Surazo

LOS INCAS Y LA ESCRITURA

Juan José Toro Montoya

Algo pasa con la escritura de los pueblos andinos. Por alguna razón que no alcanzo a entender, la historiografía oficial se niega a aceptar la verdad histórica de que los pueblos que habitaron estas tierras antes de la llegada de los españoles tenían un sistema de lecto-escritura que no era precisamente el del los kipus.

El primero que llegó a esa conclusión fue el antropólogo argentino Dick Edgar Ibarra Grasso. Hacia 1940, ese investigador encontró pergaminos y esculturas de arcilla que revelaban que los pueblos andinos tuvieron un código comunicacional ideográfico que se leía o decodificaba en zigzag. Por el año del descubrimiento, es fácil deducir que este no tuvo suficiente difusión porque al gobierno boliviano no le convenía que se supiera que los indios, entonces reducidos a la condición de semi-muebles o pongos, tuvieron una cultura que llegó al nivel de civilización. Lo curioso es que haya ocurrido lo mismo en 1953, cuando Ibarra publicó el resumen de sus investigaciones en una obra científica titulada “La verdadera historia de los incas”. La revolución nacional ya había triunfado, la reforma agraria estaba en marcha y —así sea teóricamente— el indio ya era reconocido como ciudadano boliviano. ¿Por qué, entonces, no se cambiaron los textos de historia para introducir la verdad histórica de que los pueblos prehispánicos tuvieron escritura?

El fin de semana recién pasado volvió a emerger el tema a raíz de una nota publicada en Los Tiempos y reproducida por el diario digital de Erbol y La Prensa. “Una escritura similar a los jeroglíficos egipcios fue la que tenían los quechuas y aymaras antes de la llegada de los españoles y una investigación arqueológica y lingüística retomada 73 años después de haberse realizado los primeros hallazgos busca informar sobre sus características”, dice la nota firmada por Gisela Alcócer.

La admisión de que los pueblos prehispánicos tuvieron escritura es un dato de suprema importancia en el estudio de ese periodo histórico ya que significaría reconocer que antes de la llegada de los españoles, e incluso en tiempos preincaicos, hubo culturas que llegaron a un grado avanzado de civilización.
Entonces, ¿cómo es que el gobierno boliviano que se autoproclama defensor de los pueblos originarios y enemigo del colonialismo no reacciona al respecto?

Ensayo esta explicación: si se admite oficialmente que las culturas prehispánicas tuvieron escritura, también tendríamos que ahondar en las razones por las que ese sistema de comunicación desapareció y no pervivió hasta nuestros días.

Además de referencias sueltas en crónicas como la de Joseph de Acosta, la explicación está en “Memorias Antiguas Historiales y Políticas del Perú”, una obra que el español Fernando de Montesinos escribió en 1644. Según esta poco conocida crónica, fue uno de los incas —el boliviano Roy Querejazu Lewis lo identifica como Tupaj Yupanki— quien, tras la conquista de los Chancas, prohibió el uso de la escritura. Para conseguir su propósito, mandó a matar a los amautas y a quienes enseñaban su decodificación.

¿Y qué buscaba tan bárbara acción? Tupaj Yupanki se percató de que la escritura podía albergar conocimiento y, como el conocimiento es poder, no le convenía que llegue a sus gobernados y mucho menos a pueblos recientemente conquistados como Chancas y Kollas.

Es más, si seguimos ahondando sobre el tema, encontraremos que otro inca, Pachakuti, el reorganizador del imperio, mandó falsificar la historia de los incas y esa historia falsa es la que llegó hasta nosotros y se enseña en las escuelas y colegios.

Imagino que al gobierno indigenista del MAS no le conviene que se sepan estas verdades y, por ello, prefiere no tocar el urticante tema de la escritura de los pueblos andinos.
 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

www.columnistas.net

icono-noticia: 

TRES SOLDADOS, MUCHAS DUDAS

Juan José Toro Montoya

Es indudable que el Gobierno utiliza políticamente la detención de los tres soldados bolivianos en Chile. Tanto oficialistas como opositores son políticos y, por tanto, todas sus acciones están politizadas.

Empero, más allá de la politización del tema, también es indudable que esa detención tiene que encararse como se lo está haciendo: como una cuestión de Estado.

