Elecciones Nacionales 2014

EL ASUNTO DE VOTAR

Mario Mamani Morales

Nos aprestamos a vivir días históricos para el país: elecciones presidenciales y la conformación de la Asamblea Legislativa Plurinacional del Estado Boliviano que surgirá del resultado de seis millones de votos de ciudadanos que se prevé acudirán a las urnas el próximo domingo.

No hay duda que las encuestas hechas en estas semanas no son nada confiables, está demostrada por la misma historia que no hay aciertos válidos, lo confirman también otros resultados: por ejemplo Brasil en su última concurrencia democrática.

En nuestro país la oposición nunca ha mostrado su optimismo en superar en las urnas al binomio Evo-Álvaro; pero mantienen la esperanza de que en el Legislativo no se logre más de los dos tercios a favor del oficialismo como ocurrió en las pasadas elecciones. Si se ratifica el resultado habrá sido un triunfo contundente del MAS-IPSP.

Con algunas excepciones, lo ponderable de la campaña electoral que concluye es que no se recurrió a la bajeza del insulto, las ofensas y las alusiones personales no estuvieron subidas de tono como en el pasado, es una muestra de que vamos aprendiendo a vivir en democracia.

Lo cierto es que todo extremo es malo. Veamos el caso de que en el Legislativo el oficialismo logre más de los dos tercios, entonces volveremos a tener leyes aprobadas al por mayor y sin ninguna consideración o análisis, simplemente será suficiente que la mayoría levante la mano; no habrá debate, discurso, el arte de la oratoria estará lejos.

Se advierte que el próximo legislativo tendrá más representación de gente formada académicamente, se nota que en cada opción política hay candidatos de clase media y no pocos con carrera universitaria, puede ser la oportunidad de la formación de nuevos cuadros políticos, hoy estamos faltos de ellos; es decir, líderes propositivos y con diferentes opciones de análisis de la realidad nacional no están a la vista.

Pero también está el peligro de que al no tener los dos tercios en el Legislativo, ambas Cámaras se vuelvan incontrolables, no permitan el avance de la aprobación de leyes, aunque la iniciativa sea buena se recurra al capricho, de esto Bolivia tiene experiencias, podemos caer a tener un gobierno débil y esto implica muchos peligros.

El chantaje sería útil en la negociación ante la debilidad del Ejecutivo, el control del “Congreso” sería una preocupación permanente y la gobernabilidad quedaría amenazada, surgiría el cuoteo en las esferas de poder: ministerios a cambio de votos; administración de empresas estatales, pequeños feudos que se entregarían a quienes tendrían representación en la Asamblea Legislativa, entonces los partidos políticos, alianzas o las “junt'uchas” volverían a tener vigencia. Bolivia tuvo gobernantes títeres con voto del pueblo que no superaban ni siquiera el 20% de apoyo en las urnas; pero manejaban los recursos del país, a gusto y sabor del oportunismo.

El resultado que surja de las urnas el próximo domingo permitirá escribir otra página de interpretación de la realidad boliviana; marcará época para la concepción de desarrollo, antes visto como asemejarse a los países del norte y su forma de vida; pero los aprovisionábamos nuestras materias primas: la plata, el estaño y otros minerales para las industrias de EE. UU., Europa o el Japón.

Luego de la experiencia del emenerrismo (1952-1964) vivimos la etapa negra de los golpes de Estado, el ejército se apoderó del poder hasta 1982 sin políticas definidas, en ocasiones tratando de mantener el nacionalismo; pero despilfarrando las riquezas nacionales, inclusive con la dotación de miles de hectáreas de tierras del oriente sólo a los acólitos de los dictadores y golpistas.

También soportamos la hecatombe del neoliberalismo. “Bolivia se nos muere” fue la justificación para entregar las empresas nacionales a la voracidad extranjera, miles de mineros fueron despedidos de las minas estatales, YPFB, ENFE, fábricas e industrias. Desde ése entonces no podemos recuperar fuentes de trabajo para los jóvenes de hoy.

¿Cuál es la visión de país que soñamos antes de las elecciones generales del domingo? ¿Asumimos la corresponsabilidad que tenemos con Bolivia? El asunto no parece ser tan sencillo; pero será nuestro voto que decida el futuro.

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LA OBSOLESCENCIA DE LAS OFERTAS

Katherine Fernández

El 12 de octubre hay elecciones presidenciales en Bolivia y las cinco tiendas políticas en competencia ofrecen industrialización y exportación como la máxima aspiración del país en crecimiento económico, en tiempos en que ya no hay materias primas ni agua.

La ciencia ha hecho posible el milagro de la vida con un trasplante de corazón, ha frenado epidemias que devastaban ciudades enteras, ha creado el jabón, las vacunas, el transporte, el teléfono y las máquinas de producción acelerada. Pero cuando la industria se volvió revolución, se apoderó de la ciencia, le puso precio y hasta ahora la distribuye solo entre quienes pueden pagarla. Por otro lado la industria es el mecanismo para acumular poder económico y político, por eso  muchos estados de primer mundo se han hecho accionistas de la industria, no son poderosos porque solucionen el hambre en sus países, la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la violencia; son poderosos porque planifican y actúan industrialmente y participan en el control de los precios de los elementos básicos.

