Los otros caminos

CANCIÒN DE INVIERNO

Iván Castro Aruzamen

Para Willian Terejerina, un carnero sin cuernos

Volví al regio invierno del sur. Ese que tantas veces acompañó mi infancia y adolescencia. Ahí estaba la densa niebla, esa mañana en que mis ojos contemplaron la inmensa pampa culpineña después de 20 años. Todo el panorama era un inmenso cuadro de Van Gogh. Ya no recuerdo si este inverno era el mismo de hace dos décadas atrás, cuando jugábamos rayuela, trompos, o derrumbar porotos; pero, sobre todo, lo más vivo está esa escama en las manos por la acumulada tierra, y, nuestras madre tenían que descubrir nuestras delicadas manos de labradores a punta de piedra y agua caliente.

Pero, este invierno me causó una gran sorpresa; encontré en mi tierra un gobierno municipal, prácticamente, en un estado de anemia institucional crónica. Y están ahí desde hace ya dos gestiones, masistas, pero, de esos que nada más repiten igual que campanario, aquello que en otros lares, hacen los masistas pero de convicciones. Aquí, en nuestra pampa, la madre tierra o el año nuevo aymara o lo que se llame, en este contexto, repetirlos no es sino una imposición, porque para el agricultor de la pampa, la tierra da así no más. No es el caso del mundo aymara, donde la tierra no da así no más, según el estudio de Hans Van den Berg. Por tanto, para nosotros, repetir fórmulas de otros entornos no pasa de ser una aculturación y hasta me animaría decir, fruto de una falta de conciencia crítica. Y los masistas de este municipio, uno de los más grandes de Chuquisaca, no tienen convicción, no entienden la ideología masista, no están convencidos de aquello que repiten. Solo son masistas por el cargo. Eso ha hecho de este municipio una de las administraciones más atrasadas de la región.

Una muestra de la poca o casi nula gestión pública en Culpina, no solo es la falta de obras o proyectos de impacto serio para la gente, ahí está el caso del agua. Una región de agricultores con un impacto enorme en la producción de papa, maíz, cebolla… vive de la bendición del cielo para sus sembradíos. La administración municipal, se ha mostrado inerme ante esta emergencia. Los funcionarios en su mayoría foráneos, por ejemplo, el día viernes ya no se encuentran en su lugar de trabajo, porque deben regresar a sus lugares de origen, como Sucre, Tarija o los municipios vecinos. Así está este municipio que me recibió con ese invierno cuya música no he olvidado y he cargado con él en mi larga ausencia por Cochabamba.

Otra muestra, del fracaso de esta región ha sido el rotundo abandono en que ha caído el deporte. Las últimas plurinacionales llevadas a cabo del 25 al 30 de junio de este año, no solo han servido para medir el avance del distrito de Culpina frente al resto, sino que en los mismos se pudo medir el nivel de los distritos a nivel de las dos provincias: Nor y Sud Cinti. Y cuál fue el resultado: Culpina ante el resto de los distritos como San Lucas, Camargo, Villa Abecia, Las Carreras, Incahuasi y Villa Charcas, es un enano, queriendo enfrentarse a un gigante. En pocas palabras, Culpina, fruto de toda una ola de desorganización y manejo antojadizo de algunas personas, es un fracaso en las distintas disciplinas deportivas. Así está Culpina, jugando a la gallinita ciega con toda una generación de jóvenes y niños estudiantes, que en lugar de otras actividades tendenciosas podrían encontrar en el deporte un camino de crecimiento sano. ¿Quiénes son los culpables? En primer lugar el municipio, porque no hace un esfuerzo serio por traer gente profesional para que pueda aportar en la formación deportiva de los estudiantes que participan en las pluris regionales; y también, algunos culpineños que han formado camarillas y han hecho repartija de puestos y mandos a sus parientes más cercanos.

El canto del invierno, para mí sigue siendo hermoso. Pero, en cosas de administración y mejora de nuestra tierra, la música de invierno es un canto de muertos y tiene un tono melancólico.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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¿CIUDADANÍA LOCAL O UNIVERSAL?

Iván Castro Aruzamen

Estas líneas las escribo a propósito del encuentro de los pueblos, realizado hace unos días en Tiquipaya. Allí, se han reunido una gran cantidad de apóstatas y demagogos de la política socialista; éstos como en los mejores momentos neoliberales, recurren a la razón instrumental para legitimar ideas de hace decenios atrás. Y más: realizan eventos con tanta apoteosis, dignas de la farándula de Hollywood. Los defensores de las corrientes populistas bajo denominativo común de socialismo, por el momento, no son capaces de dialogar con el mundo; perversamente, usan determinados códigos para indoctrinar a grandes porciones de la sociedad, que no está en condiciones de discernir críticamente acerca de estas ideologías totalitarias, que practican un fundamentalismo de baja intensidad.

