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El ya adelantado debate electoral, en torno a la posibilidad de la habilitación para la reelección del actual presidente y vice-presidente en las elecciones del próximo año, nos muestra la tónica que el período electoral próximo tendrá: la discusión en torno a temáticas de segunda importancia. Esto quiere decir que la controversia girará alrededor de temas no vinculados, en lo esencial, a proyectos políticos. En consecuencia, efectivamente, la disputa estará concentrada en lo principal, en la ocupación de la administración pública.
Partimos del supuesto de la indiferenciación entre la derecha opositora (expresada en partidos tales como Unidad Nacional, Convergencia Nacional y otros) y el partido gobernante, es decir el MAS, en lo que a proyectos de desarrollo económico y consolidación institucional de la democracia se trata. Respecto a lo económico, digamos que la disputa entre defensores del libre mercado (comúnmente llamados “neoliberales” ) y defensores del capitalismo de Estado (hoy llamados, por extrañas razones “socialistas”) no pone en cuestionamiento la rotación del capital y los requerimientos de éste. Desde ya, el capital no únicamente alcanza su realización bajo la lógica del libre mercado, sino también bajo la lógica del capitalismo de Estado. La inclinación que el capital muestra hacia una u otra propuesta tiene ciertamente en la acumulación de capital su mayor fundamento, pero razones extra-económicas también contribuyen a inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Entre estas razones, hablamos básicamente de la estabilidad política, la legitimidad institucional de las estructuras estatales dadas y de la presencia de la infraestructura necesaria al desarrollo productivo, tales como red caminera, cobertura de red eléctrica, principalmente.
No es ninguna novedad señalar que estos requerimientos han sido, históricamente en nuestro país, asumidos no por el esfuerzo privado, sino por el esfuerzo estatal. En ese orden, es válido decir que, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, hoy por hoy, el capital apuesta a modelos de capitalismo de estado y no al modelo de libre mercado, para su rotación y acumulación. Desde el punto de vista del capital, entonces, no es exagerado decir que el capital opta por los modelos estatistas, ya que éstos le garantizan la presencia de los requerimientos extra-económicos señalados.
Por otro lado, desde la reflexión política, las cosas también se inclinan por estos modelos, en contra posición del paradigma de libre mercado, expresado básicamente en propuestas políticas tales como la “elección racional”. Ello es así, porque el modelo estatista presupone un ordenamiento político constituido por un sujeto colectivo (la nación soberana, para el caso nuestro) y no por sujetos individuales. Si se observa con cuidado esta temática, entonces diremos que, desde la vertiente de la teoría republicana, la conformación del sujeto colectivo se expresaría precisamente en el ordenamiento estatista señalado. En este orden, efectivamente la propuesta política del supuesto actual Estado plurinacional, no se aleja mucho de los diseños republicanos más recalcitrantemente occidentales.
Dicho esto, volvamos entonces a nuestra afirmación inicial: el debate de la re-elección de Morales-Garcia Linera, no adelanta que la disputa no afectará a los cimientos de la lógica del capital. Esto quiere decir, pues, que el tiempo político e ideológico boliviano, se presenta en ciernes, como un tiempo en el que no existe el espacio para propuestas alternativas. Esto, por supuesto, no quiere decir que no se planteen dichas propuestas; estas incluso pueden surgir como un adelanto de lo que vivirá el país, luego que el falto debate político (que debe concluir con las elecciones del próximo año) haya pasado. En tal sentido, es posible adelantar que el verdadero debate nacional, se retomará luego del agotamiento de la ficción actual de “cambio” y su correspondiente “oposición”.
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