Los otros caminos

EL MAL Y EL PODER

Iván Castro Aruzamen

Nunca se habrá dicho lo suficiente cuando se habla del mal; porque sus signos en el mundo son tan evidentes, que no nos podemos retrotraer a sus secuelas. J. Camilo Cela, dice en La familia de Pascual Duarte: «Cuando la desgracia se ensaña con un hombre, aunque este se meta debajo de las piedras igual lo alcanza». Así, el mal está presente hoy en nuestra sociedad, las más de las veces, sus tentáculos se han institucionalizado de modo que su alcance es mundial. Y a riesgo de caer en cierto tipo de reducción, creo, que el Mal es compañero inseparable del poder, sobre todo, del poder político, aunque la esencia del poder como dice, Eugenio Trías, está en los recovecos del ser. Por tanto, los poderosos de este mundo, nadan, respiran y viven en el mal.

Normalmente, tendemos a situar el mal en el día de la suerte o de manera poco responsable, en la libertad del ser humano, mientras nuestro Dios permanece en silencio frente al mal. Reproduzco un ejemplo gráfico expuesto por John Macquarre: «Un hombre cruza la calle y un autobús está a punto de atropellarle. Entonces dice: “Dios me ama, pues el autobús no me ha atropellado”. En otra ocasión, el autobús le golpea y le hiere. Esta vez dice: “Dios me ama, pues el autobús no me ha matado”. Finalmente, el autobús le mata. Pero ahora sus amigos dicen: “Dios le ama, pues le ha llamado de este mundo infeliz y pecador”». Cuando los poderosos de este mundo, asesinan, trafican, esclavizan y, viven sumidos en las delicias del mal, ¿Dios lo quiere así? Es posible renuncia al poder de Dios, a cambio de su silencio y bondad, si el horror hace mella en la dignidad del ser humano, reducido a escombros y desechos. ¿Cómo puedo yo sentarme a beber una taza de leche o un café, si el mundo no es otra cosa que –en palabras de Hegel– un “matadero”? ¿Dónde queda la responsabilidad del creador de todo lo que existe?

A quien debemos echarle el guante, si hoy millones de personas, igual que en la Babilonia de Hitler, se desplazan buscando un rincón de paz, angustiadas por la calamidad de la guerra, fruto del poder más palpable del Mal en el mundo. Siria, no es otra cosa que un matadero donde alguna vez hubo algo de humanidad. Hace ya algunos años, el francés, Manu Chao, cantaba: «Solo voy con mi pena, sola va mi condena, correré mi destino para burlar la ley. Perdido en el corazón, de la grande Babilón, me dicen el clandestino». El mal, sume al ser humano en esa nueva categoría existencial, la clandestinidad, porque los seres humanos, debemos hacer piruetas para tratar de eludir el mal; ese gran alemán-judío, Walter Benjamín, quien acabó con su vida cercado por la demencia de Hitler, entre la soledad y el olvido en la noche del 25 de septiembre de 1940, en Por Bou (Francia), no se cansó de reclamar con tozuda claridad, no olvidar jamás a las víctimas de la historia, a los muertos y aplastados por el poder y su brazo derecho, el mal; me adscribo a ese tono, pues los poderosos y su males, deben ser castigados en esta historia y en esta vida; mucho más que la vacuidad y el sinsentido sartreano, el ser humano está condenado a ser un clandestino en la única vida que le ha tocado vivir, si no es capaz de hacer justicia a las víctimas de la historia, en suma, del mal y el poder en este mundo.

Hay algo en nuestro ser que nos impulsa a caminar por los calles de la vida, a seguir adelante, a vivir aunque el dolor nos sume en la tristeza; nuestro rumbo, muchas veces está perdido, si a nuestro lado va también el mal ¿debemos convivir con el horror, la tragedia y el sufrimiento? ¿Acaso es el triste destino del ser humano? No sería bueno, digo, echar mano de toda la potencialidad del poder, escondido en nuestro ser más profundo, para convertir este matadero humano en algo nuevo; el poder y el mal de los poderosos de este mundo, que va desde los miserables hombres de la política, sino veamos al reyezuelo déspota de Nicolás Maduro en Venezuela o Kim Jong II en Corea del Norte, pasando por los Rockefeller en los EE. UU., junto al presidente Donald Trump, la personificación del mal más palpable en nuestros días.

No podemos guardar un silencio parecido a la estupidez frente a aquello que le hacen los poderosos a los seres humanos con su maldad; pues ésta no tiene nombre…

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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EL MAL Y EL PODER

Iván Castro Aruzamen

Nunca se habrá dicho lo suficiente cuando se habla del mal; porque sus signos en el mundo son tan evidentes, que no nos podemos retrotraer a sus secuelas. J. Camilo Cela, dice en La familia de Pascual Duarte: «Cuando la desgracia se ensaña con un hombre, aunque este se meta debajo de las piedras igual lo alcanza». Así, el mal está presente hoy en nuestra sociedad, las más de las veces, sus tentáculos se han institucionalizado de modo que su alcance es mundial. Y a riesgo de caer en cierto tipo de reducción, creo, que el Mal es compañero inseparable del poder, sobre todo, del poder político, aunque la esencia del poder como dice, Eugenio Trías, está en los recovecos del ser. Por tanto, los poderosos de este mundo, nadan, respiran y viven en el mal.

