Surazo

UNA MONEDA

Juan José Toro Montoya

1622. El galeón Nuestra Señora de Atocha parte del Callao con rumbo a Cartagena de Indias con el fin de unirse a la Flota de Indias en uno de sus viajes de regreso a España. Más que un conjunto de naves, la flota era el motor económico de la España colonial ya que transportaba la riqueza de los virreinatos a la metrópoli. Recientemente estrenado, el Atocha era el más importante de aquel viaje porque debía transportar la plata del Perú, plata que se extraía del Cerro Rico de Potosí, se fundía, convertía en lingotes y acuñaba en la Casa de Moneda para luego partir en largas caravanas de mulas rumbo al Callao. Una vez en Cartagena, la flota parte a Portobelo para luego enfilar a La Habana, última escala de un viaje cuyo destino es Sevilla. Pero el destino tenía otros planes. Ya en La Habana, la partida de la flota se retrasa y sale recién el 4 de septiembre, en plena temporada de huracanes. Un día después, mientras se dirigía al Canal de Bahamas, fue azotada por una terrible tormenta que hundió ocho de sus barcos, incluidos el Margarita y Nuestra Señora de Atocha.

1960. Mel Fisher, un instructor de buceo nacido en Indiana, Estados Unidos, que ya había participado en búsquedas de tesoros hundidos en el mar, encontró datos del Atocha en el Archivo de Indias, en Sevilla. A partir de entonces, ese tesoro se convirtió en su obsesión. Organizó una empresa denominada Treasure Salvors y tanto él como su familia se dedicaron a buscarlo.   

1985. 25 años y toneladas de lodo después, Kane Fisher, hijo de Mel, encuentra el Atocha. En su momento, fue considerado el hallazgo marítimo más importante de la historia porque, pese a que nunca se conoció oficialmente el detalle de las piezas rescatadas, se divulgó que el contenido alcanzaba a 24 toneladas de plata en 1.038 lingotes, 180.000 pesos en monedas de plata, 582 lingotes de cobre, 125 barras y discos de oro además de joyería cuyo registro no aparece en el manifiesto de carga.

Se dijo que el valor del tesoro alcanzaba a 450 millones de dólares pero los expertos calculaban sumas mayores.

El tesoro del Atocha es apenas uno de los muchos que salieron desde Potosí con rumbo al Callao para luego seguir la larga ruta a Sevilla. En 1548, el primer cargamento era de 7.771 barras de plata que tardaron seis meses en llegar a Arequipa. Desde entonces hasta 1809, toneladas y toneladas de plata salieron de Potosí para nunca más volver. No todos los barcos llegaban a España. Unos eran abatidos por tempestades y otros asaltados por piratas. En 1804 se hundió la fragata Nuestra Señora de las Mercedes cuyo cargamento de 17 toneladas de plata fue encontrado en 2007 por la empresa Odyssey Marine Exploration que, tras el hallazgo, se sumió en un litigio que terminó dándole los derechos del tesoro al gobierno de España.

1998. Con motivo de la muerte de Mel Fisher, National Geographic emite un documental sobre el tesoro del Atocha y Ramiro Rivero Mendoza, un potosino que estaba en viaje de negocios, se interesa al ver las monedas y encontrarles parecido con las acuñadas en la Casa de Moneda. Se contacta telefónicamente con el Mel Fisher Maritime Museum y se entera que hay varias piezas a la venta. Encarga una moneda de plata y acuerda el precio: 200 dólares. 

1999. Rivero llega a su natal Potosí y dona la pieza metálica al museo de la Casa de Moneda.

377 años y toneladas de plata después, una moneda, sólo una de miles de millones, retornaba a su lugar de origen, una tierra que, 468 años y toneladas de plata después, sigue siendo pobre.

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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UNA MONEDA

Juan José Toro Montoya

1622. El galeón Nuestra Señora de Atocha parte del Callao con rumbo a Cartagena de Indias con el fin de unirse a la Flota de Indias en uno de sus viajes de regreso a España. Más que un conjunto de naves, la flota era el motor económico de la España colonial ya que transportaba la riqueza de los virreinatos a la metrópoli. Recientemente estrenado, el Atocha era el más importante de aquel viaje porque debía transportar la plata del Perú, plata que se extraía del Cerro Rico de Potosí, se fundía, convertía en lingotes y acuñaba en la Casa de Moneda para luego partir en largas caravanas de mulas rumbo al Callao. Una vez en Cartagena, la flota parte a Portobelo para luego enfilar a La Habana, última escala de un viaje cuyo destino es Sevilla. Pero el destino tenía otros planes. Ya en La Habana, la partida de la flota se retrasa y sale recién el 4 de septiembre, en plena temporada de huracanes. Un día después, mientras se dirigía al Canal de Bahamas, fue azotada por una terrible tormenta que hundió ocho de sus barcos, incluidos el Margarita y Nuestra Señora de Atocha.

