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Por: Arnold Guachalla
A tres semanas de su inauguración oficial, el Tambo Colectivx aun mantiene ese aire festivo. Aún puedo recordar mi meticulosa búsqueda por Tembladerani paceño. No fue fácil, lo admito, pero bien valió la pena pues pude ser testigo de aquella construcción que manifestaba plenamente el trabajo de una comunidad. Un grupo integrado por personas de distinta procedencia, y cuyo fin es sin duda, la recuperación del quehacer académico en relación al trabajo manual, el activismo medioambiental y la revalorización de los conocimientos ancestrales.
“Estamos con este proyecto hace más de tres años. De un modo autogestionario hemos construido un espacio para poder dar cursos, talleres, enfatizando el tema del reciclaje en bolsas plásticas, el tratamiento de basura, la agricultura urbana. También damos cursos de ciencias sociales de diferentes temas”, manifestó Silvia Rivera, una de las principales impulsoras del Tambo colectivo.
En cuanto a sus primeros pasos, el Tambo Colectivx se inició con la publicación de la revista: “El colectivo 2”. En esos trajines, fueron convocados a realizar una investigación en trabajo conjunto con el grupo español del Museo Reina Sofía, y algunos artistas conceptuales procedentes de Alemania. La investigación titulaba “Principio Potosí”, y cuya labor consistía en analizar el arte colonial. Se buscaba no solo la mirada de los autores de la pinturas, sino también cual era el concepto y como eran asumidas estas pinturas por la comunidad. Actualmente el grupo está conformado por 20 personas de distintos ámbitos, principalmente de las carreras en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).
“Tiempo después tuvimos las suerte de encontrarnos con Yilca Wara Céspedes que es la dueña de este terreno, nos los cedió en comodato para poder construir este centro cultural… una casa enteramente reciclada”, acotó Rivera, recordando el proceso de construcción y cuyo principal merito fue la utilización de técnicas de reciclaje puesto que los adobes, que son parte de la estructura de las dependencias, fueron reutilizadas al igual que la madera obtenida de la anterior edificación.
Según Rivera, el Tambo Colectivx plantea la descolonización a partir de que los trabajos y actividades, de cualquier índole, tiene como elementos fundamentales a la teoría y la práctica. De ahí surge la necesidad de romper esa idea de jerarquía entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, de ese modo se busca valorizar los conocimientos a partir del uso las manos, y de cómo la gente aprende sin necesidad de libros.
“Bolivia se caracteriza por una enorme creatividad, sobre todo el mundo indígena en cuanto a técnicas indígenas de agricultura y de construcción. Se trata de eso, de reconocer eso y practicarlo es una forma de descolonizarnos”, argumentó Rivera.
La mano Sabe
Al conocer a los miembros del grupo se pudo evidenciar el gran compromiso que se tiene con este proyecto, ya que a pesar de no contar con los recursos económicos, las ganas y la voluntad pudieron levantar los cimientos de un nuevo centro cultural en ciudad de La Paz. Uno de ellos es Marco Arnez, un joven fotógrafo y documentalista que contó la principal característica de este peculiar Tambo Colectivx.
“Lo que caracteriza a este lugar es que nosotros tenemos un especie de decálogo o principio: una frase de Jaime Sáenz: “La mano sabe”, y es que tenemos en el cuerpo la memoria histórica de nuestros antepasados que han sido agricultores, albañiles, obreros, y eso está en nuestra memoria. Sabemos hacer cosas con las manos. Este es un lugar para hacer cosas, no sólo intelectuales porque venimos de la academia, somos sociólogos, historiadores y antropólogos, sino también somos personas que hemos decidido reciclar, hacer cosas manuales, desde el mismo hecho de que esta era una casa en ruinas y la hemos reconstruido, la hemos reciclado”, resalta Arnez
El joven fotógrafo manifiesta que el grupo ha tomado conciencia de sus propias capacidades intelectuales y manuales, de la memoria histórica que los anteceden, y de la dignificación del trabajo manual. Que a merced de la sobrevalorización de los arquitectos o ingenieros, se deja de lado el sacrificio de la mano de obra que realmente hacen posibles las edificaciones. Cauto y sereno nos explica las perspectivas que tiene el colectivo respecto a los conceptos de interculturalidad y descolonización, pues Arnez considera que estos conceptos parten de uno mismo, de la descolonización del cuerpo de uno mismo.
“Yo creo que el primer lugar de descolonización es el cuerpo. No puedes descolonizarte en discurso y hablar a nombre de indígenas, a nombre de campesinos, y rechazar lo occidental, lo moderno. La descolonización parte de uno, de manejar nuestro propio cuerpo, y recuperar algo del ancestro indígena que todos tenemos de alguna manera. Podemos rescatar eso y también algo de la modernidad, es lo que llamamos lo “chixi”, somos universos divididos. Yo no soy netamente indígena, pero si quiero descolonizarme, primero tengo que hacerlo en mi cuerpo”, argumenta Arnez.
Para Arnez, uno debe descolonizarse a partir del espacio que uno ocupa en la sociedad, sin la necesidad de intentar transformarse en un indígena. Con todo lo que implicaría lo moderno y la recuperación de conocimientos de los antepasados, en ese sentido “chixi” de la existencia.