Normalmente, tendemos a situar el mal en el día de la suerte o de manera poco responsable, en la libertad del ser humano, mientras nuestro Dios permanece en silencio frente al mal. Reproduzco un ejemplo gráfico expuesto por John Macquarre: «Un hombre cruza la calle y un autobús está a punto de atropellarle. Entonces dice: “Dios me ama, pues el autobús no me ha atropellado”. En otra ocasión, el autobús le golpea y le hiere. Esta vez dice: “Dios me ama, pues el autobús no me ha matado”. Finalmente, el autobús le mata. Pero ahora sus amigos dicen: “Dios le ama, pues le ha llamado de este mundo infeliz y pecador”». Cuando los poderosos de este mundo, asesinan, trafican, esclavizan y, viven sumidos en las delicias del mal, ¿Dios lo quiere así? Es posible renuncia al poder de Dios, a cambio de su silencio y bondad, si el horror hace mella en la dignidad del ser humano, reducido a escombros y desechos. ¿Cómo puedo yo sentarme a beber una taza de leche o un café, si el mundo no es otra cosa que –en palabras de Hegel– un “matadero”? ¿Dónde queda la responsabilidad del creador de todo lo que existe?

A quien debemos echarle el guante, si hoy millones de personas, igual que en la Babilonia de Hitler, se desplazan buscando un rincón de paz, angustiadas por la calamidad de la guerra, fruto del poder más palpable del Mal en el mundo. Siria, no es otra cosa que un matadero donde alguna vez hubo algo de humanidad. Hace ya algunos años, el francés, Manu Chao, cantaba: «Solo voy con mi pena, sola va mi condena, correré mi destino para burlar la ley. Perdido en el corazón, de la grande Babilón, me dicen el clandestino». El mal, sume al ser humano en esa nueva categoría existencial, la clandestinidad, porque los seres humanos, debemos hacer piruetas para tratar de eludir el mal; ese gran alemán-judío, Walter Benjamín, quien acabó con su vida cercado por la demencia de Hitler, entre la soledad y el olvido en la noche del 25 de septiembre de 1940, en Por Bou (Francia), no se cansó de reclamar con tozuda claridad, no olvidar jamás a las víctimas de la historia, a los muertos y aplastados por el poder y su brazo derecho, el mal; me adscribo a ese tono, pues los poderosos y su males, deben ser castigados en esta historia y en esta vida; mucho más que la vacuidad y el sinsentido sartreano, el ser humano está condenado a ser un clandestino en la única vida que le ha tocado vivir, si no es capaz de hacer justicia a las víctimas de la historia, en suma, del mal y el poder en este mundo.

Hay algo en nuestro ser que nos impulsa a caminar por los calles de la vida, a seguir adelante, a vivir aunque el dolor nos sume en la tristeza; nuestro rumbo, muchas veces está perdido, si a nuestro lado va también el mal ¿debemos convivir con el horror, la tragedia y el sufrimiento? ¿Acaso es el triste destino del ser humano? No sería bueno, digo, echar mano de toda la potencialidad del poder, escondido en nuestro ser más profundo, para convertir este matadero humano en algo nuevo; el poder y el mal de los poderosos de este mundo, que va desde los miserables hombres de la política, sino veamos al reyezuelo déspota de Nicolás Maduro en Venezuela o Kim Jong II en Corea del Norte, pasando por los Rockefeller en los EE. UU., junto al presidente Donald Trump, la personificación del mal más palpable en nuestros días.

No podemos guardar un silencio parecido a la estupidez frente a aquello que le hacen los poderosos a los seres humanos con su maldad; pues ésta no tiene nombre…

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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DIOS SIEMPRE EXISTIÓ

Iván Castro Aruzamen

A pesar de que los maestros de la sospecha (o filósofos de la crítica a la religión: Freud, Nietzsche, Marx, Feuerbach) le asestaron un duro golpe a la existencia de Dios, más por sus ácidas críticas a la religión cristiana y, sobre todo, a la Iglesia Católica; pues, en palabras del ya desaparecido teólogo alemán, Jürgen Moltman, los filósofos de la sospecha, no conocían casi nada de las otras religiones, por tanto, si bien su crítica se centraba en la conciencia humana que ha imaginado un ente trascendente como autojustificación de su propia finitud, la existencia misma de Dios quedó intacta. Aunque, el problema más acuciante de las últimas décadas, no es tanto la existencia o no de Dios o una Mente Superior, sino, en cómo hablar de Dios a los hombres de hoy, porque, finalmente, de Dios no conocemos nada ni siquiera sabemos qué es Dios; hasta ahora nuestros acercamientos solo han estribado en metáforas del lenguaje y todas ellas, marcadas por la finitud humana; en otras palabras, desde nuestra inmanencia es imposible hablar de la Trascendencia. José María Castillo, en su libro, La humanidad de Dios, dice: «eso ya no es Dios en sí, sino la representación inmanente de Dios trascendente que hace la conciencia humana».

Para muchos, Dios estaba muerto o era una hipótesis innecesaria. Algunos otros dicen que Dios está de regreso o que todavía no goza de buena salud, sobre todo, cuando la sociedad hoy más que nunca lleva un alma escuálida, que carga un  oblongo cuerpo; en este sentido, como dijo Henry Bergson: «El cuerpo agrandado espera un suplemento de alma. La mecánica exige una mística». Sin duda, Dios existe. Hans Kung, en uno de sus mejores libros de primera hora, ¿Dios existe?, hace un repaso de todos los acercamientos a la idea de Dios, desde Renato Descartes pasando por el nihilismo hasta Albert Eisten, para concluir con única idea y afirmación de que todo indica que Dios sí existe: «tras todo esto se comprenderá por qué es posible responder ahora con un sí claro, convencido y justificado ante la razón crítica a la pregunta: “¿Existe Dios?”».