1960. Mel Fisher, un instructor de buceo nacido en Indiana, Estados Unidos, que ya había participado en búsquedas de tesoros hundidos en el mar, encontró datos del Atocha en el Archivo de Indias, en Sevilla. A partir de entonces, ese tesoro se convirtió en su obsesión. Organizó una empresa denominada TreasureSalvors y tanto él como su familia se dedicaron a buscarlo.

1985. 25 años y toneladas de lodo después, Kane Fisher, hijo de Mel, encuentra el Atocha. En su momento, fue considerado el hallazgo marítimo más importante de la historia porque, pese a que nunca se conoció oficialmente el detalle de las piezas rescatadas, se divulgó que el contenido alcanzaba a 24 toneladas de plata en 1.038 lingotes, 180.000 pesos en monedas de plata, 582 lingotes de cobre, 125 barras y discos de oro además de joyería cuyo registro no aparece en el manifiesto de carga.

Se dijo que el valor del tesoro alcanzaba a 450 millones de dólares pero los expertos calculaban sumas mayores.
El tesoro del Atocha es apenas uno de los muchos que salieron desde Potosí con rumbo al Callao para luego seguir la larga ruta a Sevilla. En 1548, el primer cargamento era de 7.771 barras de plata que tardaron seis meses en llegar a Arequipa. Desde entonces hasta 1809, toneladas y toneladas de plata salieron de Potosí para nunca más volver. No todos los barcos llegaban a España. Unos eran abatidos por tempestades y otros asaltados por piratas. En 1804 se hundió la fragata Nuestra Señora de las Mercedes cuyo cargamento de 17 toneladas de plata fue encontrado en 2007 por la empresa Odyssey Marine Exploration que, tras el hallazgo, se sumió en un litigio que terminó dándole los derechos del tesoro al gobierno de España.

1998. Con motivo de la muerte de Mel Fisher, NationalGeographic emite un documental sobre el tesoro del Atocha y Ramiro Rivero Mendoza, un potosino que estaba en viaje de negocios, se interesa al ver las monedas y encontrarles parecido con las acuñadas en la Casa de Moneda. Se contacta telefónicamente con el Mel Fisher MaritimeMuseum y se entera que hay varias piezas a la venta. Encarga una moneda de plata y acuerda el precio: 200 dólares.

1999. Rivero llega a su natal Potosí y dona la pieza metálica al museo de la Casa de Moneda.

377 años y toneladas de plata después, una moneda, sólo una de cientos de millones, retornaba a su lugar de origen, una tierra que, 468 años y toneladas de plata después, sigue siendo pobre.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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RICO

Juan José Toro Montoya

Qué Rico lo de Luis Rico.

Ese fue el primer titular que se me vino a la mente para este artículo pero lo deseché porque me pareció muy largo.
Fue cuando me di cuenta de que los seres humanos desechamos muchas cosas, menospreciamos, desestimamos…
Cuando una persona muere, solemos referirnos a sus virtudes, cualidades que no nos gusta reconocer cuando está viva. Sabemos que las tiene pero simplemente las desechamos de nuestra mente.

En Potosí llegamos a tal punto que la federación de la prensa congeló el reconocimiento anual que se hacía a los periodistas con 25 y más años de servicio. Se dijo que había que reglamentarlo y así está desde entonces, congelado… desechado.

Por eso es que creo en los premios, porque considero que son una manera de burlar la ingratitud humana reconociendo los méritos de una persona.

Conozco a muchas personas cuyos méritos deberían ser reconocidos. Pensé en eso cuando la Alcaldía de Potosí entregó reconocimientos a las personas que contribuyeron a la recuperación de la democracia y, entre otros, faltaba el nombre del cantautor potosino Luis Rico Arancibia.

Con su arte como arma, Luis Rico combatió a las dictaduras que le respondieron dos veces con el exilio. Banzer lo hizo detener después de su golpe y un año después tuvo que salir del país. Volvió clandestinamente e hizo activismo musical así que en 1976, cansado ya de él, el dictador lo exilió a Francia. Pudo quedarse pero volvió y le tocó enfrentarse a Pereda junto a otros luchadores como Domitila Chungara, Luis Espinal y Xavier Albó. En 1980, el golpe de García Meza lo exilió a México. Pudo quedarse pero volvió y, desde entonces, prosigue su activismo que en ocasiones, quizás demasiadas, lo lleva a criticar al actual gobierno.

