Mar

Política
Además, el ministro de Relaciones Exteriores se refirió a las frases del vicepresidente de Bolivia, ante las que lamentó que "estamos acostumbrados a las declaraciones destempladas".

LAS ANTESALAS DEL INFIERNO

Victor Hugo Maidana Alcoba

No hace mucho tiempo atrás en la  penitenciaria de Palmasola en Santa Cruz de la Sierra se registró una gresca entre presos con un lamentable saldo de muertos y heridos.

Hace poco otro incidente suscitado en el penal del Abra en Cochabamba, después de una balacera entre presos, otro lamentable resultado con cuatro muertos y una decena de heridos de por medio.

Estos ingratos episodios, revelan una preocupante situación del sistema carcelario en Bolivia, el cual visiblemente está a punto de colapsar por el desorden en cual se debaten, si no se toman medidas urgentes para que no suceda de esa manera.

La precariedad de los centros penitenciarios del país hace que los altercados entre presos se estén convirtiendo en una mala práctica permanente.

“En rio revuelto ganancia de pescadores dice un refrán”, y parece que tuviera mucha razón, ya que la falta de control, la ausencia de autoridad y planes de reinserción social para los presos,  hacen que aquí imperen raros códigos de conductas  donde bestialmente los más fuertes son los que mandan y donde muchos lucran impunemente  con el delito.

Son lugares donde se celebran prestes, se fabrican los tragos más insólitos, se maneja drogas prohibidas, se pagan seguros de vida millonarios para subsistir, se alquilan los espacios a precio de oro donde duerme gente encima de cartones, borracheras descomunales con el acompañamiento de música en vivo, donde narcotraficantes, violadores, asaltantes y otros ampones comparten sus horas de vida entre cuatro  enormes paredes con otras personas que tienen la desdicha de haber caído en esas redes por esas cosas que tiene la vida.

Lo descrito, parece una exageración de un cuento de fantasías, pero no lo es, de tiempo en tiempo estallan escándalos en las cárceles del país, mostrando las condiciones deprimentes de  estos cuchitriles donde tristemente purgan penas, seres humanos con y sin culpa.

En este mundillo de los miserables caminan juntos reos rematados con  dinero, con harapientos descalzos, con la cara sucia, todos de una u otra manera masticando su propia derrota.

Estos recintos penitenciarios,  deberían ser de todas maneras, centros de rehabilitación social, si bien  no podrían ser los mejores lugares, plenos de confort y lujos, tampoco pueden ser los socavones de la miseria.

Los que cometieron delitos, que fueron debidamente enjuiciados y sentenciados tienen que purgar por sus actos contra la sociedad, no queda otra, pero de ninguna, manera en condiciones indiferentes y ofensivas a la dignidad humana.

El tema referido al régimen carcelario en Bolivia, no es nuevo, pero parece ser una clase de  papa caliente que quema las manos de las autoridades de turno, porque nadie se ocupa de analizar e ir poniendo soluciones al problema.

Para citar un ejemplo, ninguno de los  candidatos de las elecciones nacionales 2014, en sus diferentes estratos, han demostrado el mínimo interés de dar alguna atención a este controvertido tema.

Todos hablan del delito, pero ninguno dice nada sobre las cárceles, eso es mirar la coyuntura superficialmente. Después todos quieren votos ciudadanos, haciéndose los buenitos en la campaña y olvidándose de la gente después.

Besan niños con la cara paspada, (piel rajada por efectos del frio o el sol), saludan a la gente incluso dan limosnas en las puertas de los templos, dan la mano a todo el que pueden, también a los presos, luego cuando llegan al poder se olvidan de todo, siguen sacando pecho y estirando el cuello.  

Este problema de las cárceles, es un tema para los penólogos, criminólogos, sociólogos, abogados y otros profesionales entendidos en la materia, quienes tendrían que diseñar una política estatal sobre el régimen carcelario boliviano. El tema del “mar” parece ser una buena ruta a seguir.

Profesionales de renombre en diferentes rubros podrían contribuir positivamente en el diseño de estrategias de corto, mediano y largo plazo en la temática. El trabajo en equipo siempre trae buenos resultados, combinando experiencias, intercambiando conocimientos y construyendo país.

