Soberanía Alimentaria

CRISIS ALIMENTARIA EN LA AGENDA CIUDADANA

Katherine Fernández

Se dice que estamos en el fin de una era marcada por el límite máximo de disponibilidad de materias primas para la industria, es decir, la naturaleza le está indicando el límite de avance al ser humano. Entonces ¿será que ha llegado el tiempo de ver a las personas como seres humanos y ya no solo como consumidores o electores? Y más aún, ¿será que ahora las personas podrán verse a sí mismas como tales?

En Bolivia faltan dos semanas para las elecciones presidenciales y el actual oficialismo se está postulando nuevamente, teniendo al frente como símbolo a una de las organizaciones sociales más numerosas: el campesinado que, según se piensa tiene la misión de cogobernar, pero no es así porque no decide nada ni tampoco favorece a esa importante fuerza productiva que históricamente ha sostenido al país otorgándole alimentos diversos a bajos precios.

La economía del campesinado boliviano hoy es compleja, se dedican a varias cosas para vivir pero todavía no se desprenden de su naturaleza productiva, el cultivo sigue siendo su tradición económica y parte de su patrimonio familiar. Por este motivo es también la fuerza política que debería estar defendiendo la producción alimentaria nacional de las familias agropecuarias comunitarias, decidiendo sobre los precios del mercado interno de los granos, las frutas, las verduras, el aceite, las carnes y sobre todo debería estar fortaleciendo las metodologías productivas tradicionales que respetaban a la tierra y que conformaban sólidos sistemas sociales interecológicos alimentarios capaces de proporcionar comida a todo el país, revitalizando la tierra de manera cíclica.

Pero no contamos con el poder político campesino para este fin porque no está ejerciendo  soberanía alimentaria y está dejando arrinconar la principal vocación productiva de este país,  que siempre ha sido la agricultura.

Por lo tanto la única defensa posible ante la violencia alimentaria que existe en el planeta con la masiva fabricación de comida tóxica, es la decisión de la gente en las calles, desde donde se hace política que, en Bolivia ha llegado a expulsar a un presidente.  Por eso se le plantea a la gente que se pregunte qué haría sabiendo que:

-    La producción campesina tiene que competir con la importación de alimentos como trigo, harinas, cebolla, cítricos, verduras que tenemos en abundancia pero no pueden llegar a las ciudades por falta de condiciones mínimas.

-    La actividad minera está contaminando el sistema de ríos en todo el país, pero quienes más denuncian son los pueblos de tierras altas que no encuentran justicia ante sus demandas y están perdiendo ganado y cultivos porque el agua es desviada para la minería o es contaminada con cianuro.

-    La quinua es el grano estrella que identifica al país entero, pero sus precios altos en el mercado internacional han provocado monocultivos en Bolivia que están avanzando en desmedro de la biodiversidad, bajo un modelo que agota la tierra y les obliga a usar agroquímicos.

-    El gobierno impulsa la ampliación de frontera agrícola en el oriente boliviano que está deforestando bosque amazónico, vital para el agua y el oxígeno en el planeta y además está atentando contra su fauna y flora, catalogada entre las tres regiones mundiales más importantes en diversidad biológica.

-    La ciudadanía desconoce el gran potencial que tienen los bosques amazónicos para dotar de alimentación rica en nutrientes y proteínas capaces de reemplazar la carne y la leche, sin necesidad de sacar los árboles, ni de extinguir especies, sino bajo un manejo equilibrado y armónico de regeneración natural, que preserva el bosque y aún así puede otorgar toneladas de alimentos variados para todo el país.

-    La coca producida de manera orgánica no está en los mercados, las familias productoras la reservan para su consumo, pero para la venta los agroquímicos más usados son urea y tamarón.

-    Los envases de la comida industrializada no contienen la información suficiente y entendible sobre su composición, las fórmulas y nombres químicos no se los explica. El país no tiene normativa que obligue a poner la información completa y autoriza ambigüedades como “conservantes y colorantes autorizados”, por lo tanto la gente no puede elegir de manera informada.

-    El uso de semilla transgénica es muy normal en las zonas orientales agroindustriales de Bolivia.

-    Existen discursos oficiales a nivel internacional que dicen que la falta de alimentos se debe al aumento poblacional, lo cual es una gran falsedad porque el planeta es capaz de alimentar a la humanidad y a las otras especies, el problema es el modelo económico que solo concibe el acceso a alimentos por medio de la compra.

