Soberanía Alimentaria

FERIAS CAMPESINAS, CORDÓN UMBILICAL DE LA CIUDAD

Katherine Fernández

Las ferias campesinas que se instalan en las ciudades una vez por semana o quincena,  traen consigo una porción importante de naturaleza, de tierra, agua y aire en cada verdura, flor,  fruta y planta medicinal, en sus yerbas aromáticas y hasta en las canastas de huevos criollos manchaditos y quesos envueltos en paja. Todos sus olores y vestigios de campo que deberían recordarnos cómo se produce la comida, son despreciados y aborrecidos por la modernidad que insiste en la envoltura de plástico impermeable al recuerdo de su origen.

En los lugares donde no existen ferias campesinas, la gente acude a tiendas y supermercados, donde no solo los precios son más elevados, sino que la venta se hace en envases de plastoformo, cajas de cartón o fundidos de plástico y los tomates o las berenjenas son seleccionadas en tamaño uniforme y perfecto como si fueran fabricados en serie. No expresan la variedad de formas, lunares y degradación natural del color que cada verdura tiene, tampoco traen hojas ni tallos, las frutas no parecen  producidas por un árbol o arbusto y los choclos parecen sonrisas sin cara.

La exigencia urbana por convertir la naturaleza en clasificaciones brillosas y militarmente enfiladas, rompe con la armonía y espontaneidad que tenían al momento de la cosecha. Si no existieran las ferias campesinas donde las agricultoras traen sus productos tal y como la tierra se las ha entregado, en la ciudad no sentiríamos ni un poco de naturaleza y mientras menos la sentimos, menos valoramos el esfuerzo de la familia agricultora, lo que nos convierte cada vez más en fríos negociantes de la comida incapaces de recordar que es el fruto de la tierra y la faena madrugadora de personas que agotan sus fuerzas según su edad, integrados en las tareas y roles que se tejen entre distintas generaciones presentes al mismo tiempo,  agachados al surco o suspendidos al árbol, madres, padres, niños, abuelos y bisabuelos.

Si una feria se instala en las afueras de la ciudad, incluso tiene ovejas y llamas para que los niños se saquen foto y burritas amamantando a su cría para ofrecer ambrosías.

Cuando la feria termina y se retiran todos, solo queda el frío asfalto sin vida, completamente incapaz de albergar las semillas y brotes que cayeron de los alimentos y que se convierten tristemente en restos de basura, cuando en el campo son alimento para las gallinas y las vacas.

Si restableciéramos las relaciones entre las personas, más allá de la transacción, podríamos convertir las ferias de campesinos en intercambios de sentires y significados. Nos enriqueceríamos más con el diálogo fraterno que con el regateo del precio. Preguntarnos mutuamente cómo nos fue esta temporada en la cosecha o esta semana en la oficina y aproximarnos a conocer las necesidades más allá de lo obvio, es naturalizar un poco la ciudad para dejar de desconectarla del campo donde está la tierra que siempre será nuestro vientre, fuente de vida y lecho final.

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SOBERANÍA COMUNICACIONAL, INFORMARSE Y OPINAR

Katherine Fernández

Ya tenemos comprendido que la opinión pública es una institución social que ha costado sangre, todavía hay personas que recuerdan que opinar era suicidarse hace pocas décadas en los gobiernos dictatoriales. ¿Cómo podemos dejar entonces que retornen esos tiempos?

En La Paz se ha generado un movimiento de oyentes en defensa de su derecho a informarse y opinar, ocasionado por la decisión de la periodista Amalia Pando de retirarse de la radio FM 100.9 ERBOL, ante las presiones del gobierno nacional ya esclarecidas como tales en la conversación del  último programa En Directode hoy jueves 27 de agosto, realizada por ella a Andrés Gómez, ex Director de la emisora.

La carta de renuncia presentada por Amalia no fue solamente un anuncio de retirada, pues con o sin intención, fue un detonante que movilizó a la ciudadanía porque una vez más la esencia de la democracia está siendo vulnerada. Por supuesto no es noticia que el periodismo recibe permanentespresiones, persecución, acoso, amenazas y muerte por decir las cosas que pasan. Uno de los principales miedos del poder es a los medios de comunicación, por lo tanto acallarlos se ha convertido en una de sus tareas diarias, no solamente en nuestro país.

Desde que se han creado los derechos humanos, luego de la Segunda Guerra Mundial, hemos aprendido a convertir cualidades de la vida que deberían vivirse de manera natural, en derechos para poder elaborar leyes que garanticen su ejercicio: derecho a la alimentación, a la justicia, a la vivienda, a la salud, a la información, etc. Y a pesar de que hemos aprendido a categorizarlos como tales, poco hemos podido ejercerlos, más bien la situación nos obliga a dedicar el tiempo a defenderlos.

La movilización oyente significó para ERBOL también el reconocimiento de su trabajo de estos últimos años que, además ha sido coronado con el mayor trofeo que un medio de comunicación pueda soñar, los aportes económicos voluntarios dejados día a día en la misma emisora y en la cuenta bancaria, que son consistentemente una respuesta directa al poder central.

