Los otros caminos

LITERATURA Y MENTIRA

Iván Castro Aruzamen

Hace tres años atrás, tenía yo la firme idea de que enseñar era algo importante y definitivo en mi vida. Y fue hace ya muchos años, cuando leí por primera vez, en medio de las montañas, Hamlet de Shakespeare o Las mil y una noches, mientras comía pan y observaba con un ojo las blancas ovejas, que mi abuela me encargaba pastar, sobre todo en las vacaciones de invierno y primavera. Entre el viento y el balido de los corderos, el pan y los libros, me enamoré de la literatura. Luego también caí en las trampas del amor; desde entonces comprendí que llorar o sentir que el pecho arde de pasión o tristeza era muy humano.

Ya en mis años de universidad, el amor y la literatura, fueron dos caminos inseparables en mi vida; cuando el amor de una mujer me empujaba a rodar por la noche entre alcohol, cigarros, caricias, pasiones incontroladas, sentía que estaba vivo y a veces mucho más muerto que un cadáver; pero una novela, un poemario, un ensayo, un diario, me devolvían, siempre, el aliento para seguir viviendo. Las historias que emergían de los libros, muchas veces me han hablado de esta maravillosa experiencia que es vivir, así sea entre la frontera de la felicidad o la infelicidad.

Un día leí Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga; me gustaron tanto que, las noches en las que mi hermano menor sufría de dolores de cabeza por un aneurisma y sólo los anestésicos calmaban su sufrimiento, yo le contaba cada uno de los cuentos para que se durmiera. A los quince años y sin haber logrado despedirse de su primera chica y los cuentos de Quiroga, se fue de esta vida. Tiempo después, comprendí la desgracia que llevó el autor uruguayo de La gallina degollada; un día se enamoró de su alumna y se casaron. Jamás pensé que muchos años a mí me sucedería lo mismo, con una substancial diferencia: he amado a esa mujer, con el amor más tierno y puro que se pueda pensar; la he amado, sin que ella lo supiera; pensaba, en ella como una hermosa flor, si Dios creo todo lo que nos rodea, ella debió ser el sueño más hermoso del Creador; la he amado en secreto, en silencio y en la oscuridad más honda de mi alma; pasé interminables noches pensando en sus ojos, en su pelo, en el color de su piel; me sentí perdido en esas largas noches, pero, como dice el verso de un poeta italiano que he querido mucho y a quien siempre regreso: “Así que en esta/ inmensidad se ahoga mi pensamiento/ y naufragar me es dulce en este mar” (Immensitá s’annega il pensier mio:/ E il naufragar m’é dolce in questo mare). Debo y quiero agradecer a esa mujer, mujer en flor, aunque sea sólo el instante que me cobijó en su pensamiento.

Tras darle vueltas y vueltas a esta etapa de mi vida, y, si Julio Verne dio La vuelta al mundo en 80 días y Julio Cortázar La vuelta al día en 80 mundos, yo di La vuelta al mundo y el día en 80 vidas, para caer en la cuenta de una sencilla verdad: he amado a esa mujer nada más como un pretexto, porque al enamorarme de sus profundos ojos negros y su transparente voz, descubría otra vez, como hace muchos años, mi amor por la literatura. Así, me he descubierto otra vez a mí mismo, me he reinventado de las cenizas para encontrarme con el verdadero amor de mi vida: la ficción. Yo mismo me descubro ahora fruto de mis mentiras. Mi amor por quien fue estudiante de mi clase, fue también una mentira que dio origen a mi verdad. Mientras escribía estas notas, una canción vino a mis odios y se quedó rebotando en mi memoria: «Esta cobardía de mi amor por ella, hace que la vea igual que una estrella, tan lejos tan lejos en la inmensidad, no espero nunca poderla alcanzar…» Mi amor por K. jamás llegó a ser una cobardía pero sí una gran mentira, en la que creí tozudamente, hasta hoy.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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PASADO Y PRESENTE. Un nuevo líder

Iván Castro Aruzamen

Hasta ahora, a pesar del quiebre del Estado nacional a finales de la década de los noventa, no ha habido una bolivianización de Bolivia. Por esa razón es lícito preguntarse: ¿Acaso hubo o hay un líder político que sea de hoy, que pertenezca a las exigencias del presente? No. Ni siquiera con todos sus defectos –en porcentaje apabullan– y las escasas virtudes, Evo Morales Ayma logró tener los pies en el presente. Pues, hasta en su agria vanidad, antiimperialista o anticolonial de su discurso, no dejó de  ser un simple espectáculo de ayer, cargado de un nebuloso pasado; el presidente de los atuendos rebuscados es del pasado, porque no aprendió nada ni olvidó un ápice la historia vanidosa del indio americano, sometido a los vaivenes de la historia colonial. Es más tuvo una oportunidad irrepetible como una mujer joven que descubre el amor.