Hace ya algunos años, antes de sumirse en las tinieblas de la muerte, a los 81 años, Antony Flew, filósofo ateo, uno de los más controvertidos del siglo XX por su crítica a la existencia de Dios, consideró a través de argumentos científicos, la posibilidad de que Dios exista, por la sencilla razón de que no podemos explicar, por ejemplo, el origen de las leyes de la naturaleza o el origen de la vida; asimismo la idea del azar como causa de todo lo existente, no solo es endeble sino inconsistente. Flew, recurre a testimonios que nacen de indagaciones científicas de connotados hombres de ciencia como Hawking, Einstein, o de los padres de la física cuántica Planck, Heisenberg, Schrödinger y Dirac como pilares de su creencia en una mente superior, junto a planteamientos similares de significativos filósofos, sobre todo, la postura sostenida por Dawkins. Y para explicar racionalmente el origen de la vida, plantea lo siguiente: «La cuestión filosófica que no ha sido resuelta por los estudios sobre el origen de la vida es la siguiente: ¿cómo puede un universo hecho de materia no pensante producir seres dotados de fines intrínsecos, capacidad de autorreplicación y una química codificada?». Por tanto, elementos fundamentales del planteamiento de Flew, a saber son: la organización teleológica (finalidad), la autorreproducción y la codificación, y el procesamiento de la información que es esencial en todas las formas de vida. Finalmente concluye el ateo más famoso del mundo: «La única explicación satisfactoria del origen de esta vida orientada hacia propósitos y autorreplicante que vemos en la Tierra es una Mente infinitamente inteligente». Eugenio Trías, parece sugerir esta misma idea: «Ya que todas las cosas, hasta la más humilde, hasta las más desatendidas, poseen un corazón que anhela abismos y eternidades. Todas tienen vocación para lo perfecto. Todas son perfectas, de manera que no puede hablarse de inicial magnitud ni de inicial pequeñez».

Más allá de que se reproche el silencio de Dios y el ocultamiento de su Ser, o la voz oculta y secreta de su naturaleza, en el fondo de las cosas o en otras palabras, desde el ser de las cosas, brota y aflora no solo la evidencia de Dios sino que también se irradia lo absolutamente humano de Dios; aunque desde nuestra inmanencia no es difícil aún establecer, cuál es la relación de Dios con el mundo y el mal, si lo tuviera, desde ese develar de la luz presente de Dios en las cosas, incluido el ser humano, sucede aquello que Nietzsche, gustaba tanto de repetir, la frase de Píndaro: «llegar a ser lo que eres». Y si las cosas llegan a ser lo que son, no solo es por lo dado presente en ellas, sino porque Dios siempre existió.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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DE LA FILOSOFÍA A LA FOTOGRAFÍA

Iván Castro Aruzamen

No es raro ni mucho menos una novedad, que algún filósofo al igual que médicos, abogados, arquitectos u otros profesionales, luego de pasear por aulas universitarias, hayan hecho el salto hacia otro campo de su especialización. Sin duda, saltar de la filosofía a la fotografía es un enorme desafío. La filosofía de muchos pensadores no son sino instantáneas sobre la pregunta última del sentido de la existencia aunque para unos ésta aparece en blanco y negro, como el maestro Heráclito o Platón; pero otros han hecho un cuadro a colores, sino pensemos en el Michel Foucault de Las palabras y las cosas o Michel Onfray de El vientre de los filósofos. La relación entre filosofía y fotografía está estrechamente vinculada. Ambas buscan captar el sentido de las cosas. Si bien la primera busca por medio de las preguntas últimas, la segunda lo hace a través de la pregunta inmediata tratando de captar la verdad de un instante. El filósofo es un fotógrafo de la existencia humana. El fotógrafo es un filósofo de lo humano en un instante preciso del devenir existencial.

Walter Sandoval, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Católica Boliviana. Se graduó con un trabajo titulado: «Umberto Eco: Estética e interpretación». Desde ese momento se convirtió en un viajero; y buscando el sentido a su vida y la vida, se aventuró por el Viejo Mundo en tiempos en que para muchos latinoamericanos, el sueño Americano era Europa. Estaba en boga el paraíso español. Hasta allá se llevó una guitarra con la idea de hacer folklore boliviano y cautivar a los europeos con la música del sur. Recuerdo que por esos años, un paisano mío, al ver el éxito de ecuatorianos, peruanos, bolivianos y chilenos, cantando arropados con trajes típicos de nuestras culturas ancestrales, en las calles de Paris, Madrid o Ámsterdam, llamó a sus parientes pidiendo un chullu y un charango, porque eso daba plata como a los indigentes que trabajan en el metro de ciudad de México. Walter, también llevó con él su charango y en la espalda los sueños de futuro. Así anduvo errante durante varios años por algunas capitales europeas. Allí grabó un par de producciones discográficas con creaciones propias. Pero, aunque la música no fue para él un modo de vivir, sí un espacio para saborear la felicidad, si es que ésta existe. Allá recordó que un día –de su tiempo de estudiante de filosofía–  un amigo suyo le invitó a realizar un trabajo fotográfico en una boda de fin de semana, porque su ayudante no podía ir. Él nunca había disparado una cámara fotográfica. Su primera lección fueron las indicaciones apresuradas del compañero. Una vez reveladas las fotos, el desánimo y la decepción del amigo, lo llevaron a la música. Pero, Walter era un filósofo con «demasiada sed de verdad, de realidad, de claridad en su mundo interno y en su vida, como para disfrutar de las acrobacias mentales de un cierto “filosofar de salón”», diría, Mónica Caballé en La sabiduría recobrada. La Filosofía como terapia. Así que, echó todo por la borda para hacerse con una Nikon. Tomó cursos de fotografía en España. Y desde entonces se colgó una cámara al cuello para captar el instante preciso en que una pasión humana sale a relucir en cualquier gesto consciente o inconsciente del rostro y cuerpo humanos.