Sin embargo con gran sorpresa recibimos todos del Directorio Nacional de ERBOL, la carta de agradecimientoy aceptación de la renuncia de Amalia. Después del curso de los recientes acontecimientos: la marcha de los oyentes, las pancartas, las llamadas, las visitas emotivas a la emisora, los debates en otras radios y canales de televisión, los titulares, la explosión de las redes sociales; pues se esperaba una respuesta política que, por supuesto, no iba a dirigirse solamente a la periodista, sino inevitablemente portaría un mensaje al movimiento oyente. Qué ocurrió con el Directorio, no sabemos exactamente, pero ese agradecimiento no era la respuesta esperada, por eso continuamos a la expectativa de una manifestación más clara y una lectura más aguda de los hechos. Pareciera que ellos están atados de pies, manos, boca y oídos. Si es así, es que no están solamente recibiendo presiones y negativa de publicidad de parte del poder, sino algo más grave y preocupante.

La salida de Amalia Pando de ERBOL es un hecho portador de una derrota para la movilización de los oyentes que conformaron una trinchera pacífica de defensa de su derecho comunicacional. Solo nos queda esperardos cosas, primero que los oyentes no se desmovilicen y segundo que el Directorio de ERBOL se manifieste frente al rechazo generalizado que está expresando la gente a esa carta de agradecimiento con buenos deseos dirigida a la periodista.

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CIUDAD DE LA PAZ, MODERNA Y VALIENTEMENTE RURAL

Katherine Fernández

Si ahora resulta que la tendencia moderna es comer sano y aprender a producir alimentos, La Paz se engalana en su día por tener todavía grandes maestros.

El 16 de julio se conmemora la independencia, la soberanía y la libertad alcanzadas para nuestra ínclita La Paz. Por eso es también un día para preguntarnos cuán libres y soberanos somos en los asuntos esenciales que hacen a la vida, a la tierra y al cuerpo.

La Paz es una ciudad rodeada de agricultura, con comunidades que cultivan alimentos bajo sistemas patrimoniales, es decir, con rotación de cultivos, descanso de la tierra, abono de ovejas y vacas, en policultivos complementarios con una plataforma de faena que expresa la integralidad de las energías, el conocimiento heredado, los aprendizajes y roles generacionales que la ciencia agrícola reciente reconoce como toda una institución alimentaria bajo el nombre de agricultura familiar, pero que se puede complementar como agricultura familiar comunitaria por el método del ayni y los turnos de beneficio colectivo de la tierra, en los que una familia no es una unidad separada individual, sino una hebra del tejido comunal articulado a la producción.

La papa es el principal cultivo, seguido de la aba, luego tenemos una amplia variedad de verduras, avena para el ganado, cebada, maíz, plantas medicinales, ciruelo, damasco, pera, tuna, manzana, tumbo, guindas y flores cada vez más diversas en algunas zonas que reciben por ahora, el espectacular derretimiento de los nevados debido al calentamiento global.

A pesar de nuestros sueños de libertad, las formas colonizantes siempre vuelven. En el caso de la producción agropecuaria se refleja en la introducción de los agroquímicos que llegaron a considerarse modernos y avanzados. Pero a medida que el daño que ocasionan ha sido asimilado por las mismas familias agricultoras, utilizarlos hoy está estigmatizado como negativo. Si todavía hay quienes los compran, no los utilizan en sus áreas de cultivo para el autoabastecimiento, sus productos son cuestionados en las ferias, en la capacitación agrotécnica, en los ampliados campesinos, además reciben una fuerte presión de sus propios vecinos por contaminación del agua, el aire y la muerte progresiva de los animales. El uso de agroquímicos se entiende cada vez más como un factor de destrucción en el círculo de la reproducción anual, por eso las plagas, los hongos, otras enfermedades, así como la disminución de la fertilidad de la tierra se están tratando con preparados y procedimientos orgánicos caseros. La presión en contra de los agroquímicos crece, unida al rechazo del resto de la población, de esta forma las gestas descolonizadoras y libertarias son permanentes pero tristemente no son suficientes.

Si las familias agricultoras de la ciudad de La Paz, son capaces de reivindicar el sistema productivo que construye su vida misma y constituye los cimientos de todo un municipio paceño, otorgarles espacios apropiados en la urbe, trascendentes de la producción a la venta, es lograr la otra liberación pendiente, en un intercambio cotidiano de alimentos sanos por dignidad.

Poco a poco estamos logrando entender que someter a nuestros cuerpos al consumo de industria aditiva es retroceder a la esclavitud y no tener nada que celebrar en las fechas independentistas. La gastronomía que simboliza los festejos desde la oficina presidencial hasta las escuelas de barrio, tiene que ser orgánica si pretendemos representar soberanía a través de ella.

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LA POLÍTICA ALIMENTARIA OLVIDÓ A LOS ÁRBOLES

Katherine Fernández

La humanidad ha buscado siempre la manera de tener alimentos más allá de lo que la naturaleza ofrece espontáneamente. En el neolítico  surgió la agricultura como una actividad que empezaba a complejizar la gestión alimentaria, entre otras cosas, para diversificar tanto las fuentes como los productos y en respuesta a amenazas naturales que obligaban a almacenar ya sea para viajes largos, robos, invierno, etc. Durante 4 mil años la agricultura se desenvolvió sin desequilibrar la naturaleza, tanto que si una unidad de cultivo era abandonada, no se perdía el suelo ni su capacidad productiva, otros podían llegar y retormarla.

