A medida que se aproxima el Día de los Periodistas (10 de mayo) empiezan a circular variadas opiniones sobre la realidad de la prensa. Sumándome a esa corriente, pienso que al igual que cualquier otra actividad humana, en la actual coyuntura que vive el Estado Plurinacional de Bolivia, los factores que hacen al periodismo están en pleno reposicionamiento ideológico, político, económico y profesional, teniendo como una certeza que los valores del buen periodismo deben trascender los tiempos, así estos sean políticos.
Es decir, que el periodismo (como actividad que incide en todas las actividades de la sociedad), los trabajadores de la prensa y los empresarios de la comunicación, dentro de su relacionamiento e influencias perversas y mutuas con la sociedad y el Gobierno, están replanteándose sus relaciones económicas, políticas y sociales.
Habrá que preguntarse cuál es el rol de la prensa y de sus trabajadores frente al Proceso de Cambio y el Gobierno que plantea el Movimiento al Socialismo (MAS). Este tema también hace la prensa y hay que discutirlo políticamente porque políticamente se lo plantea desde las esferas del poder establecido democráticamente (a no olvidarlo).
Muchos analistas, politólogos, docentes y periodistas con muchas dignidades encima, pero que nunca realizaron cobertura (como en todas las cosas, hay excepciones) hacen diversos análisis sobre la problemática de la prensa en tiempos de cambio, pero se olvidan, exprofeso, del tema salarial y la estabilidad laboral, precisamente porque ellos nunca sufrieron esa realidad ni nunca serán trabajadores de la prensa.
Debemos a empezar a incluir estos factores en el debate, sobre todo, están obligados a hacerlo nuestros teóricos criollos de la comunicación. Hay que reconocer que esos factores hacen a la libertad de expresión, derecho a la comunicación y, por ende, a la democracia misma. En mi calidad de exSecretario Ejecutivo de la otrora gloriosa Federación de Trabajadores de la Prensa de La Paz (FTPLP) sumo esos factores a la discusión y al debate.
En las gestiones 2004 – 2006 y 2006 -2008, ante las constantes denuncias sobre el no pago de sueldos, su constante atraso, los reclamos sobre los bajos montos percibidos, el excesivo trabajo y otros beneficios que son eludidos por los empresarios de la comunicación, además de las exigencias de los editores, jefes de redacción y directores de los medios, incluyendo a las agencias de noticias, nos obligaron a analizar este tema destacando su íntima relación con los derechos de los ciudadanos y la democracia.
Entonces acuñamos una sentencia que se remarcaba en todos los documentos oficiales de la FTPLP, en la actualidad ya no está debido a la “lucidez” de la actual dirigencia, mientras que fue asumida por otras instancias patronales, gremiales y académicas (¿?), inclusive como bandera de lucha.
Ya en esos años señalamos que “no hay libertad de expresión sin estabilidad laboral, ni democracia alguna sin libertad de expresión y derecho a la información” inclusive defendimos, esta posición política y salarial, en la Asamblea Constituyente de 2006 cuando presentamos la “propuesta de un régimen especial para una política comunicacional, de propiedad de medios y recurso de Habeas Data” que tuvo como fundamento principal la declaratoria del espectro radio magnético como propiedad del pueblo y administración estatal (reversión de frecuencias de radio y televisión) y la eliminación del monopolio en los medios de comunicación, la vinculación especulativa de empresarios mediáticos con negocios de otra naturaleza que tengan evidente influencia y colusión de intereses.
Es decir, que cuando se habla de la comunicación, los medios y su realidad, se debe también considerar si los trabajadores de la prensa tienen un trabajo y salario digno y si gozan de estabilidad laboral.
Explotación patronal y negligencia gubernamental
Ni lo uno ni lo otro, ni en el pasado ni en el presente, ni en los medios privados, ni en los estatales. Hoy como ayer, los trabajadores de la prensa (periodistas, presentadores, informativistas, personal administrativo y otros que hacen al gremio) no perciben un sueldo acorde a las responsabilidades que les exige la sociedad, el Gobierno y los empresarios de la comunicación.