Días antes del evento de Tiquipaya, Por un mundo sin muros, un personaje ladino y grotesco, decía en el canal estatal, que el presidente Morales, había encomendado elaborar a un grupo de fanáticos, las tesis sobre la ciudadanía universal. Y el mencionado energúmeno, intentaba hacer ver que esta tesis era el último grito de la moda; y que la historia universal iba a cambiar drásticamente. Ya lo dije, en muchas oportunidades: Evo Morales es el peor presidente de los últimos años; no es ningún personaje interesante; si los medios y sectores colonialistas le prestan alguna atención, no es sino por el exotismo del buen salvaje que arrastra consigo. Por lo demás, es sencillamente un pobre ser humano, tan común y corriente como todos y sometido a las condiciones de nuestra inmanensia.

Pero, los pontífices de una ideología decadente como la que propugnan algunos gobiernos progresistas (populistas) de la región, tienden a endiosar al presi Morales igual que los emperadores romanos. Si se pretendía hacer pasar la tesis de la ciudadanía universal como un aporte personal de Morales, nada más absurdo. Immanuel Kant, conocido como el ciudadano del mundo de Königsberg, trabajó esta idea en su Hacia una paz perpetua de 1795 (Zum ewigen Frieden). En este texto, Kant, hace un ajuste de cuentas con la política colonial de entonces; pues, pone en claro que no se debe matar, esclavizar o deportar a los forasteros (inmigrantes). Tampoco someter, explotar o esclavizar indígenas. Entre nosotros, un hombre que ha puesto todo el empeño en filosofar, Miguel Manzanera, en la década de los noventa, habló ya del nosotros universal como sustrato último de una ciudadanía universal. Ya entonces ponía como obstáculo para el nosotros universal, la tesis de soberanía nacional, que no permite avanzar hacia una república mundial. Así que los tesistas del presidente deben le leer todavía mucho para tener algo de originalidad.

La ciudadanía universal, no es una idea descabellada, sino un sueño que bien pensado busca derribar las fronteras; pero, innegablemente, se debe tropezar y superar dos problemas centrales: por un lado, está la existencia de los estados nacionales y su soberanía; por otro, la espiración a un Estado Mundial o super Estado. Esta dialéctica, de un Estado que se componga de todos los estados o de unos estados que formen parte de un gran Estado mundial, es un escollo sin resolver hacia la construcción de una ciudadanía universal. Kant, era optimista respecto de que los estados podrían llegar a un grado de unión tal, que pudiera garantizar la paz entre los pueblos. No obstante, se mostró escéptico acerca de un Estado mundial. Otro aspecto que debe ser superado se asienta en el nivel jurídico y ético. Es verdad que los seres humanos tenemos el derecho a una cooperación universal y la diferencia. Más esto no significa que la ciudadanía universal sea una justificación para las atrocidades humanas. Ser un ciudadano universal, debe ser la garantía para poder visitar o ser un visitante en cualquier lugar del planeta, pero no el derecho a considerarse un huésped en cualquier lugar. Por esa razón, la ciudadanía universal debe ser entendida desde la idea de un Estado subsidiario y ético normativo.

Por otro lado, es un hecho que muchos estados en el mundo, no han logrado siquiera consolidar mínimamente una verdadera ciudadanía local o nacional, sobre todo, que esté basada en el respeto a los derechos humanos, la justica, la solidaridad, la distribución equitativa de la riqueza y el respeto a la diferencia. Sin embargo, todos los estados bajo la hegemonía de un determinado grupo (s) de poder, socaban la ciudadanía local en provecho de intereses sectarios. Esto ha llevado a que estos grupos se sientan con mucha más ciudadanía que los otros.

Par terminar, una pregunta necesaria y sencilla para nuestros gobernantes de este Estado Plurinacional: ¿la condición de ciudadano universal sustituye o mantiene el ser ciudadano nacional o local? ¿Se puede llegar a ser ciudadano universal y dejar de ser ciudadano de un país? ¿Es posible la complementariedad entre ambas? ¿El cosmopolitismo plurinacional en nuestro país, no ha conducido a negar nuestra particularidad (des)? Aquí termino con la reafirmación de mi identidad personal: «antes que todo soy culpiñense (Sud Cinti), luego soy Chuquisaqueño, pero, también desde hace unos años, cochabambino y, solo al final, a manera de complemento, boliviano. Eso sin nombrar mis otras identidades tan importantes como ser cristiano y católico».

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

 

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LA REVOLUCIÓN EN LOS CINTIS 1810-1830

Iván Castro Aruzamen

La revolución en los cintis 1810-1830, del periodista, Luis Alberto Guevara, publicado el 2015 en Sucre (Bolivia), en el mismo se narra las peripecias llevadas a cabo por el movimiento independentista de la región de los cintis durante una década; esta revolución liderada por el patriota, José Vicente Camargo, de quien el autor se ocupa en el Primer capítulo, poniendo de relieve su conducta y pensamiento, por algún motivo, no resonó en la magnitud de su impronta, en la historia independentista del país.

No soy historiador ni especialista en temas históricos, por lo que no me atrevo a hacer una valoración histórica de la obra; esa tarea se la dejo a los entendidos en tal asunto. Yo nada más como lector, voy echando unas líneas sobre las impresiones que han causado en mí el contenido del libro. August Vilmar, teólogo alemán del siglo XVIII, por allá en 1832 llamaba a la revolución, «la bestia abominable del abismo». Y Jurgen Moltmann, dice que la historia no es más que la historia de los muertos. Pues, en el libro, La revolución en los cintis 1810-1830, los muertos desfilan por decenas y centenares; si se hace cuentas, durante un decenio de armas, palos, piedras, ondas, y otros elementos contundentes, los muertos superan a otros escenarios donde hubo levantamientos de emancipación, hasta el momento de la independencia en 1825.