Las actividades que antecedieron a la agricultura son la caza, la pesca y la recolección. Todavía lo hacemos, pero en el discurso mundial pareciera que solamente la agricultura es la fuente de alimentos y permitimos que el debate del hambre o la desnutrición se concentre en el aumento poblacional como causa, es decir, como somos más no alcanza la comida, cuando en realidad el problema es la pérdida del conocimiento alimentario que llegó a ser todo un patrimonio cultural de la humanidad y que ahora está erosionando al mismo ritmo que la tierra fértil, ambos gracias a la agroindustria y el monocultivo.

Por ejemplo, la Amazonía boliviana significa el 70% de su territorio, con sus respectivas sociedades amazónicas que tienen todavía una gran silvicultura, que por supuesto incluye una gestión alimentaria integral a partir de los árboles. Los cálculos que existen sobre la cantidad de árboles alimentarios hasta ahora son solo aproximados, o sea que hay especies no catalogadas. Entre los árboles más citados están el asaí, majo, almendrillo, castaña, cusi, chonta, motacú, sinini, palmas, chirimoya silvestre, copaiba, palmeras y chocolate. Todos estos dan frutos ricos en nutrición, vitaminas, minerales y energía, pero son apenas una mínima muestra de lo que ofrece la selva. Esta visión amplia no se encuentra plasmada en las políticas de los países amazónicos, no ocupa ni el 5% de la proyección, presupuesto, protección, investigación, legislación, recuperación, preservación, defensa o aprovechamiento para beneficio nacional.

Lo mismo sucede en los bosques subtropicales de zonas montañosas donde hay cítricos, piña, durazno, papaya, plátano, palta, níspero, lugmas, lugmillos, quinoto, mango, cereza, frambuesa más la variedad de moras y trepadoras como el tumbo y la frutilla, que dan mejor fruto en correlación vital con los árboles. En los valles de cabecera baja y llanura hay uva, pera, ciruelo, manzana, pacay, peramota, damasco y el festín continúa hartando nuestras proyecciones alimentarias por otros cuatro mil años mientras exista cada árbol o se repongan las plantaciones perdidas hasta ahora en las distintas formas de colonización territorial con construcciones urbanizantes y aquella específica agricultura que se volvió impertinente tumba bosque.

Un solo árbol puede producir anualmente entre 400 y 1000 unidades alimenticias, por ejemplo la naranja llegó a reportar 173.983 toneladas métricas el año 2012 y el plátano 168.000. Actualmente la castaña es el producto estrella de la selva amazónica boliviana y ha registrado una producción de 24.000  toneladas en 2013, de las cuales el 99% está destinada a la exportación.

Estudios de la FAO indican que los bosques podrían rescatar a la humanidad del hambre, además de los ya conocidos servicios ambientales de los árboles, como regular el curso de los ríos, canalizar agua con sus raíces, producir lluvias y armonizar los vientos para enviar humedad a otras regiones, además de ser hogar para muchas especies de animales.  No es posible que semejante gestor natural de fuentes de vida no tenga políticas suficientes. En la planificación del manejo forestal solamente se registra el aprovechamiento comercial de la madera, lo que tenga que ver con la comida está determinado por precios internacionales que a su vez, originan manejos indiscriminados, tráfico, avasallamientos, explotación laboral, etc. En este sentido la castaña puede dar muchos ejemplos, pero principalmente ha cobrado importancia solo por la elevada cotización internacional, no por planificación gubernamental de toda la cadena productiva y de comercialización.

Por su parte, la ley 337 de enero de 2013, que lleva por título Apoyo a la Producción de Alimentos y Restitución de Bosques, otorga un perdón a los agroindustriales soyeros y ganaderos del oriente boliviano, sobre las multas que acumularon durante 15 años por quema ilegal de bosque amazónico para ampliar frontera agrícola, a cambio de que siembren alimentos, pero al mismo tiempo para sembrarlos, ellos tienen el permiso de seguir tumbando y desboscando. Hasta el momento no se les fiscaliza la restitución de bosque,  ni tampoco se informa al país qué cantidad y sobre todo diversidad han producido dirigida a solucionar la falta de alimentos.

Por otro lado, como en todo el mundo, si bien la parte desgarradora de la agricultura en Bolivia es la agroindustria, también lo es la colonización de zonas de bosque tropical como el Chapare donde un importante sector de campesinos  ha instalado su cultura agraria sin mala intención, pero con resultados lamentables en deforestación. Para enmendar esto que ahora sabemos ha sido un error histórico, es fundamental que el campesinado incursione en la plantación de árboles para revertir el daño al bosque en su integralidad, así como al patrimonio alimentario de recolección natural.