La principal industria en el mundo es la guerra1, Bolivia tuvo fama en la época de precios altos para el estaño por la provisión de materia prima para la fabricación de armamento; en general la guerra es la que más beneficia a sectores dedicados a la extracción de materias primas en países que las poseen, es decir, no se beneficia el país, sino el sector minero explotador siempre accionado por empresarios privados ligados a alguna transnacional. El eje articulador del poder industrial es otra industria, la de la energía fósil que es la sangre que posibilita sus flujos transformadores y comercializadores y que tiene un límite de disponibilidad.

Hoy bajo el mismo modelo se industrializa el agro, las semillas, los servicios, los derechos y se quería someter el agua pero en Bolivia la pudimos defender en alguna medida2.

Por eso, ser un país industrial para nosotros como territorio abundante en materias primas, significa incrementar nuestras vulnerabilidades a las decisiones del mercado internacional, por cosas como su capacidad de acumulación de nuestras materias primas o productos industrializados en sus bancos de especie y patentes hasta el punto de volverse ellos los proveedores y de esta forma decidir sobre los precios a medida que nosotros vayamos agotando las fuentes de origen y no tengamos nada para negociar sino solo el precio de recompra que tendremos que pagar.

Mucha gente sigue pensando que los recursos naturales se pueden controlar, por ejemplo piensan que se puede cortar un árbol volverlo muebles y plantar diez árboles para compensar, pero en términos de naturaleza no se compensa así, los tiempos de crecimiento son largos no van al ritmo de la industria, la demanda de agua de cada árbol es amplia porque extrae agua para sí mismo pero también para el complejo vital que le rodea, por eso los usos forestales desregulan el ciclo hídrico,  liberan el dióxido de carbono atrapado e impactan sobre las otras especies que dependen de un árbol provocando su extinción así como migraciones y desplazamientos que incluyen comunidades humanas.

La sobreproducción de la industria exige materias primas en velocidad y volúmenes superiores a los que la naturaleza puede regenerar sea natural o incluso artificialmente, por eso ahora se han extinguido para siempre importantes especies de toda la flora y fauna3.

En el aspecto netamente social, una fábrica industrial demanda poca mano de obra porque está maquinizada, por lo tanto para generar fuentes de empleo se necesitan muchas fábricas industriales o se necesita desmaquinizar la industria, de manera que más personas que necesitan trabajo puedan fabricar las cosas con sus manos, esto provocaría un efecto reversa de los desplazamientos de personas que ocasionaron décadas atrás los avances tecnológicos en mecanización y automatización de los procesos productivos. Si esperamos que esto ocurra ya no es negocio rentable porque se tendría que pagar más sueldos y obligaciones laborales, seguros de salud, etc., costos que la industria siempre ha buscado minimizar, tanto que ha generado la llamada tercearización, subcontratando mano de obra barata en países de tercer mundo, sobre todo mujeres y niños en el Asia.

Estos son apenas unos pocos elementos de análisis, cada persona tendrá los suyos propios como por ejemplo la industria nuclear o la expansión de la frontera agrícola en desmedro del bosque amazónico y la biodiversidad, pero básicamente seguir escuchando propuestas de gobierno plagadas de industrialidad ideológica es contribuir al colapso de la vida, las palabras industria y sostenibilidad son absolutamente incompatibles, seguir creyendo que es posible combinarlas es un engaño porque solamente estamos fabricando devastación en un estado que combina mecánicamente civilización con modernidad a un nivel límite tan extremo que el cuerpo planetario en su conjunto le está diciendo a la humanidad que se busque otro planeta si quiere seguir explotando.

[1] ¿Será que se puede llamar prosperidad y progreso proveer materiales para la guerra?

[2] Bolivia defendió el agua de la mercantilización privada, pero solo en su estado natural con destino al servicio básico local y al riego de cultivos en las ciudades de La Paz y Cochabamba. con respecto a su utilización para todos los otros fines industriales extractivos, no la pudimos defender y al igual que en todo el planeta la estamos perdiendo.

[3] Recordemos siempre que un producto industrial no solo es materia prima transformada, requiere insumos de toda clase y cada insumo es un producto en determinado momento, por lo tanto un artículo que compramos es el resultado de la articulación de varias industrias en una dinámica explotadora de materias primas que está agotando las energías que personas, animales y plantas necesitamos para vivir y que las obtenemos de manera espontánea de la naturaleza sin costo económico, como el aire, el agua, el calor, el frío, los vientos, los rayos solares, la fuerza de los ríos, los alimentos en el caso de los animales silvestres, etc.

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ELECTORES MASISTAS

Andrés Gómez Vela

El elector boliviano, como “benemérito” de siete elecciones nacionales, ya sabe que el político finge ser su servidor para convertirse en su amo, como diría Charles de Gaulle. También sabe, aunque le cueste admitir, que los candidatos son su reflejo. Por ello, es incoherente señalar que tenemos los peores políticos y dirigentes de fútbol, sabiendo que en nuestra sociedad se desarrollan las prácticas que se critican.