Aquí, algunos ejemplos de lo que voy diciendo. En el primer capítulo, El inicio de la revolución en los cintis, dice el autor: «Fue el primer enfrentamiento de otros que se sucedieron durante el día. La resistencia de los enemigos no duró mucho tiempo y se dieron a la fuga dejando algunos muertos en el campo» (p. 33); y en el capítulo tercero, Patriotas y realistas se disputan la capital de Pilaya y Paspaya, aparecen más muertos: «El enfrentamiento de ambas fuerzas se desató y no paró hasta después de unas horas. Los revolucionarios habían sido completamente derrotados con la pérdida de 400 hombres». (p. 55); en el capítulo cinco, Juntos Vicente Camargo y Gregorio Araoz de la Madrid, una escena de horror: «El ataque había finalizado y cuando De la Madrid llegó a la quebrada por donde habían pasado los enemigos se horrorizó al observar el estrago ocasionado. Se contabilizaron más de 80m cadáveres mutilados, la mayor parte por las piedras y hasta los fusiles estaban destrozados» (p.110). Estas son algunas muestras, digo yo, más allá de la valentía de unos y la defensa de intereses de otros, de eso que Vilmar llamaba, la bestia abominable del abismo. Toda revolución y toda guerra fratricida en la que los muertos doblan la última curva del camino, siempre serán manifestación del mal en el mundo.

Tras la lectura de cabecera, durante algunas noches, de La revolución en los cintis 1810-1830, texto en el que Luis Alberto Guevara López, ha puesto un enorme esfuerzo, he soñado con esos muertos en la región de los cintis, unos registrados con nombre y apellido, otros anónimos; pero también muchos de esos muertos me han soñado leyendo su historia de libertad.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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CON MÁS, CON MÁS, CON MÁS…

Iván Castro Aruzamen

La experiencia nos enseña. La realidad nos muestra. Aunque a veces tendemos a  considerar que las extravagancias son solo una cualidad de la metáfora (Paul Ricoeur) o expresión propia de lo metafórico, es decir, de aquello que no sucede en nuestra cotidianidad; pues, no. En el día a día del ser humano ocurren cosas extravagantes y más. Por ejemplo, el que mata a un ser humano, viola, extorsiona o se enriquece ilícitamente, sin ningún tipo de resquemor; hasta nada más el que le falta el respeto a otro ser humano del modo que sea, sin duda, en el fondo, no es más que la expresión de la tendencia humana a despreciar, humillar, someter y ofender del modo que sea a quien se le considera inferior. Por esa razón, el ser humano se aferra al poder, así sea éste político, económico, social, religioso o del tipo que sea de poder; no voy a negar la dimensión específicamente humana y necesaria de la acción política, pero, junto al poder religioso, han sido los que más dolor han causado a la humanidad en todos los tiempos. Y a quienes se encumbran o escudan en estos poderes poco les importa la vida de la gente o la dignidad del ser humano.

Los enemigos de la vida están donde menos lo esperamos. En definitiva, son aquellos que se creen con más poder y todo lo demás. Entonces, no es una simple casualidad encontrarse con personas que se consideran con más derechos, con más poder, con más autoridad, con más dignidad, con más fuerza, con más humanidad, con más honor, con más grandeza, porque sencillamente quieren ser los primeros o los más grandes; en este sentido, bajo estas pretensiones se produce inevitablemente, una agresión irracional, bestial, contra la vida de los demás y, por lo general, de aquellos que se encuentran indefensos, desprotegidos, los de abajo, los del margen de las estructuras injustas, en suma, los más pobres y víctimas del dolor humano. Esta agresión, de por sí, divide a las personas en dos categorías: por un  lado, los puros e intachables que se consideran con más, con más y más de todo; y por otro, están los contaminados e impuros, a quienes se les considera los menos, menos y menos de todo; es decir, menos derechos, dignidad, poder y un largo etcétera, o como diría, Eduardo Galeano, los nadies.

Pues bien, aún a pesar de estos actos de enemistad y de odio, no falta quien sostenga que la política es una actividad digna; por el momento, sin embargo, la política ha sido secuestrada por la lógica del con más, con más, con más de todo. Los preceptos de una política como actividad que sirva para una sana convivencia humana en la que se respete la vida, no solo es urgente sino necesaria para devolverle la dignidad a la política; y una política para la vida debe tener unos preceptos que sirvan para mitigar el sufrimiento humano; no obstante, los políticos de hoy, no solo fruncen el ceño ante el tremendo dolor ajeno sino que viven al margen de los más necesitados; por eso no podemos menos que gritar que la política hoy por hoy ha dejado de tener sentido y no sirve más que para ser hollada y pisoteada por los hombres igual que la sal que ya no da sabor a la comida.

