Opinion

TRINIDAD, ¿LA HUÉRFANA?
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Jueves, 27 Febrero, 2014 - 12:50

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En el manejo responsable y serio de la administración gubernamental, sea cual sea su titular, se sabe que los episodios catastróficos que vive una sociedad, constituyen un llamamiento a la actuación del régimen. Así, los períodos de crisis, a raíz de una catástrofe natural, marcan la hora del régimen, es decir, conforman un llamamiento para que éste actúe. Estos presupuestos son válidos, claro, para cualquier gobierno responsable y serio; que no es el caso, ciertamente, del actual neomelgarejista gobierno boliviano. Para ello basta observar el comportamiento del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) en estos días, en los que las lluvias han puesto virtualmente bajo las aguas a un departamento (el Beni) y a su capital, Trinidad. A las mismas horas en las que la población boliviana se solidariza con las víctimas de las inundaciones en el Beni, algunos diputados masistas salen a la palestra pidiendo enjuiciamiento al Prefecto de ese departamento, porque se le habría encontrado en el aeropuerto, antes de tomar un vuelo, una mochila con más de 200 mil bolivianos.

Los episodios catastróficos son la hora de la actuación del régimen, principalmente porque esa es la responsabilidad de sus titulares; la población espera de sus autoridades que, en momentos críticos, sean capaces de administrar el aparato estatal de tal manera que permita a la población enfrentar la catástrofe. No es un gesto de buena voluntad que se espera de los hombres de un régimen, sino el cumplimiento de la responsabilidad que asumieron, al acceder a cargos públicos. A ello puede llamarse, en parte, un régimen confiable.

Lo cierto es que la catástrofe del Beni y en particular la situación de Trinidad, han marcado un evento demasiado grande para el gobierno de Evo Morales. La dimensión de los daños no se condice con las respuestas que hasta el momento el gobierno ha dado, balbuceo y manotazos de ahogado de por medio. Por ello puede pensarse que a fin de enfrentar con alguna posibilidad medianamente seria la crisis, el gobierno debería permitir que otras fuerzas, también estatales, acudan en mejores condiciones en auxilio del Beni. Las autoridades de este departamento han insistido en que el gobierno declare al Beni , zona de desastre nacional, a fin de que se incrementen los canales de socorro y ayuda. Sin embargo, Morales y compañía prefieren hacerse de oídos sordos y resistir a tal declaratoria. Este gesto, que no corresponde a hombres titulares de los principales cargos públicos, solamente puede entenderse porque en verdad hay una mentalidad, en los eventuales inquilinos del Palacio de gobierno, que poco se diferencia de aquella mentalidad de Mariano Melgarejo. Ello, claro, no ha impedido que la comunidad internacional, por su parte, acuda con una que otra ayuda al departamento afectado; aunque en forma limitada porque el departamento no es, oficialmente, reconocido como zona de desastre nacional.

Como bien ha observado una parlamentaria de oposición, Evo Morales se contenta al parecer en mandar al Beni, ocasionalmente, a uno que otro “ministerillo”, mientras él se mantiene lejos de la zona, en otras latitudes, inaugurando cualquier obra, por más insignificante que sea, en comparación a los desastres que sufre el Beni. La razón de este irracional comportamiento de Morales y sus hombres, parece encontrarse en el cálculo político. Para el MAS, el 2014 es el tiempo de la propaganda permanente. ¿No llamó Morales acaso, a los empleados públicos, a delinquir cuando pidió que solamente trabajasen la mitad del tiempo de sus obligaciones y dedicasen la otra mitad del tiempo para la campaña  electoral? Todo, pues, se subordina a la necesidad del trabajo “por el partido”; aun las catástrofes naturales, como la que azota al Beni y otras regiones del país. De hecho, una autoridad indígena criticó precisamente los excesivos viajes de Morales, con el pretexto de inaugurar cualquier obra, a fin de cosechar fáciles aplausos. Poco falta, en verdad, para que presuroso acuda a la inauguración de alguna letrina, en cualquier comunidad y desear, luego de su inauguración, “feliz baño nuevo” a los asistentes.

Más allá de todo ello, sin embargo, algo queda de la inconducta gubernamental, para enfrentar catástrofes naturales y lo que queda, en la población boliviana (muy particularmente en la beniana), es la certeza que en el gobierno hay una enfermiza e infantil actitud de venganza para con esa población. Al parecer ha pesado demasiado en el ego de los gobernantes, la derrota electoral para gobernador o las críticas que recibieron por ese gesto de verdadero llunkerío gubernamental para con Venezuela, al levantar una estatua en homenaje al expresidente venezolano, Chávez y mandar guardias para protección de la misma, ante las críticas de la ciudadanía. Pero lo que queda, en definitiva, es la comprensión, por parte de la población, de la incapacidad del MAS para gobernar en momentos de catástrofes, aún ocurran éstas en un año electoral, como el actual. En efecto, la dificultad de los “estrategas” y “dirigentes” de este partido para sintonizarse con el momento crítico, parece radicar en la incapacidad de adaptarse a situaciones imprevistas, como es una catástrofe natural. Al parecer, las ansias de mantenerse en el poder les cierra toda posibilidad para una buena administración gubernamental en situaciones de emergencia. Tal es así que en la Bolivia actual, los tiempos de catástrofes no marcan la hora del régimen, sino la hora de la autoayuda ciudadana.