Desde el punto de vista jurídico, la detención de los tres soldados está plagada de imprecisiones cuyo efecto principal es la duda. ¿Dónde fueron detenidos los soldados? El canciller boliviano mostró documentación que señala que los conscriptos fueron detenidos en Colchane y sólo a partir de ese hecho surgen dos contradicciones: 1) los detenidos afirman que nunca estuvieron en Colchane y 2) el acta de declaración fue obligada a firmar en Iquique. El elemento de la obligatoriedad le resta toda validez a la declaración, salvo para denunciar la presión a la que fueron sometidos los firmantes, y crea dudas sobre la jurisdicción del tribunal chileno que ordenó su detención. ¿Y qué si no fueron detenidos en territorio chileno sino en boliviano? Entonces quienes realmente violaron territorio extranjero fueron los gendarmes chilenos…

Pero antes de perdernos en los áridos terrenos del Derecho Internacional, quedémonos un momento en los del Derecho en general. Por mucho que las legislaciones chilena y boliviana fueran totalmente diferentes entre sí —que no lo son—, ninguna puede zafarse de las normas generales del Derecho. En torno a la detención de los tres bolivianos existen muchas dudas, demasiadas, y, cuando eso ocurre, se aplica el principio jurídico del “in dubio pro reo” (en la duda, a favor del reo) que significa que, cuando hay dudas, el juzgador tiene que disponer lo que sea más favorable para el acusado, el imputado o el reo. En el caso de los soldados, debió disponer su liberación en vista de las dudas existentes.

Otro principio jurídico universal es el de las circunstancias en que pudo cometerse un delito pues estas pueden modificar la responsabilidad que el o los acusados tengan en su presunta comisión u omisión. La doctrina jurídica engloba las circunstancias en dos, agravantes y atenuantes. Al respecto, el Diccionario Jurídico de Manuel Ossorio dice que el presunto hecho delictivo “puede estar rodeado de circunstancias que modifiquen la responsabilidad del autor, bien para agravarla, bien para atenuarla, e inclusive para eliminarla”.

En el caso de los tres soldados, ¿existen circunstancias agravantes o atenuantes? El juzgador tendría que haberse preguntado cuál fue la razón que motivó a los tres acusados a ingresar a territorio chileno —si realmente el hecho ocurrió en territorio chileno— no precisamente armados los tres sino portando uno de ellos un arma de fuego. ¿Es admisible la tesis de invasión armada tomando en cuenta que se trata de apenas tres conscriptos, todos de baja graduación, que llevaban un arma de funcionamiento mecánico y nula tecnología? ¡Desde luego que no! En cambio, la explicación que dieron por esa supuesta incursión ilegal se acerca más bien al rango de circunstancia honorable: perseguían a contrabandistas. Es, pues, una circunstancia atenuante. ¿Qué debió hacer el juzgador? Considerando la circunstancia atenuante y, siempre en virtud al “in dubio pro reo”, debió ordenar la liberación de los detenidos pero no lo hizo.

Por tanto, el manejo jurídico de este caso por parte de la justicia chilena fue desastroso, prácticamente inexistente, y más parece responder al chauvinismo que al sano criterio, que es el que debería primar en la administración de justicia.

Por tanto, la detención de los tres soldados es ilegal, como se ha demostrado jurídicamente.

No dudo que el gobierno boliviano esté utilizando este tema como una cortina de humo para tapar otros, como el de la re-reelección presidencial, pero también estoy seguro que se lo debe seguir tratando como hasta ahora.

Ya tendremos tiempo para seguir hablando de la famosa re-reelección…

(*) El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

icono-noticia: 

HABRÁ RE-REELECCIÓN

Juan José Toro Montoya

Pues claro que Evo irá a la re-reelección… ¿Es que todavía queda alguien que lo dude?

Lo anticipamos en junio de 2007, poco después de que el entonces presidente de la República --en ese momento Bolivia todavía no era un Estado Plurinacional…-- declarara que “el primer adversario que tiene mi presidencia, mi gobierno, son algunos medios de comunicación”.

La identificación del enemigo fue a la conclusión del denominado “Quinto Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad” que se realizó en Cochabamba en la segunda mitad de mayo de ese año.

Al encuentro acudieron, entre otras personalidades, periodistas afines al “Socialismo del Siglo XXI” que lidera el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Para entonces, la estrategia chavista ya estaba claramente definida: desmontar la estructura del Estado para sustituirla por otra que permita su permanencia en el poder. Las reformas que se ejecutaron en el vecino país permitieron que el ahora enfermo mandatario sea reelegido una y otra y otra vez hasta llegar a su cuarto mandato consecutivo, el que todavía no alcanza a jurar.

Alguien llegó a decir entonces que, si queríamos saber lo que pasaría en Bolivia en cinco años no teníamos más que mirar a Venezuela pero se equivocó: no tuvimos que esperar más que un año. En agosto de 2008, el país se había polarizado por el contenido de la nueva Constitución, aprobada a las malas en Oruro en diciembre del año anterior. Y la oposición, entonces todavía con alguna fortaleza, se apoyaba en la denominada “media luna”.