No podemos callar y asistir perplejos ante una política del con mas que está haciendo estragos en nuestra sociedad. A estas alturas de nuestra historia y en tiempos de pluralismo, es necesaria una política que vehicule y gestione hechos de la más profunda humanidad, pues, es el único camino para hacer del ser humano, verdaderamente, humano.

Pues quien se humaniza tiene la posibilidad de relacionarse con los demás sean quienes sean, a través y con los sentimientos; por tanto, toda relación con el otro se transforma en una relación de respeto y tolerancia, único sostén capaz de sedimentar una convivencia fraterna entre seres humanos. En cambio, esa perversa lógica de la política actual, el con más, con más, con más de todo, necesariamente, conduce a relaciones asimétricas basadas en el poder, atentando contra la dignidad más honda del ser humano, la vida.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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PODER Y CONTROL

Iván Castro Aruzamen

A propósito del poder, esa frase tan conocida, pero, al mismo tiempo, no muy atendida, de que el poder está hasta en la mugre de las uñas, es muy elocuente acerca del poder visible; no obstante, cuando hablamos del poder invisible o si queremos llamarlo, el poder trascendente, poco podemos decir sobre él. Pero, el poder visible se hace patente, sobre todo en la jerarquización de los roles; y sus signos más palpables son los gestos y los patrones de comportamiento; una muestra de ello son el vestido o los símbolos, con ellos  se quiere demostrar el ejercicio del poder y el control que ejercen sobre los demás. Por esa razón, José María Castillo, dice al respecto: “todo el que, a partir del poder (cualquiera que sea), pretende dominar a otros, está siempre expuesto a la tentación del fingimiento, de la apariencia teatral y del disimulo”.

Ahora bien, si nos fijamos detenidamente, todo aquel que ejerce un cargo (jerarquía) por muy miserable que sea, siempre busca dominar a los otros. Esta intención algunas veces aparece de manera vedada y otras, explícita. Estas formas de dominio son totalmente comunes en todos los ámbitos de la sociedad. Unas veces se las realiza en nombre del orden, o simplemente por estar en un lugar donde el poder emana de patrones ya establecidos. Y en este ejercicio, no hay diferencia entre hombre o mujeres. Se puede tender a pensar que la femineidad constituye una manera distinta de ejercer y asumir el poder. Para nada. Pongo no más como ejemplo dos casos de los más corrientes, pero que son extensibles a cargos de mayor jerarquía. Conozco a una señora directora de una unidad educativa y por la forma como lo ejerce es esta la conclusión: Una valoración del nivel intelectual o académico de dicha autoridad, nos dice que un campesino que labra la tierra, está más ubicado en el mundo; esta señora, no solo arrastra una crónica mediocridad, sino que en el ejercicio del poder, parece esto no afectarla en absoluto; pues, es una persona de apariencia teatral, hipócrita, y, sobre todo, astutamente proclive a aparentar y camuflar todo el mal que lleva dentro de una manera espantosa. Ese tiempo de personas no solo aterran sino que hasta podríamos decir nos causan asco. Otro ejemplo, también común; una señora, decana, de una facultad del sistema universitario, cuya sexualidad debe ser de las más desabridas, no solo ha sido cómplice de hechos de corrupción, ni siquiera es capaz de diferenciar entre una perdiz y una paloma; si alguien le preguntara por mera curiosidad, quien es Pablo Picasso, nada raro que lo asociaría con algún cantante o personaje de farándula; sin embargo, ostenta al máximo el arte del fingimiento, el disimulo, asquerosamente manifestado en las buenas intenciones. Hace lo mismo aunque a menor escala, el policía que en nombre del orden, impone su uniforme para sancionar alguna falta leve o inexistente. Así, andamos con el poder que está hasta en la mugre de las uñas. Por eso cuando hablamos del poder y la jerarquía, estamos refiriéndonos al poder que se ejerce como control; el mismo se alcanza por medio del control de los pensamientos y los deseos, para hacerse con la obediencia de los ciudadanos, tanto a nivel grupal o colectivamente.

Pero, por más verdad que sea lo que acabo de decir, no siempre estamos conscientes de las consecuencias del poder que solo quiere el control. Pues, cuando se busca el poder solo con este fin, el mismo no sirve para mejorar la vida de las personas; ni tampoco,  para defenderla, sino más bien, constituye una terrible agresión en contra de la vida de los individuos, una espada que cercena la dignidad humana; finalmente, los que ejercen el poder desde la jerarquía, se comportan y se anestesian al punto que no son capaces de reconocer que portan un poder que destruye y mata y hasta autodestruye a quien lo ejerce. Los más grandes animales de este poder terminaron como perros (Hitler, Mussolini, Chávez, Pinochet, y otros), pero también los pequeños déspotas sucumben en su cargos absurdos.

Termino esta reflexión sobre el poder y el control con unas notas enviadas por Séneca a su pupilo Nerón: «Tú no puedes alejarte de ti mismo, de tu elevado rango; él te posee, y dondequiera que vayas, te sigue con gran pompa. La servidumbre propia de tu elevadísimo rango consiste en el hecho de no poder llegar a ser menos importante (est haec summae magnitudenis servitus non posse fieri minorem); pero precisamente esta necesidad la tienes en común con los dioses, y a ellos no les es dado descender, como tampoco te es dado a ti, sin correr riesgo. Tú estás “enclavado” en tu rango».