Cuando la responsable de los premios nacionales del Ministerio de Culturas y Turismo, Claudia Rivera, visitó Potosí para promocionar las convocatorias, pensé inmediatamente en Luis Rico. Me pareció que el potosino más calificado para recibir el Premio Nacional de Culturas era él y, por ello, decidí postularlo a través del periódico que dirijo.

Pero existía la duda sobre el radicalismo del Gobierno que cree que todos los que no son sus amigos son sus enemigos. Luis Rico apoyó el paro potosino de los 19 días y respaldó más de una vez a los marchistas del Tipnis para los que regrabó la canción “Coraje”. Es más, una autoridad de la Gobernación de Potosí lo llamó “contrarrevolucionario” cuando le pedí respaldo a la postulación. No obstante, pudo más la dilatada trayectoria artística del cantautor y la probidad que demostró el jurado integrado por los presidentes de los nueve Consejos Departamentales de Cultura del país. Sí. Luis Rico es Premio Nacional de Culturas 2013 y su aporte no sólo al arte y la cultura sino también a la democracia será reconocido en diciembre.

Es un acto de justicia y una muestra de que, si se quiere, se puede actuar diferente y desechar la cultura del desecho.

Por eso cierro este artículo tal como lo abrí, con el título que, después de todo, no se desechó: Qué Rico lo de Luis Rico.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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REVISAR LA HISTORIA

Juan José Toro Montoya

En ocasión del acto de homenaje a la fundación de La Paz, el presidente del Estado, Evo Morales, volvió a reparar en los enfoques subsistentes sobre la historia de Bolivia. "Sería bueno que nuestros historiadores estudien, analicen y también nosotros revisemos la historia", dijo.

Aunque la recomendación del jefe de Estado estaba orientada a la mal llamada "descolonización", es justo anotar que, en lo global, está en lo cierto.

Como en casi todos los países del mundo, la historia de Bolivia se escribió bajo la óptica de los vencedores, sea de procesos de conquista y ocupación o de pugnas políticas.

La historia no fue como nos la contaron y como se sigue repitiendo machaconamente en las aulas no sólo de Primaria y Secundaria sino también en las de los centros de educación superior.

Un ejemplo claro es la fundación de la República. Debido a que se sigue la línea trazada por los fundadores, entre los que estaban Casimiro Olañeta, Manuel María Urcullu y José Mariano Serrano, estamos acostumbrados a ver el surgimiento de Bolivia como un acto heroico, sublime, protagonizado por personas a las que nos enseñaron a mirar como héroes límpidos y sin tachas.

Por lo menos desde la mitad del siglo XX, el estudio de la historia tiene carácter científico en Bolivia. Nuestros historiadores no sólo estudiaron sino también analizaron nuestra historia, la revisaron y encontraron grandes diferencias con las concepciones iniciales. Gracias a esa revisión, y al auxilio de documentos  originales, establecieron que, en rigor de verdad, la fundación de Bolivia fue el resultado de un proceso que, si bien comenzó "de izquierda", terminó "de derecha" ya que quienes manipularon la coyuntura histórica decidieron que el territorio conocido como Audiencia y Cancillería Real de La Plata de los Charcas no sólo se liberaría de los españoles, que acaparaban los cargos públicos, sino también de la dependencia de los virreinatos de Lima y Buenos Aires. A decir de Mariano Baptista Gumucio, Olañeta, Urcullo y los "doctores de Charcas" constituían "un grupo burocrático de la época que servía al 'establecimiento' colonial". Su verdadero interés era mandar, ejercer el poder y, para ello, nada mejor que declarar independiente a un territorio que hasta ese momento dependía de mandos virreinales.

Por tanto, la fundación de Bolivia no fue como todavía nos la cuentan y, con el fin de reivindicar lo que realmente pasó, se justifica el revisionismo propugnado por el presidente que, desde ese punto de vista, sustenta su intento de refundar el país bajo la forma de un Estado Plurinacional.

El problema del actual gobierno es que pretende sustituir una historia mentirosa con otra que, aunque tal vez no lo sepa, es igualmente mentirosa.