Fue necesario un pacto político para apaciguar la tormenta. El Gobierno se comprometió a no buscar una nueva reelección de Evo Morales y la oposición --que todavía era tal-- le creyó. El país se tranquilizó pero el MAS no descansó sino que siguió trabajando en la implementación de su proyecto político.

Lo demás ya es historia. La “media luna” desapareció porque la oposición fue desbaratada mediante juicios promovidos contra prácticamente todos los líderes que no estaban alineados al Gobierno y para ello se utilizaron dos artículos de la Ley Marco de Autonomías que fueron declarados inconstitucionales recientemente.

Y es que el MAS no llegó al Gobierno para pasar de largo sino a quedarse. ¿Ya olvidamos que más de algún dirigente declaró que estarían 50 años en el poder? Su modelo inmediato es Venezuela --Cuba es el mediato-- y el régimen venezolano se basa en la reelección del líder supremo, así esté enfermo de cáncer.

En aquel junio de 2007 advertimos que el MAS buscaría no una sino dos y hasta tres reelecciones de Evo y, para ello, utilizaría todo el aparato a su alcance. Somete el tema a la opinión del Tribunal Constitucional pero el mismo presidente dio a entender que su decisión no será determinante. Total… ¿acaso no desbarató en el pasado a ese organismo judicial?

Durante todos estos años, el MAS ha demostrado que es capaz de pasar por encima de las leyes --por eso promulgó normas inconstitucionales-- y, como también lo reconocieron algunos de sus dirigentes, lo que no consigue a las buenas lo logra a las malas.

Famélica y descuartizada, la oposición chilla pero será en vano porque, haga lo que haga, habrá reelección, aunque sea previa reforma constitucional.

Después de todo, el mismísimo presidente dijo que le mete nomás, como con la Constituyente, las detenciones ilegales y los juicios políticos a opositores, y le mete nomás porque para eso están sus abogados, extorsionadores o no: para arreglar sus embrollos… 

 

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

icono-noticia: 

ANTE LA HAYA

Juan José Toro Montoya

Las posibilidades de perder en La Haya son enormes. Los bolivianos sabemos que la demanda de restitución de nuestra cualidad marítima es justa pero… ¿lo sabe el resto del mundo?

Hace poco, el 19 de enero, tuve una interesante charla con Neftalí Rosado, un puertorriqueño que vive y trabaja en Miami Beach con una empresa que vende derechos de uso de departamentos en la mayoría de los países del globo. Me contó que tenía un amigo chileno y que nunca entendió el conflicto que tenía su país con el nuestro. Fue cuando supe que el injusto enclaustramiento boliviano no es precisamente un tema de la agenda mundial.

Cuando le conté cómo fue la cosa, quedó estupefacto. Le dije que Chile invadió Bolivia hace 134 años sin declaratoria de guerra previa, que avanzó prácticamente sin resistencia hasta Perú y se apoderó no sólo de la costa boliviana sino también de territorios de nuestro aliado. Con el paso del tiempo devolvió Tacna, referendo previo, pero se quedó con Arica. A Bolivia no le devolvió ni un grano de arena y, por el contrario, le impuso un tratado injusto que ni siquiera se cumple en su totalidad.

Neftalí se impresionó. Como él nació en una isla y actualmente vive a orillas del Atlántico, no puede concebir la idea de un país sin mar. Me contó cómo fue que Puerto Rico decidió convertirse en un Estado libre y asociado a los Estados Unidos y agregó que lo de Chile fue y es una canallada monumental. “Ojalá que les hagan caso en su reclamo”, dijo, pero, a raíz de esa charla, a mí me invadieron las dudas con la misma ferocidad que Chile invadió nuestras costas.
¿Más allá de Bolivia y Perú, qué tanto conoce la gente sobre la invasión chilena? Quien haya visitado Arica, Tarapacá, Antofagasta o Atacama comprobó que ni siquiera los habitantes de esas regiones saben con exactitud lo que ocurrió hace más de 130 años. Es lógico… durante la larga dictadura pinochetista, la historia que se enseñaba en las escuelas y colegios de Chile era la que respondía a la política expansiva del tirano. Se llegó al extremo de enseñar que Chile nació con el territorio que, en realidad, les fue arrebatado a Perú y Bolivia.