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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DANZA Y LIBERTAD: A Way to Harmony

Iván Castro Aruzamen

Hace unos meses atrás conocí una hermosa mujer que ama dulcemente la danza. Es más lleva el baile en el cuerpo. La danza impregna su vida. Y aunque yo apenas fui una breve nota musical en el ritmo de su vida, no pude quedar ajeno a la danza y sus implicaciones en la vida de los seres humanos. Ya no está a mi lado, pero estos breves apuntes acerca de la danza y la libertad y la armonía –concepto que tomo de mi querido maestro, el teólogo indio, Michael Amaladoss–, van por esos senderos de la música, la danza y la vida.

No cabe duda, cuando miramos un video clip o nuestras fiestas del tipo que sean, pronto caemos en la cuenta, que la danza es una experiencia importante en la vida. Probablemente, desde los primeros tiempos de la humanidad, hombres y mujeres, se reunieron para danzar; esto era un modo de expresar su consciencia colectiva. Existe unanimidad entre los estudiosos de las sociedades primitivas, acerca de la danza como elemento fundamental de expresión de los anhelos del grupo y personales. Fue importante, la danza de la lluvia, la caza, la guerra, de la cosecha o de petición, que no eran sino expresiones de celebración de la vida. De ahí la ejecución de la danza para cada ocasión importante en la que la comunidad expresaba colectivamente su pertenencia a la tierra, y, finalmente, a la vida.

Acertadamente, Michael Amaladoss, escribió: «La danza incluye a la persona entera, cuerpo y espíritu, y a la comunidad. […] El grupo comparte no sólo movimientos comunes sino también significados y emociones comunes. La danza, por tanto, construye comunidad». Así, nuestras celebraciones como el matrimonio, el primer corte de pelo, el bautizo, los onomásticos e incluso la despedida a nuestros muertos, están acompañadas de baile y música, pero también de licor. Y ni siquiera imaginar, pues todos los actos religiosos de la religión popular no se pueden entender al margen de la danza.

Por esa razón, la danza involucra a toda la persona. Y como la danza involucra toda la expresión del cuerpo, esta dinámica con facilidad conduce a la integración y al éxtasis. Por ejemplo, en la tradición china y del Asia oriental, el movimiento del yin y del yang, simbolizan la danza del cosmos; y en la tradición india, Shiva danza durante todo el proceso cósmico, desde la creación hasta la disolución. Hasta las culturas prehispánicas recurrían a la danza para expresar su religiosidad. Las vírgenes del emperador inca, bailaban en las ceremonias más importantes.

Ernest Bloch, gustaba decir que había que pensar para trascender; esta idea la podemos aplicar a la danza; el ser humano danza para trascender. Así, el baile no es sino lo sublime del gozo y la libertad. Quien no tiene libertad, no solo es aquel que está recluido en una cárcel, también la violencia, el miedo, las preocupaciones, el totalitarismo, el Estado y su represión, sumen al individuo en la no libertad. Y quien está recluido por el motivo que sea, no es capaz de danzar. Por eso la danza es también sinónimo de libertad; la danza expresa el profundo gozo que emana del cuerpo y los sentimientos. Es común en nuestra habla diaria, decir de alguien que expresa gozo por medio del cuerpo: “Baila de alegría”. Bailar de este modo, no es otra cosa que la expresión de la libertad tanto interior como exterior. Pero, al mismo tiempo, la danza puede expresar tristeza y dolor.

Otro elemento importante que hace a la danza es la negación del objetivo. Es decir, la danza es una acción sin objetivo. Si bien todas nuestras acciones las realizamos para alcanzar una meta, un objetivo, un fin; pues, el baile no busca nada de eso. Quien baila no busca impresionar a nadie si en dicha actividad está presente la idea de camino hacia la armonía cósmica. Por eso, en última instancia, el baile tiende hacia la unidad con el cosmos, hacia la armonía. Amaladoss, considera el baile o la danza como un camino hacia la armonía. En este sentido, no podía haber escrito un libro tan preciso: The Dancing Cosmos. A Way to Harmony.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

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LA IDEALIZACIÓN DE LA IZQUIERDA RADICAL

Iván Castro Aruzamen

¿Por qué la izquierda radical, y sobre todo, la idealizada es un peligro social? En primer lugar, porque una izquierda así, sustenta su modo de actuar políticamente, en la razón analítica. Y toda razón analítica, no es otra cosa que la búsqueda de justificación de todo lo justificable. En palabras de Karl Popper: «dar explicación satisfactoria de todo aquello que nos parece preciso una explicación». No cabe en este tipo de racionalidad la pregunta sobre el porqué de las cosas, ni lo que son y para qué son las cosas.