Walter Sandoval, es hoy uno de los fotógrafos de bodas más reconocidos de Bolivia. Detrás del lente de su cámara, se esconde el ser apacible que no ha renunciado a las preguntas por el sentido de la vida. Sólo un filósofo como Walter por medio de la fotografía se ha encargado de captar, en los lugares más exóticos y paradisiacos, la experiencia del amor momentáneo entre dos seres. A pesar de que Carlos Fuentes, en La región más transparente, decía, que el amor no existe, sino solo momentos del mismo. Alguna vez me dijo, «para hacer una buena fotografía, uno debe estar bien consigo mismo, no es sólo cuestión de técnica». Por eso, este fotógrafo-filósofo, nacido en Aiquile en 1979, sabe que la filosofía antes que académica debe ser una terapia para captar el instante preciso en que sale a relucir toda una historia detrás de las expresiones humanas.

En la fotografía de Walter está presente, no solo la técnica, sino también el alma, el espíritu y esa sensibilidad de quien busca comprender lo humano, en una de sus más complejas relaciones: el amor.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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SILENCIO Y MISTERIO EN PEDRO PÁRAMO

Iván Castro Aruzamen

El lenguaje no logra expresar todo lo que se quiere decir o poseen las cosas. El silencio muchas veces transmite más de lo que el lenguaje puede, y tanto más, cuando intentamos comprender el Misterio, que para algunos es Dios, Energía, o nombres como Alá, Sabiduría, Logos, Krishna, o todos los nombres del Nombre y todos los caminos del silencio. Juan Rulfo, novelista y cuentista mexicano, en Pedro Páramo, la única novela que escribió, además de los cuentos de El llano en llamas y el guion cinematográfico, El gallo de oro, de manera espléndida expuso, allá en Comala, donde transcurre toda la trama de Pedro Paramo, y, donde el silencio y el Misterio, son el modo de hablar de lo desconocido para los personajes, que intentan comprender y asirse al silencio y los ecos del silencio, como el lenguaje del Misterio.

En Comala donde reina un aire enrarecido, que va tiñendo las voces que se entrecruzan unas con otras y dónde sólo el rumor del silencio se hace eco por todas partes, no es sino el silencio en todo su esplendor, el lenguaje del Misterio. No otra cosa dice Juan Preciado que se adentra en Comala buscando a su padre, Pedro Páramo: «Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces». Raimon Panikkar, decía que en medio del mundanal silencio del mundo, debemos percibir o tratar de escuchar las voces del Misterio, por tanto, el silencio no es la usencia de ruido, sino aquello que las palabras no alcanzan a nombrar. Por eso Pedro Paramo, cuando recuerda a Susana, el gran amor de su vida, dice: «A centeneras de metros, encima de todas las nubes, más, mucho más allá de todo, estás escondida tú, Susana. Escondida en la inmensidad de Dios, detrás de su Divina Providencia, donde yo no puedo alcanzarte ni verte y adonde no llegan mis palabras». Y donde el aíre es casi nada, como en Comala, para Juan Preciado es donde mejor se pueden percibir las voces. El recuero de su madre en medio de ese silencio se hace más nítido: «Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz».

En uno de los encuentros más memorables que guarda el recuerdo o el silencio de Juan Preciado, con Eduviges Dyada, en medio de una eterna oscuridad, el silencio emerge para iluminar las cosas y las voces que viven deambulando por Comala. «Me enderecé de prisa porque casi lo oí junto a mis orejas; pudo haber sido en la calle; pero yo lo oí aquí, untado a las paredes de mi cuarto. Al despertar, todo estaba en silencio; sólo el caer de la polilla y el rumor del silencio. No, no era posible calcular la hondura del silencio que produjo aquel grito. Como si la tierra se hubiera vaciado de su aire. Ningún sonido; ni el del resuello, ni el del latir del corazón; como si se detuviera el mismo ruido de la conciencia». Entonces, el lenguaje articulado, el sonido de las voces, el ruido de la conciencia, no son  más que ecos del silencio del Misterio, del Todo o si queremos de Dios. En El silencio del Buddha, Panikkar, nos dice «quién no ha gustado del silencio no saborea la palabra». Esto lo entendió muy bien, Juan Rulfo, porque toda la trama de Pedro Páramo, está abocada a despertar en el lector el gusto por el silencio, para poder gustar de las palabras aunque nada más sean apenas el eco de lo desconocido. «Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando lo pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes. Pienso que llegará el día en que esos sonidos se apagarán». Y se apagarán en días postreros de nuestra existencia, cuando la esperanza sea en nosotros, la imagen de lo invisible, del Misterio.

