Los otros caminos

LOS PERROS HAMBRIENTOS

Iván Castro Aruzamen

Me presto el título de la novela de Ciro Alegría, para hablar de lo que al parecer incuba en su vientre el proceso de cambio: perros hambrientos de poder, de dinero, de fama y otras bajezas humanas.

Todo demuestra hasta ahora, más allá de las tergiversaciones que se puedan hacer sobre el asunto, denominado Fondo indígena, que el estado plurinacional se sostiene sobre la confusión, la proliferación, el favor, el hermetismo, la aglomeración y, sobre todo, la retórica del Señor Vicepresidente, Álvaro García Linera. ¿Acaso sólo los neoliberales eran una banda de mafiosos, violentos y desfalcadores de dineros públicos? Al parecer no. A pesar de que hay un esfuerzo comunitario del masismo en sostener la tesis  contraria; y para mantener a flote de que los habían gobernado por más de 20 años, los Goni y compañía, era los maleantes que se enriquecieron a costa del Estado, encumbraron la idea de que el indígena originario campesino ˗conste que no he dejado de ser campesino y hablo como tal˗ era un buen salvaje y absolutamente probo para manejar y administrar dineros públicos. Y resulta que esta idea empieza a desmoronarse: primero, porque desde el sillón presidencial se ha profundizado un patriarcalismo aberrante en la figura del caudillo. Este patriarcalismo político ha impregnado la manera de hacer gestión pública y, al mismo tiempo, ha generado un apetito de perros hambrientos de funcionario público allende. Los indígenas, de quienes se esperaba un manejo transparente, honesto y justo del 5% destinado al fondo indígena han actuado como los neoliberales de la década de los 90. ¿No se peroró por aquí y acullá que el ama sua, ama llulla y ama qella son máximas morales que rigen el comportamiento indígena? Sin duda que los promotores del estado pluri y su proceso de cambio han ido pasando rápidamente hacia una sociedad de aristógatos, turistócratas; claro, no tenemos acaso un presidente y ministros y vice ministros y senadores que viven como turistócratas (aviones, helicópteros, autos de última generación, viajes de turismo político, circos culturales y otras, en las que se despilfarra el dinero); mientras hay gente que muere por falta de atención médica, niños con cáncer, enfermos de Sida, ancianos sobrevivientes y hay pobres que son cada día más pobres y cocaleros que son día tras día capitalistas con 5 cosechas de coca al año. No es posible hablar de desarrollo económico sin un desarrollo cultural, y por cultura no hay entender el folclorismo.

Con todo lo que se ha destapado en el fondo indígena, el ama sua, llulla y qella, la ministra Achacollo y sus dirigentes se los metieron al epigastrio. Y esta nos arrastra a un conclusión sencilla: los tecnócratas de otro tiempo, del estado neoliberal y sus mafias, han sido relevados; los continuadores gozosos de esta práctica corrompida de hacerse de manera fácil de la plata del erario público, y reproducir el comportamiento libidinoso ante mamon, ni más menos son esa casta de mil cabezas que se multiplica sin cesar, los dirigentes sindicales. Quizá es el único producto con valor agregado que este gobierno ha podido parir. Su poder ha ido en aumento, pues, la firma o el aval de un dirigente sindical y masista, que lo son todos, tiene un precio, vale su peso en oro; por tanto nos preguntamos: ¿son los mismos perros hambrientos del neoliberalismo pero con otros collares? No. Son los mismos collares (corrupción, tráfico, lealtad al caudillo, compadrerío) pero los perros son distintos aunque persiguen las mismas presas. Yo no sé, diría César Vallejo, hay golpes en la vida tan fuertes, y el jariquiri del fondo indígena es un golpe duro al caudillo indígena; y el valor agregado de la casta dirigencial crece como bola de nieve. En estas condiciones no sería nada malo para el gobierno esforzarse en llevar a la práctica el ama sua, antes de que los perros hambrientos terminen devorando sus entrañas.

Iván Castro Aruzamen es teólogo y filósofo

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UN HOMBRE DE FE Y MISIÓN

Iván Castro Aruzamen

OTTO STRAUSS MAYER
Graham Greene, novelista inglés, en Viajes con mi tía, escribió: “Una vida larga no depende de los años. Un hombre sin recuerdos puede llegar a los cien años y sentir que su vida ha sido muy corta”. Un hombre de fe puede vivir muchos años, pero sentir al final de su vida una esterilidad terrible, pues, la fe sin obras no es nada (San Pablo). Todo misionero está llamado a revelar su encuentro personal con Cristo por medio de sus acciones. En la vida del cristiano vida y obras deben ir de la mano. Y la certeza de su fe no es otra que la esperanza en lo desconocido. Abraham, oyó la promesa de Dios y se lanzó al desierto.