 

Al presidente Morales, más por fortuna que por virtud, le tocó un Estado de ubres enormes. Cuando tomó el mando báculo en mano y con la bendición del narco curaca, aparecía ante una gran mayoría del pueblo boliviano como el bueno, el probó de una historia jalonada por la desigualdad; pero han pasado los años, inexorablemente, y para las nuevas generaciones éste presidente no es sino un calzonazo en el poder, que dejó (rá) robar a medio mundo las arcas del Estado. En tiempos neoliberales, los ladrones del Estado era una banda de contados oligarcas, hoy, se nacionalizó el asalto al erario público; roban los dirigentes sindicales, alcaldes, gobernadores, asambleístas, policías, militares, funcionarios públicos. Evo Morales ya no es el buen salvaje, tímido e indefenso con un cierto olor a santidad, sino el jefe que vive en palacio quemado en olor a coca y narcotráfico, corrupción y entreguismo nunca antes visto a la política del imperialismo chino.

 

Necesitamos concretar un nuevo Estado. Sea este plurinacional, multinacional o sencillamente nacional y boliviano. Se debe superar la crisis moral, social y política en la que nos sumió el MAS. Es hora de sanar las heridas abiertas por un régimen cavernario. En el nuevo estado no puede caber más el enfrentamiento al que nos arrojó el gobierno socialista. Aún late con fuerza las discrepancias entre ricos y pobres, blancos y mestizos, indios y negros, y hasta entre católicos y protestantes. El enfrentamiento es el acicate de un poder vertical, pero, también es el camino más corto hacia una sociedad violenta y cruel.

 

El papel de la derecha, ya estuvo por demás cargado de una alta dosis de ineficacia política. Por tanto, está claro que el nuevo estado no debe tolerar los espurios intereses sectarios, tan visibles en algunos viejos políticos presentes en la actual hora de la política boliviana. Este país de aquí en adelante, necesita un hombre honesto y sensato, que generosamente más allá de la codicia, tenga el interés real en la solución civil por medio del diálogo y la unidad, de los problemas que están estrangulando nuestra sociedad. No debe quedar rastros de ningún caciquismo. Así como el pasado 21 de febrero del 2016, el pueblo le enseñó en la urnas un lección enorme de democracia, a Evo Morales y García Linera, también este 3 de diciembre, le ha dicho al gobernante de turno, que necesitamos un personaje de aspecto popular, que dé la impresión de honradez y trabajo, silencioso, para hacer de Bolivia un país, no comparable a las grandes potencias, sino tan solo sentar la idea de unidad y nación, que se construye paso a paso fruto de la entrega de sus ciudadanos, no de la demagogia.

 

Urge un nuevo presidente que ponga en evidencia las ilusiones de un proceso fallido, pero, también con mano dura frene a los narcotraficantes alimentados por la coca del Chapare, que desde hace tiempo se sienten muy cómodos en el Estado Plurinacional, y se pasean como Pedro por su casa. Hace algunos años se decía que Carlos Mesa Gisbert era demasiado presidente para un país quebrado, pero, la hora actual reclama su presencia, para que sea un presidente del presente. Ya no más jefes de Estado que representan el pasado.

 

 

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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JUSTICIA Y LIBERACIÓN. HACIA EL VOTO NULO

IIván Castro Aruzamen

Hasta hoy el ordenamiento jurídico no garantiza ni expresa los derechos de la mayoría de la población. Es más, sobre todo, estos últimos años, dicho ordenamiento se ha tornado servil al poder político. No cabe duda que el sistema jurídico en nuestro país padece de una enfermedad crónica, el divorcio entre la perfección formal de los ordenamientos jurídicos y la inefectividad que los mismos tienen a la hora de ser llevados a la práctica. Ésta contradicción se ha profundizado con el actual gobierno, porque todo nuestro ordenamiento se mueve en el péndulo de un régimen que se sitúa entre dictadura y democracia o finalmente en una dictadura democrática. En este sentido, cae como anillo al dedo la historia de un estéril bovarismo nacional del que hablaba Antonio Gramsci en el Universal ilustrado de 1917 –a quién tanto gusta citar Álvaro García Linera– en el que realidad y deseo caminan separados por un inmenso abismo. Nuestra justicia en Bolivia sufre de este bovarismo hasta en el mismo núcleo de su ser. No es gratuito que se haya venido aplicando leyes y sistemas extraños a nuestra realidad; pues, sencillamente, porque los problemas nacionales jamás han sido resueltos, sucesivamente, uno detrás de otro, sino que se han ido acumulando en forma de expectativas, intereses y necesidades sin posibilidad alguna de darles una satisfacción adecuada.