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SEÑOR PRESIDENTE, YO LE GARANTIZO ALIMENTOS ORGÁNICOS

Katherine Fernández

22 de abril de 2015 Día Internacional de la Madre Tierra

El Presidente Evo Morales lanzó una condicionante: “Por ley debo aprobar cero de transgénicos y cero de productos convencionales, ningún problema, usted garantíceme. Si me garantiza productos orgánicos para el pueblo, eliminamos".

Señor Presidente, la respuesta está en la producción nacional de alimentos a través del cultivo de la tierra, de la crianza de animales y de la recolección en la selva amazónica a cargo de familias campesinas e indígenas, como ha sido siempre antes de la mercantilización de la biotecnología. Al ser usted nacido en el altiplano boliviano conoce la producción de esa región, pero además al ser migrante hacia el trópico del Chapare, también ha vivido rodeado de selva próspera en alimentación, por lo tanto conoce por vivencia directa una parte de la diversidad alimentaria de origen que ofrece nuestro país.

Ahora con respecto a la proporción del volumen de producción agropecuaria boliviana, el año 2013 el Instituto Nacional de Estadística registró 4.812.045.33 toneladas de alimentos, este dato excluye soya y girasol, si se toma en cuenta que somos 10.027.254 de habitantes en Bolivia y que la cantidad mínima requerida para cada persona por día es de 1320 gramos, la producción nacional registrada no solamente abastece, sino que a este dato debemos adicionar la producción no registrada entre la diversidad de frutas, verduras, tubérculos en cada región, los cereales andinos, la carne de pescado, los lácteos y otros productos. No necesitamos semillas transgénicas para un solo cultivo, cuando tenemos diversidad, tierra fértil y la respectiva tecnología ancestral para producir alimentos sin desequilibrar la naturaleza.

Usted y su familia han experimentado en carne propia Señor Presidente, el sufrimiento campesino que es el mismo en todo el mundo, amenazado por la agroindustria con paquetes tecnológicos  que sustituyen y expulsan del campo el trabajo originario tradicional, matan la naturaleza, eliminan la fertilidad de la tierra y destruyen el tejido socioambiental, conformado por núcleos familiares armónicos con la tierra.  En nuestro país, a medida que las crisis económicas y políticas han ido destruyendo este tejido, se han generado gremios depredadores que se enfrentan entre sí desde el contrabando, la pugna por pequeños espacios urbanos de economía informal y el loteamiento inescrupuloso para forzar espacios de hábitat mercantilizado. 

Una de las esperanzas del proceso de cambio era la recuperación de la dignidad nacional reconfigurando el país para desconcentrar las ciudades y fortalecer la ocupación de nuestro propio territorio, para evitar que los extranjeros sigan usurpando con nuestras leyes en su mano, tanto la tierra como el alimento. La titularización rural con apellidos indígenas no es suficiente para proteger la tierra. Cada facilidad que se conceda a los agroindustriales orientales de la soya, el algodón o el ganado es un factor de desterritorialización para nosotros, porque ellos no necesitan ser dueños de los espacios en los que siembran monocultivos, ellos pueden arrendar tierras  mientras los precios internacionales les sean convenientes y cuando el ciclo económico de la soya termine, ellos cambiarán de rubro protegiendo su capital y las millones de hectáreas explotadas por la transgenia y el glifosato quedarán secas, devastadas y la recuperación de su vigor natural será imposible o tardará varias generaciones.

La cumbre agropecuaria que se celebró este 2015 en Santa Cruz, reflejó la división que existe entre agroindustriales y productores originarios campesinos e indígenas, repetidamente denominados como los grandes y los pequeños, por el Vicepresidente Álvaro García Linera. Los primeros piden más transgénicos y los segundos afines al gobierno, dicen estar en contra. Pero eh aquí que si la ley boliviana restringe los transgénicos, es porque se basa en fundamentos suficientes que indican que son malos, negativos y que han ocasionado daños, por lo tanto hay que cumplir la ley con “cero transgénicos” y comer de nuestra producción orgánica suficiente, otorgando todas las facilidades para nuestros productores.

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"¿AQUÍ ES PROHIBIDO VENDER PA COMER?"

Katherine Fernández

“¿Aquí es prohibido vender pa comer?”
Célebre interpelación de la legendaria India María
al policía que la desalojaba de la moderna avenida.

Por más moderna que sea una ciudad, siempre hay por alguna esquina un puesto furtivo de frutas, verduras, choclos, papas o plantas medicinales. En La Paz, a pesar de las grandes  ferias permanentes, siempre llegan tímidas mujeres agricultoras a vender su cosecha, son muy pocas las que no traen un bebé en la espalda y otro entremezclado con las naranjas mirándonos como si también estuviera a la venta, silenciosas y alertas, como seres delictivos listas para escapar de la guardia municipal o de las vendedoras intermediarias que más parecen las jefas de la guardia, la policía y la oficina de licencias de comercio en vía pública.

Las comunidades rurales feminizadas, en gran medida, producen invaluable riqueza de alimentos que venden en su mayoría a las intermediarias que tienen un puesto fijo, ganado y sacramentado en los mercados municipales, en los tambos o en las calles donde las ferias se han ido consolidando a través de los años y ahora son serpentosas instituciones monopólicas.  La feria más grande es la de San Pedro, donde los sábados hay por lo menos 18 cuadras llenas de una oferta tan colorida que es muy visitada por el turismo europeo, entre ellas la Rodríguez, la más famosa.