El Tawantinsuyo, el modelo de sociedad que los actuales gobernantes parecen sublimar, fue un Estado teocrático, absolutista, despótico y desigual en el que había dos clases privilegiadas, la familia del inca y la nobleza, que eran mantenidas por el pueblo llano.  "Así era como la masa de la población sostenía con su trabajo a la casta dominante, personificada por el Inca, la cual, aunque desempeñaba labores de administración, se hallaba exenta de todo trabajo productivo", escribió el historiador Liborio Justo. Más aún, ese investigador resumió al incario con estas palabras: "un horrendo régimen de esclavitud en beneficio, gloria y esplendor de una casta dominante".
¿Es ese el modelo de Estado que quiere copiar?

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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BOLIVIANOS INGRATOS (III Y FINAL)

Juan José Toro Montoya

El problema de Potosí no es el escaño que perdió con los resultados del malhadado censo de 2012, ni siquiera los cuatro que le recortaron como consecuencia del de 2001.

El problema de Potosí es que hace buenos años que pierde habitantes debido a que estos no encuentran futuro, y menos un presente, en tierras áridas y semiestériles como las del norte de su territorio.

El problema de Potosí es que su economía está centrada en la minería. Tanto dieron el Cerro Rico y otros yacimientos como el norteno Juan del Valle que ninguna autoridad se detuvo a planificar un futuro alejado de la extracción de minerales.

Y el problema de Potosí es que sus hermanos del interior del país no miden la dimensión que tuvo su aporte a la construcción de la Patria.

Una verdad de Perogrullo es que Bolivia no hubiera existido sin Potosí. El yacimiento de plata del Cerro Rico, que se explota sin pausas desde 1545, fue el motivo para la creación de la Real Audiencia y Cancillería Real de la Plata de los Charcas sobre cuya base decimonónica se fundó este país. Tanta fue su importancia, no sólo para lo que hoy es Bolivia sino para el mundo entero, que Mariano Baptista Gumucio no duda en hablar de una "era potosina" universal en los siglos XVII y XVIII. "El florecimiento del capitalismo europeo no habría sido posible sin la plata potosina", agrega.
Pero, si Potosí llegó a ser el centro del mundo, ¿cómo es que ahora se debate en la pobreza? La respuesta es una sola: Despojo.

Desde que los españoles tomaron posesión del Cerro Rico, el 1 de abril de 1545, Potosí fue despojado de su riqueza. España sacó miles de toneladas del cerro y, a cambio, sólo dejó una pobre herencia cultural de la que ahora sólo se preocupa con miserables parchecitos.

Las cosas no cambiaron con la independencia. Encabezados por Juan Martín de Pueyrredón y O'Dogan, los argentinos se llevaron 400 mulas cargadas de plata, comportándose como el peor de los ladrones, y, cuando llegó el ejército colombiano que estaba a cargo de Antonio José de Sucre, se dispuso que todos sus gastos se paguen con dinero potosino. Tras la creación de Bolivia, los sueldos de las prefecturas también fueron cubiertos con la plata del Cerro Rico. Ferrocarril y caminos... todo lo que se hizo después se cubrió con recursos de Potosí.

Entonces, no es exagerado decir que Potosí mantuvo a Bolivia y ahora que no puede afrontar una situación de pobreza que expulsa habitantes de su área rural, lo más justo es que Bolivia le apoye.

¿Y cómo lo va a hacer? No es cuestión de escaños, ni siquiera de asignación de mayores recursos.
Potosí tiene riquezas pero no se beneficia de ellas. Mientras Santa Cruz percibe el 11 por ciento por concepto de regalías del petróleo, Potosí recibe un promedio del 4 por ciento por sus minerales.

Lo que Potosí necesita no es más escaños sino una adecuada distribución de las recaudaciones nacionales que, en el caso de la minería, ameritaría un código o ley minera que beneficie a la región, no a los cooperativistas que son los que ahora explotan el Cerro Rico sin una adecuada compensación.
El problema de Potosí es que los cooperativistas son aliados del Gobierno y la ley minera se está redactando a su antojo.

el autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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BOLIVIANOS INGRATOS (II)

Juan José Toro Montoya

El problema de Sucre es que Bolivia no reconoce su aporte a la construcción de la Patria.
Ese hecho saltó a la vista en la lucha por la capitalidad plena que fue sosegada con los resultados que todos conocemos.
Mientras Sucre reclamaba, con toda justicia, que no sólo se reconozca su condición de capital de Bolivia en la Constitución sino que se le restituya su categoría de sede de todos los poderes del Estado, había gente que no entendía ese reclamo.

La mayoría de los bolivianos sólo sabe dos cosas sobre Sucre: que allí se dio el primer grito libertario de América y que es y sigue siendo la capital de Bolivia.

