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Nacido el 13 de marzo de 1931 en Cochabamba, Marcelo Quiroga Santa Cruz fue un hombre multifacético. Ensayista, novelista, poeta (sus poemas publicados figuran bajo seudónimo), ministro, político, docente universitario, marcan las principales actividades a lo largo de su vida; aunque también ingresó al terreno del periodismo y de la cinematografía (en base a un cortometraje, en este último caso). Pero la principal de las actividades de este hombre fue la actividad política, comprometida con las luchas populares. Tal fue así, que en una entrevista concedida a Giancarla Quiroga a finales de 1979 y publicada en “Presencia literaria”, no dejó de traslucir cierto lamento, por el hecho de relegar otras actividades, como la producción literaria, en beneficio de la lucha política en pro de los ideales socialistas. Precisamente ese compromiso le llevará medio año más tarde (el 17 de julio de 1980) a la muerte, en el asalto a la sede de la Central Obrera Boliviana (COB), por parte de bandas delincuenciales bajo las órdenes del coronel Luis Arce Gomez y del general Luis Garcia Meza.
Si es que se pudiera encontrar un común denominador en las diversas facetas de Quiroga Santa Cruz, diríamos que la consecuencia y la honestidad con los principios que propagaba, marcan la similitud. El que los contenidos hubieran cambiado, es secundario. Lo es, por ejemplo, cuando se recuerda su preocupación existencial, fuertemente expresada en su primera novela (“Los desahitados”, escrita en 1957 y por la cual mereció el premio de talla internacional Faulkner), antes de su amor a la patria manifestada en la defensa de los recursos naturales para, finalmente, devenir en su adscripción a la teoría marxista. En cada unode estos ámbitos, Quiroga mostrará su fidelidad mediante acciones concretas, expresivas de la consecuencia con su pensamiento.
Por ello no tiene sentido hablar de Quiroga Santa Cruz, como exponente de una línea de pensamiento ya que, insistimos, lo que destacará en este hombre serán la consecuencia y la fidelidad a los principios, sean cualesquiera éstos. Bajo este razonamiento, entonces, podría conjeturarse si Quiroga hubiera o no apoyado, digamos, al gobierno de Evo Morales. Un ejercicio semejante, sin embargo, podría envolvernos en la especulación absurda e infantil. Para evitar este abismo, al contrario, puede intentarse un acercamiento para una posible respuesta, a partir de situaciones políticas casi similares que vivió el país, en los tiempos de Marcelo. Y el evento más importante de entonces, será la revolución nacional de abril de 1952 y los doce años de gobiernos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).
En aquél entonces, al igual que con el hoy gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), sectores arribistas de las clases medias han cabalgado sobre las espaldas de las luchas populares, para hacerse del gobierno en beneficio particular. Entonces, al igual que hoy, muchos intelectuales progresistas se han apresurado a sumarse al carro del partido de gobierno, mientras Marcelo Quiroga mantenía una crítica abierta al MNR, para desnudar precisamente el carácter falsamente revolucionario de ese partido. Las múltiples columnas de prensa publicadas bajo esa orientación -y reunidas posteriormente en un libro titulado “La victoria de abril sobre la nación”), le granjearon la enemistas con la intelectualidad movimientista de aquél período, entre ellos René Zavaleta Mercado. El entonces joven Zavaleta Mercado, respondió al también aún joven Marcel, con una columna publicada bajo el título “Joven deshabitado culpa al país de sus desgracias personales”. El tiempo, sin embargo, se encargó de demostrar la validez de las críticas de Quiroga. La irrefrenable derechización del MNR, por tanto, incluso alejó de sus filas a hombres como Zavaleta Mercado, impulsándoles hacia posiciones claramente marxistas. Tal es así que en “Las masas en noviembre” (uno de sus últimos trabajos publicado a inicios de los años ’80, antes de su muerte), René Zavaleta dedicará todo un acápite a manera de homenaje a Quiroga Santa Cruz.
Al margen del recuerdo de la posición de Marcelo Quiroga frente a un gobierno populista y supuestamente revolucionario, nos sirve también -a fin de conjeturar respecto a que si hubiera apoyado o no a un gobierno como el actual- volver a las líneas matrices que condujeron su vida: la lealtad y la consecuencia con los principios que propagaba. En este terreno, ciertamente Evo Morales y los suyos tienen todas las de perder. El MAS, un partido que aglutina a traidores (en este caso para con las demandas de la guerra del gas del 2003), demagogos y gentes sin principios, a diferencia del MNR, no ha necesitado doce años (1952 – 1964) para desnudar sus miserias ante la población; a los masistas les bastaron ocho años para olvidarse de las demandas populares e indígenas y correr a los brazos de las empresas transnacionales. La torpeza del MAS (algo así como un pálido remedo del MNR de inicios de la década de 1950) ha pretendido, por ejemplo, mostrar como nacionalización de los hidrocarburos, lo que en realidad es: una simple migración de contratos ya acordados entre el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR) con las transnacionales. ¿Será por esta afinidad entre movimientistas y masistas que tantísimos gonistas hoy ocupen puestos en la administración pública, a título de formar parte del “proceso de cambio”?
Gramsci escribía que la política es, en lo principal, el cambio de la correlación social de fuerzas. Se entiende que este cambio, desde una perspectiva revolucionaria, tiene sentido en la medida en que sirva para la concretización de un proyecto revolucionario, si se quiere. Aquí, claro, interviene eso que se llama el realismo político (larealpolitik). Es un tema escabroso, ciertamente, porque nos aproxima a lo que puede ser considerado como realismo y lo que abiertamente resulta oportunista, con inequívocos signos de traición. Lo que puede ayudarnos para no confundir las cosas, en este terreno, es pues la lealtad y la consecuencia con los principios, a la manera de Marcelo, orienten todo nuestro accionar. Al contrario, en gentes como sin principios y absolutamente desconocedores de lo que se llama lealtad, como Evo Morales y los suyos, el paso hacia el oportunismo y la traición -a título de ser pragmático y realista- es inevitable, tal cual lo vemos en estos días gris que nos toca vivir.
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