Pero, mientras se siga viendo la problemática expuesta de manera individual sin diseño de políticas estatales de gestión y administración para temas profundos como este, las cárceles bolivianas seguirán siendo una especie de antesalas del infierno.

GRACIAS Y HASTA UNA PROXIMA CUANDO VUELVA PARA HABLAR JUSTO Y CABAL.

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Política
El excandidato presidencial chileno hizo referencia al último fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el diferendo con Perú en el que se demostró que sí había algo pendiente con este país.

EN BUSCA DEL TRAIDOR

Walter Chávez

Juicio a los periodistas de La Razón

Pensaba dedicar este artículo a Raúl Peñaranda… 

pero finalmente decidí no hacerlo

 

“En el principio fue la traición… / y luego nos dijeron que éramos tristes / que debíamos ser tristes”. Estos versos de tono vallejiano, bastante olvidados ya, bien podrían tomarse como resumen de una lectura de la historia de la Guerra del Pacífico y la pérdida del Litoral.

Hace ya varios años, en alguna de las presentaciones de sus libros, Carlos D. Mesa manifestó su desacuerdo con la forma cómo se enseñaba la historia de la Guerra con Chile en las escuelas y colegios bolivianos, porque todo conducía a cimentar un complejo derrotista en los niños que ya desde la primera lección –y a pesar del “¡¡Que se rinda su abuela carajo!!- empezaban a transitar, sin posibilidades de redención alguna, un camino de dolor aplastante.

Quizás esa observación se hace más cierta si pensamos la Guerra con Chile no como un proceso en el que Bolivia fue cediendo cada vez más en el plano militar; después de todo, no seríamos el único país que pierde una guerra. El dolor viene de la constatación de la increíble cadena de traiciones que fueron definiendo la guerra a favor del invasor.

Traiciones explícitas y planificadas. Y otras que fueron el resultado de la búsqueda de intereses económicos de grupos o de personas, de la falta de valor o de la incontinencia y el figuracionismo de alguno. 

Historiadores como Roberts Barragán o Botelho Gosálvez han denunciado con minuciosidad el papel de la traición y los traidores en la Guerra del Pacífico y en las firmas de los tratados posteriores. Los nombres de Melgarejo, Montes, Ballivián, René Moreno, Frías, Lafaye y muchos otros integrantes de una posición pro chilenófila quedan ahí comprometidos. El historiador Roberts Barragán menciona que “Chile era prácticamente dueña de todo el Litoral gracias a los instrumentos jurídicos creados gratuitamente en su beneficio por los gobernantes bolivianos desde 1857 y 1876” (citado por Gastón Cornejo, Opinión, 26-03-2012).

Hoy pareciera que vivimos un capítulo nuevo aunque no distinto de esta historia. Por primera vez el país logra plasmar una política de Estado (ampliamente añorada durante más de un siglo) para tratar de recuperar el mar. Se viabiliza un juicio al país invasor ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya y, de pronto, desde el corazón de la delegación nacional uno de sus integrantes desliza a un periodista documentos o información que develan la estrategia jurídica conducente a recuperar el mar.

Ante esto, el gobierno nacional, decidió abrir un juicio al periodista Ricardo Aguilar Agramont y a la directora del periódico La Razón, Claudia Benavente, pidiéndoles que mencionen el nombre de la persona que cometió esta infidencia que podría tener consecuencias en el juicio ante la Corte de La Haya, que es muy estricta en el manejo de la confidencialidad en este tipo de procesos. 

Es decir, no se busca escarmentar a ningún periodista. Se trata más bien de encontrar en la delegación boliviana al personaje (o los personajes) que hoy traiciona a su país entregando documentos a un periodista y mañana puede elevar la dimensión de su traición divulgando –o traficando- otros términos del proceso judicial que durará todavía varios años. Y, claro, no se puede aspirar el triunfo teniendo dentro del equipo a un buzo, un quinta columnista, un traidor.

El juicio ante la Corte de La Haya ha generado un implícito acuerdo nacional por tratarse de una política de Estado que busca recuperar nuestra soberanía marítima. Supongo que por eso mismo, los dos periodistas enjuiciados deben estar enfrentando una fuerte disyuntiva: o mantener el secreto de la fuente o explicitar el nombre del gran traidor incrustado en la delegación nacional, en quien tanta fe ha puesto el conjunto de la sociedad boliviana. 