-    Se está perdiendo el patrimonio gastronómico nacional por las nuevas costumbres que repiten el arroz 7 días a la semana.

La lista continúa, pero es preciso pensar qué hacer para contrarrestar esta realidad, si se decide consumir solo alimentos orgánicos está bien, pero es cada día más caro, es decir, los pobres no tienen elección.
 
Por lo tanto es una tarea política pendiente de la gente que no la encontraremos agendada en ningún partido por más que lo discurse, el cambio hacia una alimentación digna es posible solo a partir del fortalecimiento de las prácticas agropecuarias de familias campesinas tradicionales mediante el consumo preferencial.

Cada vez que decimos la gente, estamos hablando de productores y consumidores, no de gobiernos, empresarios, candidatos ni leyes.

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EL PLANETA YA NO NECESITA MÁS HUMANOS

Katherine Fernández

Existe una convocatoria en todo el mundo para el día domingo 21 de septiembre de 2014, es una movilización por la salud del planeta convocada por científicos y activistas climáticos, un día antes del inicio de la primera Conferencia Mundial de los Pueblos Indígenas, organizada por las Naciones Unidas que esta vez convoca a los pueblos, no a los gobiernos.

La movilización tiene que ver con los últimos informes científicos que indican que hemos rebasado el límite de concentración de gases de efecto invernadero que actualmente ascienden a 396 ppm (partes por millón) según el informe de la Organización Meteorológica Mundial, cuando el científico de la Nasa, James E. Hansen dijo que 350 ppm sería el máximo aceptable y lo siguiente sería insostenible para el planeta, lo cual se está demostrando. Además tenemos que el índice actual de acidificación de los océanos no tiene precedentes y la capa de hielo de la Antártida occidental está 3 metros por encima del nivel del mar (Emy Goodman, en Democracy Now), entre tantos otros daños ocasionados por la actividad humana.

Las convocatorias para este día tienen que ser masivas en todas partes, será un momento de informarse y actuar. Ya no estamos en tiempos de esperar que la ciencia solucione el problema de la sobrecarga de la atmósfera, toda la humanidad es responsable. La información está en todas partes, tomémosla. El informe del Panel Intergubernamental de Científicos de las Naciones Unidas de 2007, por el cual se le otorgó el Premio Nobel de Ciencia, indica que las principales causas del calentamiento global son la industria, la guerra, el transporte y las quemas para habilitar tierras para el cultivo, las áreas rurales que más humo emiten son las de monocultivos (agroindustria) que, además, queman bosque para ampliar frontera agrícola. En Bolivia esta última actividad que la llamamos chaqueo, hace que el promedio de emisiones per/cápita superen a las del promedio de todo el planeta, por lo tanto bolivianas y bolivianos somos altamente contaminantes aunque no tengamos industrias, igual vemos cada año nuestras ciudades inundadas de humo que llega desde el oriente agroempresarial.

Insistir en estos datos nunca será redundar: las emisiones ocasionan el calentamiento global, que derrite los glaciares, que disminuye el agua, que cambia el clima, que hace más difícil producir alimentos. Mil millones de personas no tienen agua saludable para vivir, es decir que serían pobres, por lo tanto no son consumidores, por lo general reutilizan todo, cualquier cosa les sirve y millones viven de la basura. Las otras seis mil millones de personas vivimos en una competencia devastadora por el consumo, desde la forma de construir nuestras casas, el carro, el agua embotellada que compramos, la ropa, el papel que agota ecosistemas completos para su fabricación, la madera. Con todo lo que usamos contribuimos a la emisión de gases contaminantes porque dinamizamos la industria que lo fabrica, cuyas materias primas de la naturaleza tienen un límite, miles de especies ya han sido extinguidas entre animales y vegetales. Si analizamos un almuerzo que compramos para llevar a la casa, trae bolsas y vasos plásticos, envases de plastoformo, cubiertos, todo desechable, la mitad del peso de lo que compramos va a la basura y contamina tanto al ser fabricado como al ser desechado.

