Punto de Re-flexión

A PROPÓSITO DE MARCELO

Omar Qamasa Guzman Boutier

Nacido el 13 de marzo de 1931 en Cochabamba, Marcelo Quiroga Santa Cruz fue un hombre multifacético. Ensayista, novelista, poeta (sus poemas publicados figuran bajo seudónimo), ministro, político, docente universitario, marcan las principales actividades a lo largo de su vida; aunque también ingresó al terreno del periodismo y de la cinematografía (en base a un cortometraje, en este último caso). Pero la principal de las actividades de este hombre fue la actividad política, comprometida con las luchas populares. Tal fue así, que en una entrevista concedida a Giancarla Quiroga a finales de 1979 y publicada en “Presencia literaria”, no dejó de traslucir cierto lamento, por el hecho de relegar otras actividades, como la producción literaria, en beneficio de la lucha política en pro de los ideales socialistas. Precisamente ese compromiso le llevará medio año más tarde (el 17 de julio de 1980) a la muerte, en el asalto a la sede de la Central Obrera Boliviana (COB), por parte de bandas delincuenciales bajo las órdenes del coronel Luis Arce Gomez y del general Luis Garcia Meza.

Si es que se pudiera encontrar un común denominador en las diversas facetas de Quiroga Santa Cruz, diríamos que la consecuencia y la honestidad con los principios que propagaba, marcan la similitud. El que los contenidos hubieran cambiado, es secundario. Lo es, por ejemplo, cuando se recuerda su preocupación existencial, fuertemente expresada en su primera novela (“Los desahitados”, escrita en 1957 y por la cual mereció el premio de talla internacional Faulkner), antes de su amor a la patria manifestada en la defensa de los recursos naturales para, finalmente, devenir en su adscripción a la teoría marxista. En cada unode estos ámbitos, Quiroga mostrará su fidelidad mediante acciones concretas, expresivas de la consecuencia con su pensamiento.

Por ello no tiene sentido hablar de Quiroga Santa Cruz, como exponente de una línea de pensamiento ya que, insistimos, lo que destacará en este hombre serán la consecuencia y la fidelidad a los principios, sean cualesquiera éstos. Bajo este razonamiento, entonces, podría conjeturarse si Quiroga hubiera o no apoyado, digamos, al gobierno de Evo Morales. Un ejercicio semejante, sin embargo, podría envolvernos en la especulación absurda e infantil. Para evitar este abismo, al contrario, puede intentarse un acercamiento para una posible respuesta, a partir de situaciones políticas casi similares que vivió el país, en los tiempos de Marcelo. Y el evento más importante de entonces, será la revolución nacional de abril de 1952 y los doce años de gobiernos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

En aquél entonces, al igual que con el hoy gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), sectores arribistas de las clases medias han cabalgado sobre las espaldas de las luchas populares, para hacerse del gobierno en beneficio particular. Entonces, al igual que hoy, muchos intelectuales progresistas se han apresurado a sumarse al carro del partido de gobierno, mientras Marcelo Quiroga mantenía una crítica abierta al MNR, para desnudar precisamente el carácter falsamente revolucionario de ese partido. Las múltiples columnas de prensa publicadas bajo esa orientación -y reunidas posteriormente en un libro titulado “La victoria de abril sobre la nación”), le granjearon la enemistas con la intelectualidad movimientista de aquél período, entre ellos René Zavaleta Mercado. El entonces joven Zavaleta Mercado, respondió al también aún joven Marcel, con una columna publicada bajo el título “Joven deshabitado culpa al país de sus desgracias personales”. El tiempo, sin embargo, se encargó de demostrar la validez de las críticas de Quiroga. La irrefrenable derechización del MNR, por tanto, incluso alejó de sus filas a hombres como Zavaleta Mercado, impulsándoles hacia posiciones claramente marxistas. Tal es así que en “Las masas en noviembre” (uno de sus últimos trabajos publicado a inicios de los años ’80, antes de su muerte), René Zavaleta dedicará todo un acápite a manera de homenaje a Quiroga Santa Cruz.

Al margen del recuerdo de la posición de Marcelo Quiroga frente a un gobierno populista y supuestamente revolucionario, nos sirve también -a fin de conjeturar respecto a que si hubiera apoyado o no a un gobierno como el actual- volver a las líneas matrices que condujeron su vida: la lealtad y la consecuencia con los principios que propagaba. En este terreno, ciertamente Evo Morales y los suyos tienen todas las de perder. El MAS, un partido que aglutina a traidores (en este caso para con las demandas de la guerra del gas del 2003), demagogos y gentes sin principios, a diferencia del MNR, no ha necesitado doce años (1952 – 1964) para desnudar sus miserias ante la población; a los masistas les bastaron ocho años para olvidarse de las demandas populares e indígenas y correr a los brazos de las empresas transnacionales. La torpeza del MAS (algo así como un pálido remedo del MNR de inicios de la década de 1950) ha pretendido, por ejemplo, mostrar como nacionalización de los hidrocarburos, lo que en realidad es: una simple migración de contratos ya acordados entre el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR) con las transnacionales. ¿Será por esta afinidad entre movimientistas y masistas que tantísimos gonistas hoy ocupen puestos en la administración pública, a título de formar parte del “proceso de cambio”?

Gramsci escribía que la política es, en lo principal, el cambio de la correlación social de fuerzas. Se entiende que este cambio, desde una perspectiva revolucionaria, tiene sentido en la medida en que sirva para la concretización de un proyecto revolucionario, si se quiere. Aquí, claro, interviene eso que se llama el realismo político (larealpolitik). Es un tema escabroso, ciertamente, porque nos aproxima a lo que puede ser considerado como realismo y lo que abiertamente resulta oportunista, con inequívocos signos de traición. Lo que puede ayudarnos para no confundir las cosas, en este terreno, es pues la lealtad y la consecuencia con los principios, a la manera de Marcelo, orienten todo nuestro accionar. Al contrario, en gentes como sin principios y absolutamente desconocedores de lo que se llama lealtad, como Evo Morales y los suyos, el paso hacia el oportunismo y la traición -a título de ser pragmático y realista- es inevitable, tal cual lo vemos en estos días gris que nos toca vivir.

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ESTADO Y SOCIEDAD EN TIEMPOS DE CATÁSTROFES

Omar Qamasa Guzman Boutier

En una anterior columna (titulada Trinidad, ¿la huérfana?) recordamos la idea que los tiempos de catástrofes marcan el tiempo de los regímenes. Quisiéramos profundizar la reflexión sobre ello, para pensar de manera crítica al actual Estado boliviano.