Dada esta situación, es real nomás eso de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Sin dar muchas vueltas, si Evo Morales es Presidente en este momento es porque hay miles de evos en la sociedad boliviana y si es reelegido, es porque esos miles siguen creyendo que en él.

Es así que un buen porcentaje de la población respalda la creencia de que el Estado Plurinacional todavía es novedoso y que el buen momento económico del país es gracias a él y no tanto a la fortuna internacional. Esta creencia, que no requiere más prueba que la palabra, la realidad y la fe, es la base del apoyo que tiene el actual candidato del MAS.

Sin embargo, en ese porcentaje masista, hay una fracción que está consciente que el MAS de ayer tenía poco poder económico y mucha ética, por tanto legitimidad, hoy tiene mucho poder económico y poca ética, lo que puede marcar el fin de su sostenibilidad social y afectar su legitimidad. El voto de este sector está en duda porque apoyar otra vez al MAS significa apoyar a la “derecha infiltrada en las listas de asambleistas”.

También en ese conglomerado existe una corriente que vio de cerca cuánto dañó los valores de la democracia los dos tercios administrados abusivamente. Sin embargo, prefiere otra vez a Evo, pero sin dos tercios, para que entienda la democracia como la redistribución del poder y el arte del diálogo y los acuerdos con el adversario político antes que con los partidarios incondicionales.  

Este último grupo, de un modo u otro, tiene una conexión telepática con los indecisos, cuya consciencia, entre entre Samuel y Tuto, se inclina por Evo,  pero sin tanto poder. Este voto es  antiMAS, pues, aunque prefiera a su candidato, no votará por él, entonces ¿por quién? ¿Juan? ¿Fernando? 

En este último caso surge una especie de voto solidaridad por Juan que no quiere que pierda su sigla, desea que el MSM compita otra vez por la Alcaldia de La Paz.

En tanto, los desencantados de Evo y románticos del proceso, aquellos que tomaron en serio el respeto a la Madre Tierra, optarán casi seguro por el Partido Verde.

Por supuesto, entre los hinchas del MAS, hay gente con criterio cruzado, se  trata de aquella que no quiere a Álvaro, pero sí a Evo, y cree que re-re-reelegir a Morales, significa triplicarle poder a García. Entonces está entre votar por Evo a pesar de Álvaro o votar contra Álvaro.

El voto cruzado se producirá en algunas circunscripciones donde el masismo no eligió a los candidatos de las bases, sino de sus élites, lo que pone en riesgo sus 2/3.

También están los resentidos con el oficialismo que apoyarán a su candidato uninominal, pero dejarán en blanco la casilla presidencial, ya sea por distanciamiento ideológico o exclusión.

Obviamente, dentro de todo este espectro está el voto hipócrita. Me refiero a aquel que por lograr canonjías dice votará azul, pero en su consciencia palpita otro color.

En contra-ruta, aproximadamente el 20 por ciento del electorado está casi siempre descontento con todos los políticos, ya sea por ideología o apatía. Tiene la sensación de que ninguno satisface sus expectativas ni merece su voto. En este grupo figuran también los que consideran que no viven del gobierno, ergo les da lo mismo cualquiera.

El tercio restante del electorado busca representación en los candidatos de la oposición y desea que Tuto y Samuel se parezcan a ellos y no ellos a los dos. 

En las elecciones del próximo domingo cruzarán muchas racionalidades y sentimientos; pero a estas alturas, de lo único que estoy seguro es que no pesarán los programas de gobierno tanto como las filias y fobias.

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VOTAR O NO VOTAR

Jenny Ybarnegaray Ortiz

A dos semanas de las elecciones generales y desde la primera vez que acudí a las urnas (1978), nunca antes había abrigado esta desazón, esta sensación de vaciamiento del sentido del voto.

Por entonces éramos aún jóvenes, estábamos saliendo del periodo dictatorial banzerista y, a pesar de todos los pesares, cualquier posibilidad de elegir nos provocaba entusiasmo. Esas primeras elecciones fueron un fraude anunciado, llenaron las ánforas de papeletas verdes y el benjamín del dictador resultó “ganador” con más votos de los que registraba el padrón electoral.

Luego, entre 1978 y 1980, vino el periodo golpe-elección-golpe, marcado por dos fuerzas en disputa: la de los milicos que se resistían a dejar el poder absoluto y la de las diversas manifestaciones democráticas que pugnaban por abrir los espacios de la participación política. La resistencia popular al último golpe militar (el de García Meza y sus secuaces) y los nuevos aires democratizadores que soplaban desde el norte y en todo el continente, contribuyeron a generar las condiciones de posibilidad para que toda una generación (la nacida en los años ochenta) nunca más supiese lo que significaba “caminar con el testamento bajo el brazo”, como mandaban los gorilas.