No se necesita definirse antiimperialista o anticolonial, para saber que nuestra historia vivió jalonada por las tiranías, los gamonalismos, las dictaduras y el gorilismo, las oligarquías, los paternalismos, los tercerismos, el populismo y la democracia; éstos se han ido sucediendo y han venido acompañados por continuas violaciones y tensiones de las normas que proclaman y defienden los derechos humanos de las personas. El populismo de hoy, mal llamado gobierno progresista, sin duda, de manera demagógica durante este decenio de vacas gordas debido al elevado precio de los hidrocarburos a nivel internacional, se empecinó en introyectar en la conciencia nacional la idea de soberanía; pero, bajo esa apariencia y absurda concepción de ser libres solo se han forjado nuevas cadenas que nos desangran por ideales extraños. Pues, el comunismo chino o la Rusia de Putin, nos son tan extraños como el sueño americano.

Nuestro ordenamiento jurídico está cimentado sobre unos criterios axiológicos caducos y desfasados, y, por esa razón, la corrupción se ha hecho nido en todos los niveles. Tenemos un ordenamiento divorciado de la realidad de las personas, y, absolutamente, vertical y burocrático. Es hora de introducir de manera seria el tema de la liberación en el derecho. Pero hasta ahora, ni se ha entendido y mucho peor aplicado el liberacionismo en nuestro ordenamiento. Esta tradición tan rica en nuestro continente, que se remonta a los primeros años de la colonia en hombres como Bartolomé de las Casas, Mons. Romero, Ignacio Ellacuría, Luis Espinal o la Teología y Filosofía de la liberación, puede aportar elementos suficientes para darle un nuevo rostro a la justicia. Cuando se habla de Derecho Alternativo, no solo se trata de rechazar el monismo jurídico, que ve al estado como el único sujeto creador de derechos. Sino que las masas desprotegidas deben de reapropiarse del poder que palíe la insatisfacción de sus necesidades y carencias. La introducción de la Liberación en el Derecho implica luchar contra el sistema vigente y apuntar a que las comunidades se constituyan en actores creadoras de sus propios derechos y representantes directos de sus reclamos. El nominalismo del ficticio estado plurinacional, no ha hecho sino preocuparse por el formalismo antes que la liberación, y, no solo en el campo jurídico, también en las otras parcelas de la vida nacional.

Los actuales candidatos a las altas esferas del sistema jurídico en nuestro país, ni en sueños se les ha asomado la idea de asociar productivamente liberación y derecho, a pesar de que es de uso corriente este término en el discurso presidencial. Un nuevo Derecho Alternativo que tome en cuenta la liberación en su comprensión más honda, debe considerar los valores, las necesidades y un concepto de justicia plural, como elementos esenciales a la hora de interpretar una norma jurídica.

Mientras el ordenamiento jurídico esté a los pies del poder político, el camino hacia el voto nulo, el próximo 3 de diciembre, es la opción más democrática de ejercer el derecho a discernir con el poder. Sin Liberación y Justicia de la mano, no hay norma jurídica justa.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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HISTORIA, MEMORIA Y APRENDIZAJE

Iván Castro Aruzamen

Frecuentemente recurrimos a la historia, a quien consideramos como una magistra vitae. Pero, la utilidad de la historia, de nuestra historia como sociedad, para nuestra vida, no solo depende de una buena voluntad o nada más que de las buenas intenciones de quienes leen la misma. Nuestra historia está plagada de desengaños. Y el desengaño de una u otra forma nos impulsa a ponernos frente a frente con esos hechos, que han marcada a punta de sangre y terror, la vida de miles de compatriotas en determinados contextos. Si bien, los desengaños, la atrocidad, frutos del ejercicio vertical del poder en manos de individuos poco aptos para el mismo, causaron daños irreparables, la colectividad, la sociedad, por alguna razón, vuelve a repetir tales patrones, olvidando por completo la enseñanza de la historia como magistra vitae.

La manipulación de la historia nace a raíz de la descontextualización de los hechos. Así, el anacronismo de miradas retrospectivas, juzgando los acontecimientos, con parámetros ajenos a tal realidad, no solo es negarle vitalidad y enseñanza a la historia. Tanto la filosofía de la historia como el historicismo caen con frecuencia en esta tergiversación. Por ejemplo, la revolución de 1952, acabó como una cuestión «amañada de las cosas» (René Zabaleta Mercado), pero no por ello dejó de tener su magisterio en las generaciones posteriores. Y no hace mucho, las dictaduras militares, que sembraron el terror y el miedo, también son parte de la enseñanza histórica, para no repetirlas nunca. Una perspectiva historicista llevada a extremo, reduce el espacio y la acción, o por su lado la fuerza de la razón termina hiperbolizando los hechos; en ambas posturas, se tiende a perder la luz que iluminé las situaciones de la historia en las que el desengaño fue el fracaso de la tradición.

