SEMANA SANTA

Política
"Nuestro mejor homenaje a Jesús es servir al pueblo, el mejor homenaje a quienes tiene fe religiosa es estar con el pueblo”, aseveró el presidente Morales.
Política
“Igual ahora en Bolivia, los Judas de Bolivia en pleno siglo XXI también son 12, 12 diputados piden a Estados Unidos que intervenga a Bolivia con tanques y aviones, quieren muertos, quieren sangre, esos diputados son los Judas de Bolivia, son traidores.
Seguridad
El conductor habría perdido el control debido al exceso de velocidad con que se desplazaba
Social
“Los pescados absorben metales pesados, entre ellos el plomo, que al ser consumidos, (el consumidor) puede contraer cáncer en el futuro”, advirtió Saavedra.
Social
La concejala Cecilia Chacón, que presentó la iniciativa, explicó que con esta determinación se busca garantizar la libertad de culto de otras personas que no son católicas.
Social
La comunidad universitaria de la U.C.B. participó del Vía Crucis para recordar la Pasión de Jesús, en una peregrinación que se realizó en la zona de Obrajes.
Seguridad
Se registraron 3.101 infracciones de tránsito en las ciudades. El flujo vehicular alcanzó a 162.502 motorizados entre servicio público y particular. 10.000 efectivos fueron desplazados a nivel nacional.

DIOS SIEMPRE EXISTIÓ

Iván Castro Aruzamen

A pesar de que los maestros de la sospecha (o filósofos de la crítica a la religión: Freud, Nietzsche, Marx, Feuerbach) le asestaron un duro golpe a la existencia de Dios, más por sus ácidas críticas a la religión cristiana y, sobre todo, a la Iglesia Católica; pues, en palabras del ya desaparecido teólogo alemán, Jürgen Moltman, los filósofos de la sospecha, no conocían casi nada de las otras religiones, por tanto, si bien su crítica se centraba en la conciencia humana que ha imaginado un ente trascendente como autojustificación de su propia finitud, la existencia misma de Dios quedó intacta. Aunque, el problema más acuciante de las últimas décadas, no es tanto la existencia o no de Dios o una Mente Superior, sino, en cómo hablar de Dios a los hombres de hoy, porque, finalmente, de Dios no conocemos nada ni siquiera sabemos qué es Dios; hasta ahora nuestros acercamientos solo han estribado en metáforas del lenguaje y todas ellas, marcadas por la finitud humana; en otras palabras, desde nuestra inmanencia es imposible hablar de la Trascendencia. José María Castillo, en su libro, La humanidad de Dios, dice: «eso ya no es Dios en sí, sino la representación inmanente de Dios trascendente que hace la conciencia humana».

Para muchos, Dios estaba muerto o era una hipótesis innecesaria. Algunos otros dicen que Dios está de regreso o que todavía no goza de buena salud, sobre todo, cuando la sociedad hoy más que nunca lleva un alma escuálida, que carga un  oblongo cuerpo; en este sentido, como dijo Henry Bergson: «El cuerpo agrandado espera un suplemento de alma. La mecánica exige una mística». Sin duda, Dios existe. Hans Kung, en uno de sus mejores libros de primera hora, ¿Dios existe?, hace un repaso de todos los acercamientos a la idea de Dios, desde Renato Descartes pasando por el nihilismo hasta Albert Eisten, para concluir con única idea y afirmación de que todo indica que Dios sí existe: «tras todo esto se comprenderá por qué es posible responder ahora con un sí claro, convencido y justificado ante la razón crítica a la pregunta: “¿Existe Dios?”».