Desde la instalación del primer gobierno civil post-dictatorial (1982) se han sucedido siete elecciones generales y vamos camino a la octava. Al menos en cuatro de ellas (1989, 1993, 1997 y 2001) testificamos alianzas viciadas, tan espurias como incongruentes, antes y después de las elecciones, que tenían el único fin de permitir que alguno de los candidatos llegase a ocupar la silla presidencial, así fuese “cruzando ríos de sangre” o inventando un “triple empate”, a condición de repartirse los espacios de poder y desde ahí favorecer a sus íntimos amigos y familiares. Sin embargo, a pesar de lo insólitas que pareciesen esas alianzas, en verdad no existían diferencias de fondo entre ellos, sino apenas de forma, ya que todos los partidos con opción de ocupar el poder legislativo, se adscribían al “neoliberalismo” como único proyecto político “viable”. Fue un largo periodo en el que paulatinamente se produjo la pérdida de credibilidad en el sistema de partidos (la “partidocracia”), hasta que llegamos a 2004 y apareció en el horizonte una posibilidad de “cambio” que logró la adhesión inédita de más del cincuenta por ciento del electorado.

Evo Morales obtuvo lo que ninguno de los candidatos había logrado hasta ese entonces, arribó al palacio con su chompa a rayas y su cara de “todavía no lo puedo creer”, derribó símbolos y erigió otros, quienes nunca antes habían osado (o no se les había permitido) traspasar la acera de la plaza Murillo, entraron al palacio del gobierno portando sus banderas, sus sueños, sus esperanzas. Tuvo un primer periodo de gobierno muy dificultoso, marcado por la Asamblea Constituyente como el espacio demandado para producir un nuevo país imaginado donde cupiésemos todos los habitantes de este país, sin distinción alguna. Por entonces, sus voceros afirmaban “tenemos el gobierno, pero no tenemos el poder”; por lo tanto, tuvieron que negociar con otras fuerzas políticaspara producir un texto constitucional ampuloso y plagado de contradicciones o, visto desde otro lado, un texto de “consensos” que refleja muy disímiles visiones de país.
Para su segundo periodo de gobierno obtuvo más aún, con dos tercios de la Asamblea Legislativa Plurinacional tenía las condiciones más favorables, jamás imaginadas, para poner en vigencia esa Constitución tan resistida como deseada. Pero, de esa representación variopinta que arribó al primer órgano de poder del estado no nos queda recuerdo grato alguno. Un oficialismo levanta-manos y con muy poca capacidad de debate al que se le ordenó votar “orgánicamente” (vale decir, sin discutir) una tras otra las leyes que llegaban del órgano ejecutivo, frente a una oposición arrinconada, con baja capacidad de propuesta y, por supuesto, ninguna capacidad de fiscalización.

Fue así como lograron hacerse del “poder total” y sucedió lo que Lord Acton enunció en 1887 “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Se olvidaron de la historia que los condujo ahí, se emborracharon de soberbia, campeó la discrecionalidad sobre el manejo de los recursos públicos, cometieron todo tipo de atropellos, torcieron la interpretación del párrafo segundo de la primera disposición transitoria de la CPE1 para permitir la segunda reelección de Evo Morales, condecoraron los estandartes de las fuerzas armadas (en los hechos, reivindicaron las dictaduras militares) y, entre sus actos más inconsecuentes, jamás olvidaremos la ruptura indolente del “pacto de unidad” en Chaparina.

Así llegamos a estas octavas elecciones generales, con un oficialismo arrogante que cuenta con todo el aparato del estado y los cuatro órganos de poder (incluido el electoral) a su favor, y una oposición dispersa y esmirriada que apenas alcanza a aspirar a unos cuantos curules para, al menos, detener la divulgada aspiración presidencial a la “reelección indefinida”. En esta etapa pre-electoral, todavía los opositores anuncian “sorpresas” (¿ilusiones?) en las que alguna gente creerá y otra no, para ir a depositar su voto por uno u otro candidato, probablemente con más temor a la consolidación del absolutismo que con auténtica convicción política a favor del elegido.

Votar o no votar, esa es la cuestión. Votar sabiendo que estamos acudiendo al acto electoral más ilegítimo de los últimos treinta años y, con ese acto, convertirnos en cómplices del circo en el que han transformado el momento emblemático  de la constitución de los poderes; o no votar a sabiendas que nuestra rebelde abstención no repercutirá en el curso de los acontecimientos, porque a la sazón no existe norma alguna que establezca, por ejemplo, que si más del cincuenta por ciento del electorado no acude a las urnas, esa elección quedará anulada, como debiera ser.

En suma, nos encontramos frente a un típico conflicto evitación-evitación (K. Lewin) en el cual nos enfrentamos ante dos opciones indeseables y debemos tomar una decisión. Ante este tipo de conflicto, la solución razonada debiera ser por la salida “menos mala”, aun a riesgo de que resultare la peor.

Todavía tenemos dos semanas por delante para aquilatar las no-opciones. En este periodo, lo más aconsejable es no escuchar la propaganda electoral, de ninguno, y bucear en el silencio de nuestras conciencias para elegir qué hacer.

[1] Estado Plurinacional de Bolivia (2009). Constitución Política del Estado. DISPOSICIONES TRANSITORIAS. Primera. Párrafo II. “Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones”.

