UNA MIRADA DESDE LA TEORÍA DEL ESTADO (PARTE 3)
By rho1and0 on Mar, 23/06/2015 - 17:57Una de las manifestaciones de la sociedad chilena es precisamente la disparidad de criterios con respecto a la demanda boliviana, en relación a un acceso soberado al Pacífico. Mientras que en el caso chileno encontramos criterios dispares en la materia (que van desde el rechazo a la demanda boliviana hasta la aceptación de la misma, pasando por una serie de posturas intermedias), en el caso boliviano, inversamente, no ocurre lo mismo. Aquí, no vamos a encontrar opiniones de rechaza a la propia demanda de una salida soberana al mar. En lo que nos importa, estos cuadros nos remiten nuevamente a la reflexión con respecto al Estado y en último término, a la consistencia de uno u otro Estado sobre el problema. Esta consistencia viene, pues, de la relación que mantiene cada Estado con su respectiva sociedad.
Es, en verdad, algo que permite mayor o menor consistencia estatal, según el caso. Pero hay que decir, a la vez, que ello no asegura ni el curso que seguirá el pleito legal en La Haya y menos, claro, el resultado del mismo. Con todo, estas diferencias en la consistencia nos están hablando también de la importancia que la temática tiene, en la ideología (aquí usamos el concepto en su sentido lado, como visión del mundo) del Estado. Nadie considera en Bolivia que el “tema marítimo” sea algo ajeno de lo que podemos llamar una visión nacional del mundo, es decir ajeno a la ideología del Estado boliviano. En Chile, al contrario, nadie podrá sostener seriamente que la demanda boliviana, anula la ideología (fuera cual fuera ésta) del Estado chileno.
En consecuencia podemos anotar que la temática contiene, para uno y otro Estado, distintas cargas ideológicas, políticas e históricas. Tal es así que, en el caso boliviano, luego de aquél momento constitutivo lejano, puede hablarse de momentos constitutivos sucesivos, como los de 1899 o 1952 (en el entendido que 2006 no es sino el desplazamiento del momento de 1952 hacia el polo nacionalista, con fuerte asiento social en el campesinado, en tanto cabeza del antindigenismo estatal). En este caso, efectivamente, la conformación del óptimo estatal no es sino un proceso de largo aliento que, sin embargo, ya comienza a despuntar como posibilidad real.
A diferencia de ello, en el caso chileno, se observa que la decadencia del óptimo, con la consiguiente pérdida hegemónica del discurso estatal, anuncia movimientos en lo profundo de la sociedad chilena. Estos movimientos tienen la virtud de demandar una readecuación en la relación con su Estado, es decir demandan un momento que reconstituya las cosas de nueva manera. Los tiempos estatales que uno y otro Estado vive son, por tanto, diferentes. Esta diferencia se expresará, entre otras, en también distintas capacidades de expresar a sus respectivas sociedades, o sea, en la capacidad de expresar la voluntad política de esas sociedades.
Bajo estas consideraciones generales, nos podemos preguntar ahora del por qué la corrupción y el antindigenismo del gobierno de Evo Morales en Bolivia y de Michel Bachelet en Chile, tienen efectos distintos en la ecuación Estado – sociedad. Mientras que en el caso de Evo Morales, la corrupción y el antindigenismo desquebrajan su capacidad de convocatoria, sin afectar todavía en lo substancial al Estado, en el caso de Michel Bachelet ambos elementos amagan ser verdaderos acosos, tanto al gobierno como, en tanto efecto secundario, al propio Estado. Este cuadro de fortaleza o debilidad estatal también se mostrará a propósito del pleito legal en la Corte Internacional de Justicia.
Aquí importa observar ambas actuaciones estatales y los diversos grados de consistencia que mostraron. Entre los elementos más destacados que explican esta situación, según anotamos líneas atrás, está la unidad de la sociedad boliviana, a diferencia de la sociedad chilena, en lo que a voces discrepantes con la actuación de sus respectivas representaciones se refiere. En segundo lugar y ratificando aquello de la importancia que tiene la memoria estatal (que suele jugar malas pasadas) no deja de llamar la atención la estrategia chilena, en ligar la actual demanda boliviana con el Tratada de Paz de 1904, luego de la guerra del Pacífico. Con todo, más allá de las argumentaciones y contra-argumentaciones legales, lo cierto es que un Estado y otro Estado muestran distintos grados de actualización o estancamiento en el tema. En estas líneas, hemos tratado de reflexionar precisamente a cerca de esos diferentes grados, a propósito de la actuación de ambos Estados en La Haya.