Historia de Bolivia

ESTADO FALLIDO

Juan José Toro Montoya

Al referirse a la dimensión de la pobreza que soportó Bolivia desde su fundación, muchos coinciden en que esta se debió a la mala planificación del Estado surgido en 1825.

Y es que, por una parte, este país sí tenía vocación de Estado porque así lo demostró desde que comenzó a perfilarse como unidad política pese a la diversidad y desconexión de las naciones existentes en su territorio.

Los pueblos indígenas de tierras altas estaban conectados por una red caminera que se utilizaba fundamentalmente para el transporte de sal y los alimentos que se adquirían mediante el trueque. Los de tierras bajas estaban aislados pero existen reportes de incursiones desde occidente con clara intención de incorporarlos a las sociedades prehispánicas.

La identificación de este territorio como uno solo permitió el establecimiento de una unidad jurisdiccional conocida como Audiencia y Cancillería Real de la Plata de los Charcas, o Audiencia de Charcas, cuyos límites fueron problemáticos, por la región oriental, pero lo suficientemente claros como para individualizarlo. Esa fue la base territorial para la creación de Bolivia.

Pero la fundación de este país no fue solo el resultado de un proceso histórico y sociológico sino, fundamentalmente, el de la maquinación de un grupo de personas que pasaron a la historia como “los doctores de Charcas”. Encabezados por Casimiro Olañeta, estos letrados consiguieron hacerse del control político de Charcas antes de que el ejército colombiano, encabezado por Sucre, ingresara a nuestro territorio. La historia, incluso la oficial, dice que Olañeta convenció a Sucre, primero, y a Bolívar, después, de que los habitantes de Charcas no querían formar parte de los Estados que habían quedado libres para entonces sino constituirse en una república independiente.

Sucre cayó en el juego y permitió que los representantes de las provincias de Charcas se reúnan en una asamblea deliberante que fue la que decidió la creación de Bolivia. La composición de esa asamblea es una clara muestra de la hegemonía política de entonces ya que la mayoría era gente adinerada que poco o nada había hecho en la lucha por la libertad. De los guerrilleros, el único presente fue José Miguel Lanza y los combatientes solo estuvieron representados por Melchor Daza. Los indios estuvieron excluidos de las deliberaciones, como después de la vida política nacional. 

El principal orador y expositor de la propuesta de independencia fue Olañeta mientras que uno de sus allegados, José Mariano Serrano, fue el presidente y redactor de una escueta declaración en la que no se expone motivos políticos ni ideológicos, menos aún sociológicos. Eso sí, se hace hincapié en que era interés de los diputados “no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas” y erigirse en “un Estado soberano e independiente de todas las naciones”. Así se fundó Bolivia, al margen de las grandes mayorías nacionales.

Esta semana, el viceministro de descolonización, Félix Cárdenas, me hizo recordar esos detalles fundacionales cuando criticó al Estado surgido en 1825. “Ellos querían ser europeos”, me dijo y la prueba de ello es que la capital de la nueva República, Sucre, copió muchos de los modelos parisinos que hoy son parte de los atractivos del parque Bolívar.

Sí. La Bolivia de 1825 fue la expresión del poderío de una clase criolla que manejó el país desde entonces y, con excepciones que confirmaban la regla, lo manejaron mal.

La prueba de su improvisación es que, como apuntó Enrique Finot, el nuevo país nació con mar pero sin puertos.

 

