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Esta semana dictaron 30 años de prisión para un hombre que mató a golpes a su pareja y hay, al menos, otro detenido a la espera de sentencia por el asesinato de su novia, éste utilizó un cuchillo. Ellas muertas y ellos presos ¿es un buen final para esas historias de amor?
Hablo sólo de historias de pareja que acaban en tragedia, generalmente ella muerta y a veces él suicidado, otras preso y muchas sin castigo o fugado. No me refiero a las asesinadas en otras circunstancias, también feminicidios, como puede ser el rapto, uso y desecho de una mujer por parte de pandillas, mafias o en situaciones de conflicto, entre muchas variantes en que mueren las mujeres sólo por ser mujeres.
Este trimestre en Bolivia hubo 24 casos de mujeres asesinadas, en la mayoría su actual o ex pareja es el “presunto” asesino. Generalmente las noticias señalan que él lo hizo por celos y de esa manera los medios justifican ese delito. Las cifras de feminicidios aparecen en todas partes del mundo, en España en la última semana hubo seis casos y algunos con suicidio o intento de suicidio de parte del asesino.
“Matar y luego suicidarse es un acto extremo de amor”, escuché decir esta semana al principal protagonista de una serie de televisión de moda, de esas de asesinos en serie y expertos en analizar las mentes que van a detener a los malos. El protagonista se refería al contexto de un amor romántico idealizado por un enfermo mental que mataba gente. El riesgo está en que esa frase puede quedarse grabada en la multitudinaria audiencia, que su interpretación sea literal y que se asuma como verdadera, ya que no hay una explicación clara de ella posteriormente.
Se llama romántico no por el hecho de amar, que está bien, sino porque forma parte de una tendencia cultural llamada romanticismo, cuyos elementos principales son el amor y la muerte. Esta tendencia se plasmó principalmente en la literatura y la poesía, donde el fin último es el amor, donde quien ama sufre por alguien inalcanzable y ese amor doliente es idealizado, así como también la muerte. Eso se lee bonito en la poesía, pero en la vida hace daño.
“Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida”, le dice Tránsito Ariza a su enamoradísimo hijo Florentino en el “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez. Este autor tan querido no forma parte del romanticismo, ni por época ni por tendencia, pero en sus escritos y esta frase en concreto tiene esa connotación. Y es que frases como esta nos calan profundamente, las disfrutamos, nos las creemos y, sin embargo, nos dañan porque nos enseñan una manera en que se debe amar que no es la ideal, porque no es sana.
A este ideal de amor, se suma otro elemento y es que desde todos los flancos llegan mensajes que se transforman en enseñanzas en sentido de que el hombre es el que manda, que es mejor, que debe ser obedecido y que puede y debe castigar. Esta enseñanza nos llega principalmente desde la religión y desde gran parte de las iglesias.
“Estarás bajo el poder de tu marido y él te dominará” (Génesis, capítulo III); “más vale un hombre vicioso que una mujer virtuosa” (Eclesiastés); “los hombres son superiores que las mujeres por las cualidades con las que Dios les ha creado… reprenderéis a aquellas de las que temáis desobediencia… les pegaréis…” (Corán, capítulo IV. 38), ejemplos recopilados por la escritora y pensadora Flora Tristán.
Todos estos textos han sido escritos por hombres, santificados por hombres, distribuidos y predicados por hombres. Los hombres, claro está, se lo creen y las mujeres también. Bolivia es un país con una población muy religiosa (78% católicos y 19% protestantes), entonces este tipo de mensajes han sido escuchados, integrados en los valores y no siempre son rechazados.
Los mensajes machistas también llegan a través de innumerables vías, como las canciones, un ejemplo es el tema “Ingrata” de Café Tacuba que al terminar dice: “Ingrata, aunque quieras tú dejarme… por eso ahora tendré que obsequiarte un par de balazos pa’ que te duela…”. Tal vez este grupo sólo quería reflejar una realidad existente en México; sin embargo, al no explicitar una crítica a esa realidad en su tema, lo que hace es banalizar algo terrible y además normalizarlo.
El contenido de violencia machista en telenovelas y películas es también impresionante y van sembrando valores y representaciones mentales en la audiencia y en las sociedades.
Gracias a la lucha y trabajo de las mujeres hay conceptos que han cambiado y que se transforman en derechos y en leyes que protegen y sancionan. Pero estas leyes llegaron antes que un cambio de mentalidad social y es necesario trabajar en ello, en hacer frente a todos esos mensajes y “verdades” machistas dañinas.
El amor no puede ser sufrimiento, sino lo contrario, y debe ser un compartir. Así como la relación hombre-mujer debe ser en igualdad de condiciones, de derechos, responsabilidades y oportunidades. La muerte no puede ser una opción para un final del amor.
El hombre posiblemente amante dolido y doliente, seguramente creído de que debe ser obedecido y de que su honor no puede ser mancillado, de que debe ser vengado, acostumbrado a controlar y castigar y seguro de que puede hacerlo porque no tendrá sanción social (muchos de los feminicidas están convencidos de que no hacían nada malo) acaba preso, suicidado o fugado. Por supuesto que no es un buen final.
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