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CANDIDATOS DELINCUENCIALES DEL MAS

Omar Qamasa Guzman Boutier

Para muestra basta un botón. El candidato a diputado por el gobernante Movimiento al Socialismo, en una circunscripción de la ciudad de El Alto, es acusado por los propios vecinos de esa circunscripción de delincuente. La protesta llevó a los vecinos de Villa “Mariscal Santa Cruz” de El Alto, hasta las propias puertas del Tribunal Electoral para hacer conocer ese extremo y a la vez, exigir a la dirección del MAS, retire al candidato acusado. Este ejemplo es concordante, en realidad, con el comportamiento del partido de gobierno, en el actual período pre-electoral.

Acusaciones al por mayor de fomentar el transfugio de candidatos de otros partidos, por medio del ofrecimiento de prebendas, salpican al MAS y a su candidato a la presidencia, Evo Morales. Desde ya, aparece el propio Morales, en un afiche proselitista, junto al candidato acusado de delincuente; amén de las acusaciones de un candidato de Oruro, de algún partido de oposición, respecto a que fue Evo Morales quien le pidió se pasara al MAS, dejara su candidatura, a cambio de que el partido de gobierno le asegurara en las próximas elecciones municipales un lugar privilegiado en la lista de candidatos.

El comportamiento abiertamente corrupto y corruptor de Evo Morales y su partido no es algo que solamente deba atribuirse a la proximidad de las elecciones nacionales. En realidad es un comportamiento que le es inherente al MAS y a su forma de hacer “política” ya que, como recuerda la población, Evo Morales llamó en varias oportunidades a sus seguidores a cometer actos delincuenciales y él mismo se jactaba de cometerlos, metiéndole “nomás”, para que luego sus abogados arreglaran la situación irregular derivada de ello.

No es algo que deba situarse únicamente en el pasado de este gobierno; al contrario, en el actual conflicto que protagonizan los rentistas y jubilados del país, por ejemplo, se ha revelado que el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, por medio de una carta, intentaba desinflar la protesta por medio de la prebenda. No contento con ello al ministro Arce, además, no se le ocurrió nada mejor que exigir a los rentistas y jubilados se sumen a la campaña electoral del MAS.

Quedaron en el olvido las palabras que, a poco de asumir la presidencia, vociferaba Evo Morales y los suyos en sentido de que el MAS dignificaría la política, muy venida a menos. ¿Pero, qué hay detrás de las candidaturas delincuenciales del MAS o de la corrupción impulsada desde los más altos cargos del Poder Ejecutivo? Vamos a dividir en dos partes nuestra respuesta.

La primera se refiere al modelo de gobierno que impulsó el MAS. Desde enero del 2006 dijimos que el MAS no era sino una suerte de taparrabo del sistema, para encubrir pasajeramente la pobreza propositiva de éste. El supuesto brillo que inicialmente creyó observarse en este gobierno, al inicio de su gestión, fue más efecto mediático y el delirio de “indigenistas” de última hora, que contenido ético y programático real. Por ello es que ese engañoso brillo del principio se ha evaporado rápidamente y han emergido las formas corruptas y autoritarias del modelo político representado por Morales (no por nada hemos denominado al MAS, en su momento, como el neo-melgarejismo). Así, al inicial momento de expectativa le ha seguido rápidamente la fase de la degeneración de un esquema esencialmente reaccionario. Esta fase de la degeneración, con su característica principal que es la corrupción, también tiende a agotarse como método eficaz de control y manipulación política. Por ello es que, en los marcos del esquema de gobierno del MAS, el carácter autoritario y anti-democrático emerge, a fin de reforzar los mecanismos de control y manipulación políticas.

La segunda parte se refiere al campo político boliviano y en general, a la sociedad civil. Puede decirse que no han surgido propuestas alternativas, de alcance nacional. A lo sumo, lo que estas elecciones nos arrojarán, serán los gérmenes de propuestas alternativas y las directrices por las que la sociedad boliviana se moverá políticamente, a mediano plazo (y ni esas directrices y esas propuestas, provendrán del campo popular, sino todo lo contrario). Los márgenes de los que dispone el MAS, son aún lo suficientemente grandes como para que pueda postular a delincuentes a futuros “padres de la patria” o como para que, desde las más altas esferas del Poder Ejecutivo, se fomente el transfugio político y se muestre esa práctica como éxitos de la conducción política partidaria. En ello tiene, por el momento, mucho que ver la revitalización del capital, que ha posibilitado el MAS. No por nada, los más beneficiados de este gobierno de “izquierda” (¿!) han sido los grandes empresarios privados. Sin embargo, en este campo es posible adelantar que las potencialidades de la revitalización del capital poco a poco irán disminuyendo, porque el programa de capitalismo de Estado ya ha llegado a su techo. Lo que podremos observar será la disputa interna entre los empresarios privados, por mayores migajas que les pueda caer de la mesa de este capitalismo de Estado. Desde una perspectiva estructural, pues, es en tal sentido que hablábamos de la inutilidad del MAS, incluso de actuar como un eficiente taparrabos del capital.

