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¿Por qué, ante demandas en gran medida similares, actúa el órgano electoral de distinta manera? Ello, a propósito de la modificación del mapa electoral. Como se recordará, hace un par de semanas, las organizaciones sindicales campesinas, aglutinadas en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), habían iniciado sendos bloqueos de caminos exigiendo al Tribunal Electoral, la modificación del mapa electoral. Aunque varios personeros de aquél órgano habían, previamente, señalado que el pedido no era viable, pronto tuvieron que desandar sus pasos y atender el pedido del sindicalismo campesino, desactivando un conflicto en ciernes.
Hoy por hoy son varias organizaciones indígenas y de colonizadores (eufemísticamente llamados “comunidades interculturales” quienes vuelven a la carga, con similar pedido, aunque con una suerte menor. El Tribunal Electoral, en esta oportunidad, parece mantener la decisión de no modificar el mapa electoral, en los términos exigidos por las organizaciones en conflicto y nuevamente varias regiones del país se ven paralizadas por bloqueo de caminos. El caso más llamativo lo constituye el norte del departamento de La Paz, tanto por la actividad económica regional como por la vinculación con los departamentos de Beni y Pando. Paralelamente, en la ciudad de La Paz, varios dirigentes de las zonas en conflicto ejercen un cerco a las oficinas del Tribunal Electoral, sin lograr, empero, la atención a sus demandas.
Puede pensarse que la imposibilidad del Tribunal Electoral, para la atención del pedido, se refiere a que resulta contradictorio con la aceptación de otros sectores; eventualmente con la CSUTCB. Pero, en verdad, razones de mayor profundidad se encuentran en la actitud del órgano electoral. Antes de continuar, digamos que estas contradicciones han terminado por pulverizar el denominado Pacto de Unidad, en el que todavía se encontraban campesinos y colonizadores. En realidad, este Pacto había perecido cuando los indígenas, tanto de tierras bajas como de tierras altas, abandonaron sus filas durante el conflicto del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), pero a fuerza de la propaganda oficialista, todavía la mentira de la existencia de tal Pacto podía confundir a más de un ciudadano; ahora ni siquiera eso.
Entre las razones de fondo encontramos una de verdadera importancia: la pérdida de convocatoria electoral del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Como se sabe, el Tribunal Electoral fue organizado de acuerdo al gusto y a las necesidades del MAS, para “triunfar” en las elecciones nacionales de octubre próximo. En consecuencia, la principal tarea de este órgano electoral masista consistía en “ajustar” el movimiento socio-político experimentado en la sociedad boliviana (fenómeno que explica, a su vez, precisamente la pérdida de la convocatoria electoral del MAS) a los requerimientos que un “triunfo” masista exige. Por tanto, para este despropósito, a los tristes hombres y mujeres a cargo del Tribunal Electoral no se les ocurrió nada mejor que confeccionar un retorcido mapa electoral, bajo el argumento de que se basaba en la información del último desacreditado Censo Nacional por un lado y por otro, de que imperaban razones “técnicas” para el diseño de tal mapa electoral. Con el retroceso que supuso la atención a las demandas de la CSUTCB en esta materia, no solamente quedó en entredicho el prestigio del órgano electoral, sino que éste perdió gran parte de su cuota de credibilidad, ante la opinión pública. La no solución del conflicto de hoy, ahonda tales pérdidas a grados que bien pueden justificar la duda ciudadana, sobre el conjunto del proceso electoral y, claro, los resultados que éste arrojará.
Una segunda razón -incluso de mayor importancia que la anterior- es que la propuesta programática del MAS ha encontrado su techo de realización o en otros términos, el discurso político del MAS se ha agotado. En realidad, han actuado al menos dos fuerzas para tal agotamiento temprano. Primero el rápido abandono de las organizaciones indígenas, de la farsa que representan Evo Morales y su partido, a título de primer gobierno supuestamente indígena. No es un dato menor, porque se trata de la concretización de la pérdida de legitimidad ideológica que aquellos abandonos supusieron y como se sabe, desde los escritos del viejo Lenin incluso, la crisis de una organización política principia con su crisis ideológica. La palabrería hueca y la payasada que representa observar a Evo Morales disfrazado con poncho y lluchu, no sirven para engatusar a la población boliviana y particularmente a los del área rural. Ni siquiera tiene ya utilidad para engañar a la comunidad internacional, haciendo creer a ésta que en Bolivia estamos bajo el primer presidente indígena. Con ello, entonces, también se debilitan muchísimas de las razones de la solidaridad interna y externa que suscitó este gobierno de mentirosos y embusteros, durante los primeros años de gestión.
Finalmente, claro, se encuentra también el motivo referido al Estado. En el fondo, asistimos a la finalización del movimiento de reforma estatal que vivimos bajo la administración masista. Hemos insistido desde hace años en señalar que la reforma estatal ensayada por el MAS traicionaba las perspectivas de reforma estatal propuesta por la sociedad civil boliviana en movimiento, particularmente en la agenda surgida durante la guerra del gas, en octubre del 2003. Pues bien, ha sido esa traición, lo que ha posibilitado que la reforma estatal (cuyo movimiento ahora entra a su etapa final) se realice de acuerdo a las necesidades del capital, particularmente transnacional, en un ambiente de estabilidad política. Las concesiones que ese capital estuvo dispuesto a otorgar, gobierno de Evo Morales mediante, fueron del todo secundarias, por lo que no alcanzaron a ocultar la careta de traidores de los hombres del actual gobierno, ante los ojos de los sectores populares. La actual reforma estatal no tiene mayores posibilidades de auto-desarrollo y su estancamiento está ocasionando el atrofiamiento de la institucionalidad democrática boliviana.
Es en este contexto, en que los esfuerzos por cumplir con la demanda del MAS (el de hacer creíble un “triunfo” electoral de Evo Morales y García Linera) por parte del Tribunal Electoral, desnudan también sus lazos de dependencia con el partido de gobierno. Lo hacen, al extremo de dinamitar, incluso, las mismas instituciones (como el Pacto de Unidad) que hasta ahora, sirvieron al gobierno para cooptar al movimiento campesino y colonizador, particularmente; precisamente dos de los sectores que siguen sujetos al gobierno, gracias a su dirigencia servil.
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