Curiosamente, y no sin razón, en Comala, las palabras no tienen sonido, porque son parte de las sombras y de los sueños: «Carretas vacías, remoliendo el silencio de las calles. Perdiéndose en el oscuro camino de la noche. Y las sombras. El eco de las sombras». Pero, también, los recuerdos vienen cargados de palabras y gestos, pero que no tienen sonido, solo traen un silencio que nos abarrota de Misterio. «Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños».

Y, Pedro Páramo, también acaba sumido en el silencio, el lenguaje del Misterio; pues, ya al final del texto, porque no puede eludir la muerte, sin duda, el único camino hacia lo invisible, «cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una palabra». Así, el silencio y el Misterio, en la perspectiva de Juan Rulfo, son dimensiones de lo innombrable. El autor del Tractatus logico-philosophicus, decía, que de aquello que no se puede hablar mejor es callar, por tanto, solo el silencio nos acerca al Misterio porque es el lenguaje de lo desconocido y lo innombrable. 

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

 

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PLURALISMO Y ESTADO DE DERECHO

Iván Castro Aruzamen

Luis Tapia, filósofo y politólogo boliviano, describió el Estado de derecho como tiranía, a partir de la noción de clivajes, para analizar las estructuras de desigualdad que se reproducen en el nuevo (¿?) Estado Plurinacional de Bolivia; no está demás, decir y aclarar, que el pluralismo no es nada nuevo ni invento, ni descubrimiento de ningún sociólogo y/o ideólogo político iluminado. Pues, como dice la teóloga brasileña, Ibone Guevara: “Sabemos que no descubrimos ahora que somos plurales, porque siempre lo supimos. Ahora descubrimos simplemente que necesitamos tomar en serio este pluralismo y encontrar caminos para convivir a partir de él y con él en el presente”. Sin duda, en el presente de nuestro Estado como nación, esa oportunidad de tomarse en serio el pluralismo, ese pluralismo que la gente vive día a día, en más de diez años de gobierno se lo ha echado por la borda. Hablamos de toda una década y en ella de toda una generación, condenada al ostracismo y a la postración y la posibilidad de vivir dentro de un sano pluralismo. Para muchos, la oportunidad de convivencia, será como el mar para Bolivia, un amor imposible. Tuvimos la posibilidad de crear  la conciencia de que estamos en una sociedad plural, y que parte de nuestra identidad es ser y sentirse parte de la pluralidad.

Y nos viene una pregunta, cuando algunos gustan de volver la mirada hacia el pasado, para condenarlo, porque los otros, los diferentes eran de tal o cual posición ideológica, por tanto condenarlos ¿Acaso los neoliberales no eran plurales o no sabían que lo eran? Por supuesto que estaban conscientes de serlo. Para el Estado neoliberal o el liberalismo, la pluralidad se reducía a la ley del más fuerte, porque el más poderoso, entiéndase el empresario, el terrateniente, el hacendado, el industrial minero y demás, reglamentaba las leyes para someter e imponer su fuerza y su forma de pensar al otro, al débil, al menos poderoso económica y políticamente. Así lo plural, se presentaba en la figura o el grupo, que era capaz de cohesionar al resto por medio de la fuerza o el control social, legitimando de este modo la idea de un ser supremo y superior o de un grupo por encima de otros.

Hoy, dentro del Estado Plurinacional, la bandera de lucha de los actuales patriarcas del socialismo del siglo XXI –o como dice Vargas Llosa, los populismos– la pluralidad esta, igual que en el pasado en manos de un grupo privilegiado, que impone su ideología, su dosel sagrado, bajo la estampa del Estado de derecho. Ese grupo encabezado por los líderes del partido y sus facciones, igual que los neoliberales, creen poseer la verdad, una verdad única que excluye y destruye al diferente. El Estado Plurinacional, se ha reducido a la tiranía de un grupo selecto, en este caso los cocaleros y grupos afines.

No hemos avanzado un ápice siquiera, cuando se tenía la oportunidad de hacerlo, para poder encontrar un lugar de convivencia dentro de la pluralidad. Somos plurales, eso no es nada nuevo y más, siempre lo fuimos. Pero, no hemos sabido convivir dentro de ese marco. Por esa razón, el pluralismo no es un problema, sino, el mismo radica en cómo encontramos un punto de equilibrio que nos permita vivir ese pluralismo, para poder hacer una sociedad donde todos puedan caber. La crisis sobre la que se debate el actual Estado Plurinacional, además de la burocracia, las élites, el tráfico de influencias, etc, es una crisis generalizada de convivencia en la pluralidad. Esta crisis ha afectado de manera incisiva en la manera de definir nuestra identidad, por tanto, el reconocimiento de la pluralidad. Ser plurales no significa constituir un grupo hegemónico, que dicte las coordenadas para el resto, ni mucho menos es imponer su forma de pensar, por medio del poder político, ni mucho menos los intereses sectarios y mezquinos de grupo.

La pluralidad es la posibilidad de convivir en la diferencia y en un Estado de derecho, capaz de reconocer y hacer posible, los derechos de todos.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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TEOLOGÍA Y COTIDIANIDAD

Iván Castro Aruzamen

Juan Luis Segundo, teólogo uruguayo, solía decir que la realidad era densa, espesa, en pocas palabras, hablaba del espesor de la realidad. Y sí. En esa densidad de lo cotidiano me encontré con Antonieta Potente, teóloga italiana de la orden de Santo Domingo. Cuando uno busca a algún religioso (a) es muy fácil dar con su paradero, por medio de la guía eclesiástica o contactos del mundo eclesial. Pero, si una religiosa, como Antonieta Potente, cuya comunidad es la familia humana, una familia igual que millones de familias en el mundo, que viven inmersas en la lacerante realidad de cada día, es muy complicado poder llegar a ella. Pregunté a mucha gente de las comunidades religiosas para llegar a Antonieta. La respuesta siempre era la misma, “sí, sé quién es ella, pero no encuentro su dirección en la guía”. No me di por vencido, al saber noticias de que esta teóloga de una honda espiritualidad, teóloga de la cotidianidad, estaba en algún lugar de Cochabamba.