Y la verdad es que el del 25 de Mayo de 1809 no fue el primer grito libertario. Admitir eso sería tanto como decir que, antes de esa fecha, no hubo ningún intento de rebelión en el continente.

Excluyendo a sublevaciones anteriores, existen referencias sobre el reclutamiento de tropas en Potosí y La Plata (hoy Sucre) para una expedición de Juan Ortiz de Zárate a Chile, en 1595, con el fin de sofocar una revuelta de los araucanos, y apenas cuatro años después, en 1599, hubo una doble revuelta en ambas ciudades protagonizada por Juan Díaz Ortiz (en Potosí) y Gonzalo Luis de Cabrera (en La Plata).
Las dos ciudades aparecen casi siempre juntas en los documentos coloniales porque eran las más importantes de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia. “La Audiencia de Charcas ejerció poder sobre lo que hoy son Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y partes del Perú, Brasil y Chile”, apunta Charles  Wolfgang Arnade.

La sede de la poderosa Audiencia era La Plata y desde allí no sólo se gobernaba ese extenso territorio sino que, subterráneamente, se tejían las ideas de la libertad.

La fundación de la Universidad Mayor, Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca cambió la historia de la Audiencia porque, al influjo jesuita, logró evadir las grandes vallas de la censura para permitir que las doctrinas políticas liberales se discutan en sus pasillos. Para rematar, en 1776 se estableció la Real Academia Carolina, una especie de escuela de posgrado que ahondó en la discusión intelectual de la época. “En cuanto terminaba la parte oficial del programa, en la Academia se encendían los cenáculos y discusiones sobre sucesos e ideas, de manera que los patios carolinos y las fondas servían de escuelas de capacitación revolucionaria de los licenciados criollos”, dice Mariano Baptista Gumucio.

Entonces, la revolución de Chuquisaca no se limita a 1809 sino que maduró mucho antes. En 1781, un año después de la sublevación de José Gabriel Condorcanqui, en esa ciudad circulaban pasquines que decían, entre otras cosas, “Nuestro Gabriel Inca viva / Jurémosle ya por rey / siendo muy de acuerdo de Ley / que es lo que justo reciba”. La mayoría de los historiadores coincide en que los autores de esos escritos eran los carolinos.

La conspiración de siglos tuvo su remate en la crisis de representatividad de 1808, cuando el rey de España era prisionero de los franceses y había incertidumbre sobre las colonias. Los doctores de Charcas urdieron una brillante estrategia que desmanteló todos los argumentos y debilitó a la Audiencia para dar paso a la insurrección. Si: a la insurrección de 1809.

Sin Potosí no hubiera existido Bolivia y sin Sucre tampoco. Hoy en día, estas regiones son insultadas por unos políticos que creen que lo que hacen es reclamar más escaños. Falso. Lo que se pide es conciencia nacional para que Bolivia reconozca cuánto les debe.

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PAÍS MENTIROSO

Juan José Toro Montoya

Hablar del triste papel que el Instituto Nacional de Estadística (INE) cumplió en el último censo ya no sirve de nada. La INEficiencia del INE le restó toda credibilidad y punto. De aquí para adelante, ya no podremos creerle como antes.
Pero, más allá de esa verdad, lo cierto es que los bolivianos, aquellos que fuimos contados en el malhadado censo, también tenemos nuestra porción de culpa en la incongruencia que ahora conocemos como “resultados oficiales”.
Y es que, ya sin hablar de la INEptitud del INE, hay que aceptar que mucha gente, miles y miles de bolivianos, le jugaron sucio al país.

Veamos: un censo de población y vivienda es un instrumento con el que se recuenta a los habitantes de un Estado con el propósito de emplear los resultados de ese recuento en tareas administrativas, particularmente en la distribución de los recursos nacionales. Desde ese punto de vista, la mayoría de los bolivianos deberíamos haber asumido la convocatoria al censo con una seriedad tal que no debimos proporcionar información equivocada. ¿Que quién proporcionó información equivocada?... pues los miles y miles de migrantes que no se hicieron censar en el lugar donde viven sino en las comunidades de las que son originarios.

