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El elector boliviano, como “benemérito” de siete elecciones nacionales, ya sabe que el político finge ser su servidor para convertirse en su amo, como diría Charles de Gaulle. También sabe, aunque le cueste admitir, que los candidatos son su reflejo. Por ello, es incoherente señalar que tenemos los peores políticos y dirigentes de fútbol, sabiendo que en nuestra sociedad se desarrollan las prácticas que se critican.
Dada esta situación, es real nomás eso de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Sin dar muchas vueltas, si Evo Morales es Presidente en este momento es porque hay miles de evos en la sociedad boliviana y si es reelegido, es porque esos miles siguen creyendo que en él.
Es así que un buen porcentaje de la población respalda la creencia de que el Estado Plurinacional todavía es novedoso y que el buen momento económico del país es gracias a él y no tanto a la fortuna internacional. Esta creencia, que no requiere más prueba que la palabra, la realidad y la fe, es la base del apoyo que tiene el actual candidato del MAS.
Sin embargo, en ese porcentaje masista, hay una fracción que está consciente que el MAS de ayer tenía poco poder económico y mucha ética, por tanto legitimidad, hoy tiene mucho poder económico y poca ética, lo que puede marcar el fin de su sostenibilidad social y afectar su legitimidad. El voto de este sector está en duda porque apoyar otra vez al MAS significa apoyar a la “derecha infiltrada en las listas de asambleistas”.
También en ese conglomerado existe una corriente que vio de cerca cuánto dañó los valores de la democracia los dos tercios administrados abusivamente. Sin embargo, prefiere otra vez a Evo, pero sin dos tercios, para que entienda la democracia como la redistribución del poder y el arte del diálogo y los acuerdos con el adversario político antes que con los partidarios incondicionales.
Este último grupo, de un modo u otro, tiene una conexión telepática con los indecisos, cuya consciencia, entre entre Samuel y Tuto, se inclina por Evo, pero sin tanto poder. Este voto es antiMAS, pues, aunque prefiera a su candidato, no votará por él, entonces ¿por quién? ¿Juan? ¿Fernando?
En este último caso surge una especie de voto solidaridad por Juan que no quiere que pierda su sigla, desea que el MSM compita otra vez por la Alcaldia de La Paz.
En tanto, los desencantados de Evo y románticos del proceso, aquellos que tomaron en serio el respeto a la Madre Tierra, optarán casi seguro por el Partido Verde.
Por supuesto, entre los hinchas del MAS, hay gente con criterio cruzado, se trata de aquella que no quiere a Álvaro, pero sí a Evo, y cree que re-re-reelegir a Morales, significa triplicarle poder a García. Entonces está entre votar por Evo a pesar de Álvaro o votar contra Álvaro.
El voto cruzado se producirá en algunas circunscripciones donde el masismo no eligió a los candidatos de las bases, sino de sus élites, lo que pone en riesgo sus 2/3.
También están los resentidos con el oficialismo que apoyarán a su candidato uninominal, pero dejarán en blanco la casilla presidencial, ya sea por distanciamiento ideológico o exclusión.
Obviamente, dentro de todo este espectro está el voto hipócrita. Me refiero a aquel que por lograr canonjías dice votará azul, pero en su consciencia palpita otro color.
En contra-ruta, aproximadamente el 20 por ciento del electorado está casi siempre descontento con todos los políticos, ya sea por ideología o apatía. Tiene la sensación de que ninguno satisface sus expectativas ni merece su voto. En este grupo figuran también los que consideran que no viven del gobierno, ergo les da lo mismo cualquiera.
El tercio restante del electorado busca representación en los candidatos de la oposición y desea que Tuto y Samuel se parezcan a ellos y no ellos a los dos.
En las elecciones del próximo domingo cruzarán muchas racionalidades y sentimientos; pero a estas alturas, de lo único que estoy seguro es que no pesarán los programas de gobierno tanto como las filias y fobias.
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