Opinion

ESTADO Y SOCIEDAD EN TIEMPOS DE CATÁSTROFES
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Viernes, 7 Marzo, 2014 - 11:00

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En una anterior columna (titulada Trinidad, ¿la huérfana?) recordamos la idea que los tiempos de catástrofes marcan el tiempo de los regímenes. Quisiéramos profundizar la reflexión sobre ello, para pensar de manera crítica al actual Estado boliviano.

Antes, conviene diferenciar rápidamente conceptos tales como Estado, régimen y gobierno. Desde la teoría del institucionalismo, podríamos decir que el Estado es la organización de los órganos oficiales e institucionales de una sociedad, mientras que con el concepto régimen, precisamos el orden y los principios que rigen a tales órganos y por gobierno entenderemos al equipo administrador del Estado. Por eso dice el sentido común, enmarcado en el institucionalismo: “los hombres pasan, las instituciones quedan”. ¿Pero, qué pasa cuando el orden institucional, el régimen, se funda en principios diferentes a los que comparte la mayoría de la sociedad? Entonces, lo que sucede es que “los hombres pasan … y las instituciones también”. Bolivia, como sabemos, es un caso ejemplar en ello.

La apretada diferenciación de los tres conceptos que hicimos, sin embargo, es aún insuficiente para reflexionar respecto al Estado y la sociedad en tiempos de catástrofes. Para abordar esa relación, según nuestro punto de vista, no se puede prescindir de la consideración de la sociedad como el alter del Estado, es decir como su referencia última, si se quiere. Somos conscientes que en este razonamiento articulamos dos teorías diferentes: el institucionalismo y el marxismo, principalmente en su versión gramsciana; o sea un enfoque restringido (la teoría del institucionalismo) y un enfoque amplio (la sociología marxista), para referirnos a la temática. Esta manera de razonar acerca del problema se considera poco menos que herética, en ciertos círculos académicos, en particular entre quienes defienden el puritanismo teórico. Al contrario, para otras propuestas teórica-metodológicas (con las que concordamos), el pluralismo teórico no solamente es útil, sino necesario para acercarnos al conocimiento de la realidad.

Dicho esto, veamos aquél principio que dice que los tiempos de catástrofes son los tiempos del régimen, pero en un contexto de construcciones estatales débiles. Para ello recurriremos a dos ejemplos: Bolivia, bajo el impacto de las inundaciones y Ucrania, invadida por el ejército ruso. El primer elemento común entre ambos ejemplos, es que cada uno presenta, visto desde lo institucional, una construcción estatal débil. En el marco de una situación catastrófica, para las sociedades de cada uno de estos dos países se presenta un dilema. Desde ya, puede decirse que en situaciones de catástrofes (por eventos naturales, por eventos militares, por epidemias u otros motivos) toda sociedad tiende hacia su Estado, es decir se activan en ellas, si se quiere, las tendencias estadólatras -en ese sentido se habla que situaciones de catástrofes marcan la hora en la que se espera la actuación del régimen. El que una sociedad “acuda” en situaciones tales hacia su Estado es natural, porque se supone que el Estado es, entre otras, la misma sociedad organizada institucionalmente.

¿Qué sucede, sin embargo, frente a una institucionalidad estatal débil, como en el caso de Bolivia o de Ucrania? Lo que sucede, es que la sociedad recurre a su propio bagaje para enfrentar la catástrofe. Lo hace, según nuestro ejemplo, de diferentes maneras. En el caso de las inundaciones en el Beni (Bolivia) la auto-organización de la sociedad muestra líneas no complementarias, institucionalmente hablando, con los débiles esfuerzos estatales; mientras que en el caso de Ucrania los esfuerzos auto-organizativos de la sociedad[1] dibujan líneas de complementación con los (también débiles) esfuerzos del Estado de ese país. Estos distintos comportamientos de cada una de estas sociedades, con respecto a su Estado, tendrán también consecuencias diferentes. Mientras que en el caso de Ucrania puede pensarse en una complementación entre los esfuerzos estatales y sociales (potenciando de esa manera, en último término, al Estado), en el caso boliviano, la no convergencia -por la arrogancia del gobierno del MAS- institucional de los esfuerzos, no robustece al Estado. Tampoco, claro, vamos a hablar aquí del cuestionamiento a éste, pero es evidente que si las cosas suceden por debajo, por encima o por los costados del Estado, la legitimidad social de éste queda en entredicho.

No es algo que a los bolivianos debería sorprendernos, porque esa ha sido la tradición de “nuestro” Estado. Pero, como vimos en el ejemplo a propósito de las inundaciones en el Beni, la reforma masistano ha servido para el desarrollo del Estado. Al contrario, puede decirse que esa reforma no ha dejado de ser una simple re-edición de los tristes remedos de Estado que tuvimos, por lo que es válido afirmar que el Estado “plurinacional” de los masistas no es sino el mismo mamarracho estatal de siempre.




[1] Los esfuerzos auto-organizativos a los que nos referimos en este caso, giran en torno al llamamiento a la sociedad ucraniana, por parte de dirigentes de las protestas, respecto a la organización de fuerzas paramilitares para enfrentar la invasión rusa. No interesa, en este caso, si el llamamiento proviene de sectores políticos de la extrema derecha, radicalmente nacionalistas.