Opinion

EL VOTO LLEGA CON SANGRE
Textura violeta
Drina Ergueta
Miércoles, 8 Octubre, 2014 - 21:44

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A la hora de ir a votar este domingo hay que recordar que en los últimos cinco años han muerto, oficialmente, al menos 500 mujeres por ser mujeres. No sonrían los opositores al actual gobierno, que ven cómo sacarle rédito al dato, las muertas siempre han estado en todas las administraciones, sin tomar en cuenta el color político.

Ir a votar para gran parte de la población es algo normal en la vida, una fiesta de la democracia, se dice.  A lo mucho, se valora el “recuperar” la democracia de las dictaduras, que también costó sangre. Pero no siempre ha sido así, esa participación pública en la vida política, no lo ha sido al menos para la mitad de la población: las mujeres.

Conseguir que la mujer tenga derecho al voto y a ser electa ha sido una lucha de siglos. En el planeta no son ni 100 años desde que a la mujer se le permite votar y en Bolivia desde hace algo más de 60. Con la sangre de hombres y mujeres se logró, luego de la Revolución de 1952, el sufragio universal boliviano que le daba derecho al voto a la mujer y también al indígena campesino. Para algunos, cuenta sólo lo de ser indígena campesino.

El voto masculino es resultado de las revoluciones burguesas, tanto la Francesa como la Inglesa, también el proceso en Norte Americana, donde las mujeres fueron activas participantes y allí exigieron su derecho al voto, entre otras demandas,  pero fueron excluidas. En 1793, en Francia, sus principales voces fueron calladas, organizaciones femeninas destruidas y Olimpia de Gouges guillotinada.

Más tarde, en 1913, en Inglaterra, Emily Wilding fue arrollada por el caballo del rey cuando ella intentaba hacerse oír para reclamar el voto para las mujeres. Eran los años del movimiento sufragista femenino europeo, eran las feministas consideradas locas de entonces y por esa época, nuestra Adela Zamudio, muy al día y desde Cochabamba, decía “Una mujer superior, en elecciones no vota, y vota el pillo peor (permitidme que me asombre). Con tal que aprenda a firmar, puede votar un idiota ¡Porque es hombre!”. 

El haber logrado el derecho al voto para las mujeres es parte del proceso de conquista de espacios y de derechos y aún falta mucho. Parte de la solución, se dijo, es que las mujeres ocupen, por lo menos, una representación que equivalga a la población femenina, un 50 por ciento.

Algunos datos globales de este año elaborados por ONU Mujeres: el promedio mundial de mujeres parlamentarias alcanza al 21,8%, tomando en cuenta las dos cámaras combinadas, y sólo 11 países cuentan con una participación femenina superior al 40% en la Cámara Baja. Entre 152 países sólo se registran 9 presidentas y entre 193 países se tiene 15 mujeres como primeras ministras.

Con estos datos, Bolivia se encuentra entre los países mejor posicionados en paridad de género,  pero ésta es una representación nominal, figurativa y no real porque los que mandan siguen siendo hombres. Hay parlamentarias florero y hay concejalas municipales asesinadas o amedrentadas.

En América Latina, hay que juntar al continente para llegar a una cifra de dos números, ha habido contadas mujeres presidentas, suman 10. Isabel Martínez de Perón se convirtió en la primera presidenta mujer en el mundo en 1974. Detrás de ella siguieron Lidia Gueiler en Bolivia, Violeta Chamarro en Nicaragua, Janet Rosemberg en Guyana, Rosalía Arteaga por tres días en Ecuador y Mireya Moscoso en Panamá. Es en este siglo que cuatro de ellas llegaron a la presidencia a la vez, Dilma Rouseff en Brasil, Cristina Fernández en Argentina, Michelle Bachelet en Chile y Laura Chinchilla en Costa Rica.

¡Uy, cuántas mujeres! Nada, en este tiempo en sólo en Bolivia hubo casi 70 presidentes varones, frente a una mujer. Sumar los presidentes hombres que hubo en toda Latinoamérica da hasta flojera.

En las actuales elecciones no hay ninguna mujer candidata a la Presidencia; sí hay tres vicepresidenciables mujeres, que están a la sombra de los que compiten y aparecen en todas las fotos en primer plano.

¿Qué tiene que ver los feminicidios con el hecho de votar? Hay que pararse a pensar un poco, ¿qué puede ser peor que la muerte? La muerte por feminicidio es la violencia máxima que sufren las mujeres desde el machismo y ocurre una vez cada tres días en Bolivia.

Es allí, en los datos de feminicio y violencia machista, donde se valorará si hay cambios reales a favor de la igualdad entre géneros y, por lo que se hace, parece que ahora mismo a nadie le importa. Le debería importar a quien se postula a gobernante y también a quien emite el voto, ese voto que ha costado sangre y por el que debería de dejar de haber muertas.