Tacna fue devuelto al Perú porque sus habitantes así lo decidieron en un referendo realizado en 1929. ¿Cuál sería el resultado si se haría una consulta similar en Antofagasta? Más del 80 por ciento de los antofagastinos votarían por seguir siendo chilenos porque ellos nacieron así y no les cabe en la cabeza cambiar de nacionalidad.
¿Cuál será, entonces, la estrategia de Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya? Lo primero es presentar los antecedentes históricos de manera clara y concisa. Sus 15 integrantes tienen que entender que Chile invadió y robó territorio, que impuso un tratado por la fuerza de las armas y que la imposibilidad de exportar por puertos propios condenó a Bolivia a la pobreza que ahora soporta.

Eso sí, a la hora de exponer argumentos, hay que tener mucho cuidado porque, al final de cuentas, la CIJ es el órgano judicial de las Naciones Unidas y reproduce su hegemonía. Entre sus integrantes están magistrados que representan a los cinco países del Consejo de Seguridad. Para manejar el tema en el lenguaje del actual Gobierno, habría que decir que es un reducto más del colonialismo. ¿Dudas? En la Corte Internacional de Justicia hay un magistrado del Reino Unido, que antes se llamaba Inglaterra, y, como saben los historiadores, ese país fue el que fomentó la invasión, la financió y ayudó a llevarla a cabo.
Tarea difícil la que nos espera…

El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

icono-noticia: 

¡INCONSTITUCIONAL!

Juan José Toro Montoya

A través de editoriales y columnas como esta, varios fuimos los periodistas que insistimos, hasta machaconamente, en la inconstitucionalidad de la suspensión de autoridades electas con una simple acusación formal.

Y no era necesario ser abogado con maestría en Derecho Constitucional para percibirlo: el artículo 144 de la Ley Marco de Autonomías y Descentralización (LMAD) establecía que “Gobernadoras, Gobernadores, Alcaldesas y Alcaldes, Máxima Autoridad Ejecutiva Regional, Asambleístas Departamentales y Regionales, Concejalas y Concejales de las entidades territoriales autónomas, podrán ser suspendidas y suspendidos de manera temporal en el ejercicio de su cargo cuando se dicte en su contra Acusación Formal”.

¡Claro que la norma era inconstitucional! Suspender a una autoridad con simple acusación era violar la presunción de inocencia, garantizada en el artículo 116 de la Constitución Política del Estado (CPE), porque el juicio, y sólo el juicio, es el mecanismo para determinar si una persona es culpable o no de aquello que se le acusa. Con la suspensión, se estaba anticipando un castigo sin siquiera haber iniciado al juicio, no se presumía la inocencia sino la culpabilidad… ¡inconstitucional!

Pero de nada valieron los argumentos de abogados ni los machacones editoriales y artículos de periodistas comedidos que, al alzar su voz contra el régimen, seguramente se estaban prestando al juego de la derecha y la oligarquía. El Órgano Legislativo aprobó la norma, el Ejecutivo la promulgó y le metió nomás. Utilizando como arma dos artículos de la LMAD, el 144 y 145, el MAS logró suspender de sus cargos a dos gobernadores, una veintena de alcaldes y decenas de concejales y asambleístas, todos elegidos por el voto popular. Demás está decir que la mayoría de los suspendidos eran opositores al Gobierno.

Pues bien… el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) declaró la inconstitucionalidad de esos dos artículos y de esa manera los anuló. Estos podrán seguir en el texto de la ley pero ya son inaplicables. Prácticamente es como si no existieran.

No fueron los únicos artículos de la LMAD declarados inconstitucionales. A partir de la decisión del tribunal, siete artículos de esa ley son inconstitucionales al igual que parte de otros cuatro. Para ser justos, hay que apuntar, también, que el diputado Tomás Monasterio no fue el único recurrente sino que, antes de él, varios senadores de oposición hicieron lo propio. El TCP falló de una sola vez porque acumuló procesos conforme establece el artículo 6 del Código Procesal Constitucional.

El detalle es que, en sujeción al artículo 14 de ese código, la anulación de los artículos que permitían suspender autoridades no tiene efecto retroactivo así que estas no podrían volver a sus cargos. Yo creo que eso también es inconstitucional ya que el artículo 123 de la CPE establece claramente que “La ley sólo dispone para lo venidero y no tendrá efecto retroactivo, excepto en materia laboral, cuando lo determine expresamente a favor de las trabajadoras y de los trabajadores; en materia penal, cuando beneficie a la imputada o al imputado; en materia de corrupción, para investigar, procesar y sancionar los delitos cometidos por servidores públicos contra los intereses del Estado; y en el resto de los casos señalados por la Constitución”.

Por tanto, las autoridades suspendidas, y que no renunciaron, están en todo su derecho de invocar la aplicación de ese artículo para que la decisión del TCP se aplique y se levante su inconstitucional suspensión.
 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

icono-noticia: 

VIOLADORES

Juan José Toro Montoya

El cuerpo humano es una maravilla de la naturaleza y el de la mujer es el más hermoso. Tocar el cuerpo de una mujer es un privilegio. Para hacerlo, los hombres tenemos que enamorarlas, conseguir que nos acepten afectivamente, o, en el peor de los casos, seducirlas.

