Opinion

MÁS ALLÁ DE LAS PROTESTAS
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Lunes, 1 Julio, 2013 - 11:08

Valorar: 
sin votos aún

Partimos, en esta reflexión, del impacto que los movimientos sociales producen en el Sistema político, como hecho incuestionable. Las protestas multitudinarias en distintos países (Chile, Brasil, Turquía y demás), aunque motivadas por razones variadas, coinciden en algunos rasgos que vale la pena tomarlas en cuenta. Se trata de elementos comunes referidos a la no presencia de partidos políticos en la convocatoria y en las acciones mismas, de los movimientos sociales. Por tanto, aquí ya tenemos un primer elemento llamativo de este fenómeno.

En efecto, la ausencia de los partidos políticos, en tales movilizaciones en principio nos dice de la convocatoria a la protesta, por canales que no son los partidos; ya sea de oposición o del oficialismo. Es más, incluso la pretensión de las organizaciones políticas de sumarse a las movilizaciones sociales ha provocado, en cada uno de los casos, el rechazo abierto. En consecuencia, puede decirse que la ausencia de los partidos políticos en las protestas es una petición de los propios manifestantes. Esto nos lleva, pues, a considerar como válida la idea de que la protesta -sin importar las demandas explícitas, que se en cada caso se presenta- es también contra los partidos políticos.

Este primer efecto, entonces, se refiere a la crisis de representatividad que manifiestan los partidos políticos. En tanto representantes (hoy más que nunca, rol auto-atribuido), queda claro que estas instituciones representan en casi nada a los movimientos sociales. Lo importante en este hecho es señalar que la crisis de representación de los partidos, nos remite a la crisis de mediación que, centralmente, deberían cumplir entre la sociedad y el Estado. Las acciones masivas de protesta ciudadana al margen de la convocatoria de los partidos políticos, entonces, nos muestra que éstos no representan a aquellas demandas y aquellos movimientos sociales que las levantan, con lo que en suma, tampoco cumplen el rol de mediadores entre el Estado y la sociedad.

Bajo estas circunstancias, es válido decir que la crisis de mediación afecta centralmente al Sistema político. Este sistema que se supone debería proporcionar al Estado de la capacidad de absolver las demandas de la sociedad (ser algo así como los ojos y los oídos del Estado) no cumple tal propósito porque simplemente los movimientos sociales y sus hechos ocurren al margen de los partidos. En estas condiciones, claro, el Estado se mueve casi a ciegas frente a los movimientos sociales, porque las mediaciones estatales se muestran atrofiadas y poco eficaces. Así, no es de extrañar que la protesta social tienda, en la gran mayoría de los casos, a rebasar la capacidad contendora del Estado, de arrinconar a éste y en un extremo, de imponerle las directrices de su comportamiento. La agenda del Estado, de esta manera, no es sino el reconocimiento del pedido de la sociedad, en procura de reformas políticas, económicas y sociales. Aquí el ejemplo de Brasil, es en verdad un caso enriquecedor.

Ante esta situación en Sistema político en general y el Sistema de partidos en particular, puede reaccionar de diversas formas. Al menos podrían ser cuatro las alternativas a seguir, a fin de reestablecer la eficacia mediadora que se ellos se espera. Una opción sería en pensar en reformas dentro de los propios partidos políticos, dentro del Sistema de partidos. Reformas consistentes, por ejemplo, en la democratización interna, con los rituales de tanto en tanto, de elección interna de dirigentes y de candidatos. Una segunda opción para el Sistema político, podría ser desmonopolizar la representación política y reconocer, junto a los partidos políticos, también otras formas de representación social. Para este caso, claro, no basta el burlote de la constitución boliviana que asume respaldar aquellas otras formas, requiriendo de ellas, sin embargo, las mismas condiciones que un partido político debe cumplir. No basta, porque debido a esos requisitos las denominadas “agrupaciones ciudadanas” no han devenido sino en partidos políticos, aunque con otro nombre. Al contrario, en la coexistencia de variadas formas de representación que demanda la crisis de mediación y representación que observamos, se habla de formas de democracia mixtas. En el caso boliviano, el avance propositivo más importante en esa dirección la dieron las organizaciones indígenas, en la Asamblea Constituyente, con la denominación de “modelo político Taypi” (no está nunca por demás recordar que se trató de una iniciativa ahogada por la lógica partidaria y anti-democrática del MAS).

En un extremo de las reformas que la crisis del Sistema de partidos demanda, alguien podría pensar en la abolición de los partidos. Pero esta posibilidad parece ser tan incierta como aquella que sólo espera reformas internas de los partidos, para reestablecer la salud del Sistema de representación. En todo caso, siendo el dato fáctico aquél que nos señala que los partidos políticos no representan a los movimientos sociales y que, sin embargo, pese a ello, los partidos políticos sí representan a una parcialidad de la sociedad civil, se abre la posibilidad del desarrollo de una democracia mixta, es decir de una democracia varios los principios políticos del Taypi, en el que coexistan aquellas distintas formas de representación.

Con todo, pero, está claro también que el impacto de los movimientos sociales abarca la necesidad de reformas dentro del manejo de la cosa pública. En la lógica partidaria del monopolio de la política, la administración pública es un verdadero botín, del cual deben apropiarse los partidos. Se entiende que, principalmente en las instituciones representativas (como los órganos legislativos en cualquiera de los niveles; nacional, departamental o local), no puede ya pensarse en la prórroga de funciones, a causa de una y otra y otra elección. Porque, precisamente estas prolongadas funciones que se logra por medio de la maquinaria partidaria, son las que consolidan verdaderas redes de corrupción y lazos prebendales para con los electores. Aquí, la alternancia no únicamente se refiere al titular y al suplemente de un curul legislativo, sino al operador político; dicho de otra manera, nadie podría ser más de una vez legislador.

Lo destacado de todo ello, sin embargo, no serán estas reformas (llamémoslas operativas), a consecuencia del impacto de los movimientos sociales, sino la recreación de  la teoría política. En este caso, parece que la tendencia nos muestra esfuerza hacia análisis totalizadores, del fenómeno político. Por ello, lo más probable sea que las concepciones que restringen la política a los órganos estatales e institucionales, como los partidos, caerán en desuso, dada su gran limitación cognoscitiva, en la problemática que afrontamos. Únicamente para las capillas ortodoxas, en la teoría política, puede ser un equívoco, considerar el concepto “política” como un concepto que rebasa el ámbito del Estado, de los partidos y se inscribe también en la sociedad toda. En este sentido, la validez del concepto restringido del concepto, es únicamente útil para observar una parte de la problemática y como vemos, en estos tiempos, parece no ser la parte más importante de ella.