Antes, conviene diferenciar rápidamente conceptos tales como Estado, régimen y gobierno. Desde la teoría del institucionalismo, podríamos decir que el Estado es la organización de los órganos oficiales e institucionales de una sociedad, mientras que con el concepto régimen, precisamos el orden y los principios que rigen a tales órganos y por gobierno entenderemos al equipo administrador del Estado. Por eso dice el sentido común, enmarcado en el institucionalismo: “los hombres pasan, las instituciones quedan”. ¿Pero, qué pasa cuando el orden institucional, el régimen, se funda en principios diferentes a los que comparte la mayoría de la sociedad? Entonces, lo que sucede es que “los hombres pasan … y las instituciones también”. Bolivia, como sabemos, es un caso ejemplar en ello.

La apretada diferenciación de los tres conceptos que hicimos, sin embargo, es aún insuficiente para reflexionar respecto al Estado y la sociedad en tiempos de catástrofes. Para abordar esa relación, según nuestro punto de vista, no se puede prescindir de la consideración de la sociedad como el alter del Estado, es decir como su referencia última, si se quiere. Somos conscientes que en este razonamiento articulamos dos teorías diferentes: el institucionalismo y el marxismo, principalmente en su versión gramsciana; o sea un enfoque restringido (la teoría del institucionalismo) y un enfoque amplio (la sociología marxista), para referirnos a la temática. Esta manera de razonar acerca del problema se considera poco menos que herética, en ciertos círculos académicos, en particular entre quienes defienden el puritanismo teórico. Al contrario, para otras propuestas teórica-metodológicas (con las que concordamos), el pluralismo teórico no solamente es útil, sino necesario para acercarnos al conocimiento de la realidad.

Dicho esto, veamos aquél principio que dice que los tiempos de catástrofes son los tiempos del régimen, pero en un contexto de construcciones estatales débiles. Para ello recurriremos a dos ejemplos: Bolivia, bajo el impacto de las inundaciones y Ucrania, invadida por el ejército ruso. El primer elemento común entre ambos ejemplos, es que cada uno presenta, visto desde lo institucional, una construcción estatal débil. En el marco de una situación catastrófica, para las sociedades de cada uno de estos dos países se presenta un dilema. Desde ya, puede decirse que en situaciones de catástrofes (por eventos naturales, por eventos militares, por epidemias u otros motivos) toda sociedad tiende hacia su Estado, es decir se activan en ellas, si se quiere, las tendencias estadólatras -en ese sentido se habla que situaciones de catástrofes marcan la hora en la que se espera la actuación del régimen. El que una sociedad “acuda” en situaciones tales hacia su Estado es natural, porque se supone que el Estado es, entre otras, la misma sociedad organizada institucionalmente.

¿Qué sucede, sin embargo, frente a una institucionalidad estatal débil, como en el caso de Bolivia o de Ucrania? Lo que sucede, es que la sociedad recurre a su propio bagaje para enfrentar la catástrofe. Lo hace, según nuestro ejemplo, de diferentes maneras. En el caso de las inundaciones en el Beni (Bolivia) la auto-organización de la sociedad muestra líneas no complementarias, institucionalmente hablando, con los débiles esfuerzos estatales; mientras que en el caso de Ucrania los esfuerzos auto-organizativos de la sociedad[1] dibujan líneas de complementación con los (también débiles) esfuerzos del Estado de ese país. Estos distintos comportamientos de cada una de estas sociedades, con respecto a su Estado, tendrán también consecuencias diferentes. Mientras que en el caso de Ucrania puede pensarse en una complementación entre los esfuerzos estatales y sociales (potenciando de esa manera, en último término, al Estado), en el caso boliviano, la no convergencia -por la arrogancia del gobierno del MAS- institucional de los esfuerzos, no robustece al Estado. Tampoco, claro, vamos a hablar aquí del cuestionamiento a éste, pero es evidente que si las cosas suceden por debajo, por encima o por los costados del Estado, la legitimidad social de éste queda en entredicho.

No es algo que a los bolivianos debería sorprendernos, porque esa ha sido la tradición de “nuestro” Estado. Pero, como vimos en el ejemplo a propósito de las inundaciones en el Beni, la reforma masistano ha servido para el desarrollo del Estado. Al contrario, puede decirse que esa reforma no ha dejado de ser una simple re-edición de los tristes remedos de Estado que tuvimos, por lo que es válido afirmar que el Estado “plurinacional” de los masistas no es sino el mismo mamarracho estatal de siempre.




[1] Los esfuerzos auto-organizativos a los que nos referimos en este caso, giran en torno al llamamiento a la sociedad ucraniana, por parte de dirigentes de las protestas, respecto a la organización de fuerzas paramilitares para enfrentar la invasión rusa. No interesa, en este caso, si el llamamiento proviene de sectores políticos de la extrema derecha, radicalmente nacionalistas.

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TRINIDAD, ¿LA HUÉRFANA?

Omar Qamasa Guzman Boutier

En el manejo responsable y serio de la administración gubernamental, sea cual sea su titular, se sabe que los episodios catastróficos que vive una sociedad, constituyen un llamamiento a la actuación del régimen. Así, los períodos de crisis, a raíz de una catástrofe natural, marcan la hora del régimen, es decir, conforman un llamamiento para que éste actúe. Estos presupuestos son válidos, claro, para cualquier gobierno responsable y serio; que no es el caso, ciertamente, del actual neomelgarejista gobierno boliviano. Para ello basta observar el comportamiento del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) en estos días, en los que las lluvias han puesto virtualmente bajo las aguas a un departamento (el Beni) y a su capital, Trinidad. A las mismas horas en las que la población boliviana se solidariza con las víctimas de las inundaciones en el Beni, algunos diputados masistas salen a la palestra pidiendo enjuiciamiento al Prefecto de ese departamento, porque se le habría encontrado en el aeropuerto, antes de tomar un vuelo, una mochila con más de 200 mil bolivianos.

Los episodios catastróficos son la hora de la actuación del régimen, principalmente porque esa es la responsabilidad de sus titulares; la población espera de sus autoridades que, en momentos críticos, sean capaces de administrar el aparato estatal de tal manera que permita a la población enfrentar la catástrofe. No es un gesto de buena voluntad que se espera de los hombres de un régimen, sino el cumplimiento de la responsabilidad que asumieron, al acceder a cargos públicos. A ello puede llamarse, en parte, un régimen confiable.