En la Rodríguez se produce un fenómeno de profunda injusticia: cada fin de semana a las 3 de la mañana llegan productoras de comunidades que no tienen espacio en ningún mercado de la ciudad y se sientan a vender hasta que amanece, que es cuando llegan las propietarias de los puestos (o sea las vendedoras intermediarias) a quitarles sus productos o regatear el precio a fuerza de guardias ofreciendo lo más bajo posible. La tensión dura aproximadamente una hora y quien sale ganando es la intermediaria que se queda con la producción de la agricultora que elige rematar a precio bajo para no tener que volver a su comunidad con la pesada carga. El único lapso de tiempo que vale la pena está antes del amanecer cuando llegan mayoristas de otros pequeños mercados alejados o itinerantes de diferentes barrios, así como de pensiones, restaurantes y hoteles. Aún así, la venta es clandestina como si se tratara de algún tráfico ilegal y no de alimentos cultivados por familias, donde hasta los niños participan aprendiendo desde pequeñitos la ciencia del cultivo que luego de la cosecha plena de triunfo, se traspasa a un ciclo de proscripción cuando acompañan a sus madres a la ciudad y las ven perseguidas, aplastadas y echadas a empujones por el monopolio citadino del comercio indolente.

Lo paradójico es que la ciudad de La Paz tiene casi un millón de habitantes, a lo que se suma la masiva población alteña que baja a trabajar y consumir alimentos durante el día y nunca son suficientes, siempre falta y por lo tanto sube el precio o baja el peso a tal grado que el concepto de libra o kilo en el código balanza de vendedora es casi un cuarto menos,  medida ya oficializada por cierta dictadura popular.

En noviembre de 2014 el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz aprobó la Ley Autonómica de Seguridad Alimentaria No. 105, que incluye un Comité Municipal de Seguridad Alimentaria con gestión integral y un Plan Municipal de Seguridad Alimentaria tanto para la comercialización como la producción de alimentos sanos, inocuos y beneficiosos que, entre otras estrategias, involucra la promoción de ferias de productores, mercados campesinos y educación a los consumidores. Incluso señala la asistencia técnica a la agricultura urbana, periurbana y rural, de tal manera que podríamos incursionar todos en el cultivo de algunas verduras por lo menos con fines didácticos y culturales.

Esta podría ser la ley de la soberanía para abandonar las tensiones, las culpas, los miedos, los regateos y todo el sistema de injusticia alimentaria que vivimos.  Y sobre todo para que la ciudad reciba en su mesa con agradecimiento el fruto digno de toda una faena familiar que se necesita fortalecer para luchar contra la importación, el contrabando y la especulación.

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ESCUELAS Y COLEGIOS AGRICULTURIZADOS EN LA PAZ

Katherine Fernández

Si bien nuestro país tiene estructurales tradiciones agrarias, los huertos en las escuelas se han convertido en una gran novedad para el sistema educativo,  sobre todo en la ciudad donde a pesar del cemento se ha podido instalar carpas solares con verduras y frutas para que niños y niñas conjuguen el verbo cultivar directamente con la práctica. Todavía son poquitos los colegios pero es muy valiosa la experiencia y está cobrando interés de madres, padres y autoridades.

Este es un sueño hecho realidad a través del trabajo de la Unidad de Alimentación Complementaria Escolar con el Programa Huertos Orgánicos Escolares y Familiares del Gobierno Municipal de La Paz que todavía está en etapa piloto y necesita que todos los colegios demanden su propio huerto para apoyarles en la construcción y manejo.

Adicionalmente es destacable que  en diciembre de 2014 se promulgó la Ley 622 de Alimentación Escolar en el Marco de la Soberanía Alimentaria y Economía Plural, en coordinación con el Ministerio de Educación,  gracias a la cual las nuevas generaciones de estudiantes conocerán que la verdadera alimentación no viene de las fábricas. La nueva ley promueve la compra de insumos para el desayuno escolar provenientes de productores locales para establecer una relación directa entre agricultores y unidades educativas, además de estimular que la transformación de los alimentos esté libre de los componentes cancerígenos que ahora se leen en los envases de galletas, leches, jugos, gelatinas y demás como los E211, E214, etc.

A través de los huertos escolares, los estudiantes tienen la oportunidad de acceder a la ciencia porque la agricultura aplica matemáticas, física, química, filosofía, psicología, biología, historia e incluso artes, religión y ética. Aquellos profesores y profesoras que se han dado el trabajo de investigar esta materia están poniendo las rodillas en la tierra, las manos en las semillas, los plantines, el agua y los abonos orgánicos al lado de sus estudiantes utilizando juntos un gran recurso pedagógico transversal. En La Paz los colegios tienen poco o ningún jardín y demasiado cemento, pero los huertos en carpa solar, algunos edificados por papás y mamás con adobe y techo microfilm, son verdaderos monumentos a la educación integral y se encuentran por ejemplo en el colegio 25 de Mayo en Munaypata o en los colegios de Chicani, Palcoma o Chinchaya para quienes quieran convencerse pero sobre todo replicar la experiencia.