Después de un largo viaje desde el centro de la ciudad y aún con la idea de encontrar la comunidad religiosa de Antonieta, una tarde nublada me fui en su busca. Al otro lado del móvil, me indicó la manera de llegar a su residencia, su residencia en la tierra, diría Pablo Neruda. En el camino me asaltó un furibundo aguacero. Entonces pensé en César Vallejo, y ese poema en el que dice que se moriría un día de aguacero en París. Mientras avanzaba el mini bus, contemplé el verdor de la tierra, vacas, campesinos, el cielo nublado. Me esperó al borde del camino. Antonieta es una mujer menuda. Una voz delicada y suave tono italiano. Pero, sobre todo, un ser de una enorme sencillez. Me pareció haberla conocido de siempre, a pesar que sólo sabía de ella por noticias y algún seminario que impartió en el postgrado de Misionología en la Facultad de Teología “San Pablo”.

La casa estaba silenciosa. La acompañaban dos canes y un gato. Pasamos a su palacio, así llama ella a su biblioteca repleta de libros y cuadros, donde vivió los años de estancia en Cochabamba. Me dijo que le gustaba mucho la poesía del poeta de Isla Negra y la prosa de Octavio Paz y la pintura de Frida Kahlo. Hablamos de literatura y teología como dos amigos que hablan de los sueños. No podía faltar en nuestra charla la política y la sencillez de la vida. “Debemos agradecer por lo mucho o lo poco que tenemos”, dijo en algún momento. Antonieta es una teóloga, cristiana y católica, profesora en una universidad pública de Italia, porque la censura no le permite una cátedra en alguna universidad de la Iglesia, pero, eso a ella no le preocupa demasiado. Sartre, hablaba de un compromiso con la existencia, Antonieta por su fe y mística, vive comprometida con la realidad de todos los días. Me contó toda su experiencia de vida y fe, al lado de una familia con la que vive, y que es la familia humana en una familia boliviana.

Antonieta Potente, habla de la vida y la realidad, no solo con autoridad porque, ha logrado conjugar en su opción por el Evangelio, vida y obra. En el mundo de la Literatura, uno de los pocos que logró hacer coincidir el final de su obra con el final de su vida, fue Franz Kafka o en otras palabras, vivió como escribió. Antonieta, también es una de las pocas teólogas que escribe desde un lugar común para todos los seres humanos, pero, mucho más para los pobres, lo cotidiano, la realidad; esa cotidianidad que no necesita maquillajes ni alusiones, mágico maravillosas. “Alguna vez viajé en el bus público, con los centavos exactos, como millones de personas en el mundo”, comentó, mientras yo comía el huevo frito con arroz graneado. Ambos, coincidimos en que todavía tenemos una jerarquía eclesial que da muestras de poder, de riqueza y que vive divorciada de la realidad de la gente pobre.

La pobreza de los más necesitados siempre será un escándalo ante la riqueza de unos pocos; pero, también, el rostro del fracaso político, social y económico de los gobiernos, sean estos un lado u otro. Antonieta Potente, crítica frente al poder, vive su opción radical por el Misterio en medio de la cotidianidad de la gente sencilla.

Iván Castro Aruzamen

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¿QUIÉN ES Y/O HABLAR A DIOS?

Ivan Castro Aruzamen

Según E. Wiesel, Kafka dijo que él no sabía lo que era hablar sobre Dios, pues «lo único que acaso se podía era hablar a Dios». La idea o el término Dios a lo largo de la historia ha sido sometido a terribles desmanes humanos y, quizá, se le ha atribuido los más horrendos crímenes en su nombre; se han perpetrado los más absurdos hechos legitimados por la idea o concepción que de Él se tenía; el teólogo y filósofo, Paul Tillich, propuso un silencio: durante cincuenta años nadie debía hablar sobre Dios, porque su nombre y su dignidad fueron mellados por la acción humana. No sé si esa moratoria de Tillich se ha cumplido, pero, teólogos como E. Jungel, W. Kasper, H. Kung, Ch. Duquoc, J. Moltmann, E. Schillebeeckx, W. Panemberg y otros, han escrito sendos textos en los que evocan la suerte que ha corrido Dios. Tras la duda y la subjetividad humana de Descartes, Feuerbach, Marx, Nietzsche y Freud, hicieron lo suyo.

La inalterable cadena del desarrollo y la imparable lógica del acumulo capitalista, han contribuido ferozmente a callar sobre Dios. Y su silencio parece inobjetable frente a los signos más evidentes del mal en el mundo hoy. Pero en contraste parece estar aún vigente la respuesta del teólogo alemán, K. Barth, ante la pregunta ¿quién es Dios?: «Dios es Dios». Para E. Cardenal, toda la creación, en suma, todas las cosas en el mundo y el cosmos están impregnadas y son manifestación del amor de Dios; por tanto, Dios es amor, como ya S. Pablo lo repitió, bellamente, en la carta a los Corintios. No obstante, en medio de la avasalladora vorágine del mundo líquido, la transferencia instantánea de información y capital, el consumo desenfrenado propuesto por el mercado, la inhumana diferencia entre unos cuantos acaparadores y millones de hombres y mujeres viviendo en la franja de la supervivencia, el crimen organizado en todas las esferas del quehacer humano; nunca como hoy el ser humano asistió al espectáculo macabro de un mundo sumido en la degradación humana a meros objetos de intercambio. En medio de este panorama es licito y aún razonable preguntarse ¿qué o quién es y hablar (de) a Dios?