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CAMPAÑA ELECTORAL INEQUITATIVA

Constantino Rojas Burgos

Una campaña electoral debería ser útil para mostrar las cualidades y atributos de los candidatos, del partido político, del programa y de la oferta de gobierno, con el propósito de convencer, persuadir y lograr que el voto del ciudadano se incline a su favor. Sin embargo, ahora —vale todo— incluso la guerra sucia de uno y otro partido, de un candidato a otro, del oficialismo a la oposición y viceversa.

Solo que la guerra sucia, el combate, la pelea, la lucha, en enfrentamiento —sinónimos que provienen del campo militar— desde el oficialismo hacia la oposición es inequitativa y desigual, porque el partido en función de gobierno, aprovecha los medios radiales, televisivos e impresos con los que cuenta, para “bombardear” con mensajes que menoscaban y denigran a sus contendores.

Algunos ejemplos reflejan lo que se dice líneas arriba, como la aparición de un audio donde el candidato de la Unidad Democrática, amenaza a una mujer víctima de violencia intrafamiliar y protege a un —supuesto— golpeador que incluso renuncia a su postulación; asimismo, la difusión de un mensaje televisivo sobre la fórmula de la nacionalización del gas en 50% para el Estado y el otro 50% para las entidades privadas externas atribuida a Samuel Doria Medina, Los insultos a Jorge Quiroga como “neoliberal, vende patria”, o, en el caso del MAS, el asunto del nombramiento comoembajador de Japón al hijo del propietario de Toyosa, entre otros.

La guerra sucia se genera producto de la inseguridad y del bajo nivel de tolerancia sobre el carisma y la aceptación que estuvieran logrando los otros contendores. Por tanto, se recurre al insulto, a la presentación de hechos reñidos contra la moral y las buenas costumbres en el que involucra a un candidato, buscando desprestigio para desgastar su imagen y restarle apoyo electoral.

Menos mal que el público al que se dirigen con la guerra sucia, en general, es un público crítico, que incluso ya asumió la decisión del voto y que, además, si tiene una posición política e ideológica no cambiará por nada su decisión, porque la guerra sucia provoca rabia, malestar y genera una acción de repudio hacia el partido político que acude a esa estrategia.

Los electores asumimos, quizás, una posición de indiferencia ante los hechos y las denuncias de la guerra sucia, lo cierto es que estamos “vacunados” frente a los mensajes que recibimos, ya nada nos inquieta ni conmueve. La guerra sucia es parte de lo cotidiano en esta etapa pre electoral al que ya nos tienen acostumbrados. Está claro que la guerra sucia no contribuye a la democracia y busca dañar y menoscabar la imagen de la persona, del candidato.

Los medios de comunicación,a su vez asumen el rol de amplificadores de la guerra sucia, en el afán de lograr un efecto mediático, unos repiten y no analizan, otros asumen una postura más crítica, debaten, cuestionan, interpelan, pero el 12 de octubre el soberano dará el veredicto final.Sobre la base de todo lo que ocurrió en este tiempo de pugna y contienda verbal, psicológica, de acusaciones y contraacusaciones, tomaremos la decisión de votar por un partido y por el candidato menos malo.

La guerra sucia es una estrategia equivocada, más aún cuando se está en función de gobierno y además se dispone de ventajas en el manejo del aparato estatal que garantiza el uso de recursos humanos, equipamiento, infraestructura, movilidades, etc.,desfavorable de lejos, frente a los partidos de la oposición que encuentran trabas y limitaciones incluso legales,en una campaña electoral inequitativa y desigual.

El autor es periodista y docente universitario

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ELECTOR 2014

Andrés Gómez Vela

El perfil del electorado muta. Aquel de 1951 es diferente al de 2014. En ese entonces, había 204.000 electores habilitados. Para las elecciones de 1956, es decir después del voto universal dispuesto por la Revolución Nacional, subió a 1.119.000. En ambas elecciones triunfó el MNR, pero el 56 ganó sin fraude con el 82%, teniendo como candidato a Hernán Siles Suazo. Aquella vez casi el 70 por ciento de la población vivía en el área rural y, obviamente, el electorado era muy revolucionario, incluida la pequeña clase media del área urbana. 

Posteriormente, ese electorado, llamado despectivamente “voto campesino”, dio un giro debido a los excesos de los “revolucionarios” y terminó dando la bienvenida a la dictadura de Barrientos en 1964. 

Entre 1978 y 1982 el país caminó a tientas. En ese período hubo nueve gobiernos, entre ellos ocho presidentes y una junta militar. De ese total sólo dos fueron constitucionales (Wálter Guevara y Lidia Gueiler). Pese a todo, en esa época hubo elecciones nacionales, el último el de 1980, cuando ganó Hernán Siles Suazo, gracias a la inclinación izquierdista y antidictatorial del electorado, que en parte expresó una animadversión hacia Víctor Paz por sus errores y su participación en el golpe de Bánzer. 

El votante del 80 era algo ingenuo y recién iba a conocer dos años después las virtudes y defectos de la democracia. Estaba saliendo de las dictaduras e iba a estrenar la libertad de expresión y la posibilidad de acceder a la administración del Estado en condiciones de igualdad. Asistió a las urnas rodeado de incertidumbres y sueños. 