Las primeras instantáneas que guardo de Otto Strauss son de mi infancia; cuando la parroquia como centro religioso era para nosotros el habitad natural de la fe en Dios; en pocas palabras, era natural ser cristiano y católico; ahí, vi por primer vez al padre Otto. Era alto, de contextura robusta. Huraño. Esa barba tupida y larga, me hacia la idea de estar viendo a Moisés o a José el padre putativo de Jesús. Y es que los enormes cuadros de los patriarcas guiando al pueblo de Israel, esos hombres de larga túnica y barbados, fueron las imágenes más entrañables de nuestra infancia, de nuestra catequesis de la primera comunión. Y Otto tenía un parecido único. Su voz retumbaba por todo el templo diáfana y firme. Años más tarde, conocí la biblioteca de mi parroquia, y quedé deslumbrado por los libros que allí encontré. Había literatura, sí, cómo olvidar Hamlet, Guillermo Tell… Teología, Karl Rahner, ahí encontré un librito que me abrió los ojos a la fe, Revolución y encarnación de Justo L. Gonzáles. Sé que el padre Otto llevó muchos otros libros, no sólo a la biblioteca de la parroquia, sino también a la biblioteca estudiantil en la que tantos niños y niñas de mi tiempo aprendimos a leer y ser felices con los libros.

En sus largas travesías por todos los rincones de los Cintis, muchos años fueron sus compañeras inseparables, unos animales de carga (mulos), cuyos nombres hasta ahora me parecen emblemáticos, la thatcher (seguro por la primera ministra británica), la malvina (por las islas Falkland o Malvinas). Como todo misionero y hombre de fe, llevó su experiencia de Cristo a todos los que pudo. Ancianos, niños, mujeres, jóvenes, enfermos, catequistas. Su desprendimiento y su gastar la vida por los otros, directa o indirectamente llegó a muchos muchos pobres y no pobres. Por los caminos del viento de la pampa culpinense o de Incuahuasi, Villa Charcas, Santa Elena y las rojas tierras del cañón cinteño (Camargo) su nombre irá inscrito como las huellas de las sandalias del pescador; y en los corazones de quienes tuvimos la suerte de conocerlo, en lo más íntimo de la memoria quedará guardada la historia de un hombre de fe que pasó haciendo las buenas obras que sus fuerzas le permitieron.

Las pocas ocasiones que pude escucharlo, nunca vi gesto alguno que denostara desprecio hacia nadie, ni tampoco la pretensión de que su moral fuera la mejor. La convicción de su fe estaba sustentada por su profunda espiritualidad y oración. El breviario ha sido (y seguramente lo seguirá siendo) una fuente inagotable de su fortaleza espiritual. Los recuerdos de sus travesías y peripecias por montañas y ríos de esta casa nuestra, el sur de Chuquisaca, su casa, deben ser incontables, y por todos los recuerdos con quienes se encontró en los Cintis, Otto Strauss, lleva ya una larga vida de servicio y entrega a todos aquellos que la vida le encomendó en su misión. Otto Strauss es un hombre de fe que a lo largo de estos 50 años de sacerdocio, ha tratado de llevar por la misma senda, su labor social y misionera.

Un día le pregunté a Alcides Flores, periodista, amigo, paisano cinteño, oriundo de Villa Charcas y camargueño, sobre padre Otto Strauss, una pregunta a bocajarro, ¿Cuál es tu opinión sobre este hombre de fe?: “El padre Otto Strauss es una persona que ha mostrado mucha integridad en su labor. Es un sacerdote que ha cambiado la vida de muchas personas en los Cintis. Ha ayudado a personas pobres para que accedan a una vivienda, ha apoyado a jóvenes con escasos recursos para que estudien, ha pagado muchos tratamientos caros a personas pobres... eso lo sigue haciendo y siempre incondicional. A este lado pragmático, hay que sumar su lado espiritual. Es una persona profundamente espiritual, que nunca deja de alimentarse de lecturas, que luego las comparte. En lo pastoral, es un hombre que ha vivido muchas situaciones y no hay rincón que no conozca. Ha ido hasta el último rincón de sus parroquias incluso montado en burros y lo que resumo de su caridad, es que no hace bulla cuando ayuda a alguien, lo hace en silencio”.

El testimonio de quien estuvo cerca del trabajo de Otto, como Alcides, es sólo una muestra de quienes han estado a su lado en su opción misionera por la gente cinteña.