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ENCUESTAS E HISTORIA

Juan José Toro Montoya

Una encuesta de Equipos Morisobre el mejor presidente de Bolivia, difundida por el Ministerio de Comunicación, ha provocado una polémica en las redes sociales que se explica por la característica de esas consultas: cuestión de gustos.
El Diccionario de la Real Academia Española define una encuesta como un “conjunto de preguntas tipificadas dirigidas a una muestra representativa de grupos sociales, para averiguar estados de opinión o conocer otras cuestiones que les afectan” así que, generalmente, las respuestas reflejan situaciones subjetivas o estados de ánimo de las personas consultadas.
El valor de una encuesta no solo se mide por el tamaño de la muestra sino también por los grupos sociales a las que está dirigida. Una encuesta electoral, por ejemplo, se dirige a toda la población votante que en Bolivia son los mayores de 18 años. Como todos tienen derecho a votar, no se hace mayores distinciones.
Pero existen encuestas que, por sus características, solo se puede hacer en ciertos grupos sociales. Si la pregunta principal es “¿cuál es el mejor edificio de la ciudad?”, todos pueden ser consultados pero sus respuestas no son igualmente válidas ya que el ciudadano común opinará según su criterio pero los urbanistas, arquitectos, ingenieros y albañiles responderán de manera cualificada.
Si al ciudadano común se le pregunta quién es, a su juicio, el mejor presidente de Bolivia, este responderá según sus gustos o memoria inmediata así que no abarcará un periodo significativo de tiempo. Si, en cambio, se le hace la misma pregunta a un historiador, un profesor de Historia o un cientistasocial, las respuestas serán válidas porque seguramente abarcarán todo el periodo republicano.
Bolivia tuvo 65 presidentes y deben ser muy pocos los ciudadanos comunes que los conozcan a todos. La mayoría cree, como un ejemplo de su poca ilustración, que el tercer presidente fue Andrés de Santa Cruz cuando en realidad fue el sexto. Entre Sucre y Santa Cruz estuvieron José María Pérez de Urdininea, José Miguel de Velasco y Pedro Blanco pero este es un dato muy poco conocido.
Existieron presidentes prácticamente desconocidos como Sebastián Ágreda, Felipe Segundo Guzmán o Tomás Monje. La mayoría de la población boliviana no los conoce y, a decir verdad, no tiene por qué hacerlo ya que esa es obligación de quienes se dedican al estudio de la Historia.
Pero, al igual que en el caso del mejor edificio u otros que necesitan respuestas cualificadas, también entre los especialistas pesan mucho las valoraciones, cuestiones subjetivas y, en definitiva, los gustos sobre los que no hay nada escrito. Así, existen historiadores como Carlos Mesa que le dan más valor a Andrés de Santa Cruz que a Bolívar y Sucre. Muchos de sus colegas podrán estar en desacuerdo pero, si se lee las razones del expresidente, se encontrará que tienen bastante peso. A mí, que no soy historiador pero debo estudiar Historia en atención a mi trabajo periodístico, no me gusta el mariscal de Zepita y también tengo mis razones. Jodido como soy, también les encuentro peros a Bolívar y Sucre y, en cambio, valoro mucho la honestidad de José María Linares. Cuestión de gustos.
Por ello, una encuesta sobre el mejor presidente de Bolivia solo tendría valor si estuviera dirigida a personas que tienen conocimientos sobre la Historia de nuestro país. Como todo indica que se hizo en un universo general, entre ciudadanos comunes, no hay que darle demasiada importancia a la que fue difundida por el Ministerio de Comunicación.

 

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¿Por qué se dio el colgamiento de Villarroel?: cita con aquel 21 de julio

 
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Gualberto Villarroel es conocido como "El Presidente mártir". Un 21 de julio de 1946, una multitud, apoyada por fracciones del ejército, tomó el Palacio de Gobierno. El jefe de Estado y varios de sus colaboradores fueron colgados en los faroles de la plaza. ¿Cómo fue posible llegar a semejante extremo?  Pablo Michel y Mariano Baptista conversaron en "Tejiendo Bolivia", rememorando y analizando el hecho.

UN MAPA MALDITO

Raúl Peñaranda U.

Lo primero que ve un niño o niña de seis años cuando asiste a su primer día de clases en el país es el “mapa del desmembramiento” de Bolivia. Todos lo hemos visto. Está en todas partes. Se imprime de todos los tamaños. Figura en varios despachos del Palacio de Gobierno. Su versión en lámina escolar cuesta un boliviano. Ese mapa muestra los “territorios perdidos” (Acre, Chaco, Mato Grosso, Purús y el Litoral) y le dice al niño o niña que vive en un país de derrotados.

No solo eso. Ese mapa es mentiroso, falso. Excepto la pérdida del Litoral, que no solo nos restó territorio sino que anuló a cualidad marítima boliviana, los demás “desmembramientos” son discutibles y algunos de ellos directamente no existieron como los muestra el mapa. ¿O realmente alguien cree que Bolivia llegaba hasta las puertas de Asunción? ¿O que el país tenía soberanía sobre un territorio 600 kilómetros al norte de la actual Cobija?

El historiador Jorge Abastoflor ofreció una interesantísima entrevista al suplemento Ideas de Página Siete, que da pie a esta columna, en la que señala que Bolivia ha construido su historia sobre la idea de derrotas, despojos, abusos. Todos nos hicieron daño: españoles, chilenos, brasileños, argentinos. Abastoflor pide cambiar esa visión por otra, más acertada históricamente, alejada del derrotismo y orientada a mejorar la autoestima de los bolivianos. Aunque pocos lo saben, él demuestra que Bolivia ha ganado más guerras que las que ha perdido, por ejemplo. No sólo Abastoflor respalda esta nueva orientación historiográfica, lo hacen también otros historiadores como Fernando Sánchez, Robert Brockmann y Pablo Michel.