Lo cierto es que la catástrofe del Beni y en particular la situación de Trinidad, han marcado un evento demasiado grande para el gobierno de Evo Morales. La dimensión de los daños no se condice con las respuestas que hasta el momento el gobierno ha dado, balbuceo y manotazos de ahogado de por medio. Por ello puede pensarse que a fin de enfrentar con alguna posibilidad medianamente seria la crisis, el gobierno debería permitir que otras fuerzas, también estatales, acudan en mejores condiciones en auxilio del Beni. Las autoridades de este departamento han insistido en que el gobierno declare al Beni , zona de desastre nacional, a fin de que se incrementen los canales de socorro y ayuda. Sin embargo, Morales y compañía prefieren hacerse de oídos sordos y resistir a tal declaratoria. Este gesto, que no corresponde a hombres titulares de los principales cargos públicos, solamente puede entenderse porque en verdad hay una mentalidad, en los eventuales inquilinos del Palacio de gobierno, que poco se diferencia de aquella mentalidad de Mariano Melgarejo. Ello, claro, no ha impedido que la comunidad internacional, por su parte, acuda con una que otra ayuda al departamento afectado; aunque en forma limitada porque el departamento no es, oficialmente, reconocido como zona de desastre nacional.

Como bien ha observado una parlamentaria de oposición, Evo Morales se contenta al parecer en mandar al Beni, ocasionalmente, a uno que otro “ministerillo”, mientras él se mantiene lejos de la zona, en otras latitudes, inaugurando cualquier obra, por más insignificante que sea, en comparación a los desastres que sufre el Beni. La razón de este irracional comportamiento de Morales y sus hombres, parece encontrarse en el cálculo político. Para el MAS, el 2014 es el tiempo de la propaganda permanente. ¿No llamó Morales acaso, a los empleados públicos, a delinquir cuando pidió que solamente trabajasen la mitad del tiempo de sus obligaciones y dedicasen la otra mitad del tiempo para la campaña  electoral? Todo, pues, se subordina a la necesidad del trabajo “por el partido”; aun las catástrofes naturales, como la que azota al Beni y otras regiones del país. De hecho, una autoridad indígena criticó precisamente los excesivos viajes de Morales, con el pretexto de inaugurar cualquier obra, a fin de cosechar fáciles aplausos. Poco falta, en verdad, para que presuroso acuda a la inauguración de alguna letrina, en cualquier comunidad y desear, luego de su inauguración, “feliz baño nuevo” a los asistentes.

Más allá de todo ello, sin embargo, algo queda de la inconducta gubernamental, para enfrentar catástrofes naturales y lo que queda, en la población boliviana (muy particularmente en la beniana), es la certeza que en el gobierno hay una enfermiza e infantil actitud de venganza para con esa población. Al parecer ha pesado demasiado en el ego de los gobernantes, la derrota electoral para gobernador o las críticas que recibieron por ese gesto de verdadero llunkerío gubernamental para con Venezuela, al levantar una estatua en homenaje al expresidente venezolano, Chávez y mandar guardias para protección de la misma, ante las críticas de la ciudadanía. Pero lo que queda, en definitiva, es la comprensión, por parte de la población, de la incapacidad del MAS para gobernar en momentos de catástrofes, aún ocurran éstas en un año electoral, como el actual. En efecto, la dificultad de los “estrategas” y “dirigentes” de este partido para sintonizarse con el momento crítico, parece radicar en la incapacidad de adaptarse a situaciones imprevistas, como es una catástrofe natural. Al parecer, las ansias de mantenerse en el poder les cierra toda posibilidad para una buena administración gubernamental en situaciones de emergencia. Tal es así que en la Bolivia actual, los tiempos de catástrofes no marcan la hora del régimen, sino la hora de la autoayuda ciudadana.

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ESTADO PLURINACIONAL, EL FRAUDE MASISTA

Omar QamasaGuzmanBoutier

El pasado jueves 13 de febrero, se presentó, en el Palacio de Comunicaciones (La Paz), el libro titulado El nacimiento del Estado plurinacional de Bolivia, de Salvador Schavelzon. El evento estuvo organizado por el Servicio Intercultural de Fortalecimiento Democrático (SIFDE), del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y contó con la presencia de comentaristas y autoridades del órgano electoral. Se trata de una versión abreviada, de un trabajo de más largo aliento pensado para el cumplimiento de un requisito académico. Salvador Schavelzon, del Brasil, realizó la investigación para obtener el grado de Doctor (PhD), en su país. Como veremos, tanto el tema, como las instituciones auspiciantes e incluso la investigación doctoral, no deben impresionarnos a tiempo de reflexionar sobre el evento y el contenido del libro.

Antes digamos que la oportunidad nos servirá para ensayar, nuevamente, una lectura estructural del proceso boliviano y doctrinal de los principales sustentos de la actual Constitución Política del Estado (CPE). Como sabemos, fue una crisis estructural (una crisis nacional general, en lenguaje marxista) la que vivió Bolivia, notoriamente entre los años 2000 al 2005. Las estructuras, tanto políticas, instituciones como mentales de esta sociedad, se movieron al punto tal de cuestionar, no únicamente el sistema de libre mercado (popularmente conocido como “neoliberalismo”), sino incluso un principio histórico, de la organización estatal en Bolivia, cual es el de organizar un sistema político y administrativo a espaldas de la lógica asambleística, mayoritaria en la cultura política de la sociedad boliviana. La resolución dada a la crisis nacional-estatal, se asentó precisamente por ello, en bases doctrinarias no comunitarias, es decir, individualistas.

Tanto para el autor, como para las instituciones auspiciantes y para los comentaristas (entre los cuales destacaremos a Xavier Albó), el dato de mayor importancia de la resolución fue la creación del Estado plurinacional. Principalmente, el reconocimiento constitucional de diversas prácticas y formas del ejercicio de la democracia; en particular, la que practican los pueblos indígenas. En realidad, sin embargo, la reforma constitucional de 1994 modificó el texto constitucional vigente hasta entonces -el de 1967- de forma substancial, en lo que a la temática que seguimos se refiere. En efecto, la reforma de 1994, en su artículo 1 caracterizaba a Bolivia, entre otras, como una república “multiétnica y pluricultural”. Más adelante, en el artículo 171, aquél texto reconocía “la personería jurídica de las comunidades indígenas y campesinas”, además a las “autoridades naturales de las comunidades indígenas y campesinas”. La actual CPE (aprobada entre cuatro paredes, por acuerdo entre los partidos con representación parlamentarias, en el 2008), en lo principal, pues, no añade nada nuevo. Lo interesante es que ambos textos constitucionales reconocen a las autoridades indígenas y a los derechos indígenas, en todo aquello que no sea contrario al texto constitucional y a las leyes. Es decir, tanto la CPE reformada durante el “neoliberalismo”, como el texto constitucional vigente, aprobado en contubernio entre masistas y neoliberales el 2008, en el fondo no reconocen el ejercicio pleno de los derechos y las formas de organización indígenas, sino a condición que el ejercicio de tales derechos como las formas de organización, se subordinen a las bases doctrinales individualistas y liberal-representativos; pilares de ambos textos constitucionales.