Esta revolución alimentaria a través de la escuela nos ayuda a analizar lo que elegimos para comer, y se puede ver con mucha tristeza que hemos sustituido en un 50%  la comida natural por la comida envasada, ya es conocido que el cáncer es una de las enfermedades de la modernidad que tiene entre sus primeras causas la alimentación industrial y la consecuente sobrecarga de flujos industriales tóxicos en el medio ambiente. Recientes datos de la Organización Mundial de la Salud indican que por año mueren un millón y medio de personas con cáncer y para el 2030 la proyección con el actual ritmo de consumo será de 2.1 millones. Por lo tanto recuperar espacios de tierra para el cultivo de alimentos, árboles, flores y medicinas en áreas urbanas es fundamental para recuperar la esperanza de vida.

Si sensibilizamos nuestra mirada urbana hacia las comunidades campesinas que afortunadamente circundan nuestra ciudad, veremos cómo ellos y ellas luchan por heredar a sus hijos la cultura de la tierra, pero la ciudad se los roba con la conquista de trabajo en escritorio, tienda o fábrica como un supuesto estatus de vida que no otorga calidad sino apariencia de progreso que se desmorona con facilidad y el único que no se muere de hambre es el que sabe cultivar. Por eso un intercambio equitativo de conocimientos entre la ciudad y el campo, tan naturalmente cercanos e interconectados, nos proporcionaría riqueza de alternativas y recursos para garantizar calidad de vida.

Ya no podemos darnos el lujo cargado de sinvergüenzura de ver lo rural como paseo, placer o contemplación inerte exenta de compromisos o peor aún como depósito de la basura y drenaje de nuestras alcantarillas infectadas. Ya es hora de meter las manos en la tierra y entablar una relación armónica con quienes producen la comida para que todo lo aprendido por nuestros niños en sus huertos de la escuela encuentre voluntad y consecuencia en el hogar todos los días.

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NO SE VA UN AÑO SIN DEJAR SU REBROTE EN EL CALENDARIO

Katherine Fernández

ÉL: QUE EL AÑO NUEVO TRAIGA PAZ,
AMOR Y RIQUEZA PARA TODOS.
ELLA: PARA ESO HAY QUE CAMBIAR EL SISTEMA,
NO EL AÑO.

Cumbre de los Pueblos en Lima,
diciembre de 2014

Nada es totalmente nuevo, lo que brota de la tierra siempre tiene la herencia de sus ancestros cargada de lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo. En el caso de la humanidad, que también brota de la tierra, de acuerdo al sistema de modernidad basada en la división del planeta en rebanadas de mercancías que se consumen hasta extinguirse, hemos creado la corriente en contra. A este ritmo: ¿por cuánto tiempo más celebraremos comienzos de calendario, rebrotes y nacimientos?

La tierra y sus frutos nos dan muchas lecciones, conociendo más de cerca a las familias campesinas agricultoras se descubre que muchas de ellas, a pesar de la crisis climática siguen cultivando por amor a la tierra, por tradición ancestral o por apego a su crianza, y si se ven obligados a migrar, donde vayan habilitan aunque sea un rinconcito en el canchón para sembrar unas papas, locotos o flores, entre muro y muro de la urbanización. Estas cosas demuestran que existe una relación epidérmica con la tierra que solamente el asfalto y el cemento llegan a romper ocasionando una profunda herida que luego tiene diferentes secuelas, como por ejemplo la creencia de muchos niños citadinos de que todo sale de las fábricas, incluso los bebés y peor aún, ante tal ocurrencia la sonrisa tierna de sus adultos que piensan que es un problemita que la escuela resolverá. Por eso luego de adornar el árbol de Navidad colgando pelotas, angelitos, moñas, tules, gasas, paquetes forrados, muñequitos, algodones, bastones, brillos, estrellas, letreros, focos azules y cables, los niños piensan que los árboles naturales que ven en la televisión, son decorados por las personas.

Estas son heridas del sistema, aunque queramos negarlo. Por eso cuando llegan fiestas que nos movilizan en ejércitos compradores de regalos, aunque no tengamos apego alguno a las religiones de Jesús de Narazreth con su pan y vino, de María una Madre Virgen, de Herodes y su masacre de niños, de los Reyes Magos y sus regalos caros, de la Sagrada Familia perseguida hasta ahora por los imperios; seguimos pensando en obsequios siempre materiales envueltos en plástico, al punto de envolver el planeta mismo en plástico brillante hasta convertirlo no en un regalo ideal de fin de año, sino en el paquete real de fin del mundo. [1]

Las tarjetas navideñas se han vuelto infértiles, además de que su cartulina está acabando con los bosques, hablan demasiado y no provocan nada. La única esperanza que tenemos es la acción,  abandonemos el plástico y recuperemos la tierra. ¿Cómo lo logramos? Bueno, una manera es aprender de los campesinos a cultivar y criar animales que den abono y aprender también a vivir en la selva, no a temerla. Tener cada persona en la ciudad por lo menos un árbol, aunque vivan en edificios, hay suficientes calles desoladas. Así también, quienes puedan, tener un jardín con verduras y tubérculos, para que al meter la mano en la tierra para sembrar y luego para cosechar, entendamos cómo ella nos da obsequios de colores todo el tiempo, así regeneraremos el calendario y no tendremos que sufrir la pesadilla bíblica del fin del agua en el planeta que está calculado para dentro de pocas décadas . Envolvámonos de nuevo en nieves, ríos, tierra y mares limpios, como un verdadero regalo para todos, no solo para los humanos.