El hecho es que, ya sea por enamoramiento, seducción o ambas cosas —que generalmente van de la mano—, lo que debe primar para el contacto físico no sólo es el consentimiento sino también el deseo. El hombre toca el cuerpo de la mujer no sólo porque ella lo permite sino porque quiere que él la toque. Cualquier contacto que no incluya ese tipo de consentimiento no es una relación… es una violación.

Reflexiono sobre la dicotomía entre violación y consentimiento luego de los graves sucesos que, lamentablemente, fueron reportados con el acompañamiento de filmaciones que sólo consiguieron que los hechos sean todavía más humillantes y perversos.

Primero estuvo el caso de la Asamblea Legislativa Departamental de Chuquisaca, ampliamente difundido y con desenlace judicial pendiente, pero luego vino la difusión del video de Sixto Martínez, un dirigente del MAS que, según la denuncia, obtuvo acceso carnal con una mujer que le pedía ayuda para conseguir trabajo.

Es lógico que la denuncia fue formulada por afanes políticos pero eso no minimiza la gravedad del hecho y, por razones que explicaré enseguida, me concentraré en este último caso.

Que el jerarca de una institución pública o de un partido gobernante obtenga sexo a cambio de un puesto de trabajo no es una novedad en Bolivia. Es más… es un secreto a voces.

La práctica no es propia del MAS —que sí parece tener militantes propensos a las violaciones— sino que se ejecuta desde tiempos inmemoriales y ha llegado al extremo de que tiene carta de ciudadanía. Eso sí… todo en voz baja.
Con un país con índices de desempleo tan altos y salarios bajos, la mujer se ve obligada a buscar trabajo así esté casada. Es entonces que se encuentra con la disyuntiva: el capo de la oficina puede darle la pega pero, para ello, tiene que “aflojar”; es decir, tener sexo con él. Si la mujer piensa que con una vez será suficiente, se equivoca. Una vez conseguido el primer acceso, el capo pedirá más y, si la mujer no accede, entonces se expone a perder el trabajo.
La situación se replica en el sistema educativo. Ya sea en Secundaria, en las universidades, normales o institutos superiores, son varios los casos en los que estudiantes mujeres tuvieron que ceder a los apetitos sexuales de los docentes a cambio de calificaciones. ¿Hay denuncias?... ¡Claro que no!... ya les dije que, de tanto repetirse a lo largo del tiempo, el sexo a cambio de favores se ha convertido en una práctica inveterada.

Si un hombre consigue favores sexuales de una mujer sin mediar el enamoramiento o la seducción la está violando, ultraja no sólo su dignidad sino sus derechos humanos. ¿Cómo es posible que este tema no haya sido objeto de legislación?

El MAS se apresuró en aprobar y promulgar una ley que sanciona el acoso político contra las mujeres que acceden a cargos públicos mediante el voto. Sí. La Ley era necesaria pero, paralelamente, ¿por qué no se trabajó en una ley contra el acoso sexual?

El acoso sexual es una de las prácticas más deleznables y extendidas en Bolivia. A lo largo y ancho del país, en todas las instituciones públicas, existen hombres como Sixto Martínez así que debemos aceptar que ha llegado a tales extremos que es necesario combatirlo. ¿Por qué no se incluye en la agenda de la Asamblea Legislativa Plurinacional? ¿Será porque no les conviene a los masistas propensos a la violación?

El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

www.columnistas.net

icono-noticia: 

UNA TAXISTA LLAMADA WANDA

Juan José Toro Montoya

 

Retomo mi columna después de dos semanas. La semana pasada les fallé a mis cuatro lectores por primera vez en más de diez años por una razón que me avergüenza pero debo confesar: estoy en Estados Unidos y perdí mi pasaporte.

Quienes viajan con alguna frecuencia al exterior saben lo terrible que es eso… sin pasaporte es imposible salir de los países que exigen ese documento y Estados Unidos es uno de ellos. De hecho, cada vez que comentaba a alguien lo ocurrido, ponía cara de sincera pena y lanzaba una mirada de “pobrecito” o “estás jodido”.