Para el gran teólogo y pensador indio, M. Amaladoss, la única verdad absoluta es la relación Divino-humana. En este sentido, qué y quién y cómo hablar (de) a Dios, es una experiencia tan humana como todas las necesidades que nos hacen ser humanos; por eso, en la cotidianidad de la vida, cada hombre y mujer, sobre la faz de la tierra, dentro de una u otra tradición religiosa, está en todo el derecho propio de responder desde su más íntima humanidad, a la pregunta qué y quien es Dios y cómo hablarle a Dios. Es legítimo el pedido del campesino, buen tiempo para su cultivo. O el visitante nocturno la compañía de la trascendencia en la noche oscura de su alma. Pero, no forma parte de esa relación Divino-humana, la posesión de las cosas, o el amontonar capital desmedidamente en pocas manos, o eso que Marx llamaba el culto a mammon, el dios dinero. Sin duda, las sociedades occidentales, hoy, tan embarcadas en la posesión de las cosas y el poder, a pesar de ser depositarias de un mensaje tan original como el de Cristo, tienen las manos manchadas de sangre; el cristianismo incubado en su seno cultural es el responsable de todas las atrocidades perpetradas por una civilización, aún hoy, inflamada de superioridad frente al resto del mundo. Más no Cristo, él tiene las manos limpias. En sociedades como la norteamericana, a pesar de que un 90 % de sus ciudadanos crean que Cristo volverá entre las nubes con poder y gloria, su relación Divino-humana es totalmente relativa, porque han antepuesto al silencio y desprendimiento de las cosas, la posesión y la cosificación humana. Muchos norteamericanos y europeos, tienen un destino común, el séptimo circulo de Dante, donde papas y cardenales tienen su morada.

L. Wittgenstein, sentenciaba callar de aquello que no se puede hablar; pero, para el hombre de la calle, aún en medio del bullicio de las enormes ciudades del mundo, Dios es un horizonte inexcusable. Por esa razón, si no es posible definir qué o quién es Dios, al menos podemos hablarle a Dios. Le habla el pobre en su más honda miseria; el desempleado porque tiene la esperanza de llevar un pan a su casa; el enfermo desahuciado, cuya fecha de caducidad está inscrita en un informe médico; el niño abandonado, que vive en la calle, solo a merced del tiempo; la prostituta, porque no tiene otro camino para cuidar de sus hijos; el gay, sumido en la indiferencia y el descrédito social; el campesino, cuya única posesión es la tierra y los pastos para sus animales; todos ellos le hablan a Dios en sus lenguajes cotidianos y que solo Dios puede comprender. Pero, no le hablan a Dios aunque crean hacerlo: el político corrompido, el famoso, el narcotraficante, el multimillonario, y el que aún en su pequeño mundillo vive solo para sí.

Iván Castro Aruzamen

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EL RAYO BOLIVIANO

Juan Fernando Raya

Hace algunos años leí esa gran novela de Osvaldo Soriano, Cuarteles de invierno. La imagen de Rochita el boxeador, que tenía “un brazo largo y grueso como una manguera de incendios” y Galván un cantor de tangos; ambos coinciden en Colonia Vela, un pueblito de Buenos Aires. Cuando me enteré por los medios que Juan Fernando Raya, boxeador boliviano iba a tener una pelea en Estados Unidos por el campeonato mundial de la categoría Super Welter, pensé en la trama de la novela de la dictadura tan bellamente construida por Soriano.

En nuestros pueblos de provincia, ya a estas alturas de la historia y en el siglo XXI, no solo es común encontrarse con amigos o compañeros que han alcanzado un profesión que antes se creía privilegio de los citadinos; es una cosa tan natural ser médico, abogado, auditor, ingeniero o cualquier otra profesión, pero, todavía es una rareza que alguien en esos parajes sea, por ejemplo, poeta, pintor, escultor, escritor, atleta, taekwondista o finalmente, boxeador. Por eso, quedé no solo sorprendido sino al mismo tiempo, maravillado, que en esa larga y ancha pampa culpineña, haya germinado un pugilista, el Rayo boliviano.

Juan Fernando como todo niño, corrió y jugó entre la polvareda de los vientos huracanados de la pampa; se sumergió tantas veces, seguro, entre las ruinas de la ex fábrica de alcohol, el Toro, propiedad antes de la reforma del 52, de la SAGID (Sociedad Agrícola Ganadera Industrial). Junto a sus abuelos, Luis Raya y Elba Márquez, entre cultivos de cebolla, papa, maíz, grano, forjó su temple para el boxeo. Los juegos con los amigos entre correrías de aquí para allá, libre como los pájaros, al lado de otros chicos (changos) de la pampa, hicieron de Juan Fernando un espíritu dispuesto a seguir sus sueños. Y su destino estaba unido al box. Y uno piensa, un boxeador, en medio de toda esa planicie culpineña. Allá donde se forja la libertad y la posesión de la tierra. Los culpineños poseemos la tierra a diferencia del terrateniente, que solo tiene los títulos de sus tierras pero no las posee. El campesino, sí posee la tierra porque disfruta de ella. Ama la tierra como a su vida misma. El Rayo, donde ha ido ha cargado feliz con toda la fuerza de la pampa y sus vientos que galopan imparables días enteros.