Si bien la década de los 60 y 70 del siglo XX fueron años de una profunda conciencia de cambio y transformación, al final, sucumbió dicho espíritu, debido al fracaso de la izquierda idealizada, exaltada, al punto de haber sido endiosada. Para nosotros, ya quedan lejos, esos años de fecundidad revolucionaria, en la que se formó toda una generación optimista. Atrás quedó el mayo 68, cuando se creía que finalmente la revolución era posible; o tan lejos están ya, los años del Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, Medellín y la teología de la liberación. Así como los movimientos contraculturales de la lucha por los derechos de los negros llevada adelante por Martín Luter King o los miles de asesinados en Latinoamérica, porque murieron convencidos que sí era posible una revolución que transformaría la sociedad en un lugar donde todos pudieran caber. Es más los revolucionarios de esa izquierda idealizada creían que la esperanza estaba a la vuelta de la esquina.

Pero, para quienes leímos a principios de los años 90, El archipiélago Goulag de Alexander Soljenitsyne, editado en Francia en 1974, pronto nos asaltó la desilusión; una gran desilusión, porque era inimaginable los horrores que se habían cometido bajo el terror estalinista. Por eso, ya no nos creímos el cuento cuando una nueva izquierda idealizada, alzó la bandera de la revolución cultural. Volvió a la memoria, todos los crímenes de Mao-Tsé-Tung; en nombre de una revolución cultural en la China se cometió un genocidio. Tras los datos de que más de cuarenta millones de personas fueron asesinadas en nombre de esa revolución, ya no había espacio para ninguna revolución posible. Ese ciclo de la izquierda idealizada se cerró con el fracaso en Camboya, Nicaragua y el Salvador. Todas esas revoluciones fueron un rotundo fracaso. El día que se derrumbó el muro de Berlín, aquellos que en la provincia, en el margen del país, habíamos leído el diario del Che y visto en VHS, una y otra vez, noche tras noche, la idealización del guerrillero más fraudulento de Latinoamérica, comprendimos que la herencia revolucionaria de las décadas precedentes, por muchas otras razones, era imposible. La ciudad, los perros, los pobres, la miseria urbana, nos despertó de la mentira revolucionaria. Y en mi caso, no pudo ser más pertinente la filosofía, la teología y la literatura.

No cabe duda, que a principios del siglo XXI, la izquierda idealizada, entró otra vez en la escena política, pero llevaba todas las de caer igual que los idealistas del siglo pasado. ¿Dónde reside el fracaso de la actual izquierda idealizada del siglo XXI? Pues, porque nunca se tomaron en serio la razón dialéctica, plural y dialógica, que los tiempos que corren nos exige. Los actuales hombres de izquierda, no son más que fariseos, observantes e intachables, que acusan de fracasados a los liberales de los 80 y 90. Pero, lo más escandaloso es que, la izquierda ha sustituido la liberación con la idealización espectacular de verse a sí mismos como el presente liberador de los pobres, aunque, la corrupción política y económica, es su mejor carta de presentación.

Por esa razón, la caída de Caracas y el madurismo, no será otra cosa que la bancarrota del socialismo, y en otro hora fue en el muro de Berlín; así se confirmará la hipótesis de la imposibilidad revolucionaria; si bien habrá caído el espíritu revolucionario, por culpa de la nueva izquierda idealizada, pero el camino hacia la era del vacío y el regreso del idealismo liberal inhumano, estará expedito una vez MÁS.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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CONVICCIÓN Y FUNDAMENTALISMO

Iván Castro Aruzamen

«Todo el que camina por la historia exhibiendo absolutos deja un mal recuerdo», escribió hace unos años, el teólogo y filósofo, Manuel Fraijó. Nada más cierto con algunos de nuestros políticos de los últimos decenios. Hugo Chávez, exhibió el absoluto del socialismo del siglo XXI –cuando ni siquiera hemos arribado al primer cuarto de siglo, de tal socialismo no quedan sino cenizas– y no vivió lo suficiente para contarlo; Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, hizo de profeta de un magro paraíso terrenal y se pasó los últimos años, sumido en la demencia senil; Ignacio Lula y Dilma Rusef, hincharon el pecho con una economía emergente del brazo de los trabajadores, a la par de las grandes potencias, mientras la corrupción igual que una termita hizo polvo al Estado brasileño; Cristina Krisner, enjugó su boca con los pobres y los crotos argentinos, mientras la bancarrota del Estado hacia presa de las finanzas argentinas, para dejar un país sumido en una crisis social y económica, feroz; Evo Morales, se chantó un chullu y un poncho, y no fue capaz de encontrar al indio, que estaba ahí a su lado, y siguió desde un anticapitalismo desencajado, aferrado a la idea decimonónica del buen salvaje. Por supuesto, que estos absolutos, no pueden ser buenos recuerdos para un pueblo en busca del tiempo perdido.

No hay duda. Los primeros momentos del gobierno de Evo Morales, fue atrayente por un discurso incluyente frente al excluyente del neoliberalismo de los años 90; pero, algo pasó, y, poco a poco, se fue tornando en un régimen intolerante. El partido único empezó a prohibir de manera sistemática, la duda. Y cuando se llega a no tolerar la duda, la pregunta, fácilmente se desemboca en el fundamentalismo. Martín Heiddeger, habló de la «piedad de la pregunta». El ejercicio del poder, no solo está lleno de desajustes y fricciones y componendas, por lo que son necesarias, la duda y la pregunta, para devolverle su potencialidad transformadora, para que pueda ser poder humano y no otra cosa, o que los políticos lo ejerzan como si fuera un poder trascendente.

