Opinion

CONTEXTO DE LAS ELECCIONES SUBNACIONALES
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Lunes, 30 Marzo, 2015 - 12:03

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No es necesario poseer una bola de cristal, para decir que el mapa político que surgirá de las elecciones subnacionales del domingo pasado, será un mapa algo engañoso y no reflejará, del todo, el realineamiento político, en las distintas regiones del país. Para sostener ello, basta observar las condiciones que contextualizaron estas elecciones.

Y lo que en este orden destaca, son perlas tales como el chantaje de Evo Morales, a los votantes, para que no beneficiaran con su voto a los partidos de oposición; los lamentos del vice-Ministro Pérez por no poder fusilar a quienes no voten por el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Junto a estas dos muestras también debe nombrarse otras, más de carácter sistémico, si se quiere. En este orden, tiene primerísima importancia el parcializado órgano electoral. El virtual asalto masista, en el pasado, a este órgano debería rendir sus frutos. Así al menos, seguramente, lo pensaron quienes, desde el Tribunal Electoral inhabilitaron a candidaturas de oposición de diversas regiones del país, entre los que destacan el departamento del Beni, la ciudad de Cochabamba y el departamento de Potosí. Otro elemento sistémico que contribuye a la poca credibilidad de este proceso electoral, es el de la Fiscalía. Se supone que la presencia del Ministerio Público debería servir para dar fe del acto electoral. Precisamente una de las instituciones más desprestigiadas del país, como garante de un evento electo electoral es, realmente, el colmo de la ironía.

Es, pues, en este clima enrarecido en el que la ciudadanía concurrió a “elegir” a las autoridades del nivel subnacional. Por ello y sea cual sean los resultados, éstos no reflejarán ni las preferencias electorales en ese  nivel y menos las tendencias políticas en desarrollo. Lo mismo puede completarse si señalamos que estas tendencias, por tanto, en algunas regiones, permanecerán ocultas y no serán visibles para el sistema político oficial. Seguramente en el MAS se “pensará” (es un decir, claro, porque recordemos, en este partido está prohibido pensar) que consiguientemente tales tendencias no existen.

En lo institucional, las consecuencias se expresarán en dos órdenes. Por un lado, las autoridades “electas”, en algunos casos asumirán instituciones políticamente debilitadas de antemano. Si no pudo expresarse la preferencia política de la ciudadanía porque el órgano electoral impidió la competencia de candidatos de oposición en varias regiones, es claro que no puede hablarse de una verdadera práctica democrática de la que resultan electas autoridades con legitimidad. Por tanto, el desgaste político es ya un signo de estas instituciones. Por otro lado, pero y en un nivel de mayor abstracción, el sistema político boliviano en su conjunto se debilita. Ello, debido a que ni las candidaturas que no lograron ser anuladas en beneficio del MAS por el Tribunal Electoral, ni las instituciones que han renovado sus titulares vía estas elecciones, pueden recoger las tendencias políticas ocultas, que no han podido expresarse. En síntesis, tenemos en este punto, que las mediaciones estatales se están debilitando rápidamente, como consecuencia de la actuación antidemocrática del MAS y del TSE.

Por ello, especular respecto al mapa político boliviana, a partir de los resultados oficiales, resulta ocioso. El entusiasmo de los Medios paraestatales, dirigidos a “control remoto” desde el MAS, resulta en el mejor de los casos, ingenuo. Lo que tendremos será un mapa político parcialmente veraz. Veraz en aquellas regiones y municipios en los que el binomio MAS-TSE no pudo cercenar los principios democráticos básicos. Lo mismo vale para los denominados “liderazgos” regionales o locales. En muy pocos casos, efectivamente es válido hablar de ello, porque en la mayoría, lo que tenemos son competencias ya sea sin competidores o en su defecto, con simples portavoces del Palacio de Gobierno.

Con todo esto es válido decir, pues, que al MAS no le interesaron las elecciones pasadas como una expresión de la democracia, sino simplemente como una formalidad para imponer abusivamente, en muchos casos, a los portavoces masistas, en calidad de autoridades subnacionales. En este orden, a su turno, al órgano electoral no le interesó garantizar a la ciudadanía el ejercicio de sus derechos democráticos básicos, sino el garantizar que su socio -el MAS- pudiera cumplir sus propósitos. Uno de ellos fue, recordemos, el de invisibilizar la conformación de las nuevas tendencias políticas que marca la preferencia ciudadana.