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Al generalmente bien valorado papa Francisco le han llovido críticas luego de unas controvertidas declaraciones en las que se puso sobre el tapete la libertad de expresión, el uso de la violencia y eso de “ofrecer la otra mejilla”; sin embargo, se pasó por alto a la madre del sumo pontífice que había sido utilizada de ejemplo.
“Si el doctor Gasbarri dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo ¡Es normal!”, dijo el papa Francisco refiriéndose a que la libertad de expresión tiene un límite, que se deben respetar las creencias religiosas ajenas y que “no se debe provocar” para no haya respuestas violentas; aunque también agrega que “matar al hombre en nombre de Dios es una aberración”.
Su audiencia quedó descolocada, intentando encajar la contradicción ¿Cómo puede considerarse normal responder con un puñetazo y a la vez condenar la violencia?, ¿y qué de la libertad de expresión, dónde está el límite y quién lo define? Debate acalorado y suculento.
Como si se tratara de una amable señora que de pronto aparece con una bandeja ofreciendo unos refrescos a quienes están en la discusión, que cogen un vaso, sonríen, agradecen y vuelven a centrarse en lo importante, la madre del Papa aparece en escena y se va sin que nadie lo note.
El ejemplo dado por el papa Francisco es visto como, y él mismo lo dice, normal. Defender la dignidad y el honor de la madre es lo correcto, nadie lo discute, no lo pone en duda, por eso este tema pasa por alto y no se va más allá en los análisis posteriores en los medios.
El Papa intentaba explicar con un ejemplo la importancia de las creencias religiosas para las personas, creencias sagradas que deben ser defendidas y puso de ejemplo una reacción “normal” de cierta violencia ante una afrenta hacia un concepto importante. El mejor ejemplo, el más claro y sencillo, que llega a todo el mundo es la madre y su defensa. Es que la madre es también sagrada.
¿Y cuál es la razón por la que una madre es sagrada? Incluida la madre del Papa.
La representación social que se tiene de la madre tiene un valor sublime pero contradictorio y separado de la mujer y de la persona. El Papa no podía haber utilizado como ejemplo a una mujer cualquiera, como persona, no podía haber dicho sólo “mujer” o sólo “persona” en lugar de madre porque no tendría impacto ni sentido, así como no podría haber utilizado de ejemplo la palabra “prostituta” porque es todo lo contrario de una madre.
En el patriarcado a la mujer se la valora en tanto sea madre. En el imaginario social machista a la mujer soltera se la ha de conquistar, cazar, tener, someter y preñar; a la esposa se la puede castigar si no es obediente o se la puede inclusive golpear y matar por cualquier motivo o sin él; sin embargo, a la madre no se toca.
La madre es la que da vida, es la madre tierra, es la que protege y abraza, es la madre iglesia, la que dirige el hogar. La madre no es la mujer, la mujer es la que si no es madre resulta dudosa, puede volverse libertina, puta. Es que la mujer es la sensualidad, está sexualizada, es lo carnal y la que despierta la libido, lo contrario a la madre.
La mujer está hecha para procrear, si no tiene hijos es incompleta, es constantemente cuestionada y empujada a la maternidad. Hay mujeres infértiles que son desgraciadas por influencia del entorno social. Hay quien para ser madre renuncia a ser mujer, en un sentido que va más allá del tiempo para sí o para realizarse profesionalmente, en un sentido de cómo se ve a sí misma.
El hombre en cambio está hecho para alimentar a la madre y a los hijos, para sostener y dirigir, es él el que manda y el que está en el espacio público. Es el defensor de lo sagrado, es quien agrede a la mujer y a la vez defiende y venera a la madre.
Mientras en el imaginario social del patriarcado la mujer se debate entre ser mujer o madre y no llega representar a las personas, el hombre representa a la mujer y a la humanidad en su conjunto.
El hombre puede ser Papa y defiende a su madre con un golpe de puño, de ser necesario lo haría con violencia y así genera contradicciones en su discurso anti violencia. Esa madre y cualquier otra no pueden ser Mama, ni pensarlo, eso, en la sociedad y al interior de la Iglesia Católica, está claro.
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