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La denominada guerra del gas, protagonizada por la sociedad civil boliviana en octubre del 2003, fue la gesta popular más importante de nuestra historia contemporánea. La dimensión de ese acontecimiento puede apreciárselo en el hecho del derrumbe (aunque momentáneo) del sistema político hasta entonces vigente, así como en la convocatoria nacional de un discurso indígena, auto determinativo. A esta grandiosa manifestación debió corresponder, en contrapartida, también un hecho deleznable y vil, como es la traición a los propósitos de la guerra del gas. El partido encargado de llevar esta deshonrosa acción no es otro que el actual gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), cuyos dirigentes, comenzando por los señores Evo Morales y ÁlvaroGarcía Linera, no escatimaron esfuerzos para torcer, desde el gobierno, lo que podría considerarse como una suerte de “programa mínimo de octubre”.
Puede sintetizarse esta hipótesis en base a tres elementos: los antecedentes, la postura del MAS con respecto al orden constitucional y las prácticas políticas autoritarias de este partido. En realidad -adelantándonos a una de las conclusiones de nuestro razonamiento- lo que hoy por hoy se vive en el país, por ejemplo en la menuda disputa pre-electoral, no es sino la consecuencia del devenir de un gobierno, cuyas características anti-populares ya estaban presentes en los momentos iniciales de este nuevo ciclo estatal. Veamos.
A manera de antecedentes, basta recordar la Ley de convocatoria a la Asamblea Constituyente (AC)el 2007, la “nacionalización” de los Hidrocarburos y la confección de la actual Constitución Política del Estado (CPE). Estos tres hitos marcan una línea que dibuja muy bien el propósito del MAS, así como su carácter anti-popular y anti-indígena.
Si de alguna continuidad puede hablarse, en este caso, es la del sistema liberal, tan ajeno a la sociedad boliviana y reciclado gracias a y por medio de la traición que anotamos. Se entiende que, desde el punto de vista del programa de gobierno, el MAS nunca ha expresado los propósitos de la “guerra del gas” (y en consecuencia no podría hablarse de traición); sin embargo, desde el punto de vista de la pertenencia al movimiento popular (aunque en su flanco reaccionario) no se puede negar que Evo Morales y tantos ex-dirigentes sindicales hoy devenidos en autoridades de gobierno, formaban parte, en octubre del 2003, del gran torrente nacional-popular que recordamos. Precisamente por ello se dice, que “sólo traiciona, el que pertenece”.
Por ello, la Ley de convocatoria a la AC el 2007 tuvo el propósito de sobrevaluar la representación de la minúscula clase dominante, hasta entonces, por medio de la sub-representación de los sectores nacional-populares.
Técnicamente, aquella convocatoria estaba orientada a imposibilitar la expresión institucional del país y fue ideada en la vice-presidencia, precisamente con el propósito de tender puentes con los representantes del viejo sistema político. Por supuesto que las cosas desbordaron los cálculos conservadores del MAS y aún en condiciones adversas los sectores populares, particularmente indígenas, lograron diseñar una propuesta de reforma estatal alejada de la partidocracia que tanto el antiguo sistema político como el MAS defendían. Estos avances, contenidos en los informes por mayoría de varias comisiones de la AC fueron, por ello mismo, simplemente archivados por la mayoría masista.
El resultado fue que la CPE aprobada posteriormente no tuvo casi nada que ver con lo que se ha discutido y aprobado en la AC. Recordemos que la Constitución actual fue resultado de negociaciones tras cuatro paredes, entre los partidos del oficialismo y de la oposición, en la ciudad de La Paz. Este acuerdo cupular entre partidos fue, pues, una segunda muestra de la traición a los propósitos de octubre del 2003.
Algo similar ocurrió con la denominada “nacionalización de los hidrocarburos”. Para simplificar las cosas, digamos que aquella supuesta “nacionalización” no fue sino la simple migración de contratos inconstitucionales, suscritos por el gonismo, con la empresas transnacionales. El retorcido “patriotismo” del gobierno de Morales y el MAS consistió en constitucionalizar aquellos inconstitucionales petrocontratos. Entiéndase que, desde este punto de vista, no está en discusión los porcentajes de retención estatal de los excedentes producidos en la explotación de los hidrocarburos.
Si el MAS no ha respetado la voluntad popular expresada en la gesta de octubre del 2003, no debería extrañar a nadie que tampoco respete el ordenamiento jurídico del país. Como se recuerda, fue el propio Evo Morales quien, muy suelto de cuerpo, dijo que cuando toma una decisión que no se encuentra apegada a la Ley, llama a sus abogados para que “lo arreglen”. Ese llamamiento a delinquir se condice, por tanto, con el último llamamiento en esa misma dirección (es decir en la dirección hacia la ilegalidad), como fue aquél pedido a los empleados públicos para que dediquen la mitad de su tiempo a la campaña electoral y no a las obligaciones que, de acuerdo a la normativa del empleado público, debe corresponderles. Hay, por tanto, también en este campo una continuidad en la lógica de la ilegalidad, en la que se mueve el MAS.
Finalmente, refirámonos a lo político. En este campo queda claro que todo el viejo sistema político se ha reciclado, luego de su derrumbe momentáneo en el 2003, gracias al gobierno de Morales – García Linera. El anti-indigenismo más radical, así como la partidocracia más oscura, se han beneficiados por la presencia del actual gobierno. Tanto el acoso y la persecución a los indígenas del TIPNIS, como el rechazo a la representación directa de los pueblos indígenas, en el Poder Legislativo, son expresivos del profundo odio que siente el gobierno para con este sector. Así, el MAS se ubica, en esta temática, a la derecha de muchos de los últimos gobiernos y seguramente sería motivo de envidia para melgarejistas, barrientistas, banzeristas y gonistas.
No contentos con ello, sin embargo, los masistas van aún más lejos y gracias a un poder electoral totalmente funcional a sus mezquinos intereses, pretenden hacer retroceder el desarrollo democrático que la sociedad boliviana ha alcanzado, reduciendo el número de futuros diputados uninominales, en beneficio de los diputados plurinominales. Es decir, de diputados sin representación social y con el sólo mérito de prenderse a la solapa de los jerarcas del partido, gracias a un alma de esclavo o en términos bolivianos, de llunk’u.
Concluir, por tanto, señalando que el MAS no es sino el intento de aborto de la gesta nacional-popular de octubre del 2003, es apenas anotar un pasaje oscuro de nuestra historia política. Como se sabe, pero, estos pasajes no tienen futuro en nuestra vida político. No lo tuvo Melgarejo, no lo tuvo Barrientos, Banzer y Gonzalo Sánchez de Lozada, ¿por qué razón tendría que tenerlo Evo Morales?
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