La historia como magistra vitae, está estrechamente ligada a la memoria. Para Marcel Proust, autor de En busca del tiempo perdido (9 tomos), el único modo de recobrar el tiempo perdido es a través de la memoria a partir de un hecho cotidiano. Ese tiempo recobrado como ejercicio de la memoria, nos acerca al dolor y la tragedia, por tanto, podemos reconstruir los hechos para comprender su contexto. La memoria que recobra y guarda los hechos marcados por el desengaño, conserva toda la fuerza de la tradición. Por eso la memoria recurre a la oralidad, las imágenes y los símbolos.

Esa memoria que es fiel a la tradición, no siempre coincide con el texto escrito; pues, las imágenes, la oralidad y los símbolos, siempre dicen más de lo que guardan; por esa razón, la memoria mantiene una postura crítica ante los acontecimientos pasados. Quien sacraliza las imágenes y los símbolos, naturalmente, pierde contacto con los hechos; de este modo, éstos ya no pueden cumplir su rol de magisterio para la vida. Una corriente irracional, en este sentido, tiende a convertir la memoria, en una ideología que responde a intereses sectarios y políticos; y peor aun cuando esta moviliza al conjunto de la sociedad en contra de las ideas críticas respecto de los hechos acaecidos. No es raro, en este sentido, encontrar intelectuales y mandarines burgueses de esa nueva cultura irracional convirtiendo a la memoria en un todo cerrado. En una memoria ideologizada no cabe la reconciliación ni el perdón. Mientras tanto, los invitados del pasado (asesinatos, tortura, persecución, inmunidad, privilegios, etc.) pasan a ser piedra de toque para afirmar la legitimación de los hechos presentes y un nuevo orden, que arrastra a la sociedad hacia un nuevo fracaso de la tradición.

¿Podemos aprender de nuestro pasado? Sin duda, la historia y la memoria, tanto colectiva como individual, son un verdadero magisterio para la vida. Pero, como dice Jürgen Habermas, siempre y cuando sepamos mantener una postura crítica, reconociendo el fracaso y no dejemos espacio para los triunfalismos históricos, podemos avanzar. Sino escuchemos al gran filósofo alemán: «La historia puede en todo caso ser una magistra vitae de tipo crítico que nos dice qué ruta podemos emprender. Pero como tal, sólo pide la palabra cuando llegamos a confesarnos que efectivamente hemos fracasado». Por ahora, como Estado ni siquiera nos hemos acercado a mirar críticamente el pasado teñido de desengaños. Es una tarea pendiente.

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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HISTORIA, MEMORIA Y APRENDIZAJE

Iván Castro Aruzamen

Frecuentemente recurrimos a la historia, a quien consideramos como una magistra vitae. Pero, la utilidad de la historia, de nuestra historia como sociedad, para nuestra vida, no solo depende de una buena voluntad o nada más que de las buenas intenciones de quienes leen la misma. Nuestra historia está plagada de desengaños. Y el desengaño de una u otra forma nos impulsa a ponernos frente a frente con esos hechos, que han marcada a punta de sangre y terror, la vida de miles de compatriotas en determinados contextos. Si bien, los desengaños, la atrocidad, frutos del ejercicio vertical del poder en manos de individuos poco aptos para el mismo, causaron daños irreparables, la colectividad, la sociedad, por alguna razón, vuelve a repetir tales patrones, olvidando por completo la enseñanza de la historia como magistra vitae.

La manipulación de la historia nace a raíz de la descontextualización de los hechos. Así, el anacronismo de miradas retrospectivas, juzgando los acontecimientos, con parámetros ajenos a tal realidad, no solo es negarle vitalidad y enseñanza a la historia. Tanto la filosofía de la historia como el historicismo caen con frecuencia en esta tergiversación. Por ejemplo, la revolución de 1952, acabó como una cuestión «amañada de las cosas» (René Zabaleta Mercado), pero no por ello dejó de tener su magisterio en las generaciones posteriores. Y no hace mucho, las dictaduras militares, que sembraron el terror y el miedo, también son parte de la enseñanza histórica, para no repetirlas nunca. Una perspectiva historicista llevada a extremo, reduce el espacio y la acción, o por su lado la fuerza de la razón termina hiperbolizando los hechos; en ambas posturas, se tiende a perder la luz que iluminé las situaciones de la historia en las que el desengaño fue el fracaso de la tradición.

La historia como magistra vitae, está estrechamente ligada a la memoria. Para Marcel Proust, autor de En busca del tiempo perdido (9 tomos), el único modo de recobrar el tiempo perdido es a través de la memoria a partir de un hecho cotidiano. Ese tiempo recobrado como ejercicio de la memoria, nos acerca al dolor y la tragedia, por tanto, podemos reconstruir los hechos para comprender su contexto. La memoria que recobra y guarda los hechos marcados por el desengaño, conserva toda la fuerza de la tradición. Por eso la memoria recurre a la oralidad, las imágenes y los símbolos.