“Lo <chixi> es un término que ha trabajado Silvia Rivera sobre la teoría de que estamos divididos. Somos <pa chuyma>, decimos en aymara, <nuestro corazón esta dividido en dos>. Por un lado tenemos nuestras raíces indígenas, pero con la colonia nos han dividido, nos han querido convertir en occidentales. No son cosas que se repelen necesariamente. De lo indígena podemos sacar algo, y lo moderno también, quitándole todo ese contenido perverso con una lucha descolonizadora anticapitalista, antineoliberal, anticolonialista, viviendo la modernidad, utilizando el internet, los blogs, etc.”, puntualizó Arnez.
El tiempo y el sentirse “cómodo”: dos factores que miden cuan colonizados estamos
Lo había conocido en un evento pasado, y no podíamos dejar de tener sus declaraciones sobre lo que significa este colectivo, pues gracias a su invitación fuimos parte de ese grupo, de su trabajo y cultura. Álvaro Pinaya Pérez recuerda haber sido uno de los principales ayudantes del maestro albañil que levantó las paredes de esa infraestructura. Las noches, los vientos y las lluvias no fueron un impedimento para su ardua labor.
“El tambo colectivo es un centro cultural cuasi experimental, porque hay algo que debemos destacar es el hecho de que aquí experimentamos con nuestra creatividad, vemos nuestras limitaciones, y pensamos como aprender de ello. Esa actividad de sembrar, de cosechar o tener esa relación con la tierra, las personas que hemos nacido lejos de las comunidades agrarias ya no tenemos ni un parámetro de idea sobre el trabajo agrícola, sobre los ritos que implica la misma siembra”, contó Pinaya, recordando esa frase “la mano sabe”, ya que ese espacio destina muchas horas al aprendizaje de la siembra, a la construcción, cosas que quizá se puede aprender a través de un libro, pero es muy distinto ponerlo en práctica.
Pinaya reflexiona acerca del término “Tambo”, una palabra que implica un espacio de dialogo, compartimiento, de visita. Todas las actividades que se habían realizado en torno a la construcción del “Tambo Colectivx” fueron vitales para que las personas supieran de su trabajo. Muchos visitantes nacionales y extranjeros habrían pasado en ese lapso dejando enseñanzas y llevándose aprendizajes.
Es inevitable tocar los conceptos de interculturalidad y descolonización con este joven miembro del colectivo. Sus respuestas son de amplio conocimiento y predisposición plena.
“Algo interesante y que tiene relación con los conceptos es el tiempo. En muchos lugares se manejan planificaciones con el tiempo, cosa que para mí es algo muy colonizante. Yo creo que un elemento descolonizador es darle el tiempo a las cosas que así lo merecen. Un muro puede tardarse en construir uno o dos días. Que el tiempo no represente su valor en dinero o algo material, sino en el simple hecho de compartir. Cada cosa tiene su enseñanza y su tiempo. No podemos decir a un visitante ajeno a nuestros quehaceres y pedirle que haga un adobe. Necesariamente hay que explicarle que es un adobe, porque es necesario hacerlo, que representa esa lógica de hacer un adobe”, acotó Pinaya.
Explicado ese primer aspecto, Pinaya recuerda su experiencia con el “batán de moler ají”. A pesar de su no tan fácil manipulación, Álvaro decidió manipularlo hasta que su abuela le advirtió que había usado el batan de modo inverso. Esta situación, fuera de su lado cómico, pudo relacionarlo con ese ejercicio práctico conocido como “hacer con la mano”.
“Me di cuenta que el moler con el batán tiene sus secretos. No puedo dominar el batan, sino el batan me indica una forma de manejo. Ese puede ser un buen ejemplo para hablar de descolonización porque generalmente se habla de objeto y sujeto. Todos pensamos que las cosas están para servirnos a nosotros, pero al momento de encontrarte con esos dilemas, como del batán, vemos que no es así. Las cosas tienen sus secretos, y a veces los utilizamos mal”, relató Pinaya.
Un tercer elemento que identifica que estamos viviendo con esa visión colonial radica –según Pinaya- en el carácter “cómodo” en la que muchos nos encontramos, esperando que las cosas se nos den fácilmente; que la descolonización en esos términos de “hacer”, no se trataría de esperar que alguien esté a la expectativa de lo que uno quiere, pues ese sería una herencia colonial.
“El sentirse cómodo es un indicador de cuan colonizamos estamos, y cuánto nos queda por descolonizarnos, porque a ratos no nos damos cuenta que mientras los otros puedan hacer, muchos de nosotros evitan la fatiga. La misma papa es un ejemplo. Deberíamos tener una relación cotidiana con ella, sembrarlo, cosecharlo, ser más consecuentes con su obtención, y no simplemente esperar que los campesinos se encarguen de su producción. Nosotros en la ciudad nos hemos estado olvidando de ese cariño que una persona tiene para con su huerta. Las personas citadinas no lloran cuando les cae una granizada”, reflexionó Pinaya.
Las relaciones interculturales quedan en evidencia, pues al ingresar a este espacio de inmediato uno puede identificar la presencia de visitantes de otros países, que comparten de igual a igual con sus pares bolivianos. Pinaya manifiesta la importancia de este hecho, ya que sus visitas van mostrando otras perspectivas y formas que son aprehendidas por los miembros del Tambo Colectivx.
“Ha sido bonito, han venido personas de Ucrania, de Cerdeña, de Holanda, de Dinamarca, y esos elementos que en ocasiones llegaban sin querer, nos enseñaban cosas y resaltaban nuestro trabajo por el planeta. Yo destaco en esas personas que en su mente piense sobre planeta, dejando de lado los regionalismos. Esa concepción a mi me ha marcado bastante, porque si hacemos algo para un metro cuadrado, lo estamos haciendo para todo el mundo, para todo este planeta”, finalizó Pinaya.
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