Ricardo Aguilar Agramont, escribió en su Face, “me siento como Alfred Dreyfus”. Sólo que Dreyfus no se escudó en el silencio ni defendió ningún código corporativo. Dreyfus, mediante las gestiones de su hermano ayudó al periodista Bernard Lazare y al jefe del contraespionaje francés Georges Picquart a dictaminar que el responsable de la entrega de documentos a los alemanes era el gran traidor Ferdinand Walsin.

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Política
Morales anunció que Bolivia presentará el 17 de abril la memoria ante la Corte de La Haya como parte de la demanda planteada contra Chile en busca de lograr una solución al enclaustramiento marítimo.

DIPLOMACIA DE CONCERTACIÓN

Constantino Rojas Burgos

La recuperación de territorios perdidos en una guerra es el que ahora se pone en la agenda mediática, con el propósito de sensibilizar a la población para acceder al mar por la vía de la intermediación del Tribunal de la Haya.

Recordemos que en el caso de Perú y Chile, el Tribunal hizo conocer la sentencia después de seis años de estudiar el caso y de escuchar los argumentos de las partes en conflicto, para luego hacer público el fallo que dejó con un sabor de victoria relativa a ambos países sin que afecte territorio, salvo el marítimo a favor de Perú.

Es digno de encomio la diplomacia ejercida por los dos gobiernos, al asumir una actitud cautelosa y de preparar a sus ciudadanos para aceptar y ser respetuosos con el fallo del Tribunal de la Haya, es decir, una actitud de buenos perdedores o buenos ganadores.

De hecho, el fallo tal parece que dejó victoriosos tanto a los peruanos como a los chilenos, por cuanto la decisión del Tribunal no perjudica en gran manera a estos dos hermanos países que conviven y comparten no solo migrantes en ambos territorios (peruanos en Chile y chilenos en Perú), sino también permanente relación de intercambio económico.

El trabajo diplomático de ambos países ha sido lo más relevante de ponderar, por cuanto, anterior al fallo, se cuidaron de no apelar al insulto, la verborrea inútil ni la espectacularización de la noticia a través de sus diferentes medios de comunicación.

Las relaciones internacionales entre ambos países se ha manejado con altura, como corresponde a sus Mandatarios y Cancilleres, que, independientemente de poses políticas e ideológicas, han sabido conducir a sus habitantes con madurez y espíritu de colaboración para acatar y solucionar una demanda territorial, fruto de un conflicto bélico donde se impuso el poder de la fuerza y de las armas.

No ocurre lo mismo en el caso boliviano donde la actitud es en más bien de confrontación, en la que no se toma en cuenta las percepciones del pueblo llano y sencillo. Quienes conducen la patria tienen mostrar sabiduría y prudencia para conformar un equipo de profesionales entendidos en la materia y que sea un equipo de expertos los que asuman las negociaciones y la representación del país ante el Tribunal.

Las actitudes de confrontación, de exasperarse y de predisponer el ánimo de los bolivianos para la guerra mediática, política y militar podría ser una estrategia inadecuada de cara a la imagen internacional, si se quiere que se nos brinde respaldo y apoyo para que Bolivia pueda acceder al mar con soberanía y dignidad.

La diplomacia boliviana está en la obligación de implementar una estrategia política e informativa para preparar a los bolivianos a respetar el fallo del Tribunal de la Haya, cualquiera sea este. Si es favorable, Chile tendrá que sentarse a dialogar con nuestro país con miras a una salida marítima que contribuya a mejorar el comercio y las relaciones internacionales con los países vecinos. Si no, ratificará la postura chilena de que no tiene nada que negociar con Bolivia. En este segundo caso, tenemos que ser tolerantes para aceptar el fallo con dignidad, sin insultos, sin amenazas de guerras fratricidas que para Bolivia podría significar mayor pérdida de territorio y de sus riquezas naturales.