Todo ocurrió por una falla en el taxi que nos llevó a mi hija y a mí desde un hotel de Miami Beach al puerto de West Palm Beach. Una vez allí, el gadget del celular de la taxista no pudo leer la tarjeta de crédito y no había forma de pagarle los casi 200 dólares que registró el taxímetro. Luego de fracasar en un par de cajeros automáticos, le entregué todo el efectivo que llevaba y, presionado por la hora, saqué las maletas del baúl y corrí hasta los mostradores del puerto. Sólo allí reparé en que, por la prisa, había dejado en el taxi el maletín en el que estaban mi laptop y los pasaportes. Todo lo demás es largo y muy penoso de contar. Cargando nuestras maletas, mi hija y yo volvimos al hotel usando todo el transporte barato posible. De esa triste manera, ella conoció el tren y el metrorail.

Las siguientes horas fueron de angustia total. En el viaje al puerto, la taxista no se había mostrado muy amable así que las únicas referencias que teníamos de ella eran su nacionalidad, brasileña, y que se llamaba Wanda.

Meses antes, en Bolivia, mi hija había olvidado su celular en un taxi y jamás lo recuperó. ¿Nos devolverían un maletín en el que, entre otras cosas, había una laptop con monitor de 14 pulgadas?

La respuesta la tuvimos al día siguiente, cuando Wanda reapareció en el mismo parqueo en el que abordamos su taxi con el maletín en la mano y un rostro que acompañaba sus palabras: “No pude dormir toda la noche de la preocupación”.

Alguien del hotel me recomendó escribir sobre mi experiencia, para que la gente sepa que hay gente honesta en Estados Unidos, pero yo deseché la idea porque me daba vergüenza. No quería que mis cuatro lectores sepan lo descuidado que fui nada menos que estando en un país extraño, a cargo de mi hija de 15 años.

Pero, mientras transcurrían los días, cambié de opinión. Ya en Orlando, comprobé el tratamiento que los medios le dieron a la reasunción del presidente Obama: todos se ocuparon del tema y la mayoría le dedicó espacios especiales. El detalle es que todas fueron adhesiones voluntarias y ningún medio necesitó una ley que le obligue a tomar cadena de lo que hacía el jefe de Estado. ¿La explicación?: la mayoría respeta y quiere a su presidente.

Más abajo del mapa, en Bolivia, la noticia dominante era la violación de una mujer en la Asamblea Legislativa de Chuquisaca. Yo lo supe por las agencias bolivianas y el internet y lo callé pero cuando salió en alguna red estadounidense, en un flash de escasos 30 segundos, sentí morirme de vergüenza porque no pude evitar las diferencias entre un país en el que la gente devuelve lo que no es suyo y el mío, uno en el que una violación no es afrontada como es debido.

Encontré diferencias que jamás quise ver antes de este viaje y ninguna estaba relacionada con la riqueza económica de los países sino la humana. Comprobé, con mucha pena, que los bolivianos somos pobres económicamente debido a que todavía no logramos superar nuestra pobreza espiritual. Quizás las cosas cambien el día en que todos entendamos esa dolorosa verdad…

      

 

 

 

 

icono-noticia: 

¿Y EL PACHA KUTI?

Juan José Toro Montoya

Una de las características del idioma quechua es que una palabra puede significar varias cosas y varias palabras pueden expresar lo mismo, dependiendo de su contexto, entonación y hasta del sentimiento con el que son pronunciadas.

El Diccionario Quechua Aymara de Félix Layme Pairumani señala que Pacha kuti  (así, escrita en dos partes) no sólo significa “regreso del tiempo, cambio del tiempo” sino también “gran cambio o trastorno en el orden social o político”.
El 21 de diciembre de 2012 —el día que, según los hipocondríacos de las predicciones catastróficas, debía acabarse el mundo—, el presidente Evo Morales proclamó el Pachakuti, el fin del no tiempo y el inicio de una nueva era.
Según proclamas coincidentes de los descendientes de las culturas meso y sudamericanas, la nueva era llega aparejada de una transformación espiritual positiva que se traducirá en armonía y amor entre los seres humanos.
Con excepción de P’ata kay, que significa “vivir unidas, en buena armonía”, el quechua y el aymara no tienen una traducción para la palabra “armonía” pero sí hay varias para “amor”.

Así, amor puede ser kamachi, munay o waylluy, siempre dependiendo de cómo se usa esas palabras. Desde el punto de vista afectivo, kamachi puede ser “voluntad, amor, afición, benevolencia o afecto”, munay es “tener amor a personas o cosas” y wayllay es “amor, inclinación o afecto a la persona”.

¿A cuál de esos amores se habrá referido Evo Morales al lanzar su Pachakuti?
Quien vive fuera de Bolivia podría creer que la del presidente fue una proclama de amor, no sólo a sus hermanos indígenas y a sus gobernados sino a la humanidad en general, pero muchos de quienes vivimos en este país sentimos más bien un inocultable sentimiento de odio por parte de nuestros gobernantes.