La naturaleza goza del ciclo del agua, el ciclo del carbono, el ciclo del oxígeno, el ciclo de la energía, todo girando en combinaciones regenerativas, hasta que la humanidad le ha agregado el ciclo del consumo que funciona en espiral degenerativa, extrae y no devuelve nada. Es tan caótica la situación del planeta, que es ya tarde incluso para reciclar, hemos sobrepasado el nivel de producción de cosas desechables per/cápita, dividiendo entre la totalidad de humanos y ni siquiera hemos solucionado el hambre y hemos creado nuevas enfermedades. No toda la fabricación se llega a consumir y se desecha nueva porque está diseñada para quien pueda comprarla, no para la satisfacción de todos.  Los alimentos que consumimos aún en áreas rurales, hoy contaminan la tierra y el agua a través de nuestros propios cuerpos que ni siquiera producen abono y fertilizante sano, debido al desequilibrio en grasas y dulces de nuestra dieta cotidiana, además del descontrol a nivel genético que producen las semillas transgénicas y el uso de agroquímicos. Comer dignamente es cada día más caro, porque la producción orgánica no cuenta con suficiente agua como antes, estamos secando el planeta.

La movilización de este 21 de septiembre no solo demandará de cada persona la asistencia a la marcha, sino el cambio radical de hábitos. No esperemos que los gobiernos lo hagan , no lo harán, no esperemos que la industria nos ofrezca cosas sanas, no lo hará. Los cambios son de cada persona, de cada familia, de cada comunidad y el mensaje que le demos a los demás no será con discursos, ni con castigos, será desde el ejemplo, no le exigiremos a nadie que haga algo si no lo hacemos nosotros primero.  Los científicos nos dicen que es prioritario evitar que la temperatura del planeta siga aumentando un cuarto grado más, para esto la única acción es dejar de consumir lo que no necesitamos para vivir y disfrutar protegiendo las verdaderas riquezas que países como Bolivia todavía tienen, aprendiendo a reutilizar todo, si nos gusta cambiar el atuendo, pues transformemos el que tenemos y democraticemos la tecnología.

Aprender a producir alimentos es parte de la consigna, porque tenemos que sentir lo que le cuesta a la naturaleza dar fruto, agua y oxígeno; las niñas y los niños ya lo han entendido y, según encuestas en Europa, hay juventud que se niega contundentemente a traer hijos por terror a lo que les espera.

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AGRICULTURA FAMILIAR

Katherine Fernández

La agricultura familiar llegó a ser obsoleta, hoy es vital

Los alimentos naturales llegan a nuestra mesa gracias a la agricultura en la que viven, sienten, crecen y se recrean madre, padre, hijas, hijos, abuelas, abuelos y tíos, muy a pesar de la industria con cualquiera de sus sistemas automatizadores de los procesos de vida que aplastan y eliminan exuberantes relaciones reproductivas de reciprocidad y armonía entre seres vivos.

Las niñas y niños del campo, crecen tocando la tierra, la planta, el fruto y se mojan en la lluvia o se queman en el sol, se enfrían en la escarcha o se envuelven de viento, ahí en la espalda de su madre mientras ella arrea, surca, siembra, riega y cosecha.
 
Por algún tiempo la alimentación procedente de la agricultura familiar había pasado a ser subestimada porque la industria pretendió ofrecerlo todo, pero la tierra siempre retuvo las raíces de generaciones de agrofamilias, que llevan consigo su cultura donde vayan.

Así como la cadena alimentaria es fundamentalmente regenerativa donde las especies se alimentan y realimentan, la modernidad ha desarrollado una cadena degenerativa de la especie humana, con alimentación insostenible para el cuerpo y para el planeta.   Por eso ahora la misión de salvar a los enfermos de alimentación moderna industrial, es de quienes poseen el poder de la agricultura tradicional heredada de sus familias como forma de vida. Para esto primero debemos desintoxicarla, lo que quiere decir retomar la ciencia ancestral. Actualmente, en el afán de querer competir en mercados internos o externos, los campesinos utilizan plaguicidas, abonos y fertilizantes industriales, quedando así alineados a la misma perversidad con que trata la agroindustria a la naturaleza.  En Bolivia el comercio de agroquímicos en la agricultura familiar se ha incrementado en relación con la exigencia creciente de volúmenes de producción del mercado interno, combinada con los efectos del cambio climático que han disminuido la disponibilidad de agua o están provocando desastres como heladas, granizadas, mazamorras, inundaciones e incendios dependiendo la zona. Por lo tanto la cantidad de familias que se mantienen cultivando en el sistema tradicional ha disminuido considerablemente.