Es urgente una diplomacia donde predomine el diálogo y la concertación, mientras el Tribunal realice su trabajo. De nada valen en esas instancias, amenazas de presiones ni acciones de esa índole; al contrario, pueden ser totalmente contraproducentes.

El autor es periodista y docente universitario

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Internacional
La única aspiración de Bolivia en la corte es generar un diálogo conducente con Chile. Incluso el caso está rotulado en La Haya como “Obligación de negociar un acceso al Océano Pacífico”, hace conocer La Tercera de Chile.
Internacional
Corea del Norte disparó tres misiles de corto alcance desde su costa este el sábado, dijo el ministro de Defensa de Corea del Sur, aunque se desconocía el propósito de los lanzamientos.

POLÍTICA MARÍTIMA

Omar Qamasa Guzman Boutier

Bolivia casi nunca ha contado con políticas de Estado y menos con una referida a la cuestión del mar. Sin embargo, puede observarse que en esta oportunidad, efectivamente se está diseñando algo que puede llamarse “política de Estado” en este tema. Conviene reflexionar respecto a las causas que imposibilitaron que contáramos con políticas de Estado y que ahora, al menos en relación a la problemática marítima, podamos decir que sí se está construyendo ella.

Cuando hablamos de política de Estado, entre otras, hacemos referencia a la fluidez entre la sociedad y el Estado, en un área o temática específica. Se trata de una correspondencia entre ambas. Visto desde la óptica estatal, es decir de las instituciones, esta correspondencia nos remite a instituciones de mediación estatal eficaces. Si algo caracteriza a los Estados maduros, es precisamente el contar con instituciones estatales de mediaciones desarrolladas. Por otra parte, debe recordarse que hablamos de una correspondencia referida a una temática y no de la correspondencia en todos los órdenes de la vida social, política, económica o cultural. Volviendo, pero, a la correspondencia anotada, digamos que ella es posible porque en la sociedad, previamente, existe una demanda general, universal, nacionalmente hablando. Las pulsiones de esta demanda previa  son las que impactan en el Estado y obligan a éste a elaborar políticas, estrategias, en función a la satisfacción de dicha demanda. En el caso de la problemática marítima, claro está, ello es algo que nadie puede poner en duda.

Sin embargo de ello, es válido también señalar en que el país, incluso esta demanda y la correspondencia entre Estado y sociedad, responde a momentos de (auto)determinación nacional. Esto quiere decir que no en todo momento de nuestra historia, el Estado se ha visto obligado a asumir aquella demanda. En períodos de alta dependencia nacional respecto a los centros políticos y económicos de poder mundial, efectivamente el divorcio entre Estado y sociedad nos muestra un poco atención a la problemática del mar. Estos períodos han sido los mayoritarios en la historia boliviana y corresponden a la lógica más radical del liberalismo, orientado a la subordinación de los intereses nacionales al capital y los centros de poder internacional. Por tanto, cuando una sociedad, como la actual, es capaz de asumir una demanda general al punto tal de obligar a su Estado de diseñar políticas en torno a ella, hablamos de un momento de determinación de lo nacional-popular. La identificación correcta de este momento, sea que lo que, probablemente, explique en gran medida que la abrumadora mayoría de los partidos de oposición se hubieran sumado a la iniciativa gubernamental, en el tema. Únicamente el partido del empresario Samuel Doria Medida, la Unidad Nacional (UN) ha remado en contra-corriente.

Está claro que no siempre, pues, el país ha mostrado su carácter de autodeterminación nacional. En los períodos en los que no lo hizo (que, recordemos siempre, fueron los mayoritarios), efectivamente las tendencias anti-nacionales y para el caso, chilenófilas, tendieron a sepultar toda posibilidad de formulación de una estrategia nacional de recuperación marítima. En realidad siempre existieron chilenófilos en el país. Desde el momento mismo de la conclusión de la guerra del Pacífico, a decir de René Zavaleta Mercado, hubieron dirigentes políticos que ansiaban pertenecer al vencedor de la contienda. El que en la actual, dos parlamentarias del UN no votaran, en la Sesión de Honor del parlamento, a favor de la resolución marítima, sólo nos dice que los pro-chilenos de hoy han encontrado un buen refugio en ese partido.

