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El ampliado nacional de la Central Obrera Boliviana (COB), realizado en pasados días, ha resuelto una alianza electoral, con el partido de gobierno, el MAS. En alguna manera, esta decisión se encuentra en la misma línea que, en la vereda opuesta, ensayan los partidos políticos de oposición. En ambos casos, puede adelantarse, se trata de acercamientos partidarios de espaldas a la realidad. En alguna oportunidad nos referidos a ello, a propósito de un Frente Amplio o del Congreso del Movimiento sin Miedo (MSM) y ahora conviene pensar el asunto, a propósito de la COB.
En principio, los acuerdos políticos entre organismos sindicales y partidos políticos, son hechos sociológicos y políticos excepcionales, cuando efectivamente responden a una correlación social, nacional de fuerzas, favorable a los trabajadores. Caso contrario, los acuerdos políticos entre la dirigencia sindical y cualquier partido, no son sino negocios entre cuatro paredes de llunkus y sus jefes, es decir los jerarcas del partido. Para cualquier observador social, está claro que en Bolivia vivimos un proceso social en el que la acumulación popular está experimentando una desacumulación, o sea es una coyuntura desfavorable para los trabajadores.
En realidad, Bolivia no está sino viviendo las consecuencias de un proceso liberador abortado, gracias al actual gobierno. Como se sabe, los procesos sociales son hechos complejos, que marcan diversas aristas de un cuadro: genéricamente, el de la correlación social de fuerzas; con mayor especificidad, la ascendencia social de una propuesta política y finalmente la resolución, al interior del campo popular, de uno de los proyectos alternativos en circulación. Nada de estas condiciones se encuentran presentes, hoy en día, en el país. Al contrario, puede decirse que la correlación social de fuerzas, a nivel nacional, es desfavorable al campo popular; ni en éste ni en el país se tiene el espacio político necesario como para la formulación la circulación de una propuesta alternativa. En otros términos, tenemos todas las condiciones sociales, para que la menuda disputa de los partidos políticos, para hacerse del botín electoral que es la administración pública.
Junto a estos elementos, contribuyen también otros elementos para acentuar el carácter frágil, postizo y poco realista de la COB, para arrimarse de furgón de cola a la candidatura del MAS, el próximo año. Entre estos elementos importan los de orden subjetivo, y en un extremo, individual. La costumbre de corromper a toda dirigencia sindical, de prebendalizar las demandas sociales y finalmente de repartir baratijas a cambio de la promesa de votos, es algo que el gobierno del señor Evo Morales ha practicado desde el Palacio Quemado apenas llegó a instalarse en él. Que con ello se debiliten las organizaciones sindicales, es algo que tiene sin cuidado al gobierno. No podría ser de otra manera, para un partido como el MAS, en el que se requiere organizaciones sindicales, sin independencia política y organismos laborales independientes. Total, si únicamente se requiere de estos organismos sindicales que convoquen a sus afiliados ante cualquier llamado de los jerarcas del gobierno y a cambio de tal servicio las dirigencias sindicales corruptas son beneficiadas con viajes al exterior, con movilidades y otras prebendas.
Por otra parte, con la corrupción de tantas direcciones sindicales es el propio sistema político boliviano el que se debilita. En alguna oportunidad anotamos que este sistema se ha encontrado, tradicionalmente atrofiado en Bolivia y que incluso el último evento socio-político de magnitud (octubre del 2003 y la “guerra del gas”) no logró modificar aquella constante. No lo hizo porque, como se surecordará, la impostura y la traición del MAS únicamente ha reproducido al viejo sistema político. Con todo y al igual que en el pasado, es la institucionalidad sindical la que suple en alguna medida, la función de mediación incumplida por el sistema de partidos. Es algo simple de comprender, en consecuencia, el hecho que con la corrupción de las organizaciones sindicales también estos organismos pierden poco a poco su utilidad, como mecanismos de mediación. Puede discutirse si el organismo sindical en realidad media entre la sociedad y el Estado, pero aquella dilucidación teórica no le hace al hecho central de nuestra columna, cual es la de comprender la alianza de la dirigencia de la COB con el MAS, como la consecuencia de la relación prebendal entre dirigentes y gobierno.
Claro que las políticas del MAS de destruir la independencia de las organizaciones sindicales no es algo novedoso en nuestra historia política. Desde ya, el MNR hizo lo mismo disponiendo de las organizaciones sindicales a tal punto de que en su fase de declinación, en 1964, las supuestas bases de apoyo al gobierno de entonces, se alistaban en el bando contrario. Esto nos dice que la prebendalización de las direcciones sindicales, lleva el precio del descrédito de tales direcciones, así como de su deslegitimación. No es necesario que surjan direcciones paralelas u organismos sindicales paralelos para constatar aquella deslegitimación, porque lo verdaderamente importante es el comportamiento de las bases sociales. En un contexto de atrofiamiento general del sistema de partidos y de la pérdida de independencia de muchísimas direcciones sindicales, nadie puede aventurarse señalando que la decisión cupular de la dirigencia exprese la opinión de todos los trabajadores del país. Es, a lo sumo, una decisión que ayuda a pasar una leve barniz de popularidad a un gobierno que se esfuerza fielmente en cumplir las ejes de las políticas de mercado que los Jorge Quiroga, los Sánchez de Lozada ya impulsaran desde mediados de la década de los ochenta del siglo pasado.
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