El padre Otto Strauss Mayer, ha cumplido el pasado mes de junio 50 años de vida sacerdotal. 45 en las tierras de Cinti. Y estas fotográficas pinceladas de cómo recuerdo a Otto y cuál es la imagen que guardo de él a pesar de la distancia y el tiempo, mi más sincero agradecimiento.

El autor es teólogo y filósofo

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PARA UNA COLUMNA SIN RACISMO

Iván Castro Aruzamen

Al empezar esta columna deseo hablar de dos aspectos fundamentales para mí: la primera, sobre mis ataques en otro momento a algunos personeros de Gobierno y, en segundo lugar, la razón de ser de esta columna.

Quiero recordar, hace ya algún tiempo –en otra columna y en un periódico cuyo nombre no recuerdo– expuse algunas ideas, muchas posiblemente erradas, otras no tanto; pero, de lo que si debo pedir disculpas es de las ofensas que pude cometer con mi forma de escribir y decir algunas cosas (allí me referí al Señor Presidente, Evo Morales, Vicepresidente, Álvaro García Linera y Ministro de Gobierno de entonces, con adjetivos que de una u otra forma contenían un talante racista, aunque en su momento me resistí a aceptarlo como tales; como el tiempo es el mejor antídoto para mirar el pasado, y caer en la cuenta de los errores cometidos, hoy reconozco mi intencionalidad detrás de lo escrito; comparto con Evo Morales la marginalidad desde donde venimos y, por esa razón, luego de los años, expreso mi disculpa pública por las ofensas a su dignidad, lo mismo para el Señor Vice y Sacha Llorenti; esta me culpa me enseña que no se debe usar la palabra para expandir ningún tipo de racismo, provenga de donde provenga…) y he aprendido que el lector, independientemente de su condición merece la más alta estima del escritor, del pensador, del poeta; asimismo, entiendo que las ideas, como decía, René Descartes, deben de ser claras y distintas; desde los otros caminos, no busco sino exponer lo que pienso y siento, siendo fiel a mi karma, mi adhesión al nuevo pensamiento crítico, a la Buena Nueva de Jesús, a la tradición de la Iglesia, y, en último lugar, a mi modo de entender y ver el mundo, la sociedad, al hombre, la vida misma.

La Editorial española Tusquets publicó en 1988 un volumen con las crónicas y artículos periodísticos del poeta, gallego, Álvaro Cunqueiro, bajo el título Los otros caminos. No es suficiente mencionar que ahí, Cunqueiro aparece con todo el peso de su prosa. Las delicias y exquisiteces de sus crónicas de viajes, tan repletas de lugares, peregrinos, paisajes, posadas, santos, romerías, abedules y, sobre todo, caminos, galopan entre la realidad y la ficción. Así también los caminos del lenguaje y el pensamiento, son bifurcaciones del acontecer humano; y sobre los caminos de América, Atahualpa Yupanqui, cantó sobre todos ellos, caminos de polvo, de piedra, por quebradas y planicies; los caminos como sendas y opciones, nunca fueron ajenos en mi vida, y mucho más siendo yo un hijo de campesinos labriegos, por esos caminos de tierra recorrí distancias lejanas, unas veces a pie y otras a lomo de bestia.

¿Por qué asumo, los otros caminos, para esta columna que tan generosamente me abre un espacio para escribir y pensar?

Cuando sólo se anda un camino, se cercena la capacidad y posibilidad de poder recorrer los otros caminos, otras verdades, desde las cuales escrutar la realidad. A pesar de que Antonio Machado, en profundo verso, dice, que no hay camino sino que se hace camino al andar, la compleja espesura de la realidad exige una pluralidad de caminos. Además, estoy convencido que todos los caminos por recorrer deben conducirnos a establecer todas y cada una de las vías posibles para el conocimiento humano, pasando desde la sabiduría popular hasta la más alta ciencia experimental, y que sostenidas desde el diálogo sirvan para hacer una sociedad más justa, fraterna y más humana para todos.

Los otros caminos, constituyen un abanico de combinaciones posibles igual que el arcoíris. Esos otros caminos: la literatura, la política, la fe, la ciencia, la filosofía, el derecho, la justicia, los derechos humanos, la democracia… no son sino piedras de toque para construir una sociedad pluralista (Joseph Ratzinger). Y una sociedad pluralista está siempre en camino, en formación, una sociedad plural no se monta, jamás sobre una única verdad, sea esta ideológica, política, religiosa, y mucho menos sobre los hombres de algún mortal.
Desde esta columna, trataré de andar por todos esos otros caminos.

El autor es Teólogo y filósofo

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