Para que el gobierno de Evo Morales y su partido pudieran imponer tal fraude a las expectativas populares por medio de una turbia reforma constitucional, contaron con el incondicional apoya de muchísimas Organizaciones no Gubernamentales (ONG’ s) e investigadores particulares, como Xavier Albó, entre otros. Para que todos ellos pudieran hacer pasar la patraña como novedosa, incluso fueron más lejos que la CPE de 1994. Como vimos, en aquél texto constitucional se habla de “comunidades indígenas y campesinas”, mientras que en el texto constitucional resultado del trabajo de embusteros y traidores, se habla de comunidades indígenas campesinas, como si fueran un solo sujeto social ambas. Hoy queda claro que indígenas y campesinos no son un mismo sujeto e incluso puede decirse que el campesinado constituye la punta de lanza del capital, para desestructurar al mundo indígena. Por el ello el gobierno de Evo Morales es tan anti-indígena; él simplemente representa la perspectiva campesina, a la que, como tapa-rabos según indicamos en una anterior columna, se ve en la necesidad de recurrir el sistema anti-indígena estatal boliviana, para reproducirse.

En la presentación del libro que comentamos, fue Albó quien reconoció la artimaña, al señalar que por razones de “formato” se había quitado en el texto constitucional, la coma que separaba a indígenas de campesinos, quedando en consecuencia la redacción actual. Obviamente las cosas, como ahora puede entenderse, no eran tan simples como para remitir todo al “formato”; el efecto último buscado, era precisamente el de facilitar la arremetida del sistema, campesinos por delante, en contra de las sociedades indígenas. La trampa masista tuvo en su constitución, pues, además de levanta-manos de ese partido como constituyentes, la ferviente participación de ONG’s y demás. El resultado es un texto que a lo sumo puede engañar a incautos observadores extranjeros, pero ya no a los pueblos indígenas del país. Pero lo que llama la atención, en este caso, es que el texto presentado el jueves 13, sea el de una tesis doctoral. Es una larga discusión, en el ámbito académico, la referida a ¿qué es lo que se califica, en una tesis, digamos, de licenciatura, de maestría o de doctorado? Para sintetizar las cosas, digamos que una tesis doctoral debería aportar a las ciencias, alguna novedad. No se entiende cómo, Salvador Schavelzon pretende aportar algo basado en patrañas, según vimos. Ello habla mal, claro, de hoy “doctor”, pero deja una pésima imagen de la universidad del Brasil que admite aquello.

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PODER JUDICIAL MASISTA

Omar Qamasa Guzman Boutier

Con la exclusión del ex-ministro de Gobierno, Sacha Llorenti, del juicio por la represión policial a los indígenas, en Chaparina, los  personeros del Poder Judicial hacen un flaco favor a sus patrones, es decir a los dirigentes del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Poco importa que desde el Ejecutivo se asegure que la decisión del Poder Judicial es independiente de los criterios del gobierno, ya que se trataría de un Poder independiente; tampoco tiene mayor interés la argumentación de los mismos personeros del Poder Judicial en explicar lo inexplicable. Lo cierto es que con la exclusión de Sacha Llorenti por la represión a los indígenas del Territorio Indígena del Parque Nacional IsiboroSécure (TIPNIS), en septiembre del 2011, lo que buscan los hombres del Poder Judicial, es salvar a sus candidatos de un juicio, es decir, evitar que tanto Evo Morales como AlvaroGarcia Linera sean involucrados en el juicio. Y finalmente, no tiene ninguna importancia el argumento de parlamentarios masistas (salvo honrosas excepciones, como la de un senador de Potosí, por este partido), para quienes la decisión judicial es independiente de las pretensiones del MAS.

Importa poco todo aquello, porque los hechos políticos (y el juicio por la represión gubernamental a los indígenas del TIPNIS es un hecho político) se encuentran concatenados y más aún, los propios eventos se encuentran en esa condición, según veremos. En principio, ello es así, porque todos los Poderes forman parte de un sistema y no son independientes, sino -al menos en teoría- para la administración de sus responsabilidades específicas, como la de administrar justicia por ejemplo. Esta pertenencia común a un orden sistémico, en Bolivia es algo más que un dato general. Es, en lo que nos interesa, la pertenencia común a un orden sistémica anti-indígena. Se ha insistido hasta el cansancio que en este país, todo el ordenamiento institucional se ha construido en contra de los pueblos indígenas; lo fue en el pasado y lo es también bajo el actual gobierno del MAS. Por supuesto que en esta ocasión, el servilismo del Poder Judicial responde también a intereses políticos de grupo.

Así las cosas, la pretendida independencia del Poder Judicial hace aguas por doble partida; por su pertenencia a un sistema anti-indígena y por su ligazón con el partido de gobierno. No debe olvidarse que tantísimos operadores y autoridades de “justicia” han sido hombres del MAS, como lo recuerda la opinión pública. Aquí debemos, a la vez, recordar una larga tradición latinoamericana, referida a la lógica del poder. Como se sabe, en nuestro continente el presidencialismo es una constante, que tiende a anular la independencia de los poderes Judicial y Legislativo. El paso siguiente en esta lógica, es la del caudillismo, que corona, por último, la falta de independencia. En la Bolivia actual, tanto los levanta-manos del Poder Legislativo, como los servilmente comedidos operadores de “justicia”, ejemplifican la manera en la que la falta de independencia se concretiza.

Esto quiere decir y volviendo a la idea de la concatenación de los eventos, que estos eventos se hallan relacionados entre sí, pero no de manera horizontal, sino en dependencia a un centro orgánico. En este caso, ese centro es, debido a la lógica presidencialista y caudillista, el Poder Ejecutivo. En tal sentido, la direccionalidad de la acción de los demás órganos, está dada por los intereses del Ejecutivo, en lo que a eventos de real importancia para la vida política nacional se refiere (y el juicio a los personeros de gobierno por la represión de Chaparina, es uno de los de mayor importancia).

Lo importante, sin embargo, es que en épocas pre-electorales como la que vivimos, los lazos de dependencia se muestran con mayor crudeza. A la vez, pero, se revelan también los hilos que, desde el centro privilegiado (o sea, desde el Gobierno) se mueven, para que el resto de las marionetas representen más o menos dignamente un bochorno. Con todo, pero, la responsabilidad mayor de tales atropellos recaerá precisamente sobre ese centro; lo que no excluye de responsabilidad, claro, tanto a los serviles como a los levanta-manos. Lo concreto es que, ante la opinión pública, es decir ante el electorado, toda esta maquinaria queda develada y los hoy candidatos del oficialismo (Evo Morales – Garcia Linera) aparecen de cuerpo entero como desesperados aspirantes a dictadores. Si de algo, pues, ha servido el servilismo del Poder “Judicial”, en el caso de Chaparina, es precisamente para mostrar aquello que acabamos de afirmar. Ninguna persona honesta y en su sano juicio, en Bolivia, puede pensar, por tales razones, que las acciones del órgano judicial son, en este caso, independientes del burdo cálculo político de los masistas.

