Opinion

EL MAS Y EL "CAMBIO" QUE NO CAMBIÓ NADA
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Miércoles, 22 Enero, 2014 - 13:44

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El denominado “proceso de cambio” (un eufemismo utilizado hasta el cansancio por muchos embusteros del Palacio Quemado) tiene uno de sus puntos de arranque en la actual Constitución Política del Estado (CPE). El que el texto final de esta Constitución fuera redactado entre cuatro paredes, en acuerdo con los partidos políticos con representación parlamentaria, a fines del 2008, es algo que por supuesto prefieren no recordar los eventuales administradores del Estado. Es un hecho, lamentablemente por cierto, que aquella amnesia incluso hubiera llegado a tantísimos Medios de Comunicación, debido a lo cual puede tenerse hoy la falsa imagen en relación a la CPE en vigencia. Lo cierto, pero, es que el texto constitucional, con el que se supone principia el “proceso de cambio” ha sido resultado del acuerdo entre partidos, en el marco de la partidocracia, al fiel estilo de la política tradicional boliviana.

Así, desde un principio Evo Morales ha mantenido las prácticas políticas de espaldas a la ciudadanía, para procurar oscuros acuerdos bajo la mesa y lejos de la observación crítica de la opinión pública. En definitiva, pues, desde el momento mismo de su nacimiento, este pretendido proceso de cambio  ha nacido reproduciendo  la chacota de la política boliviana y el rostro indigno de los partidos políticos.

Lo que llama la atención, claro, no es este hecho, ya que el país para males, tiene una larga lista de demagogos y traidores a sus propias proclamaciones, sino la falta de correspondencia entre el entonces proyecto del Movimiento al Socialismo (MAS) y la crisis estatal-nacional vivida a principios de este siglo. En efecto, las movilizaciones sociales de entonces, de claro signo pre-insurreccional (que obligaron al sistema a cubrir su desnudez propositiva con cualquier opción política con ascendencia en el movimiento popular y dispuesta a ser utilizada de tapa-rabos), han tenido como desenlace la ejecución de un proyecto político de pálidas reformas. Muy pálidas, si nos atenemos a las demandas sociales de los años 2000 al 2005, condensadas en el llamado “programa de octubre” y que configuraron algo así como una propuesta nacional popular mínima. La razón de esta desconexión entre un programa y una situación pre-insurreccional se encuentra, a la vez, en la formulación del proyecto masista en base a la matriz de la lógica del mercado.

Así las cosas, Evo Morales y la bancada parlamentaria de levantamanosmasistas se apresuraron a constitucionalizar, en lo fundamental, los inconstitucionales contratos con las empresas transnacionales petroleras, que Gonzalo Sánchez de Lozada había tratado de hacerlo. En lo constitucional, masistas y neoliberales de ayer, cerraron las puertas a la representación directa, en el parlamento, de los pueblos indígenas y mantuvieron el criterio de homogeneizar la representación parlamentaria en base a partidos políticos. Este engaño, por supuesto, duró menos incluso que dos ciclos anuales e hizo aguas, primero con el gasolinazo de diciembre del 2010 y luego con el conflicto del Territorio Indígena del Parque Nacional IsiboroSécure (TIPNIS). Lo curioso es que, en ambos casos, el sector social en el que se inició el conflicto, fue el de los indígenas. Para el primer caso, en los ayllus del norte de Potosí y para el segundo, en las selvas del departamento del Beni; podríamos decir que en este país resulta muy difícil ser impunemente anti-indígena, como lo son Morales y compañía.

El proceso de cambio del MAS, entonces, significó la reproducción de viejísimas prácticas bolivianas, principalmente en lo político y en lo institucional. Tal es así que, por ejemplo, se mantuvo la total falta de independencia del sistema judicial boliviana. El sometimiento de este sistema, al Poder Ejecutivo es tal abierto que ni masistas, ni operadores de la “justicia” se ruborizan de ello. La “justicia” en el país continúa siendo una caja de pandora y una vergüenza nacional. En lo principal ha servido, a lo largo de la administradores gubernamental del MAS, para la persecución política a moros y cristianos. La lista de aberraciones del sistema judicial es larga y contempla también, simples acciones delincuenciales como la extorsión (no desmentida por el gobierno) a un empresario norteamericano, fugado del país, como último acto de justicia, a fines del año pasado. Los mismos pasos del sometimiento al Poder Ejecutivo y de vergüenza nacional, hoy por hoy está siguiendo el Tribunal Electoral. La imparcialidad de este órgano resulta cuestionada, a la luz de resoluciones que pretenden limitar la actividad política solamente a procesos electorales, mientras se hace de la vista gorda ante el proselitismo gubernamental diario. ¿Independencia del sistema judicial boliviano y del órgano electoral? Por favor …

Corona esta metamorfosis del gobierno de Morales, el asalto masista a las oficinas de la Asamblea de Derechos Humanos en La Paz, el pasado viernes 17. Amparados en supuestas organizaciones sociales como la Federación de Mujeres campesinas o el sindicalismo campesino, adherentes del partido de gobierno optaron ante la ya acostumbrada paciencia policial para estos casos, por asaltar aquellas oficinas. Aunque el propósito explícito era hacerse de la dirección de la Asamblea de Derechos Humanos, el propósito implícito y por tanto de mayor importancia, era desalojar de las oficinas, a las autoridades del Concejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), refugiados en ellas por el asalto masista, a su vez, de sus propias oficinas. Lo concreto, pero, es que el gobierno de Evo Morales puede enorgullecerse ahora de ser el único gobierno en democracia, en cuya gestión tomaron sus adherentes por asalto las oficinas de Derechos Humanos. Que la democracia ha retrocedido con ello a las épocas de la dictadura de hace tres décadas y media, es una mancha, no tanto para el país sino para el actual gobierno; mancha que los masistas no podrán quitarse, ni lavándose con poq’e o acudiendo a (¿narco?)amautas para una que otra limpia. Como se observa, al final de cuentas, desde el punto de vista del sistema de mercado, el MAS no ha servido ni siquiera como un buen tapa-rabos.