Cuando vio que la democracia, durante la gestión de la Unidad Democrática y Popular (UDP), era protestar y exigir sin límites, improvisar y conspirar hasta llevar al Estado a un caos, el electorado decidió en los comicios de 1985 volver al “orden” que había impuesto la dictadura. Como consecuencia, ganó increíblemente el exdictador Hugo Banzer Suárez, que había fundado Acción Democrática Nacionalista (ADN) para defenderse en el Congreso de un Juicio de Responsabilidades. 

El país había virado a la derecha. Aunque no hizo a Banzer presidente en 1985, pese a la mayoría relativa que le otorgó, el electorado votó, más que todo, contra el caos izquierdista.

El elector de 1989, 1993, 1997 e incluso el del 1999 mantuvo esa tendencia y prefirió la estabilidad dividiendo su preferencia entre los llamados “neoliberales” (ADN, MNR, MIR). Pero, además de temer el retorno del caos, se negaba a explorar otras tendencias. Por ello no se animó a apostar totalmente por Conciencia de Patria (Condepa), menos por los partidos indigenistas.

Ante la crisis económica y el cierre de espacios de participación, el electorado comenzó a buscar nuevas opciones. No tanto porque la democracia indirecta no funcionaba, sino porque había sido usada por una oligarquía para convertir el Estado en su feudo.

Entonces, aquel electorado desconfiado de nuevas experiencias se animó a dar el salto entre las elecciones de 2002 y 2005. Un elemento determinante para ese tránsito fue la masacre de Octubre de 2003. De ese modo, votó contra la violencia de “los partidos masacradores”, que habían excluido  de las instancias públicas de decisión a indígenas, obreros y clases medias para mantener sus privilegios. 

Por primera vez en la historia, gran parte del electorado recuperó la autoestima y optó por alguien de origen indígena como Evo Morales. Ante la desubicación histórica de los partidos oligárquicos, ese mismo elector decide el 2009 sepultar definitivamente a los políticos de aquella, era otorgando dos tercios a la nueva opción (MAS).

En los últimos cinco años han pasado muchas cosas, buenas y malas. El electorado ya no es el mismo de 1951 ni el de 1980 ni el de 2009, es más inteligente y más informado. Está conforme con la inclusión, la estabilidad económica y la democracia económica y social, pero, inconforme con la desintitucionalización del Estado, el odio desplegado contra el que piensa diferente, el abuso de poder, la toma absoluta de los poderes del Estado y el uso antidemocrático de los dos tercios.

Hoy hay más de 5.4 millones de votantes. A diferencia de la década del 50, el 70 por ciento vive en las ciudades. El perfil del electorado cambia acorde a las circunstancias. El del 2014 será diferente al del 2009. Y no sólo votará a favor de, sino en contra de. 

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RUMBO A LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES

Constantino Rojas Burgos

Todo indica que Evo Morales será elegido otra vez como Presidente del ahora Estado Plurinacional de Bolivia, pero que no será de modo tan contundente como la elección del 2009, en la que alcanzó el 64 por ciento de apoyo electoral, logrando más de los dos tercios de voto en el Parlamento.

La encuesta aplicada por la empresa Tal Cual Comunicación Estratégica  a 2.250 personas, entre varones y mujeres en las zonas urbanas y ciudades intermedias de nueve regiones bolivianas, señala que Evo Morales logrará el 45.7% de apoyo electoral y que todavía queda el 19,4% de electores que no saben por quién votarían en las elecciones y que a la hora de asistir al recinto electoral podrían inclinar su voto a favor de uno y otro partido político. Al respecto, Morales dijo que pondrá atención a esos indecisos para atraer su voto por el MAS.

Hay un claro indicador para la oposición en las elecciones a realizarse en octubre de 2014.: la dispersión del voto, según esa encuesta, va del 0,1% hasta el 13,4%. Si se suma los votos de los opositores, alcanzaría a un 34.9% y si además capitalizaran el voto de los indecisos del 19.4%, podrían alcanzar el 54.3%, pero resulta ser lo más difícil.

Ahora está claro que el voto militante por el MAS se encuentra principalmente en el área rural del país y con preferencia en el trópico de Cochabamba, donde los cocaleros son su principal bastión. Además, siendo el presidente Evo Morales dirigente de la Federación de Cocaleros, goza de apoyo y confianza de sus bases, que incluso han señalado que contribuirán con coca para apoyar la campaña electoral.

No ocurre lo mismo en las ciudades del país, donde sectores de la clase media —que antes votaron por Evo Morales— hoy no volverían a depositar su voto por el MAS, porque la clase media parece haber sido la más perjudicada con las políticas gubernamentales y que se expresará en una especie de “voto castigo” para manifestar su descontento.

Precisamente porque el Presidente advierte ese “descontento de la clase media”, busca formas de atraer al electorado para volcar el voto a su favor: doble aguinaldo, entrega de canchas con césped sintético, visita a las fábricas y empresas productivas, partidos de fulbito, viajes por aquí y por allá. Aplica una estrategia de persuasión y convencimiento, cuyos resultados serán un buen parámetro en el recuento de los datos finales de la elección presidencial.