El ejemplo más claro que yo conozco es del de mi municipio, Potosí. Apenas unos días antes del censo, los habitantes de Villa Victoria tomaron el edificio central de la Alcaldía exigiendo ejecución de obras en su zona y sólo lo desocuparon cuando obtuvieron compromisos en ese sentido. Cuando los encuestadores llegaron a esa zona, encontraron que la mayoría de las viviendas estaban vacías u ocupadas por una persona encargada de la custodia. Lo que informaron otros vecinos es que los habitantes de esas casas retornaron a sus comunidades para hacerse contar en esos lugares. Basándose en datos como el pago de impuestos, trámites de línea y nivel y otros, la Alcaldía de Potosí estimaba que los habitantes del municipio debían ser por lo menos 240.000. Los resultados oficiales del censo señalan que Potosí sólo tiene 189.652 habitantes. A la luz de esas cifras, la conclusión lógica es que unas 50.000 personas dejaron la capital de Departamento, esperaron a los encuestadores en sus comunidades y se hicieron contar en estas. En otras palabras, le mintieron al país y, sobre la base de esa gran mentira, amplificada por la cantidad de personas que hicieron lo mismo en otros Departamentos, ahora tenemos unas cifras poblacionales que no reflejan nuestra realidad poblacional.

Si el engaño fue protagonizado por los migrantes, ¿dónde está la culpa de los demás, de aquellos que nos hicimos contar en el lugar donde realmente vivimos? Nuestra culpa está en el hecho de asignar los recursos nacionales sobre la base de informes que se prestan a tergiversaciones. El dinero de los impuestos, ese que se agrupa en los “recursos de coparticipación tributaria”, se distribuye sobre la base de la población existente en cada punto del país. Si nosotros, los ciudadanos que nos limitamos a esperar a los encuestadores en nuestros domicilios legales, no inculcamos valores de veracidad en nuestros hijos, ¿cómo podemos reclamar a otros menos instruidos que no le mientan al país?
Los resultados oficiales del censo no sólo pusieron en evidencia la debilidad institucional de un Estado que no es capaz de recontar adecuadamente su población una vez cada diez años sino también la vulnerabilidad de nuestras familias, aquellas en los que los valores pesan cada vez menos y dan lugar a que nuestras sociedades acepten como válidos anti-valores como la mentira, el robo, la corrupción e incluso el homicidio. Quizás por eso ni siquiera somos capaces de bajar los elevados índices de seguridad ciudadana. 

el autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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“DESCLASADOS”

Juan José Toro Montoya

Si los datos oficiales del Censo Nacional de Población y Vivienda 2012 son ciertos, entonces el presidente Evo Morales insultó a la mayoría de la población boliviana.

Según esos datos, el 69 por ciento de los bolivianos dijeron no pertenecer a ninguno de los 33 pueblos indígenas incluidos en la pregunta 29 de la boleta censal.

El jefe de Estado reaccionó sorprendido ante esos datos. “A mí también me ha sorprendido porque los datos anteriores eran muy diferentes. No sé si estamos en etapa de desclasamiento, estamos en etapa tal vez de tener mayor mentalidad colonizadora, es debatible”, dijo.

Y sí, el tema, como todos los vinculados al censo, es debatible.

Para empezar, los resultados del censo disponibles en el website del Instituto Nacional de Estadística no incluyen el 69 por ciento al que hicieron referencia los medios cuando se informó sobre la pertenencia a naciones o pueblos indígenas. Lo que se puede encontrar, en el cuadro No. 13 de los resultados, es la “población de 15 ó más años por sexo, según pertenencia a naciones o pueblos indígenas originario campesino o afroboliviano”. En ese cuadro se lee que 6.916.732 mayores de 15 años respondieron a la pregunta y sólo 2.806.592 dijeron pertenecer a alguna nación, pueblo indígena originario campesino o afroboliviano. Los 4.032.014 que dijeron no pertenecer a ninguno representan el 58,29 por ciento así que siguen siendo mayoría.

Esa mayoría es la que, según el presidente, se habría “desclasado” o estaría sometida a una “mayor mentalidad colonizadora”. ¿Son o no son insultos? Como el mismo gobernante dijo, el asunto es debatible pero, para hacerlo, habría que saber qué quiso decir cuando dijo lo que dijo. Lo de la colonización, por ejemplo, da para bastante debate ya que, según escribimos en esta misma columna, esa palabra no viene del apellido Colón sino de “colonizar” que significa “establecer colonia, fijar en un terreno la morada de quienes lo cultivarán”.

Lo de “desclasamiento” es todavía más polémico. El diccionario dice que “desclasar” es “hacer que alguien deje de pertenecer a la clase social, generalmente alta, de la que proviene, o que pierda conciencia de ella”. En el contexto empleado por el presidente, un desclasado sería alguien que ha perdido su conciencia de clase y, por tanto, negó ser parte de alguna nación o pueblo indígenas originario campesino o afroboliviano aún a sabiendas de que lo era. Pero, como dijo el jefe de Estado, eso es debatible.