Solo rezando no solucionaremos nada, los milagros salen de las estrategias, Jesús no hacía magia, sus pescados fueron sacados del mar y el milagro fue convencer a la gente que tenían alimento ahí cerca pero había que identificar la causa del problema, era un tipo muy inteligente solo que la historia religiosa quemó las estrategias y confeccionó una Biblia incompleta.

Todo comienzo se debe a las semillas y todo crecimiento a los cuidados, actuemos para poder festejar rebrotes una y otra vez en nuestros calendarios.

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[1] Suena al libro del Apocalípsis de la Biblia, pero es informe científico anual 2014 de las Naciones Unidas.

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¿PERROS BESTIALES EN LA PAZ?

Katherine Fernández

La ciudad de La Paz está rodeada de zonas  que se dedican a la agricultura familiar  y otorgan hermosos paisajes rurales que se entremezclan con el avance de la urbanización, entre ellas existen 33 comunidades organizadas bajo el nombre de La Cumbre, que corresponden a la Subalcaldía Hampaturi. Sin duda sorprende gratamente encontrar esta cantidad de comunidades que todavía se dedican a cultivar papa, hortalizas y tienen vacas, ovejas, llamas y gallinas.

Tristemente en estas zonas, que serían la continuación de Achachicala, Plan Autopista, Pampahasi,  Kupini o Achumani, hay familias que están denunciando que sus ovejas y terneritos han sido atacados por perros cuyo origen se encuentra en la moderna ciudad de La Paz, abandonados desde cachorritos que terminan vagando hambrientos y entran en estado de desesperación.

Similar situación se ha presentado también en Villa Ingenio, Distrito 5 de El Alto, por la ruta hacia Tiwanacu, donde los vecinos han tenido que enfrentarse a perros agresivos hasta el punto de tenerlos que sacrificar para protegerse.

Esta situación  evoca un capítulo de la famosa serie norteamericana “La Familia Ingalls”, donde las niñas se vieron atacadas por perros que se agruparon en jaurías porque se vieron maltratados y abandonados por sus dueños, sometidos a hambre y sed, fue un capítulo de terror donde las pequeñas lograron salvar sus vidas escondidas en el granero, solo gracias a que llegaron los padres y vecinos que tuvieron que matar a los perros.

Se comprueba que los perros vagabundos que no reciben amor en una ciudad descuidada e irresponsable, tienden a formar pandillas peligrosas, tal como lo hacen las personas. Es una situación en la que todos y todas somos culpables, arriesgando incluso a nuestra propia infancia. Por eso los grupos de voluntarios amantes de los animales llevan años luchando para hacernos entender que no son objetos, ni accesorios, ni adornos de la casa que pueden desecharse. Hemos llegado a tal punto de dejadez  social que  si bien el perro es el mejor amigo del hombre, éste se ha convertido en enemigo  del perro. 

Susana Carpio de Animales SOS ha otorgado datos importantes, por ejemplo existe sobrepoblación canina por la cual estamos en  emergencia expuestos a distintas enfermedades originadas en las toneladas de eses fecales que se secan cada día en las calles y se convierten en polvo que llega con mucha facilidad a nuestros alimentos.

Todos conocemos ya la campaña de esterilización gratuita, ahora esta tarea es urgente para cada persona, tanto desde la acción concreta como desde la presión social permanente, gestionando ante Zoonosis del Gobierno Municipal de La Paz la esterilización de perritas callejeras. De igual manera es necesario regular la tenencia de animales, no solo los mestizos sufren maltrato, los llamados de raza también sufren cuando son sometidos a la reproducción para el negocio que debería ser ilegal. Necesitamos que los medios de comunicación habiliten espacios y cobertura para las denuncias y nos otorguen información precisa para poder acudir a oficinas municipales  y también a aquellas entidades voluntarias cuyo esfuerzo sacrificado por la protección de los animales no solamente no es reconocido, sino que subvenciona una competencia gubernamental.

Es hora de demostrar un mínimo de madurez colectiva y calidad humana, no podemos llamarnos ciudad maravillosa con semejante problema de maltrato social e institucional hacia los perros y perras que a su vez se está derivando en ataques a otros animalitos por hambre.

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LA OBSOLESCENCIA DE LAS OFERTAS

Katherine Fernández

El 12 de octubre hay elecciones presidenciales en Bolivia y las cinco tiendas políticas en competencia ofrecen industrialización y exportación como la máxima aspiración del país en crecimiento económico, en tiempos en que ya no hay materias primas ni agua.