En el caso de los periodistas, ese odio se advierte con bastante frecuencia pero pocas veces fue tan gráfico como, por ejemplo, cuando el diario La Prensa publicó el controvertido informe de los 33 camiones de contrabando y el propio Jefe de Estado espetó por ello a un periodista de ese medio, Rafael Ramírez, en una conferencia de prensa. Las fotos de aquella ingrata ocasión son de antología: Morales exhibe el periódico y mira a Ramírez con un odio tan profundo, tan grande que hasta puede advertirse en las tomas.

Algo similar ocurrió recientemente, cuando el vicepresidente Álvaro García Linera se refirió, en otra conferencia de prensa, a la labor del reconocido periodista Raúl Peñaranda, director de Página Siete. Es cierto que en esta ocasión el odio no rezumó por las fotografías pero el vice hizo pedazos la honra del periodista de una manera pocas veces escuchada.

Definitivamente, el gobierno de Evo Morales no admite opiniones en contrario, ni siquiera el interior de su propio partido. ¿Acaso no es prueba suficiente de ello lo que se hace ahora en contra de la diputada Rebeca Delgado? No. Hay poco lugar para el amor en esta administración, incluso bajo las luces del Pacha Kuti, la nueva era.
Por el contrario, hay bastante de chiqnina (discriminación, odio) y, si quieren una variante, de chiqniy (odio, antipatía y aversión hacia alguna cosa o persona).

Entonces, todavía no se puede hablar de Pacha kuti como un cambio hacia el amor o la armonía sino tal vez de una variante, el Pacha tijra, que, a tono con los escatológicos del fin del mundo, significa “cataclismo, trastorno de grandes proporciones, como un terremoto o hundimiento”.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

www.columnistas.net

icono-noticia: 

INCAS

Juan José Toro Montoya

El riesgo de enseñar la historia incompleta es que así, pedaceada y todo, adquiere la condición de verdad, una verdad que, al ser incompleta, es verdad a medias y una media verdad es también una media mentira.

La historia de Bolivia está integrada por verdades completas, medias verdades, medias mentiras y mentiras completas. La gente, inocente del proceso que dio lugar a esa enseñanza incompleta, aprende la historia como verdad no sólo completa sino absoluta y, por lo tanto, rechaza cualquier versión contraria a lo que aprendió.

Eso pasa con las versiones idílicas y utópicas del imperio de los incas que nos legaron aquellos historiadores que, fascinados ante lo bueno que encontraron, cerraron sus ojos ante lo malo y lo apartaron de su cosecha, igual que se aparta el gorgojo del maíz bueno.

Debido a ello, cualquier referencia aparentemente negativa sobre el imperio de los incas encuentra virulentas respuestas. Me pasó con el artículo de la anterior semana que, con el título de “Pachakuti”, hizo referencia a la poligamia del inca que llevó ese nombre y la cantidad de hijos —aproximadamente 300— que le adjudica el cronista Juan de Betanzos.

Lo interesante es que el rechazo es simplemente eso, rechazo, y no va acompañado de argumentos en contra. Lo que me dijeron de “Pachakuti” es que Betanzos era español y, por tanto, su versión sobre el imperio de los incas es “colonialista”. Cuando terminé de reír sobre esa crítica, comencé a escribir esta columna; es decir, bastante tarde.
Es cierto. Betanzos fue español —aún no se definió si nació en Galicia o Valladolid— pero, más allá del cariño que le profesó a esta tierra, lo valioso de su obra es que no refleja la visión española de su tiempo sino que, por una parte, narra sucesos de los que él fue testigo —desde Atahuallpa hacia adelante— y, por otra, recoge testimonios directos de quienes conocieron o tenían información de épocas pasadas.

Entre los principales informantes de Betanzos estaban los kipukamayoj; es decir, los sabios del imperio quienes no le transmitieron sus conocimientos a él sino a Cusirimay Ocllo, la esposa principal de Atahuallpa. En episodios históricos prácticamente desconocidos pero suficientemente documentados, Cusirimay Ocllo se casó con Francisco Pizarro tras la muerte de su esposo y adoptó el nombre de Angelina Yupanqui. A la muerte de Pizarro, volvió a casarse, esta vez con Juan de Betanzos con quien habría escrito la “Suma y Narración de los Yngas”.

Estas historias de bodas sucesivas contrastan totalmente con la imagen que tenemos de españoles destrozando pueblos americanos. Lo que pintan estos sucesos es que hubo una mezcla, en la que muy poco primó la violencia, que fue la base del mestizaje.

