Opinion

ORURO, DESGASTE
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 21 Marzo, 2013 - 10:33

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El innecesariamente prolongado conflicto orureño, a raíz de la imposición, por parte de la asamblea departamental, del nombre al aeropuerto internacional de esa ciudad, ha revelado la estrategia del gobernante MAS, no solamente en relación a este conflicto, sino respecto a todo conflicto de carácter popular. En resumidas cuentas, esta estrategia se asienta en la nada novedosa idea del desgaste. Se pretende, con la dilación, provocar el cansancio de los sectores sociales movilizados, para que, así, el conflicto agonice, su dirigencia se desgaste y el gobierno resulte potenciado. En la mente de los estrategas masista, todo se reduciría entonces al tiempo.

Solamente de esa manera puede entenderse la inclinación de parlamentarios masista de atribuir, primero, el conflicto a un capricho personal de los dirigentes cívicos de Oruro; después a la provocación de los partidos de oposición (por lo demás, inútiles para impulsar protestas sociales de envergadura) y finalmente a la proposición de llevar el debate al ámbito jurídico. Se trata de torpezas que, si no fueran formuladas por parlamentarios en medio de un conflicto social, no merecerían ningún comentario.

Resulta claro que atribuir un conflicto social al capricho de los dirigentes, es suponer que la sociedad está compuesta por menores de edad o por minusválidos mentales. Tal pretensión ya la propuso, en su momento Banzer y la narco-dictadura de la década de 1980. Más allá de las coincidencias en este campo, lo triste para quienes aún piensan que el MAS es un partido progresista, debe ser observar que aquellas mismas consideraciones de los otrora dictadores, ahora sea levantada por representantes de este partido. En la misma línea de razonamiento, se encuentra aquella idea que atribuye a los partidos de oposición la fortaleza suficiente como para haber impulsado el conflicto. Está claro que un conflicto de estas dimensiones, es decir que de un conflicto que involucra a diversos sectores sociales, rebasa la capacidad de convocatoria, hoy en día, de cualquiera de los partidos de oposición. Esto nos trae al debate la capacidad de los partidos, para expresar a las sociedades. Incluso en este caso, esa presunta capacidad es puesta en duda, porque han sido las organizaciones cívicas y sindicales, las que impulsan el conflicto. Queda por último, la pretensión de llevar el conflicto al ámbito judicial, a fin de que sea el Tribunal Constitucional quien se pronuncie respecto al impase.

Aquellos parlamentarios masistas que han propuesta esa “solución”, al parecer parecen no entender nada de nada. No es algo que debiera sorprendernos, ya que en ese partido y a pedido expreso de su segundo hombre (AlvaroGarcia Linera) no hay espacio para libre pensadores. El conflicto social, entre otras cosas es tal, porque no se encuentra enmarcado en las prescripciones legales, es decir un conflicto social no se orienta por la normativa. No es el debate entre tinterillos, como proponen varios asambleístas del MAS, lo que puede solucionar un conflicto social, debido a que, lo que se encuentra en discusión, es una decisión político, asumida de manera inconsulta y abusiva, por parte de la mayoría masista en la Asamblea  departamental de Oruro.  Aquí, lo que se observa, es la división entre esa instancia representativa y la sociedad orureña, a la que se supone que se representa. Es decir, el órgano departamental no expresa a su sociedad; la mayoría masista orureña se encuentra, para decirlo con mayor claridad, opuesta en este tema, a la sociedad orureña. En tal sentido, la “salida “ jurídica propuesta al conflicto, no es sino un saludo a la bandera, con afanes distraccionistas.

Finalmente, importa señalar que este conflicto también la reflejado la minúscula estatura del líder masista, es decir de Evo Morales Ayma. No basta escudarse en el argumento de que “yo no he pedido que se ponga mi nombre al aeropuerto”, para pretender mostrar una supuesto grandeza, consistente en el cumplimiento de las obligaciones que se espera de un servidor público, de manera desinteresada. No basta, porque si efectivamente no ha sido el señor Morales quien impuso su nombre al aeropuerto orureño, al menos podría pedir, en aras de la paz social en el departamento del cual él es oriundo, que ese aeropuerto no lleve su nombre. Claro que un comportamiento de esa grandeza podría esperarse de un hombre también grande, que parece no ser el caso.