Pero tampoco podemos estar orgullosos solamente de uniformes militares, por más que pertenezcan a Ejércitos victoriosos. Bolivia es un gran país por un sinnúmero de otras razones, desde su gran diversidad geográfica y cultural, su hermoso y riquísimo folklore, su gastronomía de primer nivel, su patrimonio paisajístico y medioambiental, el ingenio de sus habitantes, la capacidad de organización y lucha de sus gentes, su amor por el trabajo esforzado, etc. El país fue cuna de grandes civilizaciones, dio origen a pensadores, políticos y científicos de talla y encarnó momentos de heroísmo egregio como la denominada defensa del Socavón.

Nada de eso aprenden los chicos y chicas en el colegio, no solamente en primero de primaria, sino durante sus largos, tediosos y muchas veces improductivos 12 años de enseñanza escolar. Lo que se les enseña es que somos perdedores, que nuestros problemas se deben a la acción de “los otros”.  No hay que desmerecer la historia, evidentemente, con todo su legado, pero no tenemos por qué añadirle peso inexistente a las derrotas. Tampoco se trata de negar los problemas, como pobreza persistente, corrupción, caudillismo, desapego por las normas, entre muchas otras. Pero no exageremos.

Ya Jaime Paz intentó cambiar esta visión de la realidad y acuñó su afamado eslogan “Bolivia, país de ganadores”, pero todo se quedó en ello, en eslogan. La clave para ese cambio es una nueva educación, que siente las bases de una mirada distinta sobre nosotros mismos y sobre el futuro. Esa reforma educativa, que quizás no se haga nunca, lamentablemente, también debería lograr incentivar la imaginación creadora, dar las bases para ayudar a una reflexión crítica, entregar los instrumentos para resolver problemas matemáticos, apoyar la comprensión de textos escritos y estimular la integración social, la convivencia y la solidaridad. Pero con sindicatos tan fuertes que inviabilizan cualquier cambio, y la falta de interés de las autoridades, que evitan el conflicto, ello es casi imposible.

Mientras tanto, por lo menos podríamos empezar por prohibir ese maldito mapa.

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UNA MONEDA

Juan José Toro Montoya

1622. El galeón Nuestra Señora de Atocha parte del Callao con rumbo a Cartagena de Indias con el fin de unirse a la Flota de Indias en uno de sus viajes de regreso a España. Más que un conjunto de naves, la flota era el motor económico de la España colonial ya que transportaba la riqueza de los virreinatos a la metrópoli. Recientemente estrenado, el Atocha era el más importante de aquel viaje porque debía transportar la plata del Perú, plata que se extraía del Cerro Rico de Potosí, se fundía, convertía en lingotes y acuñaba en la Casa de Moneda para luego partir en largas caravanas de mulas rumbo al Callao. Una vez en Cartagena, la flota parte a Portobelo para luego enfilar a La Habana, última escala de un viaje cuyo destino es Sevilla. Pero el destino tenía otros planes. Ya en La Habana, la partida de la flota se retrasa y sale recién el 4 de septiembre, en plena temporada de huracanes. Un día después, mientras se dirigía al Canal de Bahamas, fue azotada por una terrible tormenta que hundió ocho de sus barcos, incluidos el Margarita y Nuestra Señora de Atocha.

1960. Mel Fisher, un instructor de buceo nacido en Indiana, Estados Unidos, que ya había participado en búsquedas de tesoros hundidos en el mar, encontró datos del Atocha en el Archivo de Indias, en Sevilla. A partir de entonces, ese tesoro se convirtió en su obsesión. Organizó una empresa denominada TreasureSalvors y tanto él como su familia se dedicaron a buscarlo.

1985. 25 años y toneladas de lodo después, Kane Fisher, hijo de Mel, encuentra el Atocha. En su momento, fue considerado el hallazgo marítimo más importante de la historia porque, pese a que nunca se conoció oficialmente el detalle de las piezas rescatadas, se divulgó que el contenido alcanzaba a 24 toneladas de plata en 1.038 lingotes, 180.000 pesos en monedas de plata, 582 lingotes de cobre, 125 barras y discos de oro además de joyería cuyo registro no aparece en el manifiesto de carga.

