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Estas líneas las escribo a propósito del encuentro de los pueblos, realizado hace unos días en Tiquipaya. Allí, se han reunido una gran cantidad de apóstatas y demagogos de la política socialista; éstos como en los mejores momentos neoliberales, recurren a la razón instrumental para legitimar ideas de hace decenios atrás. Y más: realizan eventos con tanta apoteosis, dignas de la farándula de Hollywood. Los defensores de las corrientes populistas bajo denominativo común de socialismo, por el momento, no son capaces de dialogar con el mundo; perversamente, usan determinados códigos para indoctrinar a grandes porciones de la sociedad, que no está en condiciones de discernir críticamente acerca de estas ideologías totalitarias, que practican un fundamentalismo de baja intensidad.
Días antes del evento de Tiquipaya, Por un mundo sin muros, un personaje ladino y grotesco, decía en el canal estatal, que el presidente Morales, había encomendado elaborar a un grupo de fanáticos, las tesis sobre la ciudadanía universal. Y el mencionado energúmeno, intentaba hacer ver que esta tesis era el último grito de la moda; y que la historia universal iba a cambiar drásticamente. Ya lo dije, en muchas oportunidades: Evo Morales es el peor presidente de los últimos años; no es ningún personaje interesante; si los medios y sectores colonialistas le prestan alguna atención, no es sino por el exotismo del buen salvaje que arrastra consigo. Por lo demás, es sencillamente un pobre ser humano, tan común y corriente como todos y sometido a las condiciones de nuestra inmanensia.
Pero, los pontífices de una ideología decadente como la que propugnan algunos gobiernos progresistas (populistas) de la región, tienden a endiosar al presi Morales igual que los emperadores romanos. Si se pretendía hacer pasar la tesis de la ciudadanía universal como un aporte personal de Morales, nada más absurdo. Immanuel Kant, conocido como el ciudadano del mundo de Königsberg, trabajó esta idea en su Hacia una paz perpetua de 1795 (Zum ewigen Frieden). En este texto, Kant, hace un ajuste de cuentas con la política colonial de entonces; pues, pone en claro que no se debe matar, esclavizar o deportar a los forasteros (inmigrantes). Tampoco someter, explotar o esclavizar indígenas. Entre nosotros, un hombre que ha puesto todo el empeño en filosofar, Miguel Manzanera, en la década de los noventa, habló ya del nosotros universal como sustrato último de una ciudadanía universal. Ya entonces ponía como obstáculo para el nosotros universal, la tesis de soberanía nacional, que no permite avanzar hacia una república mundial. Así que los tesistas del presidente deben le leer todavía mucho para tener algo de originalidad.
La ciudadanía universal, no es una idea descabellada, sino un sueño que bien pensado busca derribar las fronteras; pero, innegablemente, se debe tropezar y superar dos problemas centrales: por un lado, está la existencia de los estados nacionales y su soberanía; por otro, la espiración a un Estado Mundial o super Estado. Esta dialéctica, de un Estado que se componga de todos los estados o de unos estados que formen parte de un gran Estado mundial, es un escollo sin resolver hacia la construcción de una ciudadanía universal. Kant, era optimista respecto de que los estados podrían llegar a un grado de unión tal, que pudiera garantizar la paz entre los pueblos. No obstante, se mostró escéptico acerca de un Estado mundial. Otro aspecto que debe ser superado se asienta en el nivel jurídico y ético. Es verdad que los seres humanos tenemos el derecho a una cooperación universal y la diferencia. Más esto no significa que la ciudadanía universal sea una justificación para las atrocidades humanas. Ser un ciudadano universal, debe ser la garantía para poder visitar o ser un visitante en cualquier lugar del planeta, pero no el derecho a considerarse un huésped en cualquier lugar. Por esa razón, la ciudadanía universal debe ser entendida desde la idea de un Estado subsidiario y ético normativo.
Por otro lado, es un hecho que muchos estados en el mundo, no han logrado siquiera consolidar mínimamente una verdadera ciudadanía local o nacional, sobre todo, que esté basada en el respeto a los derechos humanos, la justica, la solidaridad, la distribución equitativa de la riqueza y el respeto a la diferencia. Sin embargo, todos los estados bajo la hegemonía de un determinado grupo (s) de poder, socaban la ciudadanía local en provecho de intereses sectarios. Esto ha llevado a que estos grupos se sientan con mucha más ciudadanía que los otros.
Par terminar, una pregunta necesaria y sencilla para nuestros gobernantes de este Estado Plurinacional: ¿la condición de ciudadano universal sustituye o mantiene el ser ciudadano nacional o local? ¿Se puede llegar a ser ciudadano universal y dejar de ser ciudadano de un país? ¿Es posible la complementariedad entre ambas? ¿El cosmopolitismo plurinacional en nuestro país, no ha conducido a negar nuestra particularidad (des)? Aquí termino con la reafirmación de mi identidad personal: «antes que todo soy culpiñense (Sud Cinti), luego soy Chuquisaqueño, pero, también desde hace unos años, cochabambino y, solo al final, a manera de complemento, boliviano. Eso sin nombrar mis otras identidades tan importantes como ser cristiano y católico».
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
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