Por ello hace bien Rafael Quispe (ex-Mallku del CONAMAQ), en anunciar que esperarán hasta que pasen las elecciones, para impulsar un juicio contra Evo Morales, Garcia Linera (y todas las autoridades civiles y policiales, añadiríamos nosotros), involucradas en la represión a Chaparina. Efectivamente, en el marco de una nueva correlación de fuerzas en el parlamento, la posibilidad de llevar a juicio a estos aspirantes a dictadores, es algo no tan lejano como en la actual constelación parlamentaria.

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ÓRGANO ELECTORAL PARCIALIZADO

Omar Qamasa Guzman Boutier

No es una novedad y no debería sorprender a nadie. Incluso puede decirse que esto ya se veía venir; un órgano electoral funcional al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), encargado de organizar un proceso electoral de acuerdo al gusto y a la medida del partido oficialista. Así las cosas, está claro que en estas elecciones la ciudadanía deberá enfrentarse no únicamente al actual gobierno neo-melgarejista, sino incluso a los supuestamente imparciales funcionarios públicos, responsables de organizar el acto electoral. Las demás instituciones (como el Poder Judicial, por ejemplo) ya fueron puestas también al servicio de la tarea masista, una veces por medio del favor político y otras, a través de la corrupción de dirigentes sindicales.

Para el caso específico del órgano electoral, importa ver su comportamiento, ya que con los acatos revela esta institución, su esfuerzo en procura de cumplir el mandato del MAS. Primero fue la resolución prohibiendo la realización de propaganda política, luego la desestimación de las denuncias respecto a la realización de propaganda política electoral, por parte del MAS y finalmente, la validación, en los hechos, de los actos proselitistas por parte del oficialismo. La coartada que para este propósito idearon los principales responsables del órgano electoral, es que no es el partido político MAS el que realiza aquellos actos, sino las organizaciones sociales.

La primera vez que semejante “argumento” en defensa del MAS y de sus candidatos (Evo Morales y AlvaroGarcia Linera) expuso un personero del órgano electoral, fue ante una denuncia de un partido de oposición en relación a un acto proselitista organizado por la Federación de mujeres campesinas; el mismo argumento volvió a repetirse en ocasión de un evento minero, realizado en Huanuni. En ambos casos el argumento del órgano electoral, para permitir la realización de proclamaciones del oficialismo, fue el mismo: no se podría sancionar al MAS, porque este partido no habría realizado ningún acto proselitista, sino las consabidas organizaciones sociales, que no constituyen partido político.

Al menos en relación a las organizaciones campesinas -ya sea de hombres o de mujeres- la coartada del órgano electoral no es válida. No lo es, porque tanto la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), como la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa”,  son instituciones fundadoras del Instrumento Político por la Soberanía del Pueblo (IPSP)-MAS. Son, junto a otras organizaciones sindicales, como la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia (hoy eufemísticamente denominada Confederación de Comunidades Interculturales), no únicamente instituciones fundadoras del IPSP-MAS, sino a la vez y por ello mismo, instituciones constitutivas de esa organización política. Ello es algo que sabe en Bolivia todo aquél que se interese mínimamente por la actividad política contemporánea; aunque al parecer “ignoran” (para llamar de alguna manera a este “olvido”) los personeros de órgano electoral. Vale decir que estas organizaciones son, para efectos de toda actividad electoral y partidaria del MAS no únicamente parte interesada, sino militantes de tal partido.

Constan, en los documentos oficiales de la fundación del IPSP-MAS, estos extremos, dirían los abogados. Con ello queremos significar que formalmente, hasta mientras las organizaciones mencionadas no señalen lo contrario, al proclamar a sus candidatos para las próximas elecciones, realizan actividad partidaria, aunque escudadas eventualmente, en el membrete de la organización sindical. Aquí, importan las formas, importa la formalidad; que es algo que deberían al menos considerar los responsables del supuestamente imparcial órgano electoral. Y la formalidad, en este caso, nos dice pues que aquellas organizaciones sindicales son parte constitutiva del IPSP-MAS. La supuesta distinción entre organizaciones sindicales y partido político que tanto se esfuerza en demostrar el órgano electoral, por tanto, formalmente no existe.

Poco importa, para fines de una administración verdaderamente imparcial del proceso pre-electoral, que en realidad sean las direcciones sindicales cooptadas y corrompidas por el gobierno, las que organicen aquellos actos proselitistas, aún a despecho de muchísimas de sus propias bases. Importa poco, porque este segundo elemento en todo caso pertenece a lo que podría llamarse, el análisis desde la sociología política. En todo caso, los personeros del órgano electoral no están, claro, para intentar ningún análisis sociológico, sino para observar la formalidad y aplicar en consecuencia, sus propias normativas. Pero en fin…

Resumiendo, diremos que en toda esta maquinaria masista, destinada a torcer la voluntad del electorado boliviano, el órgano electoral es apenas una más de las ruedas. Sus personeros salen en defensa del MAS al compás de una “estrategia” mayor que incluye a parlamentarios del oficialismo (es decir a levanta-manos de la Plaza Murillo), ministros, miembros del Poder Judical y otros. Por ello, los partidos de oposición perderán su tiempo acudiendo con denuncias al órgano electoral boliviano, ya que éstas serán desestimadas sin mayor trámite que el de sacar a flote una coartada, como vimos en estas líneas.

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HOMBRES DE GOBIERNO, HOMBRES DE ESTADO

Omar Qamasa Guzman Boutier

Aunque para cierta teoría política hombres de gobierno son, por definición, también hombres de Estado, lo cierto es que, a la luz de la experiencia concreta (al menos en nuestro país), las cosas no son de esa manera. Puede diferenciarse, por ello, a los unos de los otros. El motivo de ello radica, en lo fundamental, en la constitución de lo político, entendido éste tanto como un espacio para la deliberación pública como, a la vez, un cierto ordenamiento institucional. Esta constitución, a su vez, debe entenderse como la derivación de un pacto social, de acatamiento general. Se trata de lo que tantas veces se señaló desde la sociología crítica: de un estatal. Está claro que tal pacto no se produjo en Bolivia, a pesar de intentos verdaderamente notables, por parte de la sociedad en actitud de interpelación al Estado. Para concretizar nuestra reflexión, veamos esta distinción (hombres de gobierno – hombres de Estado) a propósito del actual gobierno.

