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No es raro ni mucho menos una novedad, que algún filósofo al igual que médicos, abogados, arquitectos u otros profesionales, luego de pasear por aulas universitarias, hayan hecho el salto hacia otro campo de su especialización. Sin duda, saltar de la filosofía a la fotografía es un enorme desafío. La filosofía de muchos pensadores no son sino instantáneas sobre la pregunta última del sentido de la existencia aunque para unos ésta aparece en blanco y negro, como el maestro Heráclito o Platón; pero otros han hecho un cuadro a colores, sino pensemos en el Michel Foucault de Las palabras y las cosas o Michel Onfray de El vientre de los filósofos. La relación entre filosofía y fotografía está estrechamente vinculada. Ambas buscan captar el sentido de las cosas. Si bien la primera busca por medio de las preguntas últimas, la segunda lo hace a través de la pregunta inmediata tratando de captar la verdad de un instante. El filósofo es un fotógrafo de la existencia humana. El fotógrafo es un filósofo de lo humano en un instante preciso del devenir existencial.
Walter Sandoval, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Católica Boliviana. Se graduó con un trabajo titulado: «Umberto Eco: Estética e interpretación». Desde ese momento se convirtió en un viajero; y buscando el sentido a su vida y la vida, se aventuró por el Viejo Mundo en tiempos en que para muchos latinoamericanos, el sueño Americano era Europa. Estaba en boga el paraíso español. Hasta allá se llevó una guitarra con la idea de hacer folklore boliviano y cautivar a los europeos con la música del sur. Recuerdo que por esos años, un paisano mío, al ver el éxito de ecuatorianos, peruanos, bolivianos y chilenos, cantando arropados con trajes típicos de nuestras culturas ancestrales, en las calles de Paris, Madrid o Ámsterdam, llamó a sus parientes pidiendo un chullu y un charango, porque eso daba plata como a los indigentes que trabajan en el metro de ciudad de México. Walter, también llevó con él su charango y en la espalda los sueños de futuro. Así anduvo errante durante varios años por algunas capitales europeas. Allí grabó un par de producciones discográficas con creaciones propias. Pero, aunque la música no fue para él un modo de vivir, sí un espacio para saborear la felicidad, si es que ésta existe. Allá recordó que un día –de su tiempo de estudiante de filosofía– un amigo suyo le invitó a realizar un trabajo fotográfico en una boda de fin de semana, porque su ayudante no podía ir. Él nunca había disparado una cámara fotográfica. Su primera lección fueron las indicaciones apresuradas del compañero. Una vez reveladas las fotos, el desánimo y la decepción del amigo, lo llevaron a la música. Pero, Walter era un filósofo con «demasiada sed de verdad, de realidad, de claridad en su mundo interno y en su vida, como para disfrutar de las acrobacias mentales de un cierto “filosofar de salón”», diría, Mónica Caballé en La sabiduría recobrada. La Filosofía como terapia. Así que, echó todo por la borda para hacerse con una Nikon. Tomó cursos de fotografía en España. Y desde entonces se colgó una cámara al cuello para captar el instante preciso en que una pasión humana sale a relucir en cualquier gesto consciente o inconsciente del rostro y cuerpo humanos.
Walter Sandoval, es hoy uno de los fotógrafos de bodas más reconocidos de Bolivia. Detrás del lente de su cámara, se esconde el ser apacible que no ha renunciado a las preguntas por el sentido de la vida. Sólo un filósofo como Walter por medio de la fotografía se ha encargado de captar, en los lugares más exóticos y paradisiacos, la experiencia del amor momentáneo entre dos seres. A pesar de que Carlos Fuentes, en La región más transparente, decía, que el amor no existe, sino solo momentos del mismo. Alguna vez me dijo, «para hacer una buena fotografía, uno debe estar bien consigo mismo, no es sólo cuestión de técnica». Por eso, este fotógrafo-filósofo, nacido en Aiquile en 1979, sabe que la filosofía antes que académica debe ser una terapia para captar el instante preciso en que sale a relucir toda una historia detrás de las expresiones humanas.
En la fotografía de Walter está presente, no solo la técnica, sino también el alma, el espíritu y esa sensibilidad de quien busca comprender lo humano, en una de sus más complejas relaciones: el amor.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
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