Las formas de producción agrícola tradicional son llamadas ecológicas e incluso han llegado a ser parte de la oferta turística en algunos países, siendo mejor conocida como agroecología, se ha convertido en la estrategia que podrían impulsar los gobiernos si quisieran realmente salvar a la gente de la alimentación moderna industrial. La inversión en cultivos agroecológicos será más grande, mientras más avance la crisis climática, así como el acceso a alimentación de calidad está quedando cada vez más restringido a quienes pueden pagarla.

Toda la producción orgánica que existe en Bolivia corresponde a familias campesinas o indígenas y es denominada pequeña que, según el Viceministerio de Desarrollo Rural, cubre el 94% de las 775.000 unidades productivas, donde no está claro si una unidad corresponde a una familia, pero aún así es una cifra muy distante de las 6.500 familias agricultoras que recibieron certificación del Consejo Nacional de Producción Ecológica – CNAPE.

Para que una familia agricultora sea productora ecológica, se necesita que los consumidores prefieran alimentación agrofamiliar, así se haría masivo un bioconsumo, que podría lograr una correlación estable con la bioproducción para que forme una barrera de protección frente a la alimentación industrial.

Pertenecer a una familia agricultora hoy es muy difícil si no existe el contrapeso adecuado con las familias consumidoras, la responsabilidad alimentaria es de ambas partes.

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NUEVOS MOVIMIENTOS ALIMENTARIOS

Katherine Fernández

La crisis alimentaria actual tiene un curioso origen circular, por una parte el cambio climático daña millones de hectáreas de producción de alimentos al año, ya sea por sequía, helada, mazamorra o inundación. Por otra parte, la ampliación de frontera cultivable para la agroindustria con emisión intensiva de dióxido de carbono por uso de fuegos, es una de las principales causas  del calentamiento global que ocasiona el cambio climático.

Como parte de este círculo, en el tramo que une agroindustria con calentamiento global, está el consumismo de alimentos demasiado transformados por la ingeniería química, tanto que ya no existe libertad de elección, apenas puede saber qué está comiendo el agricultor que produce su propia comida, y aún él  sospecha de contaminación de su tierra, su agua y su aire  porque los biocidas viajan con el viento, por las corrientes de los ríos, se mezclan con el polen y su historia no termina en los frutos, ni tampoco en nuestros cuerpos cuando los comemos, sino que se sigue transformando no sabemos si en algo bueno o en qué otros tóxicos durante su trayecto circular cada vez más cargado de “cidas”: pesticidas, insecticidas, plaguicidas, herbicidas y ahora modificaciones genéticas que nos quitan la certeza y el control de la salud.

Las tareas que se plantean son muy complicadas y la forma de vida que llevamos en las ciudades hace parecer más difícil todavía recuperar el control de nuestra salud, de nuestro cuerpo y por lo tanto de nuestra soberanía alimentaria. Pero así y todo se están levantando estrategias desde la producción o desde el consumo donde todos estamos involucrados, solo hay que encontrar nuestro lugar en el complejo alimentario e identificar nuestro rol y responsabilidad. En este camino encontramos algunos movimientos importantes en Bolivia, parecidos a otros que surgen en el mundo con la misma motivación y preocupación de restablecer los vínculos naturales entre los elementos vivos que nos reproducen y sostienen los equilibrios ecosistémicos mínimamente necesarios. Mencionaremos solo algunos en esta publicación.

BIOBOLSAS

Es una comunidad que nació con el apoyo a un grupo de mujeres agricultoras de Achocalla, que producen verduras ecológicas, en una modalidad novedosa de entregas a domicilio a las familias paceñas. Esta comunidad fue invitando a transformadores de alimentos como galletas de chía, mermeladas, leches de cereales, chuño, tunta, panes integrales, tempeh, quesos, yogur entre otras propuestas siempre en la línea sana, sin aditivos, al estilo de nuestras abuelas. De esta manera el movimiento crece hasta alcanzar hoy una lista de 70 productos alimentarios que permanentemente se renueva y propone recuperar tradiciones variadas para poder contar una historia culinaria más feliz.