Es precisamente la obra de Betanzos escrita con —algunos dicen que dictada por— la esposa principal de Atahualpa la que cuenta que Pachakuti tuvo unos 300 hijos.

Su nieto, Huayna Kapac, fue todavía más prolífico. Según Betanzos y (Angelina) Yupanqui, este inca no sólo fue el padre de Atahuallpa, Huáscar, Tupac Huallpa (llamado Toparpa por los españoles) y Manco Inca sino de 600 varones y mujeres aunque la mayoría fueron mandados a asesinar por el primero para evitar que le disputen el mando.
Desde luego, estas son historias que no nos contaron en las aulas ni nos contarán jamás en un Estado que pretende reinventarse sobre la base del idílico y utópico imperio de los incas.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

www.columnistas.net

icono-noticia: 

PACHAKUTI

Juan José Toro M.

No. El mundo no se acabó.
No hubo terremotos ni tsunamis, ningún asteroide chocó contra la tierra y el único apagón del 21 de diciembre fue el de la fama de la periodista japonesa que se autoproclamó princesa y difundió un alarmante video en enero de este año.
Y aunque las lluvias hacen que las temperaturas desciendan en las ciudades andinas, tampoco se inició una nueva era glacial —o del hielo, si quieren ponerse tono de la saga cinematográfica animada—.
Eso sí, en lugares tan significativos como el Templo del Gran Jaguar, para los mayas; Chichén Itzá, para los aztecas, o la Isla del Sol, para los andinos, hubo ceremonias preparadas no por el fin del mundo sino por el nacimiento de una nueva era.

La que se realizó en Bolivia estuvo encabezada nada menos que por el presidente Evo Morales que aprovechó la ocasión para lanzar el “Manifiesto de la Isla del Sol”, un documento de diez puntos que hace hincapié en la liquidación del sistema capitalista para dar paso a una sociedad basada en el socialismo comunitario.
Para los políticos, aquella ceremonia fue un show destinado al consumo turístico, un intento de lavar la imagen del Presidente desgastada por el escándalo de la red de extorsionadores. Incluso los estudiosos de las culturas andinas dijeron que estas nada tienen que ver con el 21 de diciembre, fecha del solsticio de verano en el hemisferio norte, porque su cosmovisión gira en torno al del invierno.

Perdiéndose en esas interpretaciones, pocos leyeron lo que realmente ocurrió en la Isla del Sol.

Más allá de toda especulación apocalíptica, el 21 de diciembre de 2012 fue el fin de la cuenta larga del calendario maya que, como coinciden la mayoría de los investigadores, marca el fin de una era y el inicio de otra. Este renacer o despertar aparece en la mayoría de las culturas precolombinas. Para los mayas es el Oxlajuj Ak’abal, el nuevo amanecer, mientras que para los pueblos andinos (nótese que no digo “los incas”) es el Pacha Kuti.

Según el Diccionario Quechua Aymara de Félix Layme Pairumani —uno de los más reconocidos y acorde al alfabeto único aprobado por el D.S. 20227—, Pacha Kuti viene de dos palabras, “Pacha”, que es tiempo y espacio, y “kuti”, que es regreso, vuelta, pero al ir juntas significa “regreso del tiempo, cambio del tiempo” así que denota transformación.
En ese sentido, uno de los gobernantes incas, Inka Yupanki, cambió su nombre a Pachakuti porque fue el gran transformador del Estado que él convirtió en el Tawantinsuyo.

Según el cronista Juan de Betanzos, Pachakuti inició la transformación de su sociedad partiendo de cero, trazó límites, nombró territorios, convirtió los antiguos curacazgos en los cuatro suyos y dotó de leyes a su Estado reconstituido.
Como se podrá ver, es fácil encontrar paralelos entre Pachakuti y las manifiestas intenciones de transformación del presidente Morales. Hay otras figuras históricas del incario que tuvieron una actitud más o menos parecidas pero la comparación con Inka Yupanki es ineludible después de la ceremonia del 21 que se llamó precisamente Pachakuti.
Claro… es difícil saber cuál fue la intención del Jefe de Estado y sus asesores al desarrollar la ceremonia en la Isla del Sol a la que equivocadamente se presentó como el lugar en el que hace mil años nacieron Manko Qapaq y Mama Uqllu así que sólo nos queda la especulación.

¿Será Pachakuti uno de los modelos a seguir por nuestro Presidente?
Por si acaso, algo que casi nadie dice de los inkas, los gobernantes del Tawantinsuyo, es que estos eran polígamos y, por ello, tuvieron una vasta descendencia. Según Betanzos, Pachakuti tuvo 100 hijas y 200 hijos pero eso ya es parte de otra historia…

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

icono-noticia: 

Páginas