Esa memoria que es fiel a la tradición, no siempre coincide con el texto escrito; pues, las imágenes, la oralidad y los símbolos, siempre dicen más de lo que guardan; por esa razón, la memoria mantiene una postura crítica ante los acontecimientos pasados. Quien sacraliza las imágenes y los símbolos, naturalmente, pierde contacto con los hechos; de este modo, éstos ya no pueden cumplir su rol de magisterio para la vida. Una corriente irracional, en este sentido, tiende a convertir la memoria, en una ideología que responde a intereses sectarios y políticos; y peor aun cuando esta moviliza al conjunto de la sociedad en contra de las ideas críticas respecto de los hechos acaecidos. No es raro, en este sentido, encontrar intelectuales y mandarines burgueses de esa nueva cultura irracional convirtiendo a la memoria en un todo cerrado. En una memoria ideologizada no cabe la reconciliación ni el perdón. Mientras tanto, los invitados del pasado (asesinatos, tortura, persecución, inmunidad, privilegios, etc.) pasan a ser piedra de toque para afirmar la legitimación de los hechos presentes y un nuevo orden, que arrastra a la sociedad hacia un nuevo fracaso de la tradición.

¿Podemos aprender de nuestro pasado? Sin duda, la historia y la memoria, tanto colectiva como individual, son un verdadero magisterio para la vida. Pero, como dice Jürgen Habermas, siempre y cuando sepamos mantener una postura crítica, reconociendo el fracaso y no dejemos espacio para los triunfalismos históricos, podemos avanzar. Sino escuchemos al gran filósofo alemán: «La historia puede en todo caso ser una magistra vitae de tipo crítico que nos dice qué ruta podemos emprender. Pero como tal, sólo pide la palabra cuando llegamos a confesarnos que efectivamente hemos fracasado». Por ahora, como Estado ni siquiera nos hemos acercado a mirar críticamente el pasado teñido de desengaños. Es una tarea pendiente.

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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¿PROCESO O REVOLUCIÓN?

Iván Castro Aruzamen

George Orwell, autor de Rebelión en la granja (Animal Farm) o la espléndida novela, 1984, solía decir que todas las revoluciones son superficiales; y que la única revolución profunda sería la del cuerpo. Esta revolución de manera gráfica aparece en el Marqués de Sade. A los personajes de Sade, su cuerpo no les pertenece, pertenece a todos y todos los cuerpos pertenecen al individuo. ¿De qué revolución habla el movimiento al socialismo? Es más. Una aclaración pertinente: Octavio Paz, en Corriente alterna, hace una diferencia marcada entre el Revoltoso, Rebelde y Revolucionario. El actual movimiento en el gobierno, pienso, que no ha pasado de ser esa primera categoría a la que se refiere Paz: los revoltosos, porque no han realizado revolución alguna.

Ahora bien, si estamos de acuerdo que en Bolivia en estos últimos tiempos no sucedió ninguna revolución posible, nos encontramos tan solo ante un proceso colmado de buenas intenciones; pues, tanto derechas como izquierdas, van siempre en pos de los mismos ideales o fines, nada más difieren en los medios. Pero, caben unas preguntas sencillas ¿Por qué este proceso de cambio –no se sabe de qué ni para qué– abandonó algunas buenas intenciones? ¿Por qué desapareció de su imaginario y discurso, lo indígena? O finalmente ¿qué le impidió al proceso masista desmontar la estructura del estado neoliberal?

Las preguntas formuladas tienen dos posibles respuestas: por un lado, no pudieron deconstruir el esquema neoliberal o, por otro, simplemente, no quisieron hacerlo por mantener algunos privilegios.

Luego de más de 185 años de estado liberal o, si se quiere colonial, como gustan llamar algunos socialistas de hoy, era demasiada tarea, imposible, para un grupo de fanáticos, pudieran desmontar de un plumazo las estructuras de ese viejo Estado al cual detestan, pero, sobre todo, utilizan como amuleto para encantar a las masas. Si miramos detenidamente el Estado liberal, republicano y colonial, no hay duda que, continúa sosteniendo las políticas que se ha dado en llamar socialistas; por tanto, no pudieron los movimentistas del proceso de cambio, cambiar las estructuras de estado tan enraizado hasta el tuétano en la conciencia y la práctica social de un país como el nuestro.

Así, al lado de la incapacidad por desmontar el estado liberal, los del proceso de cambio, no quisieron tocar ni transformar un ápice los patrones de conducta heredados del estado republicano y liberal; pues, en resumidas cuentas, no poder y no querer son dos caras de la misma moneda y, una manera astuta de justificar la continuidad de un estado aparente. El clientelismo, por ejemplo, a través de los bonos, sirve efectivamente para seguir el nervio del tráfico de influencias, corrupción, burocracia, endeudamiento, etc. Los privilegios de la actual clase política, no han mermado un centímetro, hasta quizá, gozan de muchos otros privilegios que los neoliberales de antaño.