Digamos de entrada que los hombres del Movimiento al Socialismo (MAS) únicamente pertenecen a la primera categoría, mientras que la segunda continúa vacante. Se entiende que entre ambas categorías no existe una tajante división, por lo que, efectivamente, en algunas ocasiones los hombres de gobierno pueden devenir también en hombres de Estado, tal cual se anota en la teoría política convencional. Esto quiere decir que los intereses particulares de los hombres de gobierno (en tanto grupo o partido político gobernante) incluso pueden expresar el sentir y las inclinaciones generales de la sociedad. Aquí, intereses particulares e intereses generales serían, hasta cierto punto, intercambiables en tanto que los intereses generales se realicen por medio de los intereses particulares.

La condición, recordemos, es que en previo se hubiera producido aquél óptimo del que hablábamos. Una de las condiciones para esta producción es la presencia de un estado de disponibilidad social (algo presente en la historia contemporánea boliviana), así como la predisposición estatal para recoger ese estado de la sociedad (condición que no se ha dado, en nuestro caso).

En este orden podemos decir que el MAS es un partido que básicamente expresa los intereses particulares de un sector social, a pesar de la realización de objetivos que podríamos considerar de interés general. ¿Por qué es ello así? En sociedades notoriamente despolitizadas sería posible pensar que bastaría cumplir con uno que otro objetivo nacional, para que los intereses particulares quedaran ocultos, tras ella; pero en el caso boliviano, precisamente por los altos grados de politización de esta sociedad, el cumplimiento de intereses nacionales no logra ocultar los intereses particulares. Así las cosas, objetivos tales como la vertebración caminera y otras obras menores, aparecen como lo que son: como simples acciones desesperadas para recuperar algún grado de legitimidad social, luego de haber pulverizado los enormes grados de convocatoria nacional. Canchas de pasto sintético, sedes sindicales y demás menudencias que el gobierno de Evo Morales reparte a diestra y siniestra con la esperanza de corromper a sectores críticos de la sociedad, no alcanzan para ocultar que lo que vive Bolivia es, en el marco de la rotación de élites, el esfuerzo de sectores emergentes (como los cocaleros del Chapare, los cooperativistas mineros, los transportistas, por ejemplo) de acceder al círculo oligárquico, aunque seguramente con olores menos rancios que los tradicionales.

A estos nuevos ricos, hoy por hoy masistas incondicionales, antes que el interés general les importa pues el interés sectorial y tienen en el gobierno de Evo Morales, a su mejor representación política. Por ello, queda claro que la política boliviana no se ha dignificado, tal cual se vociferaba desde el Poder Ejecutivo, a inicios de la presente gestión gubernamental. Los acuerdos entre cuatro paredes entre partidos políticos, la presión de grupos de interés para beneficio sectorial continúan haciendo de la práctica política algo tan indigno como en los anteriores gobiernos.

El que, en este orden de cosas, el gobierno de Morales sea tan indigno como lo fueron los capitalizadores de ayer, es algo que nos remite nuevamente al asunto de la constitución del óptimo, del aprovechamiento estatal-nacional de un momento de disponibilidad social como viviera Bolivia, a principios de la anterior década. No es solamente la pequeña moral de los actuales gobernantes lo que explica este desaprovechamiento, sino también la propia carga de la historia estatal en Bolivia. Claro que lo uno (la carga estatal) no hubiera tenido éxito en el (des)propósito de revertir la acumulación histórica expresada en el momento de disponibilidad de la sociedad, si no hubiera encontrado un partido de hombres miserables dispuesto a servir a ello.

Por ello puede anticiparse que en las próximas elecciones lo que estará en juego no es ni el futuro del país (es decir, el futuro del interés general), ni la viabilidad como nación. Estará en disputa la inclusión y permanencia de los sectores sociales emergentes, en el reducido círculo de las clases privilegiadas. Será, en el pleno sentido de la palabra, por tanto, una disputa de intereses sectoriales, en el que los intereses generales quedarán subordinados a la menuda disputa por intereses mezquinos. En consecuencia, el elector boliviano no votará por opciones de Estado, sino por simples hombres de gobierno, ávidos en formar parte de la élite política con la finalidad del ascenso social.

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EL MAS Y EL "CAMBIO" QUE NO CAMBIÓ NADA

Omar Qamasa Guzman Boutier

El denominado “proceso de cambio” (un eufemismo utilizado hasta el cansancio por muchos embusteros del Palacio Quemado) tiene uno de sus puntos de arranque en la actual Constitución Política del Estado (CPE). El que el texto final de esta Constitución fuera redactado entre cuatro paredes, en acuerdo con los partidos políticos con representación parlamentaria, a fines del 2008, es algo que por supuesto prefieren no recordar los eventuales administradores del Estado. Es un hecho, lamentablemente por cierto, que aquella amnesia incluso hubiera llegado a tantísimos Medios de Comunicación, debido a lo cual puede tenerse hoy la falsa imagen en relación a la CPE en vigencia. Lo cierto, pero, es que el texto constitucional, con el que se supone principia el “proceso de cambio” ha sido resultado del acuerdo entre partidos, en el marco de la partidocracia, al fiel estilo de la política tradicional boliviana.

Así, desde un principio Evo Morales ha mantenido las prácticas políticas de espaldas a la ciudadanía, para procurar oscuros acuerdos bajo la mesa y lejos de la observación crítica de la opinión pública. En definitiva, pues, desde el momento mismo de su nacimiento, este pretendido proceso de cambio  ha nacido reproduciendo  la chacota de la política boliviana y el rostro indigno de los partidos políticos.

Lo que llama la atención, claro, no es este hecho, ya que el país para males, tiene una larga lista de demagogos y traidores a sus propias proclamaciones, sino la falta de correspondencia entre el entonces proyecto del Movimiento al Socialismo (MAS) y la crisis estatal-nacional vivida a principios de este siglo. En efecto, las movilizaciones sociales de entonces, de claro signo pre-insurreccional (que obligaron al sistema a cubrir su desnudez propositiva con cualquier opción política con ascendencia en el movimiento popular y dispuesta a ser utilizada de tapa-rabos), han tenido como desenlace la ejecución de un proyecto político de pálidas reformas. Muy pálidas, si nos atenemos a las demandas sociales de los años 2000 al 2005, condensadas en el llamado “programa de octubre” y que configuraron algo así como una propuesta nacional popular mínima. La razón de esta desconexión entre un programa y una situación pre-insurreccional se encuentra, a la vez, en la formulación del proyecto masista en base a la matriz de la lógica del mercado.

