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Los últimos ocho años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), han significado una notorio retroceso, en el desarrollo institucional, para el país. La razón de ello se encuentra en la toma de importantes instituciones nacionales, por parte del MAS; destacan entre ellas, la Contraloría General, el Ministerio Público, el Poder Judicial, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Al haber sido puestas al servicio de mezquinos cálculos políticos del gobierno, estas instituciones se han transformado, a los ojos de la opinión pública, en instituciones de poca confianza.
¿Qué función cumple la Contraloría, por ejemplo, si no es la de hacerse de la vista gorda ante tantísimas denuncias de corrupción, que llueven sobre los principales dirigentes del partido de gobierno? En relación al Ministerio Público y al Poder Judicial en su conjunto, los comentarios sobran; bastaría decir que la actuación deestas instituciones ha puesto al país, en materia judicial, a la cabeza de los países en los que la administración de justicia brilla por su ausencia. A pesar de la gravedad del caso, la incidencia de la desinstitucionalización en estos órganos, tiene efectos distintos a los que se observa en el caso del INE o el TSE.
En efecto; en las primeras tres instituciones, la consecuencia dañina que provoca su sometimiento a los caprichos del Palacio de gobierno, se remiten al funcionamiento cotidiano del poder político central. Digamos que se trata, por ello mismo, de efectos de carácter operativo. Mientras que los efectos que provoca el servicio funcional del INE o el TSE en beneficio del gobierno, tienen un signo (llamémosle) estructural. En teoría al menos, las estadísticas que ofrece el INE, deberían servir, entre otras, para la planificación en todos los niveles territoriales y para el pacto fiscal, en lo principal. Pero, ante los datos cuestionados del censo del 2010 (chacota que más parecía el resultado de algún trabajo práctico de universitarios durante los primeros años de estudio) está claro que aquellas estadísticas no han servido de nada a nadie, porque no han sido datos confiables.
Casi lo mismo sucede en relación a los resultados electorales que presentara el TSE. Si para algo han servido estos datos, ha sido para forzar la conformación de una mayoría de dos tercios en el futuro Poder Legislativo, por parte del MAS. Al final, los resultados del TSE, que otorgan (aquí la sugerencia de conceder algo en beneficio de alguien es del todo válida) al MAS los dos tercios devienen en resultados no creíbles. Qué tan escandaloso ha sido este fraude que incluso a los observadores internacionales no les ha quedado otra que emitir “sugerencias” para que no vuelvan a repetirse los mismos. Claro que estos observadores, en un principio de su labor, hicieron oídos sordos, ante ese burlote dirigido por el TSE llamado “etapa pre-electoral”. A estos observadores no les pareció anormal, por ejemplo, que el órgano electoral asumiera funciones policiales con respecto a la propaganda de los partidos de oposición.
Tampoco emitieron opinión alguna, respecto a un proceso democrático pre-electoral en el que los dos principales candidatos del oficialismo, se negaron a debatir con el resto de los candidatos. Elemento muy importante, porque se supone que aquellos debates sirven grandemente para mejorar la información a la población, por medio de la confrontación de programas, ideas y proyectos.
Pero, lo que seguramente les ha llevado a distanciarse del burlote de “elecciones democráticas” orquestado por el TSE, fue el recuento de votos. Un conteo escandaloso por donde se lo mire, en el que lo menos era la aparición de un mayor número de votantes que los inscritos para el sufragio, en varias de las mesas electorales. Así, a fuerza de irregularidades, aquellanueva representación parlamentaria del oficialismo muestra todos los signos de no reflejar fielmente las preferencias electorales, en el país.
Tanto el proceso pre-electoral como el conteo de votos, en consecuencia, nos presentan un cuadro, en el que el Estado se ve limitado, para ensayar una lectura sobre su sociedad. El punto central no gira en torno al partido ganador de las elecciones, sino a los márgenes (los dos tercios) en los que éste “ganara” las mismas. En la mezquindad del “proyecto” político del cambio, lo importante no es, claro, el fortalecimiento institucional del país o el desarrollo democrático del Estado, sino la administración del capital, como mecanismo para la conformación de una nueva élite depredadora y rapaz, que tiene a los cocaleros del Chapare y a los cooperativistas mineros, como a sus principales exponentes.
En tal sentido, pues, tiene poca importancia el debate, en torno al número de representantes de los partidos políticos, en el futuro parlamento. Tiene poca importancia, debido a que, fraude mediante, se ha distorsionado las preferencias electorales y su conversión en representación parlamentaria. No importa si esta distorsión fue mínima, ya que sirvió para fabricar engañosamente una mayoría de dos tercios del MAS.
Pese a esa grosería, sin embargo, es posible encontrar, aún con los distorsionados resultados electorales proporcionados por el TSE, algunas pistas que nos permiten vislumbrar el comportamiento de los partidos políticos con representación parlamentaria. Ése, sin embargo, será el motivo de otra columna.
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