Se dijo que el valor del tesoro alcanzaba a 450 millones de dólares pero los expertos calculaban sumas mayores.
El tesoro del Atocha es apenas uno de los muchos que salieron desde Potosí con rumbo al Callao para luego seguir la larga ruta a Sevilla. En 1548, el primer cargamento era de 7.771 barras de plata que tardaron seis meses en llegar a Arequipa. Desde entonces hasta 1809, toneladas y toneladas de plata salieron de Potosí para nunca más volver. No todos los barcos llegaban a España. Unos eran abatidos por tempestades y otros asaltados por piratas. En 1804 se hundió la fragata Nuestra Señora de las Mercedes cuyo cargamento de 17 toneladas de plata fue encontrado en 2007 por la empresa Odyssey Marine Exploration que, tras el hallazgo, se sumió en un litigio que terminó dándole los derechos del tesoro al gobierno de España.

1998. Con motivo de la muerte de Mel Fisher, NationalGeographic emite un documental sobre el tesoro del Atocha y Ramiro Rivero Mendoza, un potosino que estaba en viaje de negocios, se interesa al ver las monedas y encontrarles parecido con las acuñadas en la Casa de Moneda. Se contacta telefónicamente con el Mel Fisher MaritimeMuseum y se entera que hay varias piezas a la venta. Encarga una moneda de plata y acuerda el precio: 200 dólares.

1999. Rivero llega a su natal Potosí y dona la pieza metálica al museo de la Casa de Moneda.

377 años y toneladas de plata después, una moneda, sólo una de cientos de millones, retornaba a su lugar de origen, una tierra que, 468 años y toneladas de plata después, sigue siendo pobre.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
www.columnistas.net

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BOLIVIANOS INGRATOS (II)

Juan José Toro Montoya

El problema de Sucre es que Bolivia no reconoce su aporte a la construcción de la Patria.
Ese hecho saltó a la vista en la lucha por la capitalidad plena que fue sosegada con los resultados que todos conocemos.
Mientras Sucre reclamaba, con toda justicia, que no sólo se reconozca su condición de capital de Bolivia en la Constitución sino que se le restituya su categoría de sede de todos los poderes del Estado, había gente que no entendía ese reclamo.

La mayoría de los bolivianos sólo sabe dos cosas sobre Sucre: que allí se dio el primer grito libertario de América y que es y sigue siendo la capital de Bolivia.

Y la verdad es que el del 25 de Mayo de 1809 no fue el primer grito libertario. Admitir eso sería tanto como decir que, antes de esa fecha, no hubo ningún intento de rebelión en el continente.

Excluyendo a sublevaciones anteriores, existen referencias sobre el reclutamiento de tropas en Potosí y La Plata (hoy Sucre) para una expedición de Juan Ortiz de Zárate a Chile, en 1595, con el fin de sofocar una revuelta de los araucanos, y apenas cuatro años después, en 1599, hubo una doble revuelta en ambas ciudades protagonizada por Juan Díaz Ortiz (en Potosí) y Gonzalo Luis de Cabrera (en La Plata).
Las dos ciudades aparecen casi siempre juntas en los documentos coloniales porque eran las más importantes de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia. “La Audiencia de Charcas ejerció poder sobre lo que hoy son Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y partes del Perú, Brasil y Chile”, apunta Charles  Wolfgang Arnade.

La sede de la poderosa Audiencia era La Plata y desde allí no sólo se gobernaba ese extenso territorio sino que, subterráneamente, se tejían las ideas de la libertad.

La fundación de la Universidad Mayor, Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca cambió la historia de la Audiencia porque, al influjo jesuita, logró evadir las grandes vallas de la censura para permitir que las doctrinas políticas liberales se discutan en sus pasillos. Para rematar, en 1776 se estableció la Real Academia Carolina, una especie de escuela de posgrado que ahondó en la discusión intelectual de la época. “En cuanto terminaba la parte oficial del programa, en la Academia se encendían los cenáculos y discusiones sobre sucesos e ideas, de manera que los patios carolinos y las fondas servían de escuelas de capacitación revolucionaria de los licenciados criollos”, dice Mariano Baptista Gumucio.

Entonces, la revolución de Chuquisaca no se limita a 1809 sino que maduró mucho antes. En 1781, un año después de la sublevación de José Gabriel Condorcanqui, en esa ciudad circulaban pasquines que decían, entre otras cosas, “Nuestro Gabriel Inca viva / Jurémosle ya por rey / siendo muy de acuerdo de Ley / que es lo que justo reciba”. La mayoría de los historiadores coincide en que los autores de esos escritos eran los carolinos.

