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Se dice que estamos en el fin de una era marcada por el límite máximo de disponibilidad de materias primas para la industria, es decir, la naturaleza le está indicando el límite de avance al ser humano. Entonces ¿será que ha llegado el tiempo de ver a las personas como seres humanos y ya no solo como consumidores o electores? Y más aún, ¿será que ahora las personas podrán verse a sí mismas como tales?
En Bolivia faltan dos semanas para las elecciones presidenciales y el actual oficialismo se está postulando nuevamente, teniendo al frente como símbolo a una de las organizaciones sociales más numerosas: el campesinado que, según se piensa tiene la misión de cogobernar, pero no es así porque no decide nada ni tampoco favorece a esa importante fuerza productiva que históricamente ha sostenido al país otorgándole alimentos diversos a bajos precios.
La economía del campesinado boliviano hoy es compleja, se dedican a varias cosas para vivir pero todavía no se desprenden de su naturaleza productiva, el cultivo sigue siendo su tradición económica y parte de su patrimonio familiar. Por este motivo es también la fuerza política que debería estar defendiendo la producción alimentaria nacional de las familias agropecuarias comunitarias, decidiendo sobre los precios del mercado interno de los granos, las frutas, las verduras, el aceite, las carnes y sobre todo debería estar fortaleciendo las metodologías productivas tradicionales que respetaban a la tierra y que conformaban sólidos sistemas sociales interecológicos alimentarios capaces de proporcionar comida a todo el país, revitalizando la tierra de manera cíclica.
Pero no contamos con el poder político campesino para este fin porque no está ejerciendo soberanía alimentaria y está dejando arrinconar la principal vocación productiva de este país, que siempre ha sido la agricultura.
Por lo tanto la única defensa posible ante la violencia alimentaria que existe en el planeta con la masiva fabricación de comida tóxica, es la decisión de la gente en las calles, desde donde se hace política que, en Bolivia ha llegado a expulsar a un presidente. Por eso se le plantea a la gente que se pregunte qué haría sabiendo que:
- La producción campesina tiene que competir con la importación de alimentos como trigo, harinas, cebolla, cítricos, verduras que tenemos en abundancia pero no pueden llegar a las ciudades por falta de condiciones mínimas.
- La actividad minera está contaminando el sistema de ríos en todo el país, pero quienes más denuncian son los pueblos de tierras altas que no encuentran justicia ante sus demandas y están perdiendo ganado y cultivos porque el agua es desviada para la minería o es contaminada con cianuro.
- La quinua es el grano estrella que identifica al país entero, pero sus precios altos en el mercado internacional han provocado monocultivos en Bolivia que están avanzando en desmedro de la biodiversidad, bajo un modelo que agota la tierra y les obliga a usar agroquímicos.
- El gobierno impulsa la ampliación de frontera agrícola en el oriente boliviano que está deforestando bosque amazónico, vital para el agua y el oxígeno en el planeta y además está atentando contra su fauna y flora, catalogada entre las tres regiones mundiales más importantes en diversidad biológica.
- La ciudadanía desconoce el gran potencial que tienen los bosques amazónicos para dotar de alimentación rica en nutrientes y proteínas capaces de reemplazar la carne y la leche, sin necesidad de sacar los árboles, ni de extinguir especies, sino bajo un manejo equilibrado y armónico de regeneración natural, que preserva el bosque y aún así puede otorgar toneladas de alimentos variados para todo el país.
- La coca producida de manera orgánica no está en los mercados, las familias productoras la reservan para su consumo, pero para la venta los agroquímicos más usados son urea y tamarón.
- Los envases de la comida industrializada no contienen la información suficiente y entendible sobre su composición, las fórmulas y nombres químicos no se los explica. El país no tiene normativa que obligue a poner la información completa y autoriza ambigüedades como “conservantes y colorantes autorizados”, por lo tanto la gente no puede elegir de manera informada.
- El uso de semilla transgénica es muy normal en las zonas orientales agroindustriales de Bolivia.
- Existen discursos oficiales a nivel internacional que dicen que la falta de alimentos se debe al aumento poblacional, lo cual es una gran falsedad porque el planeta es capaz de alimentar a la humanidad y a las otras especies, el problema es el modelo económico que solo concibe el acceso a alimentos por medio de la compra.
- Se está perdiendo el patrimonio gastronómico nacional por las nuevas costumbres que repiten el arroz 7 días a la semana.
La lista continúa, pero es preciso pensar qué hacer para contrarrestar esta realidad, si se decide consumir solo alimentos orgánicos está bien, pero es cada día más caro, es decir, los pobres no tienen elección.
Por lo tanto es una tarea política pendiente de la gente que no la encontraremos agendada en ningún partido por más que lo discurse, el cambio hacia una alimentación digna es posible solo a partir del fortalecimiento de las prácticas agropecuarias de familias campesinas tradicionales mediante el consumo preferencial.
Cada vez que decimos la gente, estamos hablando de productores y consumidores, no de gobiernos, empresarios, candidatos ni leyes.
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