Así las cosas, Evo Morales y la bancada parlamentaria de levantamanosmasistas se apresuraron a constitucionalizar, en lo fundamental, los inconstitucionales contratos con las empresas transnacionales petroleras, que Gonzalo Sánchez de Lozada había tratado de hacerlo. En lo constitucional, masistas y neoliberales de ayer, cerraron las puertas a la representación directa, en el parlamento, de los pueblos indígenas y mantuvieron el criterio de homogeneizar la representación parlamentaria en base a partidos políticos. Este engaño, por supuesto, duró menos incluso que dos ciclos anuales e hizo aguas, primero con el gasolinazo de diciembre del 2010 y luego con el conflicto del Territorio Indígena del Parque Nacional IsiboroSécure (TIPNIS). Lo curioso es que, en ambos casos, el sector social en el que se inició el conflicto, fue el de los indígenas. Para el primer caso, en los ayllus del norte de Potosí y para el segundo, en las selvas del departamento del Beni; podríamos decir que en este país resulta muy difícil ser impunemente anti-indígena, como lo son Morales y compañía.

El proceso de cambio del MAS, entonces, significó la reproducción de viejísimas prácticas bolivianas, principalmente en lo político y en lo institucional. Tal es así que, por ejemplo, se mantuvo la total falta de independencia del sistema judicial boliviana. El sometimiento de este sistema, al Poder Ejecutivo es tal abierto que ni masistas, ni operadores de la “justicia” se ruborizan de ello. La “justicia” en el país continúa siendo una caja de pandora y una vergüenza nacional. En lo principal ha servido, a lo largo de la administradores gubernamental del MAS, para la persecución política a moros y cristianos. La lista de aberraciones del sistema judicial es larga y contempla también, simples acciones delincuenciales como la extorsión (no desmentida por el gobierno) a un empresario norteamericano, fugado del país, como último acto de justicia, a fines del año pasado. Los mismos pasos del sometimiento al Poder Ejecutivo y de vergüenza nacional, hoy por hoy está siguiendo el Tribunal Electoral. La imparcialidad de este órgano resulta cuestionada, a la luz de resoluciones que pretenden limitar la actividad política solamente a procesos electorales, mientras se hace de la vista gorda ante el proselitismo gubernamental diario. ¿Independencia del sistema judicial boliviano y del órgano electoral? Por favor …

Corona esta metamorfosis del gobierno de Morales, el asalto masista a las oficinas de la Asamblea de Derechos Humanos en La Paz, el pasado viernes 17. Amparados en supuestas organizaciones sociales como la Federación de Mujeres campesinas o el sindicalismo campesino, adherentes del partido de gobierno optaron ante la ya acostumbrada paciencia policial para estos casos, por asaltar aquellas oficinas. Aunque el propósito explícito era hacerse de la dirección de la Asamblea de Derechos Humanos, el propósito implícito y por tanto de mayor importancia, era desalojar de las oficinas, a las autoridades del Concejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), refugiados en ellas por el asalto masista, a su vez, de sus propias oficinas. Lo concreto, pero, es que el gobierno de Evo Morales puede enorgullecerse ahora de ser el único gobierno en democracia, en cuya gestión tomaron sus adherentes por asalto las oficinas de Derechos Humanos. Que la democracia ha retrocedido con ello a las épocas de la dictadura de hace tres décadas y media, es una mancha, no tanto para el país sino para el actual gobierno; mancha que los masistas no podrán quitarse, ni lavándose con poq’e o acudiendo a (¿narco?)amautas para una que otra limpia. Como se observa, al final de cuentas, desde el punto de vista del sistema de mercado, el MAS no ha servido ni siquiera como un buen tapa-rabos.

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OÍDOS SORDOS, ESTRATEGIA GUBERNAMENTAL

Omar Qamasa Guzman Boutier

El presente año electoral coloca al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) en una encrucijada: mantener el comportamiento burdo y autoritario o al menos maquillar con un leve barniz democrático, a los candidatos de este partido. Por lo visto en estas primeras semanas del año, puede adelantarse que predominará, en la actuación de Evo Morales y los suyos, las características melgarejistas de gobierno; en un segundo plano y preferentemente para fines publicitarios, a medida que se acerque la fecha de las elecciones, los activistas del MAS (léase, en gran medida los empleados públicos) se esforzarán, a partir de las instancias superiores, a sacarle brillo (si es que algo así es posible) a la presentación de los candidatos del oficialismo. En medio de estos dispositivos, el gobierno apuesta al éxito, gracias a la descarga de lo que consideran en medios gubernamentales, como la carta ganadora.

Observando más de cerca, entonces, la estrategia electoral del MAS consiste en publicitar hasta el cansancio, la entrega de toda obra, con mayor énfasis en lo que consideran obras “estrellas”. Esto, como carta de presentación para afirmar que, al final de cuentas, lo que interesaría serían las obras, antes que el respecto a las libertades democráticas. Sobre la base del bombardeo de cifras, que testimoniarían los supuestos éxitos en la gestión de gobierno, Morales y su partido apuestan a corromper al electorado nacional. Para el éxito de este propósito, claro, toda crítica, todo cuestionamiento e incluso todo espacio de libre discusión son vistos como potenciales peligros.  En tal sentido, resulta justificada el comportamiento burlesco y autoritario del gobierno.

En estas dos semanas, por ejemplo, hemos visto cómo huestes masistas, disfrazadas de autoridades indígenas, han asaltado, a vista y paciencia de la policía, la sede del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), en la ciudad de La Paz. ¿El motivo? La nominación de autoridades indígenas, en el último Tanta Chawi (gran asamblea, trad. libre) realizado en diciembre pasado, ha cerrado el paso a la posibilidad que títeres del gobierno, asumieran la conducción de esta institución. Más allá del rencor de Evo Morales para con los pueblos indígenas, por haberlo desenmascarado en su triste papel de traidor y anti-indígena, el peligro de una conducción no masista en el CONAMAQ supone la vigencia de un espacio por medio del cual pudieran expresarse libremente la sociedad de base de los ayllus. El miedo del gobierno a una expresión de esta naturaleza no es sino la expresión del cargo de conciencia, por haber desarrollado políticas anti-indígenas.

Ante la censura de varios sectores de la población por tal asalto, los ministros han optado por hacer simplemente oídos sordos; Morales por su parte, ha preferido correr al sur del departamento de Oruro, para estrechar la mano a cuanto corredor boliviano encontraba a su paso, en la competencia del Dakar. Este ejemplo, pues, nos muestra un segundo elemento de la estrategia del gobierno. No únicamente se trata de dar la espalda a toda crítica, a todo debate, sino paralelamente, se trata de lanzar la jauría de matones, a la caza de cuanta institución social independiente del país. Resumiendo esta parte entonces, diremos que el MAS combinará, en su estrategia electoral la actitud de oídos sordos, con el matonaje. No sólo se trata, por tanto, de dar la espalda a toda crítica, sino además de imponer a raja tabla su criterio.