La conspiración de siglos tuvo su remate en la crisis de representatividad de 1808, cuando el rey de España era prisionero de los franceses y había incertidumbre sobre las colonias. Los doctores de Charcas urdieron una brillante estrategia que desmanteló todos los argumentos y debilitó a la Audiencia para dar paso a la insurrección. Si: a la insurrección de 1809.

Sin Potosí no hubiera existido Bolivia y sin Sucre tampoco. Hoy en día, estas regiones son insultadas por unos políticos que creen que lo que hacen es reclamar más escaños. Falso. Lo que se pide es conciencia nacional para que Bolivia reconozca cuánto les debe.

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¿5521?

Juan José Toro Montoya

Intento entender las razones por la que ciertos sectores de nuestra sociedad, particularmente gubernamentales, califican al tiempo actual como el año andino amazónico 5521 y no lo consigo.

La documentación oficial que revisé no es muy clara al respecto. El Decreto Supremo 173, promulgado el 17 de junio de 2009, “declara Feriado inamovible al 21 de junio de cada año con suspensión de actividades públicas y privadas en todo el territorio del Estado Plurinacional de Bolivia, con motivo de celebrarse el solsticio de invierno”, pero no dice nada sobre el conteo de años.

La explicación que manejan las autoridades es un conteo arbitrario sin base científica. Dicen que a los 521 años de la llegada de Colón, que fue en 1542, se suman los 5000 años de antigüedad que tendría la cultura tiwanacota. Sin embargo, investigadores de la talla de Carlos Ponce Sanjinés ya establecieron que Tiwanaku se remonta al año 1580 antes de Cristo así que, si sumamos los 2013 restantes a partir del nacimiento de Jesús —pasando por alto el conocido error de los seis años—, encontraremos que, con la explicación oficial, este tendría que ser el año 3593.
Al cuestionar la antigüedad de Tiwanaku no se quiere, de manera alguna, poner en duda su importancia. Está por demás demostrado que esa cultura alcanzó un alto grado de civilización pero no por ello podemos forjar un imaginario con datos inexactos. Incluso para los fines dizque “descolonizadores” del actual gobierno, resultaría saludable poner un poco más de atención a los numerosos estudios sobre la antigüedad de los pueblos andinos puesto que encontraríamos varias sorpresas. 

Así, Teresa Gisbert afirma en la “Historia de Bolivia” que escribió con su esposo José Mesa y su hijo Carlos que “la antigüedad del hombre en América se estima en más de 40.000 años” Mientras que Roy Querejazu cree que la primera cultura sudamericana “tendría más de 30.000 años de antigüedad”.

En lo que se refiere a Bolivia, Gisbert apunta que la cultura más remota de la que se tiene referencia es la viscachanense “a la que los investigadores adjudican una antigüedad de varios milenios”, probablemente entre 8.000 a 10.000 antes de Cristo.
Posteriormente vendrían las culturas Wankarani y Chiripa que, según Ponce Sanjinés, habrían sido sometidas por Tiwanaku.

Querejazu divide a la cultura viscachanense en periodos y ubica el primero en el paleolítico inferior, al segundo en el paleolítico medio y una otra cultura, la ayampitinense, en el paleolítico superior. En torno a Vischacani, este investigador boliviano va todavía más allá porque, citando estudios con carbono 14, dice que pudo tener una antigüedad entre 14.000 a 16.000 años antes de Cristo.

Las culturas antes citadas no fueron las únicas que poblaron el territorio que hoy es Bolivia. Con diversas antigüedades, Gisbert menciona a Iskanwayas, Mollos, Callawayas, Pacajes, Collas (en  La Paz), Chichas, Qaraqaras, Charcas, Asanaques, Quillacas, Carangas, Sevaruyos, Soras, Incas (Oruro y Potosí), Chuis, Cotas, Mitmas (Cochabamba) y Yamparas (Chuquisaca). La mayoría de estas agrupaban, a su vez, a sociedades menores como, por ejemplo, Yura y Huruquilla que formaban parte de los Chichas.

A su vez, Querejazu cita, entre muchos otros que se desarrollaron en torno al Lago Titicaca, a lupacas, capancos, pucopucos, pacajes, yungas, carangas, quillacas, chichas, soras, capayapos, colliyungas y guanacos.

Como se ve, el pasado prehispánico de Bolivia es rico y vasto y no se limita a la gran civilización de Tiwanaku. Si el gobierno se quitara las anteojeras que sólo le permiten ver enemigos y dizque “colonizadores” quizás alentaría mayores estudios sobre ese periodo y permitiría que se termine de armar la incompleta prehistoria de Bolivia.

El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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