La convicción, no es otra cosa, que la manera cómo el hombre se aferra a una sola verdad, una verdad que acaba enajenando al hombre. Nietzsche, quizá por eso sentenciaba que «las convicciones son prisiones». Por esa razón, el hombre que cultiva y se agarra a sus convicciones, no solo tiene una visión miope y raquítica de la realidad, también es un sujeto corto de análisis, riguroso e inflexible. El convencido, en lugar de respetar la pluralidad, propende hacia el fanatismo. La lista de fanáticos es interminable, sobre todo en el actual gobierno del MAS. De ahí que el militante del partido de gobierno, no sobrepase de ser un pobre individuo alienado. Por ejemplo, encuentro a García Linera, igual que Robespierre, ni más ni menos, un epiléptico del concepto, que se encierra en la parca idea de salvar al mundo. Todo convencido, además, de dejar malos recuerdos, siempre acaba naufragando.

Así, el convencido masista, vea por donde se vea, es un individuo dependiente –hace y dice aquello que emana de su líder, de su minúsculo dios hecho verdad–; por tanto, son incapaces de mirar y actuar libremente; pues, por otro lado, su anemia de perspectiva amplia hace que pierda el plano de lo particular. Por el momento, la pasión y convicción del masista, es la seguridad que le brinda el poder político coyuntural. Esa convicción anémica y miope, que guía el movimiento social del masismo, también, es la fuente del aberrante fundamentalismo, tan evidente en la práctica discursiva del actual gobierno.

El país, no necesita convencidos ni fundamentalistas, sino un espíritu escéptico, que no se adhiera a nada ni nadie, porque las convicciones son signo de debilidad y la única forma de sostenerse es recurriendo al fanatismo, y de ahí al fundamentalismo, no dista mucho.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

 

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CONVICCIÓN Y FUNDAMENTALISMO

Iván Castro Aruzamen

«Todo el que camina por la historia exhibiendo absolutos deja un mal recuerdo», escribió hace unos años, el teólogo y filósofo, Manuel Fraijó. Nada más cierto con algunos de nuestros políticos de los últimos decenios. Hugo Chávez, exhibió el absoluto del socialismo del siglo XXI –cuando ni siquiera hemos arribado al primer cuarto de siglo, de tal socialismo no quedan sino cenizas– y no vivió lo suficiente para contarlo; Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, hizo de profeta de un magro paraíso terrenal y se pasó los últimos años, sumido en la demencia senil; Ignacio Lula y Dilma Rusef, hincharon el pecho con una economía emergente del brazo de los trabajadores, a la par de las grandes potencias, mientras la corrupción igual que una termita hizo polvo al Estado brasileño; Cristina Krisner, enjugó su boca con los pobres y los crotos argentinos, mientras la bancarrota del Estado hacia presa de las finanzas argentinas, para dejar un país sumido en una crisis social y económica, feroz; Evo Morales, se chantó un chullu y un poncho, y no fue capaz de encontrar al indio, que estaba ahí a su lado, y siguió desde un anticapitalismo desencajado, aferrado a la idea decimonónica del buen salvaje. Por supuesto, que estos absolutos, no pueden ser buenos recuerdos para un pueblo en busca del tiempo perdido.

No hay duda. Los primeros momentos del gobierno de Evo Morales, fue atrayente por un discurso incluyente frente al excluyente del neoliberalismo de los años 90; pero, algo pasó, y, poco a poco, se fue tornando en un régimen intolerante. El partido único empezó a prohibir de manera sistemática, la duda. Y cuando se llega a no tolerar la duda, la pregunta, fácilmente se desemboca en el fundamentalismo. Martín Heiddeger, habló de la «piedad de la pregunta». El ejercicio del poder, no solo está lleno de desajustes y fricciones y componendas, por lo que son necesarias, la duda y la pregunta, para devolverle su potencialidad transformadora, para que pueda ser poder humano y no otra cosa, o que los políticos lo ejerzan como si fuera un poder trascendente.

La convicción, no es otra cosa, que la manera cómo el hombre se aferra a una sola verdad, una verdad que acaba enajenando al hombre. Nietzsche, quizá por eso sentenciaba que «las convicciones son prisiones». Por esa razón, el hombre que cultiva y se agarra a sus convicciones, no solo tiene una visión miope y raquítica de la realidad, también es un sujeto corto de análisis, riguroso e inflexible. El convencido, en lugar de respetar la pluralidad, propende hacia el fanatismo. La lista de fanáticos es interminable, sobre todo en el actual gobierno del MAS. De ahí que el militante del partido de gobierno, no sobrepase de ser un pobre individuo alienado. Por ejemplo, encuentro a García Linera, igual que Robespierre, ni más ni menos, un epiléptico del concepto, que se encierra en la parca idea de salvar al mundo. Todo convencido, además, de dejar malos recuerdos, siempre acaba naufragando.