Antes de calificar de “desclasado” a alguno de los consultados por los encuestadores, el presidente tendría que recordar que hubo una gran resistencia a incluir la opción “mestizo” en la pregunta 29. La negativa sólo sirvió para que mucha gente se identificara como mestizo y, ante la inexistencia de la opción, decidiera responder que “no pertenece”.
Pero ese no es el único elemento a considerar en un debate. Habrá que recordar, también, que la inclusión de 36 pueblos, naciones o pueblos indígenas originario campesinos en el artículo 5 de la Constitución Política del Estado (CPE) se hizo sin sustento académico, basándose simplemente en un estudio realizado en 1990 por Wigberto Rivero, ex ministro de Asuntos Indígenas y Pueblo Originarios del último gobierno de Banzer. Como el estudio de Rivero, la CPE ignora a naciones que se autoidentifican como tales y son tan importantes como Pakajaqis, Karangas, Suras, Killakas, Chichas, Charkas, Qhara qharas, Chuis, Larekajas, Kallawayas, Qullas, Urus, Lupi jaqis y Yamparas.

Si algún boliviano se siente parte de alguna de esas naciones y no se encontró en la boleta censal, ¿qué debía responder?: no pertenece. ¿Sólo pero eso merece ser llamado “desclasado”?

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¿5521?

Juan José Toro Montoya

Intento entender las razones por la que ciertos sectores de nuestra sociedad, particularmente gubernamentales, califican al tiempo actual como el año andino amazónico 5521 y no lo consigo.

La documentación oficial que revisé no es muy clara al respecto. El Decreto Supremo 173, promulgado el 17 de junio de 2009, “declara Feriado inamovible al 21 de junio de cada año con suspensión de actividades públicas y privadas en todo el territorio del Estado Plurinacional de Bolivia, con motivo de celebrarse el solsticio de invierno”, pero no dice nada sobre el conteo de años.

La explicación que manejan las autoridades es un conteo arbitrario sin base científica. Dicen que a los 521 años de la llegada de Colón, que fue en 1542, se suman los 5000 años de antigüedad que tendría la cultura tiwanacota. Sin embargo, investigadores de la talla de Carlos Ponce Sanjinés ya establecieron que Tiwanaku se remonta al año 1580 antes de Cristo así que, si sumamos los 2013 restantes a partir del nacimiento de Jesús —pasando por alto el conocido error de los seis años—, encontraremos que, con la explicación oficial, este tendría que ser el año 3593.
Al cuestionar la antigüedad de Tiwanaku no se quiere, de manera alguna, poner en duda su importancia. Está por demás demostrado que esa cultura alcanzó un alto grado de civilización pero no por ello podemos forjar un imaginario con datos inexactos. Incluso para los fines dizque “descolonizadores” del actual gobierno, resultaría saludable poner un poco más de atención a los numerosos estudios sobre la antigüedad de los pueblos andinos puesto que encontraríamos varias sorpresas. 

Así, Teresa Gisbert afirma en la “Historia de Bolivia” que escribió con su esposo José Mesa y su hijo Carlos que “la antigüedad del hombre en América se estima en más de 40.000 años” Mientras que Roy Querejazu cree que la primera cultura sudamericana “tendría más de 30.000 años de antigüedad”.

En lo que se refiere a Bolivia, Gisbert apunta que la cultura más remota de la que se tiene referencia es la viscachanense “a la que los investigadores adjudican una antigüedad de varios milenios”, probablemente entre 8.000 a 10.000 antes de Cristo.
Posteriormente vendrían las culturas Wankarani y Chiripa que, según Ponce Sanjinés, habrían sido sometidas por Tiwanaku.

Querejazu divide a la cultura viscachanense en periodos y ubica el primero en el paleolítico inferior, al segundo en el paleolítico medio y una otra cultura, la ayampitinense, en el paleolítico superior. En torno a Vischacani, este investigador boliviano va todavía más allá porque, citando estudios con carbono 14, dice que pudo tener una antigüedad entre 14.000 a 16.000 años antes de Cristo.

Las culturas antes citadas no fueron las únicas que poblaron el territorio que hoy es Bolivia. Con diversas antigüedades, Gisbert menciona a Iskanwayas, Mollos, Callawayas, Pacajes, Collas (en  La Paz), Chichas, Qaraqaras, Charcas, Asanaques, Quillacas, Carangas, Sevaruyos, Soras, Incas (Oruro y Potosí), Chuis, Cotas, Mitmas (Cochabamba) y Yamparas (Chuquisaca). La mayoría de estas agrupaban, a su vez, a sociedades menores como, por ejemplo, Yura y Huruquilla que formaban parte de los Chichas.

