- 6663 lecturas
No se requiere, ciertamente, una bola de cristal para vislumbrar que este año asistiremos al inicio del derrumbe del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Basta observar las tendencias sociológicas que en lo profundo de la sociedad se manifiestan, para proyectar esas tendencias al campo de las elecciones nacionales de fin de año.
Secundariamente, influyen también las menudas disputas entre los partidos políticos a propósito de las elecciones y la manera autoritaria y anti-dialogal que tiene Evo Morales y su equipo, para gobernar. En ese sentido, si alguna importancia pueden tener las elecciones próximas, éstas girarán precisamente en torno a la revelación de tal derrumbe.
El dato de mayor importancia para aseverar que muy pronto asistiremos al derrumbe masista, se encuentra en la animadversión de grandes sectores de la población para con el gobierno; sectores que en el pasado inmediato, al contrario, apoyaron la elección de Morales con la esperanza (ingenua) de contribuir a un cambio y renovación democráticas. Aunque estos sectores básicamente se encuentran en las ciudades, no se puede reducir la oposición social al masismo a ellos. Esta actitud incluso abarca a sectores indígenas del país, tanto de tierras bajas como de tierras altas. La amenaza de bloquear el paso de la competencia del Dakar, por los territorios de los ayllus del sur de Oruro ejemplifica el hecho que la oposición al gobierno no es únicamente asunto de las clases medias urbanas.
Desde el punto de vista de los sectores urbanos, con todo, debe señalarse que el cambio de actitud para con el MAS es resultado básicamente del manejo autoritario del gobierno. Conflictos innecesarios desarrollados por el gobierno y los militantes masistas llunkus, como el referido al aeropuerto de Oruro, a las ocho horas de trabajo de los médicos, al magisterio, pasaran la factura al gobierno, en las elecciones nacionales. Amén de los reiterados atropellos a la libertad de la prensa y al control indirecto a los Medios de comunicación; hecho que ha generado una sensación de asfixia y anulación de la libertad de pensamiento. Como se sabe en política, los hechos no pasan en vano, sin dejar huella en la sociedad. Al contrario, los hechos -positivos o negativos- se acumulan y alimentan la memoria colectiva, predisponiendo a la sociedad para asumir una determinada actitud. En este caso, aquella actitud podrá observarse, sin duda, en el acto electoral mismo.
En términos generales, pero, el viraje que experimenta la sociedad boliviana, corresponde a lo que suele llamarse “momento de reflujo” político, es decir momento de desagregación social de un agregado social y político verdaderamente importante y que diera en el pasado inmediato, un triunfo electoral al MAS por algo más de dos tercios de la preferencia electoral. Este último momento, a su vez, simboliza el momento de flujo que había alcanzado la sociedad, luego de largos años de lucha nacional-popular. El desencanto social por los atropellos masistas y el manejo poco transparente por parte del gobierno, en la adquisición principalmente de equipos de comunicación (aviones, helicópteros), sin embargo, han contribuido a la mencionada desagregación.
Consiguientemente, diremos que el signo político de la Bolivia actual está dado por el reflujo anotado. A la vez, el reflujo mencionado nos revelará un segundo elemento, cual es el de la debilitación de la convocatoria electoral, por parte de los partidos políticos y del sistema de partidos, en su conjunto. Por lo demás, la crisis de representatividad de este sistema, es algo propio de nuestra época y no corresponde solamente a la lógica boliviana. La crisis de los partidos y del sistema de partidos es algo que se replica en varios países, tanto de nuestro continente como de otras latitudes. Las masivas protestas sociales en Brasil, a mediados del año pasado, las protestas sociales en distintos países de Europa, se realizan no a convocatoria de algún partido político, sino a través de mecanismos ciudadanos. Los partidos políticos presentan cada vez mayores dificultades para mediar entre la sociedad y el Estado, por lo que bien debe anotarse que el sistema de partidos atraviesa un momento de crisis de representatividad.
En el caso nuestro, no importa que esta crisis hubiera contribuido al cuadro político institucional, caracterizado por la ausencia de un proyecto político alternativo; no importa, claro, para frenar el derrumbe masista, ya que podría pensarse que la debilidad de los partidos de oposición en alguna medida beneficiaria al MAS, para al menos frenar parcialmente su derrumbe. La debilidad de los partidos de oposición no significa, mecánicamente, la fortaleza del MAS. Al contrario, diríamos que aquella debilidad ahonda más aún los signos de la crisis de un sistema de partidos, históricamente débil. Ello corresponde, pues, tanto al momento de reflujo político que vivimos, como a la crisis de los partidos políticos, como signo general de nuestra época.
- 6663 lecturas