy un “mercenario”), pero no puedo hacer nada al respecto. Los poderosos del país pueden exigir a los periodistas que se retracten, pero esto no ocurre al revés.

Su libro, señor ministro, es interesante porque le atribuye un poder enorme a los medios identificados por su régimen como parte de un supuesto “cártel de la mentira”, a tal punto que consiguieron la victoria de la opción No en el referéndum del 21 de febrero. En realidad, considerando que se me señala como parte de ese “cártel”, ése es un honor, puesto que es por lo menos curioso señalar que un puñado de medios y periodistas, quizás el 1% de todos los que existen en el país, pueda haber tenido tamaña influencia. Veamos: en el supuesto “cártel” están tres diarios (El Deber, Los Tiempos y Página Siete), una radio (Erbol) y una agencia de noticias (ANF). A ellos se suman los periodistas Carlos Valverde, Amalia Pando y Andrés Gómez, que conducen programas en medios locales, aparte de mi persona. Recientemente ha sido añadido al grupo el programa Encontrados, que dirige Gonzalo Rivera en el canal Católico. Sé que esta lista es incompleta y que existen varios medios y colegas adicionales que hacen un espléndido trabajo independiente y crítico en el país. Con todo, ¿usted genuinamente cree que ese puñado de periodistas puede haber puesto realmente en jaque al Gobierno más poderoso que ha tenido Bolivia desde la fundación de la república?

Si pudo hacerlo es que el Gobierno está basado en premisas falsas. Nunca un 1% de medios de un país haría tambalear a un Gobierno que se conduzca mediante valores democráticos y diciendo la verdad. No son los medios los que impidieron la victoria del oficialismo, señor ministro, sino los enredos, mentiras y medias verdades que éste propaló sobre el caso Morales-Zapata, Fondo Indígena, licenciatura en matemáticas y libretas militares, entre varios otros.

Permítame decirle que todos los ejemplos de noticias publicadas por ese valiente “cártel de la verdad” y que usted detalla en su libro son correctos: “Zapata asegura que su hijo está vivo”, por poner un caso, es periodísticamente correcto. Un reportero recoge las declaraciones de fuentes relevantes y las transmite a su público. Que en el futuro se demuestren falsas, o no, ya no depende del periodista que escribe la nota. Lo mismo se podría decir si un medio publica la información “Ministro Ferreira asegura que su libreta militar es legítima” o que “García Linera afirma que el MAS tiene mártires, no corruptos”. Esos titulares también son adecuados porque se respaldan en fuentes informativas, independientemente de si éstas dicen la verdad o no.

Sobre el tema, podría añadir que Página Siete y ANF han demostrado que publicaron durante este escándalo el triple de noticias que tuvieron como fuentes a autoridades de Gobierno (entre ellos, usted) que a dirigentes de la oposición. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír…

El problema de su libro, señor ministro, lo mismo que el de su colega Lenny Valdivia, no son los numerosos errores y contradicciones que presentan, sino su evidente intención de exculpar al Jefe a toda costa, lo que les hace caer en falta de honestidad intelectual. Ambos dan vueltas sobre las contradicciones de Zapata, que son evidentes, pero omiten de manera notable señalar los elementos que afectan al Gobierno en todo este escándalo: que Morales señaló que su hijo había nacido y que murió siendo un bebé. Que García Linera aseguró que el Presidente conoció al niño y que le ayudó a tratarse en el exterior. Que los certificados de nacimiento y de reconocimiento del niño son legales. Que el ministro Juan Ramón Quintana dijo que había “extraviado” uno de sus celulares. Podría seguir, por ejemplo para señalar que Zapata fue acusada de encabezar una “organización criminal”, conformada también por un chofer, una exdirectora de unidad y unos cuantos pequeños empresarios. Rara “organización criminal” de enriquecimiento ilícito que culpa a un chofer y en la que ninguna autoridad tiene algo que ver. Tampoco se pregunta cómo es que Zapata llegó a un cargo tan alto de una empresa china sin tener experiencia ni ser profesional, ni cómo manejó millonarias cuentas bancarias durante años. Ha debido ser gracias al chofer.

En política casi todo pasa y se olvida, pero algunas cosas perduran. Del escándalo que su libro intenta, por todos los medios, borrar, quedará para el futuro la extraña circunstancia de un padre de familia que creyó haber tenido un hijo que, dice ahora, nunca nació. Ese es el quid de este triste asunto: el Presidente ni fue a la clínica cuando nació su hijo, como lo haría todo hombre de bien, y cuando creyó que estaba enfermo, no lo fue a visitar. Tampoco fue al velorio cuando supo que había muerto ni pensó en llevarle flores al cementerio los días de Todos Santos. Esa mancha, señor ministro, no se borrará ni con mil libros escritos por todos los amanuenses del mundo.

Atentamente,

Raúl Peñaranda U.

 

CI 2059743 LP