Esa nefasta combinación, no poder y no querer, deconstruir el Estado neoliberal, generó un Estado Plurinacional que no pasa de ser un hecho descriptivo, pero, además, es un Estado que tiene un cuerpo agigantado, oblongo, deforme, con un espíritu muy escuálido. En lugar de profundizar algún tipo de revolución, nada más se lleva adelante un proceso de cambio de nombres a viejas estructuras de gobierno, mientras la construcción social exige revoluciones profundas.

Iván Castro Aruzamen

 

Filósofo y teólogo

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EL MAS Y LA RAZÓN PEREZOSA

Iván Castro Aruzamen

Nada se ajusta más a la debilidad humana por el poder ciego, sino el proceder del conjunto de políticos del actual gobierno. Se nos podría objetar tal generalización, pero, sería poco menos que imposible tal observación comparada con los hechos. Sería largo enumerar todos los casos en los que cientos de asambleístas, concejales, diputados, senadores, ministros, etc., están implicados en acciones derivadas del ejercicio del poder. Pero un botón basta para muestra. Ahí está el bochornoso estado del Alcalde de Coruma (La Paz), arguyendo mandato social. Y el caso de los concejales del municipio de Punata, ya raya en las fiestas romanas, en las que los invitados dejaban su ropa en la puerta y si no les gustaba, se vestían y largaban de la jarana. Al concejal implicado, poco le faltaba para ser un Calígula romano, de quien se decía que era el marido de todas las mujeres de Roma y la mujer de todos los maridos. Una cosa distinta es el formulario de los actos del cargo enmarcados dentro de la formalidad; y otro, muy distinto pero evidente son las ceremonias de la práctica. Los políticos no logran diferenciar las mismas.

En la práctica de los políticos del MAS, no solo los formularios de los actos y las ceremonias de las prácticas están divorciadas, sino que pasan de uno a otro con comodidad. Para empezar, tienen ceremonias de culto al caudillo todos los días, repiten artículos de fe, como que sin Evo no hay progreso ni industrialización; estos artículos han alcanzado rango de dogma. Al punto que ya es posible hablar de una religión de Estado. Elementos de esta religión son el sol, la luna, los planetas, supersticiones, oráculos, augurios, mensajes y adivinaciones, con el único propósito de gobernar las mentes de los ciudadanos por medio del terror y el miedo al futuro desolador, si la presencia del caudillo, desaparece.

La práctica del vicio, los desmanes y los excesos, son nada más el efecto de un simple hábito, la ceremonia de las prácticas. Una política de tal intensidad es el resultado de una razón perezosa. Esta razón les conduce a pensar que se puede ser buen político sin una pizca de ética; y han creído que se puede amar a los pobres sin conocerlos y sin ser pobres; y peor aún, de que los vicios están por encima de las virtudes. Así lo demuestra su desmesurada gula por el poder.

Digo que la razón perezosa se ha enraizado en la mente de los masistas como mala hierba. Es más, me inclinaría a sostener, que la razón perezosa es connatural a todo régimen vertical, cuyo eje fundamental es el caudillo. Gottfried W. Leibniz, decía, que la razón perezosa es aquella que «llevaba a no hacer nada o, por lo menos,  a no preocuparse de nada y a no seguir más que la inclinación de los placeres presentes». Hasta ahora ninguna autoridad de gobierno ha censurado el vicio y los placeres de muchos de sus políticos, tan solo se limitan a minimizar los hechos. Están convencidos de que la conducta no cambia nada, sino solo los vicios. Cuando lo único cierto es que todo proceso de cambio empieza por el cambio de conducta y, la misma, como predicación de las virtudes humanas. Pero, la máxima del actual mundillo político del MAS es «seguir la propia inclinación y no detenerse hasta lograr lo que en el presente nos puede contentar»; no otra es la razón de buscar la re-postulación del caudillo.

Los políticos del MAS, han mostrado una clara inclinación al libertinaje. Algunos pontífices del actual gobierno, han llegado a legitimar las consecuencias de las ceremonias libidinosas de sus partidarios; por consiguiente,  no solo ignoran y pasan por alto las consecuencias perniciosas del libertinaje político, sino que además, aprueban tal proceder, fruto de la razón perezosa como símbolo y directriz de la acción política del actual gobierno.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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EL ESTADO Y EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO

Iván Castro Aruzamen

El actual Estado Plurinacional de Bolivia, aún a pesar de tener una de las constituciones más avanzadas en el mundo, pues, en lo que respecta al servicio militar obligatorio, no solo es cavernario, sino que, además, fomenta la ociosidad de una clase militar improductiva en toda la historia del país. Esta obligatoriedad no coincide en absoluto con el espíritu pacifista que anda ventilando el presidente. Ya es hora de abolir este servicio, porque representa intereses mezquinos y una manera de seguir perpetuando el militarismo.

