Opinion

AGRICULTURA FAMILIAR
Soberanía Alimentaria
Katherine Fernández
Martes, 9 Septiembre, 2014 - 10:25

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La agricultura familiar llegó a ser obsoleta, hoy es vital

Los alimentos naturales llegan a nuestra mesa gracias a la agricultura en la que viven, sienten, crecen y se recrean madre, padre, hijas, hijos, abuelas, abuelos y tíos, muy a pesar de la industria con cualquiera de sus sistemas automatizadores de los procesos de vida que aplastan y eliminan exuberantes relaciones reproductivas de reciprocidad y armonía entre seres vivos.

Las niñas y niños del campo, crecen tocando la tierra, la planta, el fruto y se mojan en la lluvia o se queman en el sol, se enfrían en la escarcha o se envuelven de viento, ahí en la espalda de su madre mientras ella arrea, surca, siembra, riega y cosecha.
 
Por algún tiempo la alimentación procedente de la agricultura familiar había pasado a ser subestimada porque la industria pretendió ofrecerlo todo, pero la tierra siempre retuvo las raíces de generaciones de agrofamilias, que llevan consigo su cultura donde vayan.

Así como la cadena alimentaria es fundamentalmente regenerativa donde las especies se alimentan y realimentan, la modernidad ha desarrollado una cadena degenerativa de la especie humana, con alimentación insostenible para el cuerpo y para el planeta.   Por eso ahora la misión de salvar a los enfermos de alimentación moderna industrial, es de quienes poseen el poder de la agricultura tradicional heredada de sus familias como forma de vida. Para esto primero debemos desintoxicarla, lo que quiere decir retomar la ciencia ancestral. Actualmente, en el afán de querer competir en mercados internos o externos, los campesinos utilizan plaguicidas, abonos y fertilizantes industriales, quedando así alineados a la misma perversidad con que trata la agroindustria a la naturaleza.  En Bolivia el comercio de agroquímicos en la agricultura familiar se ha incrementado en relación con la exigencia creciente de volúmenes de producción del mercado interno, combinada con los efectos del cambio climático que han disminuido la disponibilidad de agua o están provocando desastres como heladas, granizadas, mazamorras, inundaciones e incendios dependiendo la zona. Por lo tanto la cantidad de familias que se mantienen cultivando en el sistema tradicional ha disminuido considerablemente.

Las formas de producción agrícola tradicional son llamadas ecológicas e incluso han llegado a ser parte de la oferta turística en algunos países, siendo mejor conocida como agroecología, se ha convertido en la estrategia que podrían impulsar los gobiernos si quisieran realmente salvar a la gente de la alimentación moderna industrial. La inversión en cultivos agroecológicos será más grande, mientras más avance la crisis climática, así como el acceso a alimentación de calidad está quedando cada vez más restringido a quienes pueden pagarla.

Toda la producción orgánica que existe en Bolivia corresponde a familias campesinas o indígenas y es denominada pequeña que, según el Viceministerio de Desarrollo Rural, cubre el 94% de las 775.000 unidades productivas, donde no está claro si una unidad corresponde a una familia, pero aún así es una cifra muy distante de las 6.500 familias agricultoras que recibieron certificación del Consejo Nacional de Producción Ecológica – CNAPE.

Para que una familia agricultora sea productora ecológica, se necesita que los consumidores prefieran alimentación agrofamiliar, así se haría masivo un bioconsumo, que podría lograr una correlación estable con la bioproducción para que forme una barrera de protección frente a la alimentación industrial.

Pertenecer a una familia agricultora hoy es muy difícil si no existe el contrapeso adecuado con las familias consumidoras, la responsabilidad alimentaria es de ambas partes.