La ciencia ha hecho posible el milagro de la vida con un trasplante de corazón, ha frenado epidemias que devastaban ciudades enteras, ha creado el jabón, las vacunas, el transporte, el teléfono y las máquinas de producción acelerada. Pero cuando la industria se volvió revolución, se apoderó de la ciencia, le puso precio y hasta ahora la distribuye solo entre quienes pueden pagarla. Por otro lado la industria es el mecanismo para acumular poder económico y político, por eso  muchos estados de primer mundo se han hecho accionistas de la industria, no son poderosos porque solucionen el hambre en sus países, la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la violencia; son poderosos porque planifican y actúan industrialmente y participan en el control de los precios de los elementos básicos.

La principal industria en el mundo es la guerra1, Bolivia tuvo fama en la época de precios altos para el estaño por la provisión de materia prima para la fabricación de armamento; en general la guerra es la que más beneficia a sectores dedicados a la extracción de materias primas en países que las poseen, es decir, no se beneficia el país, sino el sector minero explotador siempre accionado por empresarios privados ligados a alguna transnacional. El eje articulador del poder industrial es otra industria, la de la energía fósil que es la sangre que posibilita sus flujos transformadores y comercializadores y que tiene un límite de disponibilidad.

Hoy bajo el mismo modelo se industrializa el agro, las semillas, los servicios, los derechos y se quería someter el agua pero en Bolivia la pudimos defender en alguna medida2.

Por eso, ser un país industrial para nosotros como territorio abundante en materias primas, significa incrementar nuestras vulnerabilidades a las decisiones del mercado internacional, por cosas como su capacidad de acumulación de nuestras materias primas o productos industrializados en sus bancos de especie y patentes hasta el punto de volverse ellos los proveedores y de esta forma decidir sobre los precios a medida que nosotros vayamos agotando las fuentes de origen y no tengamos nada para negociar sino solo el precio de recompra que tendremos que pagar.

Mucha gente sigue pensando que los recursos naturales se pueden controlar, por ejemplo piensan que se puede cortar un árbol volverlo muebles y plantar diez árboles para compensar, pero en términos de naturaleza no se compensa así, los tiempos de crecimiento son largos no van al ritmo de la industria, la demanda de agua de cada árbol es amplia porque extrae agua para sí mismo pero también para el complejo vital que le rodea, por eso los usos forestales desregulan el ciclo hídrico,  liberan el dióxido de carbono atrapado e impactan sobre las otras especies que dependen de un árbol provocando su extinción así como migraciones y desplazamientos que incluyen comunidades humanas.

La sobreproducción de la industria exige materias primas en velocidad y volúmenes superiores a los que la naturaleza puede regenerar sea natural o incluso artificialmente, por eso ahora se han extinguido para siempre importantes especies de toda la flora y fauna3.

En el aspecto netamente social, una fábrica industrial demanda poca mano de obra porque está maquinizada, por lo tanto para generar fuentes de empleo se necesitan muchas fábricas industriales o se necesita desmaquinizar la industria, de manera que más personas que necesitan trabajo puedan fabricar las cosas con sus manos, esto provocaría un efecto reversa de los desplazamientos de personas que ocasionaron décadas atrás los avances tecnológicos en mecanización y automatización de los procesos productivos. Si esperamos que esto ocurra ya no es negocio rentable porque se tendría que pagar más sueldos y obligaciones laborales, seguros de salud, etc., costos que la industria siempre ha buscado minimizar, tanto que ha generado la llamada tercearización, subcontratando mano de obra barata en países de tercer mundo, sobre todo mujeres y niños en el Asia.

Estos son apenas unos pocos elementos de análisis, cada persona tendrá los suyos propios como por ejemplo la industria nuclear o la expansión de la frontera agrícola en desmedro del bosque amazónico y la biodiversidad, pero básicamente seguir escuchando propuestas de gobierno plagadas de industrialidad ideológica es contribuir al colapso de la vida, las palabras industria y sostenibilidad son absolutamente incompatibles, seguir creyendo que es posible combinarlas es un engaño porque solamente estamos fabricando devastación en un estado que combina mecánicamente civilización con modernidad a un nivel límite tan extremo que el cuerpo planetario en su conjunto le está diciendo a la humanidad que se busque otro planeta si quiere seguir explotando.

[1] ¿Será que se puede llamar prosperidad y progreso proveer materiales para la guerra?

[2] Bolivia defendió el agua de la mercantilización privada, pero solo en su estado natural con destino al servicio básico local y al riego de cultivos en las ciudades de La Paz y Cochabamba. con respecto a su utilización para todos los otros fines industriales extractivos, no la pudimos defender y al igual que en todo el planeta la estamos perdiendo.

[3] Recordemos siempre que un producto industrial no solo es materia prima transformada, requiere insumos de toda clase y cada insumo es un producto en determinado momento, por lo tanto un artículo que compramos es el resultado de la articulación de varias industrias en una dinámica explotadora de materias primas que está agotando las energías que personas, animales y plantas necesitamos para vivir y que las obtenemos de manera espontánea de la naturaleza sin costo económico, como el aire, el agua, el calor, el frío, los vientos, los rayos solares, la fuerza de los ríos, los alimentos en el caso de los animales silvestres, etc.

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