Los últimos años, nos ha sido familiar observar interminables filas de padres de familia y estudiantes de 16 y 17 años, tratando de conseguir un cupo para este servicio o mejor sería decir, pérdida de tiempo obligatorio. De todas maneras, si es obligatorio debería haber espacio para todos sin ningún tipo de restricción alguna. Peor aun cuando esta obligatoriedad pone como requisito el rendimiento académico, como si el militarismo gozara de alguna tradición intelectual mínima. O es que acaso realizar el servicio militar genera buenos ciudadanos o mejores personas. Creo que no. Un país que destina la mitad de sus ingresos en una falsa política armamentista, ¿no sería mejor invertir en salud y educación? Las fuerzas armadas del Estado Plurinacional no están en condiciones de hacerle frente en una eventual agresión interna a nadie. Ese eslogan militar de que el servicio militar es un servicio a la Patria, no se lo creen ni los mismos militares; nada más es fruto de la incapacidad de un sector que vive a mangas del resto del pueblo sufriente.

Gracias a la visionaria idea de mi madre, puedo preciarme de no haber servido de rata de laboratorio u objeto de tremendas golpizas, en nombre de la Patria, de un grupo ocioso como son los militares. Hace ya años cuando muchos jóvenes del campo iban al cuartel con la idea de hacerse hombres, yo también quería seguir ese rumbo; pero mi madre con toda la inteligencia femenina, me dijo, “no pensarás ir a perder tu tiempo con esos holgazanes de los militares. Tú, debes estudiar…”. Creo que fue en buena hora.

De este modo, pienso, que el servicio militar obligatorio, debería anularse ipso facto, pues no solo constituye un castigo y tortura para los jóvenes a quienes se les obliga; un Estado pacifista no puede empujar a los jóvenes a realizar una actividad con la que se legitima el poder militar. Esos dos años que los adolescentes pierden el tiempo, podrían empeñarlos en actividades mucho más productivas, que pasársela repitiendo consignas de una clase violenta. Para qué le sirve a un chico saber qué es la jerarquía militar, patria o muerte, etc.

El servicio militar en un país que se precia de pacifista y socialista, debería ser de libre elección y, además, remunerado. Mientras sea obligatorio, continuará en la memoria, el legado de un poder, el militar, que en la historia de este país ha escrito páginas teñidas de sangre y dolor, pero, también seguirá siendo muestra de una clase privilegiada frente al resto de la población.

Iván Castro Auzamen

 

Teólogo y filósofo

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PRIVILEGIOS DE UNA CLASE OCIOSA

Iván Castro Aruzamen

Es verdad que durante este último decenio en nuestro país, se han sucedido avances, retrocesos y añoranzas. No todo lo que brilla es oro. Pero, aquello no ha cambiado en absoluto, son los viejos privilegios de los que siempre ha gozado la clase política, sea esta de derecha o izquierdas; los primeros va a misa y, los otros, a algún rito ancestral. Esto no ha alterado un ápice los beneficios del poder. Sin duda, la vida está llena de optimismos, pero, al mismo tiempo, de sinsabores, sobre todo para los más pobres y desharrapados del Estado Plurinacional. Es comprensible, hasta podríamos decir, casi inevitable, que los políticos socialistas, por ahora, mayoritariamente; y como gustan denominarse a sí mismos como progresistas, añoren melancólicamente los privilegios de los políticos de antaño, pero solo como una estrategia de justificación del actual estado de cosas. Pretender abolir los privilegios de una clase acostumbrada al ocio –junto a los militares, quienes son la primera clase ociosa del país y la historia de la humanidad– es como el mar para Bolivia, por el momento, imposible. De ahí que el pacto cívico-militar, entre militares y ponchos rojos, goce de tanta pomposidad. Las clases ociosas, políticos y militares, necesitan legitimar su accionar a través del simbolismo del comunitarismo y la soberanía.

El discurso ejercido por los voceros del régimen actual, haciendo un corte radical entre un antes y después, esconde en el fondo, un alegato en favor de la ociosidad y el ejercicio del poder de una clase nostálgica por gozar de los innumerables privilegios de la política y el Estado: tráfico de influencias, negocios ilícitos, vida de lujos, prostitución, impunidad, malversación, enriquecimiento ilícito, coimas, diezmos y otros. Con el paso de los años, los políticos socialistas y sus pares liberales, se han narcotizado con las delicias del poder; no otras cosas significan el vivir bien; pero como dice el teólogo, Víctor Codina, «siempre vivir a costa de los otros», es hoy la regla de los políticos del actual gobierno. Un caso patético de este vivir a costillas de los otros se grafica en el régimen venezolano de Nicolás Maduro. Y en nuestro país esos otros que sustentan el vivir bien de los políticos son los indígenas, campesinos, clase media y migrantes en los cinturones periurbanos de las urbes.