Por la otra vertiente,  la “oposición”, si no hace causa común para organizar un frente de unidad fragmentará el voto. Y, por cierto, los candidatos no van con la intención de ganar las elecciones, solo buscan espacios de poder en el Parlamento contrapesar en las decisiones que se asuman en la agenda gubernamental. En el fondo, se busca evitar que el MAS logre los dos tercios que ahora sustenta en el poder legislativo.

Asimismo, encontramos una ausencia clara de liderazgo en la oposición. Los candidatos que se vuelven a presentar en la contienda electoral tienen una imagen deteriorada y una falta de criterio para aglutinar fuerzas, porque interesa más la persona, el partido y no el interés por el país que requiere de nuevas figuras políticas en las que pueda confiar el electorado.

Aun quedan ocho meses para asistir a las elecciones presidenciales y depositar el voto por un partido político que contribuya a solucionar las necesidades más básicas de la población,  sin ambiciones, sin triunfalismos y solo pensando en el bien común y el bienestar de la sociedad boliviana.

Constantino Rojas Burgos es periodista y docente universitario

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CUALQUIERA, MENOS EL MISMO

Andrés Gómez Vela

Cuando vi en una foto a la exintegrante de la guerrilla del Che y exasambleísta del MAS, Loyola Guzmán, junto al empresario y jefe de Unidad Nacional (UN), Samuel Doria Medina, asocié la imagen a la opción que escucho desde hace tiempo en una parte del electorado: “sacar a Evo como sea; cualquiera, menos él”.

La historia martilla otra vez como el 2002 y 2005, cuando se acuñó “votaré por cualquiera, menos por un neoliberal”. En ese vacío apareció Evo Morales. Al igual que en aquel entonces, conozco gente que piensa cristalizar esta frase. Son electores que están en ese 40% oscilante que no se deja impresionar ni por teleféricos ni satélites, lejos y cerca de ese 60% que se divide entre los votos duros del MAS y la oposición.

Sin embargo, hasta ahora, el gobierno tiene una ventaja. Logró acomplejar a la oposición con otra frase: “después de Evo, ¿quién? Nadie”. Estas palabras proyectan una fatalidad política y genera angustia social en gente desencantada: “como no hay nadie, ni modo, a votar otra vez por el mismo”.

Por supuesto, que en ese 40% también existen electores que no cambiarán a Evo por cualquiera como lo hicieron con los llamados neoliberales; seleccionarán a alguien que vaya con sus principios, sus convicciones, su perfil político, y mejor si no está en la vereda de la derecha, aunque la diferencia con la izquierda es cada vez más difusa. Algunos se inclinarán por Juan del Granado, que últimamente intenta “desmasificar” su discurso para no parecerse al MAS, pero sin alejarse del proceso de cambio (aunque para unos el proceso no cambió nada).

Pero, el MAS en lugar de reconquistar a su electorado en ese 40%, lo busca en aquel duro 30%. Veamos, desde hace tiempo sus bases ya no son estrictamente los sindicatos, campesinos, cooperativistas e indígenas (es más, anda peleado con Conamaq y Cidob), se acerca a los empresarios agroindustriales y de otros rubros con ofertas de negocios, facilidades y, probablemente, lo haga más, en días del aniversario cívico de Santa Cruz, con miles de millones en créditos.

Sus bases se mantienen cautivas y contentas con bonos, programas como el “Evo Cumple”, seguro agrícola, Fondo Indígena, y votarán por convicción, identidad, agradecimiento, en cambio aquellos, que son menos, no garantizan apoyo mayoritario, ya sea por ideología, fobias o tradición. 

En teoría, esos grupos empresariales son la base electoral natural de UN, ya sea porque Doria Medina es empresario o por afinidad ideológica, y el MAS busca perforar ese nicho que no es suyo. En sentido inverso, Samuel se acerca a figuras como Loyola para darse un barniz izquierdista y ganar votos en el cancha masista clasemediera.

Planteadas así las cosas, tanto el MAS como UN buscan votos en campos ajenos, lo que es legítimo en época electoral, pero sin descuidar la panza del 40%. En cambio el MSM aparentemente no tiene base electoral nacional de partida, lo que lo ubica entre el 30% masista, que lo considera traidor y derechista y el 30% opositor, que piensa que es más del MAS. Estos extremos no significan que el 40% flotante se adscriba totalmente al MSM, lo que lo obligará a pelear palmo a palmo contra ambos flancos.

En el MAS saben que el MSM le puede restar votos de su nicho, particularmente, de la clase media citadina, por ello busca polarizar la campaña entre izquierda y derecha y anular al MSM como opción centro. En su favor juega la posibilidad de que las fuerzas políticas departamentales, encabezadas por Costas, Suárez y otros, se sumen a UN, con lo que se consolidaría el tercio de partida.

Lo que aún no está claro es si el electorado flotante va a jugar a los extremos o va a optar por una tercera opción. Si una buena parte de ese 40% decide votar “por cualquiera, menos por Evo”, el MAS puede estar en serios problemas porque tendrá en su contra el voto útil.

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