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El ser humano, siempre tuvo, tiene y va a tener miedo de diversos aspectos de su sino como raza, pero también tiene temor de cosas que le rodean y se suceden cotidianamente como del silencio y dialécticamente del exceso de ruido. Mira el cielo y un relámpago y un trueno lo sobrecogen o basta que se lo abandone en la selva, el altiplano o el mar para que vuelvan sus sentimientos más atávicos y contra su voluntad comprenda que es un ser insignificante ante la grandeza y el infinito de la naturaleza y tenga miedo.
Y aún dentro de las grandes ciudades, que no son otra cosa que unas selvas de cemento, el ser humano sigue viviendo un miedo muy natural y sano que le obliga a cuidarse y no perder la razón.
En lo personal y desde pequeño mi señora Madre me remarcaba que siempre hay que tener miedo del agua, el fuego y el viento “porque pueden enojarse”. Ahora tengo muchos años y sí, tengo miedo de muchas cosas.
Estos días volví a sentir miedo y temor, esta vez político, al ver las fotografías del jefe de “los sin miedo” y del líder del Movimiento Demócrata Social estrechándose sus manos y sonriendo para las cámaras de los periodistas que, ¿tienen responsabilidad?, no cuestionan ni preguntan, sólo aceptan lo que les dicen y listo.
Ya sé, y lo viví, que en política todo es posible, que se pueden cruzar los ríos de sangre sin mayores problemas; que el tercero sea ungido como el primero; que los delitos sean aceptados como simples errores, “que no estamos dentro ni fuera del gobierno, sino todo lo contrario”; que en el pasado el banzerismo haya ganado unas elecciones en los centros mineros y que el dictador lave la sangre de sus manos y logre ser presidente constitucional y democrático de Bolivia.
También sé que el maletín negro puede cambiar todo y que inclusive se puede construir una gran vía sobre la cloaca en que hemos convertido al Choqueyapu.
Últimamente aprendí que, en el afán de sumar, se puede dialogar con los verdugos de ayer, olvidando el pasado, pero ver al abogado y alcalde sin miedo abrazarse con el racista, separatista y odiador de todo lo que significa el occidente del Estado, además de miedo me causo aversión.
¿Cómo es posible ser “socio” de ese individuo que por política entiende el insulto? o ¿acaso no es el mismo que dijo eso de la raza maldita, del separatismo y racismo?
No entiendo los factores que obligan a los sin miedo a buscar amistades políticas con sus némesis: ¿será que mi amigo Juan, tiene miedo del paso del tiempo y quiere jugar sus últimas cartas políticas no importando con quienes esté sentado?; ¿son los altos intereses de la Patria, los que le obligan buscar esa clase de socios políticos o es que para derrotar al MAS y al presidente Morales no importan los medios sino el fin? Aún así, no hay que olvidar que en política hay algunas sumas que restan y que el tiempo político no es similar al tiempo real.
¿No era mejor mantener la identidad política, consolidar el liderazgo en la sede de Gobierno, avanzar a las laderas y área rural del departamento de La Paz, además de seguir construyendo, con algo de miedo, un proyecto político que rompa los linderos del Chuquiago Marka y, por lo menos, tratar de convertirse en un líder nacional?, el resto vendría por inercia acompañado por un buen marketing político.
¿No está poniendo en riesgo todo lo que hizo cuando desde la comuna paceña recuperó la esperanza, la institucionalidad, el trabajo digno y el afán de hacer las cosas bien?
¿Cree, por ventura, que los paceños le perdonarán semejante desatino, no teme perder soga y cabrito? Ya las luces rojas se encendieron cuando en Sucre dijo que hay que revisar el tema de la capitalidad; el león, la alpaca, la vicuña, el cóndor y el Illimani, además de otros apus y achachilas fruncieron el seño y le lanzaron una mirada de sorpresa, curiosidad y advertencia.
En determinada coyuntura, es muy arriesgado jugarse el todo por el todo y los sin miedo deberían analizar con más criterio lo que les están susurrando algunos medios de comunicación, varios periodistas, politólogos y comentaristas interesados en “mover la vida política nacional”, porque puede que los estén impulsando a la pérdida de su identidad, legalidad y legitimidad política, precisamente donde creen que es su fuerte, la ciudad y la clase media de La Paz.
Caso contrario, situación que también puede suceder, si se impone nuevamente el cínico y descarado pragmatismo político, creo que realmente “jodidos, jodidos estamos todos”.
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