Por tanto, la nostalgia teñida de crítica de los políticos de hoy por un antes, no es sino, falsa y aparente, porque esos privilegios los sitúa en la cumbre del vivir bien, frente al resto de la población. Y es transparentemente obvio en estas condiciones, que la clase política ociosa no tiene la menor intención de dejar el poder. Las artimañas para permanecer en el ojo de los privilegios y embadurnarse con el maquillaje del poder, son innumerables. Torcer la constitución en función del goce de privilegios es una acción propia de los políticos ociosos. La ilustración de Erich From acerca de la diferencia entre enamorarse y amar es perfectamente aplicable al político y su aparente nostalgia. Están enamorados del poder. No aman el poder. Porque en el momento en que se rompe esa relación, sienten que lo que les hará una falta única es el placer del poder, no el amor. Pues, los privilegios les lleva a creer que aman el poder. Amar el poder es dejar que ideas diferentes y hasta confrontadas, puedan converger en función del bien común.

Por el momento, la clase política ociosa, más cercana que nunca a los militares, no están dispuestos a renunciar al placer fruto de su profundo enamoramiento del poder. Por eso, ya se avizora en el horizonte de nuestro país, nubes de confrontación, porque en su momento no querrán irse del poder los ociosos que viven de la política y el Estado.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

 

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LA DOMINACIÓN Y EL TIPNIS

Iván Castro Aruzamen

Desde la cabeza del actual sistema, mal llamado socialismo, del cual somos, de una forma u otra, ya sea por omisión u apoyo, tributarios, se nos empezó a educar para someter los fines a los medios, a través del egoísmo, la confrontación, la emulación y preponderancia. Y el precio que debemos pagar por esta lógica será muy alto, pero no solo nosotros hoy, sino también las futuras generaciones.

Tras la aprobación de la ley, que despoja el territorio del TIPNIS de la categoría de intangibilidad, nada más para construir una carretera que atravesará el corazón mismo de ese habitad y reserva natural, es la muestra de la imposición de un modelo de hombre, que nació con la revolución industrial. Ese modelo de hombre está innegablemente asociado al mito del desarrollo. De aquí en más, ya no se podrá sostener, sobre todo el gobierno y su discurso, la defensa del indígena, porque en nombre del desarrollo, lo que se está haciendo es, y así fue desde los primeros años del régimen, defender los rasgos del cerdo hombre burgués, ese animal que inventa, emprende y se supera. Este rasgo definitorio es el modelo presente y defendido en el socialismo actual. Por eso el socialismo del actual gobierno no tiene otro interés que el económico y la creación de riqueza a cualquier precio. El estímulo del lucro, la ambición y el deseo de ganancia, se convierten en el móvil central de un Estado Plurinacional, cuyo rasgo definitorio es el narcotráfico. Por esa razón, sin duda, la revolución cultural en nuestro país mantiene estrechos vínculos con el negocio de la cocaína.

Algunos indígenas del TIPNIS movidos por intereses sectoriales, como los cocaleros del Chapare, se definen a sí mismos como seres que viven un proceso de degeneración, en la minoría de edad, incapacidad e impotencia, en suma, se los cataloga como personas improductivas; y según la ideología de la dominación propugnada por este gobierno, la falta de desarrollo en las comunidades del TIPNIS, se debe a la ausencia de una carretera, por tanto, los indígenas serían poseedores de una inferioridad humana y degradación, que los mantendría en inferioridad de condiciones frente al resto de los bolivianos. De este modo, se legitima en nombre del desarrollo y la normalidad, la más despiadada marginación hacia los indígenas del TIPNIS.

Finalmente, la cultura de la dominación practicada por los gobernantes de turno, desde la Asamblea Plurinacional, han puesto en marcha un mecanismo que garantiza la destrucción física del territorio indígena del TIPNIS a muy corto plazo; pero, también, se impone la dominación moral, que justifica en última instancia y en no pocos años, la tragedia de la despersonalización de los habitantes de ese territorio. Se impondrá la lógica de la dominación y sus taras: corrupción, narcotráfico, prostitución, trata y tráfico de blancas, etc. Pero, con todo eso, se borrará de un zarpazo la cosmovisión y la vida en armonía con la Madre Tierra, de miles de indígenas. La cultura de la dominación, por medio de la ley, no solo mantendrá a las víctimas bajo la superficie de la opinión pública; y si salen a flote, se los enarbolará en la punta de la bandera nacional y la wipala, porque alcanzaron el status del hombre burgués, tan apegado al lucro y el poder desmedido.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

 

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