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MAR

Andrés Gómez Vela

Hay cinco vías para recuperar el mar: la primera, una guerra contra Chile; la segunda, un canje territorial; la tercera, compra de un pedazo de playa; la cuarta, diálogo hasta ablandar a la casta chilena para que devuelva una parte o toda la costa que era boliviana; la quinta, sentencia favorable en un Tribunal Internacional. Vamos por partes.

La guerra es la vía del suma cero. O ganas o quedas peor que antes. Puede costar millones de bolivianos, en vidas y dinero. Además hay tres limitaciones: a) la Constitución (Art. 10.II), que declara a Bolivia pacifista, ergo no puede atacar a Chile, pero sí defenderse, vale decir tendría que esperar un ataque; y si nunca llega, tendría que provocar a los chilenos hasta que disparen la primera bala. Algo más, el Artículo 267.II obliga al Estado usar medios pacíficos para volver al mar. b) la economía boliviana no soportaría una contienda bélica, pese a que ahora hay mucho dinero, acabaríamos pobres. c) La capacidad bélica de las FFAA bolivianas es mínima frente al poderío de las chilenas, que una vez ya advirtieron que ocuparían Bolivia en 45 minutos. Y una cosita más, ¿cuánta mamás estarán dispuestas a mandar a sus hijos a una carnicería en nombre de la Patria?

Es posible un canje territorial, puesto que durante las dictaduras de Banzer y Pinochet, ambos países casi logran un acuerdo. Aquella vez Pinochet quiso acelerar los trámites para desactivar un posible conflicto con Perú y Bolivia y concentrarse en el riesgo de guerra que tenía contra Argentina por el canal Beagle. Si se retomara este camino, el país tendría que ver qué parte de su territorio traspasaría a Chile. ¿Parte de Potosí u Oruro? Si fuera así habría que considerar algunos puntos: ¿Aceptarán los potosinos u orureños ceder parte de su geografía? ¿Se conformarán los chilenos con el territorio canjeado o tendrán sus preferencias? ¿Qué parte cedería Chile? Si fuera al norte, entre Arica y Tacna, hay otro obstáculo, ¿aceptará Perú (el Tratado de 1929 obliga a Santiago a consultar a Lima sobre la sesión de ese territorio a Bolivia)? Si no acepta, ¿estará dispuesto Chile a ceder un espacio geográfico soberano dividiendo su territorio en dos? Muy difícil. Si aceptara Perú (Dios me oiga), Bolivia retornaría al mar.

La compra de territorio a Chile es lo más ideal. Es probable que algún gobierno decida vender a Bolivia un pedazo. Pero otra vez habría que esperar el consentimiento peruano o la decisión chilena de dividir su territorio. Supongamos que dice sí Lima, ¿qué precio pedirá Santiago? Digamos que es barato nomás, surge un obstáculo de sentimiento: ¿qué gobierno o presidente chileno estará dispuesto a ser llamado “vendepatria” (literal) por el resto del tiempo?

Ablandar el corazón de piedra de la casta chilena parece imposible. Ni siquiera el Papa Francisco I podría hacerlo. Hace 134 años tienen la mente petrificada y un NO gigante grabado en la lengua grabada. Su soberbia es más grande que todos los océanos juntos. 

El juicio ante un Tribunal Penal Internacional es la vía que aparentemente eligió el gobierno boliviano. Sin embargo, sus resultados son inciertos en vista de que en 1904 era legítima la tesis de que la guerra otorgaba derechos. Es probable que haya un resultado positivo, si fuera así (Dios me oiga en serio) tendría que revisarse el Tratado de 1904 y otra vez se plantearían las hipótesis anteriores, ¿en qué lugar? ¿Aceptará Chile dividir su territorio? ¿Obligará el Tribunal a Chile devolver toda su costa a Bolivia después de 134 años?

Ante esta realidad, el gobierno boliviano debería barajar una vía más: aceptar un puerto con soberanía compartida. Sin embargo, tiene otra vez una limitación constitucional, el artículo 267.II exige soberanía plena.

Mientras no se elija la vía, sólo queda seguir desfilando e incomodando al gobierno chileno; ojalá que no sea por otros 134 años. Y si usted tiene otra vía más, por favor plantéela.

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