Así, el convencido masista, vea por donde se vea, es un individuo dependiente –hace y dice aquello que emana de su líder, de su minúsculo dios hecho verdad–; por tanto, son incapaces de mirar y actuar libremente; pues, por otro lado, su anemia de perspectiva amplia hace que pierda el plano de lo particular. Por el momento, la pasión y convicción del masista, es la seguridad que le brinda el poder político coyuntural. Esa convicción anémica y miope, que guía el movimiento social del masismo, también, es la fuente del aberrante fundamentalismo, tan evidente en la práctica discursiva del actual gobierno.

El país, no necesita convencidos ni fundamentalistas, sino un espíritu escéptico, que no se adhiera a nada ni nadie, porque las convicciones son signo de debilidad y la única forma de sostenerse es recurriendo al fanatismo, y de ahí al fundamentalismo, no dista mucho.

 

Iván Castro Aruzamen

 

Teólogo y filósofo

 

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EL LUGAR DEL INDIO

Iván Castro Aruzamen

La novela indigenista de mediados del siglo XX, a partir de fórmulas naturalistas, se acercó al indígena, en un intento por descubrir y/o encontrar el ser del indio; pero, este acercamiento no estuvo al margen de ciertas limitaciones, aunque lo más curioso es que se miró al indio con ojos extraños. Esta extrañeza ya estaba presente en el periodo del realismo de principios del siglo pasado, por ejemplo, en la novelística de Alcides Arguedas así como en su conocido ensayo, Pueblo enfermo; ahí sostiene: «el indio aymara salvaje y huraño como bestia de bosque, entregado a sus ritos gentiles y al cultivo de ese suelo estéril en que, a no dudarlo, concluirá pronto su raza». Ese indio, el indígena, a quien Arguedas predice su desaparición, se paseó por europa –eso dice en Crónicas perdidas 1, Bryce Echenique– en las fantasías de Jacobo Rouseau, Chateaubrando o Bernardin de Saint Pierre. El indio que primero navegó por la imaginación europea, no solo hizo un largo viaje de regreso a sí mismo, sino que aún es una cuestión pendiente y continúa en la imaginación, además del europeo también del blanco latinoamericano.

En esa primera mitad del siglo XX, el indio y sus desventuras, pero, sobre todo, su enajenación pronto encontró sitio en novelas como Raza de bronce (1919) de Alcides Arguedas, Altiplano (1954) de Raul Botelho –cuyo parentesco con Huasipungo de Jorge Icaza es inminente–, El sol de iba (1940-1944) de José Felipe Costas Arguedas, Surumi (1953), Yanakuna (1952), Yawarninchij (1955) de Jesús Lara, Tierras de violencia (1959) de Alberto Trujillo. Ahora bien, no cabe duda, que los ojos extraños con los que se mira a al indígena, es una constante de la novelística naturalista de esa época; no obstante, tuvo un mérito; pues, el país hasta entonces solo había sido descrito –no otra cosa es la crónica española y virreynal– y en él al indio; el naturalismo se animó a escribir al indio. Si en el realismo de Arguedas el indio aparecía descrito en sus caracteres psicológicos y físicos –fuente además de una enfermedad incurable–, los narradores del naturalismo, escribieron al indio. Así, un indio escrito, ya no era simplemente un ser exótico como en las fantasmagorías europeas.

¿Por qué tantas vueltas y vueltas para llegar a sí mismo? ¿Dónde radica el olvido del indio sobre sí mismo? Ni el socialismo ni el liberalismo de antaño, ni los de ahora, teniendo a su lado al indio, han sido capaces de encontrarlo. Ese largo viaje de regreso al indio, a quien se tenía al lado, se inició con la independencia, pasando por el imaginario europeo, hasta nuestros días. Y, digo, hasta por razones metodológicas, recurriendo a la duda cartesiana, podemos preguntarnos, si en realidad existe todavía el indio. O como muchos conceptos, tan solo es una idea, un murmullo de nuestro pasado, que no hemos podido callar ni arrancar de nuestra consciencia. Y lo hemos arrastrado durante toda nuestra historia para justificar la falta de voluntad, esa voluntad que Nietzsche tanto reclamaba para el superhombre. Una falta de voluntad que se trasluce en la incapacidad para construir una nación con nacionalidades o unas nacionalidades dentro de una nación; y un estado fuerte, más allá de la ontología del indio.

Si el indio está ahí, al lado, al menos no lo hemos escuchado; no sabemos lo que siente o piensa y quiere y espera de sí mismo –sin olvidar las excepciones como Cesar Vallejo, Atahuallpa Yupanqui o Fausto Reinaga–, porque todavía hoy como en el naturalismo, quienes hablan del y por el indio, siguen siendo ojos extraños; hasta en los análisis sociales, tanto marxistas, socialista o liberales, continúa presente el naturalismo. La teoría social sigue aun escribiendo al indio –o mejor teorizando–; en pocas palabras, la teoría social sobre el indio sigue siendo literatura.

El largo camino de regreso hacia el indio –si es que éste existe–, no ha concluido; solo encontrando su lugar en nuestra consciencia nacional y su rol dentro de una verdadera revolución, estaría cerca de su destino final: su identidad.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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