COMIDA CONSCIENTE

Es un grupo de jóvenes que promueven la comida vegana, tienen un restaurante donde se puede encontrar incluso platos típicos bolivianos pero sin carne, así como combinaciones nuevas que otorgan sabores, colores y aromas deliciosos con los mismos productos que todos conocemos como el chuño, las ocas, las lentejas o las tuntas, que siempre nos han dado identidad gastronómica. La Casa de los Ningunos se llama el restaurante que además atiende eventos con almuerzo y refrigerios variados, rompiendo los esquemas de la comida cotidiana que siempre contratamos que produce agotamiento y sueño en la tarde porque está sobrecargada de grasa.  Ellos proponen firmemente platos y postres conscientes, además de reuniones y activismo ecológico ya internacional.

ASOCIACIÓN INTI ILLIMANI

Esta asociación desde hace 14 años brinda talleres de construcción de cocinas solares que incluyen formación en preparación de comida sana sin fritura que se cocinan lentamente con el calor del sol que ahora, con el calentamiento global, pues se ha incrementado y es necesario aprovecharlo para cocinar reduciendo la emisión de dióxido de carbono por uso de fuego sea con gas o leña. Cada cocina evita en promedio la emisión de una tonelada de gases de efecto invernadero al año, por eso esta propuesta se combina armónicamente con la alimentación sana y libre de contaminación.

AOPEB

Se trata de  la Asociación de Organizaciones de Productores Ecológicos de Bolivia, es una de las organizaciones más antiguas de esta nómina que agrupa productores apícolas así como de café, te, frutas deshidratadas, harinas, jugos, chocolates y otros. Así también gestiona la certificación orgánica de los alimentos y genera una permanente expectativa de la sociedad por tener un referente de producción ecológica, que todos esperamos nunca se contamine.

APIARIOS LICOMA

Licoma es un municipio muy pequeño del departamento de La Paz, es una zona yungueña donde hace 30 años se viene impulsando la instalación de apiarios con la clara idea de estimular la actividad de las abejas que es vital para la reproducción integrada de las especies. Más que nadie ellos saben del peligro que involucra la desaparición de las colmenas y han experimentado la disminución en la producción de miel debido al cambio climático que, lo repetimos, ha disminuido el agua, la foresta, la humedad y por lo tanto las flores en todas las zonas donde había en abundancia. Sin embargo la oferta mielera debe continuar y estimularse. 

Mucha gente en la ciudad se sorprende al conocer cómo el precio de la miel se ha triplicado en apenas 5 años y por lo tanto desconfía, pero es porque no siempre tiene claro cuándo afecta a las colmenas la contaminación que provocamos en las ciudades. Es importante saber que con el consumo de miel no solo favorecemos nuestra salud sino también a la existencia de colmenas de abejitas misioneras e imprescindibles para toda la biodiversidad.

DESAYUNO ESCOLAR

En el municipio de La Paz existe una iniciativa que expresa en sí misma una actitud de soberanía alimentaria y otorga esperanza para niños, niñas y jóvenes estudiantes del sistema fiscal.  Tanto el desayuno escolar, como la merienda sana y el recreo saludable son propuestas muy concretas de política pública municipal que, aunque es una batalla muy dura introducir en las unidades educativas el hábito de la comida no industrializada, ya registra destacables avances. Ahora niños y niñas buscan cosas ricas pero ecológicas y se sienten cada vez más capaces de cuestionar a sus padres y profesores sobre lo que se come.  Además es curioso ver cómo el debate de la comida chatarra está ingresando en los hogares a través de la escuela y de la mirada de los niños hacia sus padres,  quienes no siempre sabemos responder ante estos cambios, por lo que la contradicción está planteada entre el refrigerador, la mesa y la loncherita estudiantil.

DESAFÍO

Estos emprendimientos y movilizaciones son solo una muestra, por fortuna hay muchas personas que en sus hogares han tomado la decisión antichatarra, hay profesores y profesoras en los colegios que han introducido en la currícula las tareas sobre comida sana, hay periodistas que se están especializando en agricultura campesina y alimentación. Así que es preciso reconocer ese trabajo que se articula poco a poco hasta conformar redes sociales cada vez más extensas, inclusivas e institucionalizadas de responsabilidad y soberanía alimentaria.

Sin embargo urge que la articulación se acelere para de una vez vencer la obesidad, la diabetes, el cáncer, las afecciones cardiovasculares, la desnutrición, así como las demás dolencias que mencionamos con insistencia y, principalmente, vencer a la agroindustria que por avanzar arrolladoramente hacia la modernidad se ha convertido en una enfermedad social.

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