Casi la totalidad de estos explotados simplemente cumplen lo que pueden porque tienen que desarrollar otras actividades para poder satisfacer las necesidades de sus familias. Claro, hay algunas “estrellas mediáticas”, opinadores, operadores, comentaristas, asesores y analistas, argentinos, peruanos y de cualquier otra laya que ganan bien en el Gobierno y en la iniciativa privada.
Los empresarios, sus voceros, los periodistas de escritorio y hasta la Iglesia se sorprenden y llenan la boca reclamando por la libertad de expresión, pero son incapaces de ver si los trabajadores de la prensa, de esos que son de calle, de cobertura plena, de sol y sombra, tienen lo que necesitan para realizar positivamente el trabajo exigido.
Esos empresarios privados y sus corifeos que sólo ven la noticia y la información como una mercancía y a los medios de comunicación como elementos de chantaje a los gobiernos de turno, hoy reclaman por libertad de expresión y derecho a la comunicación como si se tratase de la panacea que resolverá el problema de los asalariados de la prensa.
Hay un diario que tiene más de un siglo de explotación a sus trabajadores, inclusive hubo una época que su magro sueldo les cancelaban en cuotas y vales de cosas suntuarias como electrodomésticos, cuando los asalariados necesitaban dinero para comprar comida.
En esas condiciones, además de realizar un mal trabajo, los periodistas buscan medios alternos para paliar su explotación, hacen de locutores en radios en horarios extremos, trabajaban en dos medios, son taxistas nocturnos, animadores de fiestas y karaokes, mientras que en los fines de semana fungen de filmadores de prestes, matrimonios y bautizos. Cómo exigirles que realicen una buena cobertura si antes que la libertad de expresión, derecho a la comunicación y a la información (lógica y humanamente) les preocupa más terminar el cupo de notas exigidas para salir a buscar otro trabajo que les permita llevar comida a sus hogares. Periodismo de investigación, imposible. Los más deshonestos lograron en la corrupción la respuesta a sus necesidades.
Entre tanto, el Gobierno que acusa a los trabajadores de la prensa de no realizar un trabajo responsable es incapaz de hacer cumplir las leyes para que se goce de un trabajo digno, de estabilidad laboral y se concrete, por ejemplo, el pago por el trabajo nocturno, el de los fines de semana, los turnos y las horas extras.
Entonces hay que empezar a discutir el trabajo digno y la estabilidad laboral como factores que influyen en la libertad de expresión, derecho a la comunicación y a la información.
Una anécdota
Me viene a la memoria y escribo un hecho que matiza esta declaratoria de guerra. No recuerdo exactamente el año, pero el periodismo gozaba una de sus mejores épocas. Precisamente consecuencia de ese hecho fue que con Edwin “Cacho” Herrera, Mario “Saco de Plomo” Espinoza (a mí me gusta decirle Don Muerto) y otros periodistas acreditados al entonces Congreso Nacional hicimos una representación ante la Directiva de la Cámara de Diputados y logramos la suspensión de los “vales” que mensualmente se entregaban a quienes cubrían esa fuente informativa y que de una u otra manera significaban la prebenda y la compra de conciencias, plumas, grabadoras y filmadoras.
Hubo revuelo general, pero los “periodistas” nos impusimos y la medida se ratificó pese a que algunos fotógrafos y camarógrafos habían solicitado al presidente de la Cuarta Secretaría (Evo Morales Ayma) la reposición de los “vales” que consistían en unos 20 a 22 tickets mensuales que permitían acudir al restaurante del “cuarto piso”.
Fue entonces que cuando concluía la sesión vespertina de Diputados, fui interceptado en el Salón Rojo por un camarógrafo que colgando su cámara del pecho y agarrando de las manos a dos niños con guardapolvos que en esos años se usaban, me espetó: “y ahora periodista, danos pues de comer”. Confundido abandone el Parlamento, pero fue un hecho que remarca y muestra que el problema es complejo, que tiene otras aristas que se ocultan intencionalmente y que no se constriñe solamente a la defensa de la libertad de expresión y el derecho a la información.
Luego, reitero que muchos de nosotros concebimos el periodismo como un arma de lucha política e ideológica y que el eslogan liberal de la “libertad de expresión, el derecho a la comunicación, a la información y hasta la democracia misma” son huecos y sin esencia cuando se los despoja de su contenido político y de lucha de clases.