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A 45 minutos del Cercado-Cochabamba está Punata. Tras un apacible viaje por una carretera asfaltada –en vías de construcción hoy la doble vía– mientras los viajeros hablan castellano y quechua, con una musicalidad tan natural en el Valle Alto: pasar de manera casi simultánea de un idioma a otro, según la circunstancia lo requiera. Una inscripción recibe a quienes visitan Punata: “Bienvenidos a la Perla del Valle Alto”. La efervescencia de las construcciones fruto de las remesas de los residentes en España o EE. UU., ya no es tan notorio como hace unos años atrás. Pero, todo el campo, en esta estación del año, de un color grisáceo abre su espectáculo inmaculado a los ojos del visitante. En medio de esta geografía se celebra la fiesta de la Virgen de Guadalupe.
Si hay quienes creen que la expresión de fe, a través de la religiosidad o las celebraciones religiosas en la provincianidad, ya no tiene el empuje o la fuerza de hace años, no está en lo cierto. La religiosidad popular como expresión de la fe cristiana y más propiamente católica continúa siendo un torrente de energía, alegría y misticismo único. Si la manera de experimentar la fe en el mundo posmoderno es por hoy una preocupación para teólogos, especialistas de la religión, sociólogos y antropólogos, en la vivencia de la gente de la provincia esta no ha sufrido mutaciones importantes. La gente le reza y eleva oraciones a Dios por sus necesidades y lo hace desde el más recóndito rincón de su ser, más allá de que la relación absoluta, entre Dios y el hombre, no se preste a ninguna clase posible de valoración cuantitativa alguna; y por eso, hombres y mujeres en la Perla del Valle Alto, rezan, bailan, comen y beben como un rito necesario de la expresión de su fe.
La Fiesta de la Virgen de Guadalupe en la Capilla del Morro, data de hace unos 50 años atrás; una de las características de esta fiesta era principalmente la realización de huertas en miniatura y la venta de productos de harina en miniatura; observar toda la gama de fruta seca no solo es una colorido para la vista del visitante, sino es una gala del paisaje punateño en estas fechas. Un amigo, me dice, que el nombre de Morro deriva del quichuwa, Ghollu, cuyo significado no es otro que montón o morro. Punata da inicio al año festivo religioso con la Virgen de Guadalupe. El mismo continúa con la Fiesta del Señor de la Sentencia al Este de Punata y la del Señor de Burgos, en la Av. Libertadores. Y cierra la fiesta de la fe de los punateños en este mes de septiembre, la Fiesta grande, festividad dedicada al patrono de esa capital, el Señor De los Milagros, que se realiza el último sábado y domingo de septiembre.
Quienes impulsaron estas festividades de fe en Punata, tuvieron la visión de dejar un legado de la fe a futuras generaciones. Ya en 1974, la señora, Graciela Herbas de López (+) y su esposo, fueron pasantes de la diablada Tomas Bata de Quillacollo; el alcalde de ese entonces en Punata, invitó a los esposos López-Herbas a ser pasantes de la Fiesta de los Milagros el año siguiente, 1975. En lugar de llevar adelante como pasantes, ofreció la señora Herbas, fundar la primera fraternidad de dicha Fiesta, los Wacatokoris. De ese modo el 24 de septiembre de 1975, dio inicio la primera fraternidad de la Fiesta del Señor de los Milagros. A partir de esta primera fraternidad fueron multiplicándose las fraternidades que dan colorido y alegría a la Fiesta grande en Punata. Actualmente existen al menos 35 fraternidades que participan de la entrada de la Fiesta del Señor de los Milagros.
En un mundo de rápidas transformaciones y vida vertiginosa, la fe expresada por medio de las fiestas patronales en los pueblos de provincia, continúa tendiendo una vitalidad inagotable. Así, lo vi y sentí el 10 de septiembre en la Fiesta de la Virgen de Guadalupe en Punata, en la capilla El Morro (Ghollu).
Iván Castro Aruzamen
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