Opinion

HOMBRES DE GOBIERNO, HOMBRES DE ESTADO
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 30 Enero, 2014 - 13:07

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Aunque para cierta teoría política hombres de gobierno son, por definición, también hombres de Estado, lo cierto es que, a la luz de la experiencia concreta (al menos en nuestro país), las cosas no son de esa manera. Puede diferenciarse, por ello, a los unos de los otros. El motivo de ello radica, en lo fundamental, en la constitución de lo político, entendido éste tanto como un espacio para la deliberación pública como, a la vez, un cierto ordenamiento institucional. Esta constitución, a su vez, debe entenderse como la derivación de un pacto social, de acatamiento general. Se trata de lo que tantas veces se señaló desde la sociología crítica: de un estatal. Está claro que tal pacto no se produjo en Bolivia, a pesar de intentos verdaderamente notables, por parte de la sociedad en actitud de interpelación al Estado. Para concretizar nuestra reflexión, veamos esta distinción (hombres de gobierno – hombres de Estado) a propósito del actual gobierno.

Digamos de entrada que los hombres del Movimiento al Socialismo (MAS) únicamente pertenecen a la primera categoría, mientras que la segunda continúa vacante. Se entiende que entre ambas categorías no existe una tajante división, por lo que, efectivamente, en algunas ocasiones los hombres de gobierno pueden devenir también en hombres de Estado, tal cual se anota en la teoría política convencional. Esto quiere decir que los intereses particulares de los hombres de gobierno (en tanto grupo o partido político gobernante) incluso pueden expresar el sentir y las inclinaciones generales de la sociedad. Aquí, intereses particulares e intereses generales serían, hasta cierto punto, intercambiables en tanto que los intereses generales se realicen por medio de los intereses particulares.

La condición, recordemos, es que en previo se hubiera producido aquél óptimo del que hablábamos. Una de las condiciones para esta producción es la presencia de un estado de disponibilidad social (algo presente en la historia contemporánea boliviana), así como la predisposición estatal para recoger ese estado de la sociedad (condición que no se ha dado, en nuestro caso).

En este orden podemos decir que el MAS es un partido que básicamente expresa los intereses particulares de un sector social, a pesar de la realización de objetivos que podríamos considerar de interés general. ¿Por qué es ello así? En sociedades notoriamente despolitizadas sería posible pensar que bastaría cumplir con uno que otro objetivo nacional, para que los intereses particulares quedaran ocultos, tras ella; pero en el caso boliviano, precisamente por los altos grados de politización de esta sociedad, el cumplimiento de intereses nacionales no logra ocultar los intereses particulares. Así las cosas, objetivos tales como la vertebración caminera y otras obras menores, aparecen como lo que son: como simples acciones desesperadas para recuperar algún grado de legitimidad social, luego de haber pulverizado los enormes grados de convocatoria nacional. Canchas de pasto sintético, sedes sindicales y demás menudencias que el gobierno de Evo Morales reparte a diestra y siniestra con la esperanza de corromper a sectores críticos de la sociedad, no alcanzan para ocultar que lo que vive Bolivia es, en el marco de la rotación de élites, el esfuerzo de sectores emergentes (como los cocaleros del Chapare, los cooperativistas mineros, los transportistas, por ejemplo) de acceder al círculo oligárquico, aunque seguramente con olores menos rancios que los tradicionales.

A estos nuevos ricos, hoy por hoy masistas incondicionales, antes que el interés general les importa pues el interés sectorial y tienen en el gobierno de Evo Morales, a su mejor representación política. Por ello, queda claro que la política boliviana no se ha dignificado, tal cual se vociferaba desde el Poder Ejecutivo, a inicios de la presente gestión gubernamental. Los acuerdos entre cuatro paredes entre partidos políticos, la presión de grupos de interés para beneficio sectorial continúan haciendo de la práctica política algo tan indigno como en los anteriores gobiernos.

El que, en este orden de cosas, el gobierno de Morales sea tan indigno como lo fueron los capitalizadores de ayer, es algo que nos remite nuevamente al asunto de la constitución del óptimo, del aprovechamiento estatal-nacional de un momento de disponibilidad social como viviera Bolivia, a principios de la anterior década. No es solamente la pequeña moral de los actuales gobernantes lo que explica este desaprovechamiento, sino también la propia carga de la historia estatal en Bolivia. Claro que lo uno (la carga estatal) no hubiera tenido éxito en el (des)propósito de revertir la acumulación histórica expresada en el momento de disponibilidad de la sociedad, si no hubiera encontrado un partido de hombres miserables dispuesto a servir a ello.

Por ello puede anticiparse que en las próximas elecciones lo que estará en juego no es ni el futuro del país (es decir, el futuro del interés general), ni la viabilidad como nación. Estará en disputa la inclusión y permanencia de los sectores sociales emergentes, en el reducido círculo de las clases privilegiadas. Será, en el pleno sentido de la palabra, por tanto, una disputa de intereses sectoriales, en el que los intereses generales quedarán subordinados a la menuda disputa por intereses mezquinos. En consecuencia, el elector boliviano no votará por opciones de Estado, sino por simples hombres de gobierno, ávidos en formar parte de la élite política con la finalidad del ascenso social.