Opinion

EL HASTÍO DE LO REPUGNANTE
Textura violeta
Drina Ergueta
Viernes, 6 Febrero, 2015 - 16:27

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Hay gente que da asco. No es posible definirlo de otra manera, es gente que genera un desprecio tal, que provoca tanta náusea y tanto enojo por sus acciones primarias, crueles e insensibles. Crean situaciones repugnantes y dolorosas y que, pese a ello, suman y siguen sucediendo y son tantas que hastían. Entonces parece que quieren vencer por cansancio.

Sí, estoy hablando de Gabriel Parada Castro, concejal de Cobija, de sus secuaces de parranda y de delito filmado y wasapeo. Qué asco dan y seguro que millones de mujeres y hombres también los ven así, repugnantes; sin embargo, parece que no a todos les provoca igual repulsión ellos y lo que hacen ¿Por qué?

Es gente ignorante, sin estudios, por eso hacen lo que hacen, dirán algunos. Casualmente, hace poco se publicó un estudio, de esos que elaboran los gringos, donde 86 universitarios estadounidenses respondieron y revelaron que un tercio de ellos obligaría a una mujer a tener relaciones sexuales en una “situación que no trajera consecuencias”, situación que no reconocen como violación.

Parada Castro, un dirigente mototaxista hecho Concejal Municipal por el partido de gobierno, en realidad no se diferencia mucho de otros que nacieron en mejor posición social y que tienen las mismas reacciones y acciones frente a una mujer indefensa, salvo que puede que cuiden más de no hacerlo público.

Se ha informado que al menos otros 178 hombres cometieron violaciones y abusos sexuales este año en Bolivia. Al menos otros 400 cometieron delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes el año pasado. Además están los que asesinaron a 54 mujeres en 2014 y los otros que este año también cegaron vidas femeninas, siendo la última víctima la candidata a concejala Toribia Cruz que habría muerto a manos de su pareja. 

En general, en las legislaciones del mundo occidental, la violación es sancionada y se considera tal si el acto sexual se produce a la fuerza, estando la mujer inconsciente o si está amenazada de alguna manera. Es diversa la consideración estricta de cuándo es violación y cuándo es agresión sexual o abuso deshonesto, entre otras variantes donde también interviene la edad de la víctima. Para una mujer que lo sufre, seguramente está muy claro.

Al ser delito, las violaciones se hacen a escondidas. Las violaciones se hacen públicas cuando se trata de castigo a otros, a “los dueños” de los cuerpos de esas mujeres, es el caso de las guerras donde no se busca sólo violar y saciarse, sino principalmente humillar y mancillar al enemigo en los cuerpos de sus mujeres, madres, hijas y hermanas. Mujeres botines de guerra.

El machismo coloca a la mujer como una propiedad, como una mercancía de cambio, como un bien a cuidar, como un terreno a arrebatar y como un lugar a ensuciar con la finalidad de dañar al propietario. Muchas veces el varón ofendido vela más por su honor que por el estado de salud física y psicológica de la víctima.

Ocurren violaciones “aleccionadoras” que se dan a conocer porque los perpetradores consideran que son ejemplo para un entorno determinado, como puede ocurrir a mujeres que no se quedan “en el sitio que les corresponde” o a personas lesbianas o gays.

Una mujer soltera o sola tiene ese riesgo. La calle es un peligro. La noche está prohibida. Ella es considerada, además, una invitación para un violador. Una mujer casada no entra en la categoría de víctima si el perpetrador es el marido.

La violación tiene tantos años como la historia y generalmente quien la comete asegura tener una justificación: se castiga al enemigo, se enseña a la mujer no se porta bien, la niña quería iniciarse, se le hace un favor a la lesbiana, la soltera se lo ha buscado por coqueta, el marido ejerció su derecho…

La sociedad machista naturaliza la violación y muchos violadores o violadores en potencia, como los universitarios del estudio, se lo creen, tanto que cuando los detienen y los acusan es posible que piensen que no hicieron nada malo, como es aprovecharse de una mujer borracha o drogada.

Quien muestra o hace gala de una violación es que la considera un trofeo, una hazaña que, además, refuerza su situación de poder, su hombría. Es alguien que se siente poderoso, fuera de la ley, y entonces quiere que se sepa. Lo publica por watsap.

Gabriel Parada Castro, junto a sus compañeros, se creyó poderoso y ahora está detenido.

Da asco lo que hizo, con el agravante de la indefensión de la víctima que quedará herida para siempre, y da más repulsión porque es representante de un gremio de trabajadores, porque es un servidor público, se debe a quienes le han votado, y representa al partido político poderoso del gobierno. A todos ellos ha ensuciado y todos ahora deben ver cómo hacer para limpiarse.

El padre Lluís Espinal i Camps, que esta semana habría cumplido años, escribió algo que se puede aplicar frente al hastío de lo asqueroso: “Tenemos el vicio de acostumbrarnos a todo, ya no nos indignan las villas miseria, ni la esclavitud de los siringueros, ni los millones de muertos de hambre…  sobre todo, que no nos acostumbremos a ver las injusticias, sin que se nos encienda la ira y la actuación”.

@DrinaErgueta