A su vez, Querejazu cita, entre muchos otros que se desarrollaron en torno al Lago Titicaca, a lupacas, capancos, pucopucos, pacajes, yungas, carangas, quillacas, chichas, soras, capayapos, colliyungas y guanacos.

Como se ve, el pasado prehispánico de Bolivia es rico y vasto y no se limita a la gran civilización de Tiwanaku. Si el gobierno se quitara las anteojeras que sólo le permiten ver enemigos y dizque “colonizadores” quizás alentaría mayores estudios sobre ese periodo y permitiría que se termine de armar la incompleta prehistoria de Bolivia.

El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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DES-COLON-IZADO

Juan José Toro Montoya

Uno de los grandes errores de la humanidad es creer que “colonia” viene de “Colón”.

En realidad, la palabra “colonia” existe desde mucho antes del nacimiento y los viajes del marino supuestamente genovés. Un documento que data del año 1129 revela que “colonia” es una palabra latina que significa “territorio cultivado” y, por extensión “grupo de personas enviadas a cultivar un territorio”.

Para llegar a ser tal, el latín “colonia” pasó por un largo proceso cultural. Viene de “colonus”, que quiere decir “labrador, habitante”, que, a su vez, proviene de “colere” (cultivar, habitar). “Colere” tiene origen griego pues es un derivado de “kol” cuyo significado original era “podar”.

Cristóbal Colón es un personaje histórico que tuvo excesiva mala suerte. Encontró nuestro continente pero este se llamó América en homenaje a Américo Vespucio que fue el primero en darse cuenta de que estas tierras no eran las Indias. Colón jamás pensó en encontrar un continente para que este y sus habitantes sean conquistados pero ahora se llama “colonizar” al proceso por el que un territorio y sus pobladores son sometidos a una potencia extranjera.

Existen muchas versiones sobre el o los propósitos que motivaron los viajes de Colón. La tradicional dice que buscaba una ruta alternativa a las Indias puesto que la conocida se había bloqueado por la ocupación de Constantinopla. Las versiones economicistas dicen que, valiéndose de mapas antiguos como el de Toscanelli, el marino buscaba yacimientos de minerales o piedras preciosas mientras que las religiosas afirman que su propósito era llevar el mensaje de Cristo a territorios sin evangelizar (se dice que su firma, “Christo Feres”, no significa precisamente “Cristóforo” sino “Chistum Ferem” que quiere decir “el que lleva para Cristo”).

Sus razones pudieron ser nobles o prosaicas pero él no es responsable de lo que ocurrió después de su muerte; es decir, de la conquista militar de las tierras con las que se encontró. Menos entonces pudo tener la culpa del genocidio que se cometió en varios lugares de nuestro continente.

Pese a estas argumentaciones históricas, y en una muestra de bestialidad y barbarie, horas aleccionadas por Hugo Chávez juzgaron a Colón en Venezuela, lo encontraron culpable del “genocidio de poblaciones amerindias” y derribaron salvajemente el monumento que tenía en Caracas. La plaza, que también se llamaba Colón, ahora es la de la resistencia indígena.

Un criterio similar es el que ahora parece motivar el cambio de la estatua de Colón del parque que lleva su nombre y está ubicado entre la Casa Rosada y la Avenida de la Rábida, en Buenos Aires.

Prefiero no involucrarme en la disputa interna entre el kirchnerismo que gobierna Argentina y el de la oposición que lo hace en Buenos Aires. Baste decir que incluso el peronismo e intelectuales oficialistas de la talla de Mempo Giardinelli se oponen al retiro del monumento mientras que hasta el gobierno de Italia pidió que se lo respete bajo el argumento de que fue la comunidad italiana en ese país la que lo financió hace un siglo.

Lo cierto y evidente es que el gobierno de Cristina Fernández viuda de Kirchner quiere cambiar la estatua de Colón por una de la boliviana Juana Azurduy de Padilla.

Yo admiro a doña Juana, a quien considero la máxima heroína de nuestra historia, y me parece maravilloso que tenga estatuas no sólo en Buenos Aires sino en todas las capitales de nuestro continente pero, al margen de todo lo dicho anteriormente, tengo un par de preguntas: ¿De dónde viene el millón de dólares que el gobierno boliviano está regalando para el monumento de Azurduy que reemplazará a Colón? y ¿por qué no hay monumentos de un millón de dólares en Bolivia?
 
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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