Hace ya algunos años, antes de sumirse en las tinieblas de la muerte, a los 81 años, Antony Flew, filósofo ateo, uno de los más controvertidos del siglo XX por su crítica a la existencia de Dios, consideró a través de argumentos científicos, la posibilidad de que Dios exista, por la sencilla razón de que no podemos explicar, por ejemplo, el origen de las leyes de la naturaleza o el origen de la vida; asimismo la idea del azar como causa de todo lo existente, no solo es endeble sino inconsistente. Flew, recurre a testimonios que nacen de indagaciones científicas de connotados hombres de ciencia como Hawking, Einstein, o de los padres de la física cuántica Planck, Heisenberg, Schrödinger y Dirac como pilares de su creencia en una mente superior, junto a planteamientos similares de significativos filósofos, sobre todo, la postura sostenida por Dawkins. Y para explicar racionalmente el origen de la vida, plantea lo siguiente: «La cuestión filosófica que no ha sido resuelta por los estudios sobre el origen de la vida es la siguiente: ¿cómo puede un universo hecho de materia no pensante producir seres dotados de fines intrínsecos, capacidad de autorreplicación y una química codificada?». Por tanto, elementos fundamentales del planteamiento de Flew, a saber son: la organización teleológica (finalidad), la autorreproducción y la codificación, y el procesamiento de la información que es esencial en todas las formas de vida. Finalmente concluye el ateo más famoso del mundo: «La única explicación satisfactoria del origen de esta vida orientada hacia propósitos y autorreplicante que vemos en la Tierra es una Mente infinitamente inteligente». Eugenio Trías, parece sugerir esta misma idea: «Ya que todas las cosas, hasta la más humilde, hasta las más desatendidas, poseen un corazón que anhela abismos y eternidades. Todas tienen vocación para lo perfecto. Todas son perfectas, de manera que no puede hablarse de inicial magnitud ni de inicial pequeñez».

Más allá de que se reproche el silencio de Dios y el ocultamiento de su Ser, o la voz oculta y secreta de su naturaleza, en el fondo de las cosas o en otras palabras, desde el ser de las cosas, brota y aflora no solo la evidencia de Dios sino que también se irradia lo absolutamente humano de Dios; aunque desde nuestra inmanencia no es difícil aún establecer, cuál es la relación de Dios con el mundo y el mal, si lo tuviera, desde ese develar de la luz presente de Dios en las cosas, incluido el ser humano, sucede aquello que Nietzsche, gustaba tanto de repetir, la frase de Píndaro: «llegar a ser lo que eres». Y si las cosas llegan a ser lo que son, no solo es por lo dado presente en ellas, sino porque Dios siempre existió.

 

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

icono-noticia: 

EL CRUCIFICADO ES EL RESUCITADO.

Guillermo Siles Paz, OMI

No hay nada que hacer, “Todo se ha cumplido” (Juan 19:30). Jesús se ha resignado ante la muerte. Asumió la cruz, se sometió obedientemente y desde su obediencia nos trajo la fortaleza de nuestra fe. Pero no podemos negar, ni rechazar, que la relación de la muerte de Cristo esta tan ligada a la vida, que solo con su muerte podemos comprender la nueva vida que tenemos en él. La cruz será nuestra liberación en todos los sentidos, una locura, “nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura!” (1Cor.1, 23)

 

Tal vez sea más fácil entender para todos nosotros que la vida y la muerte es una gran unidad y que hace que todo tenga sentido. Si la muerte se quedaba como está diseñada para nosotros, entonces sería como la limitación más frustrante, pero como sabemos que la cruz se convirtió en causa de nuestra salvación, ahí cobra sentido, el crucificado es el resucitado, el que murió y vive para estar en medio de nosotros.

 

Muchos entienden las dimensiones de la cruz, la más común y la que lo repetimos por el dogma de fe, la que cobro sentido con su resurrección, que Jesús cargó con nuestros pecados para salvarnos. “El cargó en su cuerpo con nuestros pecados en el madero de la cruz, para que, muertos a nuestros pecados, empezáramos una vida santa”, (1Pe. 2, 24). La otra dimensión es que Jesús, por amor a su padre y a la humanidad, aceptó someterse plenamente a los mandatos de su padre, sin mezquinarse, sin aferrarse a su ser Dios, sino amando profundamente hasta darse del todo, “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Flp. 2,7-11). Y la tercera dimensión que nos permitimos reflexionar, es que la cruz de Jesús, también es la consecuencia de su vida, de sus palabras, de sus actitudes profundamente proféticas y de la búsqueda de transformación de la misma vida. Jesús era como la piedra en el zapato, era como el que estorbaba a los que ostentaban los diversos poderes. Por eso, su cruz es la consecuencia de su entrega a la humanidad y la búsqueda de humanizar la misma vida. “Jesús le dijo: Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?” (Jn. 18,23)