El uso de la represión, sin embargo, no debe circunscribirse a instituciones independientes, sino, claro, a dirigentes, intelectuales o simplemente a todo ciudadano crítico. Al igual que en el caso del asalto a las oficinas del CONAMAQ, sin embargo, también en este caso que podríamos llamar “represión selectiva”, el gobierno cuida en no dejar huellas del acto. Para eso recurre a matones, a pandilleros, como grupos de choque. En este marco, es del todo válida la susceptibilidad de los abogados de la periodista Huaycho Hannover (asesinada por su esposo, un oficial de la policía), respecto a la veracidad del cadáver que correspondería al ex-policía asesino. Hasta mientras no se tenga certeza en relación al cadáver que se atribuye al ex-policía, la ciudadanía tiene todo el derecho de pensar que, para trabajos de matonaje que requiere el gobierno, bien pudiera ser empleado aquél sujeto. En ese mismo sentido es válida la incredulidad que expresan los familiares de un empresario, vinculado al programa “Bolivia cambia, Evo cumple” y aparecido misteriosamente muerto en las celdas de la policía. En este segundo caso, ciertamente, las sospechas respecto a la veracidad del informe que se ha presentado en relación a esta muerte son justificadas, más aún si se considera que precisamente el programa “Bolivia cambia, Evo cumple”, constituye la carta de presentación de una buena gestión gubernamental, por medio de la realización de obras.

Tenemos, en resumen, las primeras expresiones de lo que constituye la estrategia electoral del MAS, a desarrollarse a lo largo del año. Corona esta estrategia, un Tribunal Electoral funcional al gobierno y de cuya imparcialidad la población tiene todo el derecho de dudar. Mientras se advierte con sancionar a toda agrupación que iniciara campaña electoral sin la venia del órgano electoral, los miembros de este órgano se hacen de la vista gorda cuando, día tras día, el MAS desarrolla su campaña. Así, el Tribunal Electoral, al servicio del gobierno, constituye el tercer elemento de la estrategia electoral del partido gobernante. Para el caso, con la función de dificultar la presentación de propuestas y principalmente, la creación de un ambiente de debate, en la sociedad.

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2014, INICIO DEL DERRUMBE MASISTA

Omar Qamasa Guzman Boutier

No se requiere, ciertamente, una bola de cristal para vislumbrar que este año asistiremos al inicio del derrumbe del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Basta observar las tendencias sociológicas que en lo profundo de la sociedad se manifiestan, para proyectar esas tendencias al campo de las elecciones nacionales de fin de año.

Secundariamente, influyen también las menudas disputas entre los partidos políticos a propósito de las elecciones y la manera autoritaria y anti-dialogal que tiene Evo Morales y su equipo, para gobernar. En ese sentido, si alguna importancia pueden tener las elecciones próximas, éstas girarán precisamente en torno a la revelación de tal derrumbe.

El dato de mayor importancia para aseverar que muy pronto asistiremos al derrumbe masista, se encuentra en la animadversión de grandes sectores de la población para con el gobierno; sectores que en el pasado inmediato, al contrario, apoyaron la elección de Morales con la esperanza (ingenua) de contribuir a un cambio y renovación democráticas. Aunque estos sectores básicamente se encuentran en las ciudades, no se puede reducir la oposición social al masismo a ellos. Esta actitud incluso abarca a sectores indígenas del país, tanto de tierras bajas como de tierras altas. La amenaza de bloquear el paso de la competencia del Dakar, por los territorios de los ayllus del sur de Oruro ejemplifica el hecho que la oposición al gobierno no es únicamente asunto de las clases medias urbanas.

Desde el punto de vista de los sectores urbanos, con todo, debe señalarse que el cambio de actitud para con el MAS es resultado básicamente del manejo autoritario del gobierno. Conflictos innecesarios desarrollados por el gobierno y los militantes masistas llunkus, como el referido al aeropuerto de Oruro, a las ocho horas de trabajo de los médicos, al magisterio, pasaran la factura al gobierno, en las elecciones nacionales. Amén de los reiterados atropellos a la libertad de la prensa y al control indirecto a los Medios de comunicación; hecho que ha generado una sensación de asfixia y anulación de la libertad de pensamiento. Como se sabe en política, los hechos no pasan en vano, sin dejar huella en la sociedad. Al contrario, los hechos -positivos o negativos- se acumulan y alimentan la memoria colectiva, predisponiendo a la sociedad para asumir una determinada actitud. En este caso, aquella actitud podrá observarse, sin duda, en el acto electoral mismo.

En términos generales, pero, el viraje que experimenta la sociedad boliviana, corresponde a lo que suele llamarse “momento de reflujo” político, es decir momento de desagregación social de un agregado social y político verdaderamente importante y que diera en el pasado inmediato, un triunfo electoral al MAS por algo más de dos tercios de la preferencia electoral. Este último momento, a su vez, simboliza el momento de flujo que había alcanzado la sociedad, luego de largos años de lucha nacional-popular. El desencanto social por los atropellos masistas y el manejo poco transparente por parte del gobierno, en la adquisición principalmente de equipos de comunicación (aviones, helicópteros), sin embargo, han contribuido a la mencionada desagregación.

Consiguientemente, diremos que el signo político de la Bolivia actual está dado por el reflujo anotado. A la vez, el reflujo mencionado nos revelará un segundo elemento, cual es el de la debilitación de la convocatoria electoral, por parte de los partidos políticos y del sistema de partidos, en su conjunto. Por lo demás, la crisis de representatividad de este sistema, es algo propio de nuestra época y no corresponde solamente a la lógica boliviana. La crisis de los partidos y del sistema de partidos es algo que se replica en varios países, tanto de nuestro continente como de otras latitudes. Las masivas protestas sociales en Brasil, a mediados del año pasado, las protestas sociales en distintos países de Europa, se realizan no a convocatoria de algún partido político, sino a través de mecanismos ciudadanos. Los partidos políticos presentan cada vez mayores dificultades para mediar entre la sociedad y el Estado, por lo que bien debe anotarse que el sistema de partidos atraviesa un momento de crisis de representatividad.

En el caso nuestro, no importa que esta crisis hubiera contribuido al cuadro político institucional, caracterizado por la ausencia de un proyecto político alternativo; no importa, claro, para frenar el derrumbe masista, ya que podría pensarse que la debilidad de los partidos de oposición en alguna medida beneficiaria al MAS, para al menos frenar parcialmente su derrumbe. La debilidad de los partidos de oposición no significa, mecánicamente, la fortaleza del MAS. Al contrario, diríamos que aquella debilidad ahonda más aún los signos de la crisis de un sistema de partidos, históricamente débil. Ello corresponde, pues, tanto al momento de reflujo político que vivimos, como a la crisis de los partidos políticos, como signo general de nuestra época.

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