Juan Fernando, el Rayo boliviano, un día cuando tenía 16 años, entró en un gimnasio de boxeo y entendió que lo suyo eran los puños. Desde ese tiempo han transcurrido los años y recuerda, cómo figuras de la talla de Mike Tyson, Erik Morales, Juan Manuel Márquez, Many Paquiao o Roy Joneslos, le inspiraron y fueron un ejemplo para asumir el box, una forma de vida. Para Juan está claro, que el deporte puede ser el antídoto, no siempre, contra el uso y abuso de drogas. El Rayo boliviano, salió campeón medio y super welter profesional de Bolivia; dos veces sub campeón sudamericano en chile y campeón de la copa minera chile; cuatro veces campeón nacional de Bolivia amateur.

El Rayo boliviano continuará su travesía por las cuerdas de un cuadrilátero, esté donde esté el mismo, porque el destino de un boxeador son las cuerdas y la lona del ring. Y así como Rochita, de Cuarteles de invierno, de nuestro Rayo boliviano en sus peleas se diga: “Tiene una piña de bestia”.

 

Iván Castro Aruzamen

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PUNATA Y LA FIESTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

Ivan Castro Aruzamen

A 45 minutos del Cercado-Cochabamba está Punata. Tras un apacible viaje por una carretera asfaltada –en vías de construcción hoy la doble vía– mientras los viajeros hablan castellano y quechua, con una musicalidad tan natural en el Valle Alto: pasar de manera casi simultánea de un idioma a otro, según la circunstancia lo requiera. Una inscripción recibe a quienes visitan Punata: “Bienvenidos a la Perla del Valle Alto”. La efervescencia de las construcciones fruto de las remesas de los residentes en España o EE. UU., ya no es tan notorio como hace unos años atrás. Pero, todo el campo, en esta estación del año, de un color grisáceo abre su espectáculo inmaculado a los ojos del visitante. En medio de esta geografía se celebra la fiesta de la Virgen de Guadalupe.

Si hay quienes creen que la expresión de fe, a través de la religiosidad o las celebraciones religiosas en la provincianidad, ya no tiene el empuje o la fuerza de hace años, no está en lo cierto. La religiosidad popular como expresión de la fe cristiana y más propiamente católica continúa siendo un torrente de energía, alegría y misticismo único. Si la manera de experimentar la fe en el mundo posmoderno es por hoy una preocupación para teólogos, especialistas de la religión, sociólogos y antropólogos, en la vivencia de la gente de la provincia esta no ha sufrido mutaciones importantes. La gente le reza y eleva oraciones a Dios por sus necesidades y lo hace desde el más recóndito rincón de su ser, más allá de que la relación absoluta, entre Dios y el hombre, no se preste a ninguna clase posible de valoración cuantitativa alguna; y por eso, hombres y mujeres en la Perla del Valle Alto, rezan, bailan, comen y beben como un rito necesario de la expresión de su fe.

La Fiesta de la Virgen de Guadalupe en la Capilla del Morro, data de hace unos 50 años atrás; una de las características de esta fiesta era principalmente la realización de huertas en miniatura y la venta de productos de harina en miniatura; observar toda la gama de fruta seca no solo es una colorido para la vista del visitante, sino es una gala del paisaje punateño en estas fechas. Un amigo, me dice, que el nombre de Morro deriva del quichuwa, Ghollu, cuyo significado no es otro que montón o morro. Punata da inicio al año festivo religioso con la Virgen de Guadalupe. El mismo continúa con la Fiesta del Señor de la Sentencia al Este de Punata y la del Señor de Burgos, en la Av. Libertadores. Y cierra la fiesta de la fe de los punateños en este mes de septiembre, la Fiesta grande, festividad dedicada al patrono de esa capital, el Señor De los Milagros, que se realiza el último sábado y domingo de septiembre.

Quienes impulsaron estas festividades de fe en Punata, tuvieron la visión de dejar un legado de la fe a futuras generaciones. Ya en 1974, la señora, Graciela Herbas de López (+) y su esposo, fueron pasantes de la diablada Tomas Bata de Quillacollo; el alcalde de ese entonces en Punata, invitó a los esposos López-Herbas a ser pasantes de la Fiesta de los Milagros el año siguiente, 1975. En lugar de llevar adelante como pasantes, ofreció la señora Herbas, fundar la primera fraternidad de dicha Fiesta, los Wacatokoris. De ese modo el 24 de septiembre de 1975, dio inicio la primera fraternidad de la Fiesta del Señor de los Milagros. A partir de esta primera fraternidad fueron multiplicándose las fraternidades que dan colorido y alegría a la Fiesta grande en Punata. Actualmente existen al menos 35 fraternidades que participan de la entrada de la Fiesta del Señor de los Milagros.

En un mundo de rápidas transformaciones y vida vertiginosa, la fe expresada por medio de las fiestas patronales en los pueblos de provincia, continúa tendiendo una vitalidad inagotable. Así, lo vi y sentí el 10 de septiembre en la Fiesta de la Virgen de Guadalupe en Punata, en la capilla El Morro (Ghollu).

Iván Castro Aruzamen

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