 

Ahora, mirando la reconfiguración de lo que será la pascua, fácilmente podemos entender la resurrección. Es que Jesús tenía que resucitar, lo que había dicho, lo prefiguró, lo recalcó, porque Dios lo puso como el sacrificio y la evidencia de garantía de nuestro propio futuro. Es decir, que Jesús nos llenó de esperanza al decirnos, por este camino, todos pasaremos, será necesario que pasemos primero por esta experiencia existencial, será necesario apartarnos para transformarnos. Dios hizo lo que tenía que hacer, demostrarnos su poder transformador. Por eso Dios nunca abandona, sino que nos pone en la prueba de la comprensión, de la mirada de fe, de la paciencia, hasta aceptar, que así tiene que ser, tenemos que morir para resucitar en Cristo, porque él fue el primero. “él que es el principio, el primer nacido de entre los muertos” (Col. 1,18)

 

La resurrección de Jesús dará sentido a muchas cosas. Lo primero de todo, son sus palabras, todo lo que nos dijo en su vida pública, cobra sentido, era verdad, tiene valor, tanto los dichos, su proyecto de vida y la búsqueda del Reino de Dios y su justicia.

 

También hoy, por la resurrección de Jesús, nos hacemos parte de la alegría de vivir el Evangelio, la buena noticia. Jesús venció la muerte, ya no más muerte, sino que somos herederos de la esperanza de la vida eterna.

 

Finalmente Dios es un Dios de vivos, y no de muertos, esta expresión nos hace construir la comunidad de vida y de fe. Con esa garantía seguimos esperando hasta cuando nos toque. Será la comunidad de los creyentes, los que hagamos visible a Cristo en nuestra vivencia cotidiana. “Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían.” (Hch, 2, 44).  Será Dios que nos dé su aliento de vida. Ya no tendremos que esperar, sino que vivamos, “el ya pero el todavía no”. Porque Jesús nos hizo experimentar su amor y su entrega que nos logra transformar.

 

Ahora los que experimentamos en nuestra vida al Cristo resucitado, nos sentimos más que comprometidos para irradiar a todo el mundo la experiencia de fe y de amor a todos. Es Cristo mismo que nos comprometió, porque por su resurrección nos manda a ser los mensajeros, los que debemos dilatar su reino en medio de nuestro mundo.  “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…” (Mt. 28,19-20). Por eso la semana santa es un tiempo especial que alimenta nuestra fe.

La resurrección debería de marcar hoy, algunos cambios en medio de la historia. El compromiso que cada uno debería de tener, es transformar su propia realidad. Que esa experiencia pascual, de cambio del mal a la vida, de la cruz a la resurrección, se traduzca en la vivencia de cambios profundos, llenos de vida, de preocupaciones concretas con las personas y con nuestro entorno. Debemos de provocar algunas resurrecciones en medio de la misma vida. Esta será la Pascua que nunca perderá su actualidad.

icono-noticia: 

EL MISMO DE LA CRUZ, ES EL QUE VIVE.

Guillermo Siles Paz, OMI

No hay nada que hacer, “Todo se ha cumplido” (Juan 19:30). Jesús se ha resignado ante la muerte. Asumió la cruz, se sometió obedientemente y desde su obediencia nos trajo la fortaleza de nuestra fe. Pero no podemos negar, ni rechazar, que la relación de la muerte de Cristo esta tan ligada a la vida, que solo con su muerte podemos comprender la nueva vida que tenemos en él. La cruz será nuestra liberación en todos los sentidos, una locura, “nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura!” (1Cor.1, 23)

 

Tal vez sea más fácil entender para todos nosotros que la vida y la muerte es una gran unidad y que hace que todo tenga sentido. Si la muerte se quedaba como está diseñada para nosotros, entonces sería como la limitación más frustrante, pero como sabemos que la cruz se convirtió en causa de nuestra salvación, ahí cobra sentido, el crucificado es el resucitado, el que murió y vive para estar en medio de nosotros.

 

Muchos entienden las dimensiones de la cruz, la más común y la que lo repetimos por el dogma de fe, la que cobro sentido con su resurrección, que Jesús cargó con nuestros pecados para salvarnos. La otra dimensión es que Jesús, por amor a su padre y a la humanidad, aceptó someterse plenamente a los mandatos de su padre, sin mezquinarse, sin aferrarse a su ser Dios, sino amando profundamente hasta darse del todo, “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús” (Flp. 2,7-10). Y la tercera dimensión que nos permitimos reflexionar, es que la cruz de Jesús, también es la consecuencia de su vida, de sus palabras, de sus actitudes profundamente proféticas y de la búsqueda de transformación de la misma vida. Jesús era como la piedra en el zapato, era como el que estorbaba a los que ostentaban los diversos poderes. Por eso, su cruz es la consecuencia de su entrega a la humanidad y la búsqueda de humanizar la misma vida. “Jesús le dijo: Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?” (Jn. 18,23)

 

Ahora, mirando la reconfiguración de lo que será la pascua, fácilmente podemos entender la resurrección. Es que Jesús tenía que resucitar, lo que había dicho, lo prefiguró, lo recalcó, porque Dios lo puso como el sacrificio y la evidencia de garantía de nuestro propio futuro. Es decir, que Jesús nos llenó de esperanza al decirnos, por este camino, todos pasaremos, será necesario que pasemos primero por esta experiencia existencial, será necesario apartarnos para transformarnos. Dios hizo lo que tenía que hacer, demostrarnos su poder transformador. Por eso Dios nunca abandona, sino que nos pone en la prueba de la comprensión, de la mirada de fe, de la paciencia, hasta aceptar, que así tiene que ser, tenemos que morir para resucitar en Cristo, porque él fue el primero. “él que es el principio, el primer nacido de entre los muertos” (Col. 1,18)

 

La resurrección de Jesús dará sentido a muchas cosas. Lo primero de todo, son sus palabras, todo lo que nos dijo en su vida pública, cobra sentido, era verdad, tiene valor, tanto los dichos, su proyecto de vida y la búsqueda del Reino de Dios y su justicia.

 

También hoy, por la resurrección de Jesús, nos hacemos parte de la alegría de vivir el Evangelio, la buena noticia. Jesús venció la muerte, ya no más muerte, sino que somos herederos de la esperanza de la vida eterna.

 

Finalmente Dios es un Dios de vivos, y no de muertos, esta expresión nos hace construir la comunidad de vida y de fe. Con esa garantía seguimos esperando hasta cuando nos toque. Será la comunidad de los creyentes, los que hagamos visible a Cristo en nuestra vivencia cotidiana. “Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían.” (Hch, 2, 44).  Será Dios que nos de su aliento de vida, que ya no más esperar, sino vivamos, el yá, pero el todavía no. Porque Jesús nos hizo experimentar su amor y su entrega que nos logra transformar.

 

Ahora los que experimentamos en nuestra vida al Cristo resucitado, nos sentimos más que comprometidos para irradiar a todo el mundo la experiencia de fe y de amor a todos. Es Cristo mismo que nos comprometió, porque por su resurrección nos manda a ser los mensajeros, los que debemos dilatar su reino en medio de nuestro mundo.  “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…” (Mt. 28,19-20). Por eso la semana santa es un tiempo especial que alimenta nuestra fe.

La resurrección debería de marcar hoy, algunos cambios en medio de la historia. El compromiso que cada uno debería de tener, es transformar su propia realidad. Que esa experiencia pascual, de cambio del mal a la vida, de la cruz a la resurrección, se traduzca en la vivencia de cambios profundos, llenos de vida, de preocupaciones concretas con las personas y con nuestro entorno. Debemos de provocar algunas resurrecciones en medio de la misma vida. Esa serpa la pascua que nunca perderá su actualidad.

icono-noticia: 

Páginas