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El Gobierno levantó la subvención de la harina para la elaboración del pan de batalla y por esta decisión económica del Estado, los panificadores declararon un paro de actividades dejando sin pan a miles y miles de personas.
El pancito que muestra su sonrisa todos los días en las mesas de pobres y ricos prácticamente se quedó fuera de casa varios días.
Paso seguido, quienes manejan la cosa pública y los panificadores se agarraron en los medios de comunicación en una especie de pugilato propagandístico innecesario.
Aparecieron mensajes que dicen que los panificadores son una especie de “gamonales” poseedores de “dos casas y dos autos”.
Las respuestas, no se dejaron esperar sacándose algo parecido a los “trapitos al sol” con todo tipo de adjetivaciones que no valen la pena repetirlos.
El panorama, es de una virtual batalla por las masas, con dichos y hechos que van de frente a frente donde no faltan los insultos de todo calibre, desde los directos y los indirectos.
Mientras uno y otros se agarran de las mechas; las marraquetas, cauquitas, chamillos, colisas y sarnitas, brillan por su ausencia en las mesas de la gente.
Los panaderos, mientras el resto de la población descansa por las noches, ellos madrugan desde muy temprano para encender los hornos y llegar a primera hora de la mañana con pan fresco a los lugares de expendio.
No cabe la menor duda que el trabajo de los panificadores es ponderable, como lo es el de muchos otros oficios, todo trabajo tiene sus propias particularidades y esta adecuado a la vocación de las personas.
Ahora bien, si los panificadores tienen o no grandes patrimonios será por el fruto de su trabajo, esto no debería utilizárselo como acusación dando motivos para que vuele la imaginación y las especulaciones.
De repente sería bueno que el Estado a través de las alcaldías podría tener empresas municipales de panificación que compitan sanamente en el mercado del pan de batalla con precios, pesos y calidad del producto.
Es posible que con medidas como esta se pueda equilibrar el fuerte impacto que causa y tema tan sensible como es la falta de pan de batalla cuando el gremio de los panificadores decide no trabajar.
El estado organiza empresas públicas de transporte, hasta ahora muestra que lo hace bien, el teleférico y el Puma Katarí, incluso el Sararí con todas sus deficiencias para citar ejemplos. Pero parece que no quiere intentar hacer lo mismo con las panaderías.
Las panificadoras gremiales, las industrias de panificación privadas y las panaderías públicas, bien podrían coexistir en un amplio mercado donde el pancito es de primera necesidad.
Se podrían ver muchas alternativas entre ellas vender pan por peso como se da en otros lugares del planeta, no es mala idea, sin embargo en la sociedad boliviana parece que no podría funcionar bien este tipo de ventas, ya que el pancito se vende en todos los lugares, es decir en los grandes, medianos y pequeños mercados, habría que cambiar usos y costumbres y eso no se da de la noche a la mañana.
El pan casi siempre es el objeto de discusiones, no debería ser así. En el pasado en tiempos de crisis económica como en la hiperinflación monetaria en épocas de la UDP, Unidad Democrática y Popular año 1980 y cuando a los panaderos se les ocurrirá dejar de hacer el pan, había que hacer colas inmensas en las puertas de los hornos para comprar unas cuantas marraquetas con un fajo de billetes en las manos.
Sobre el pan las salidas de coyuntura cómo elaborarlos en los hornos de los cuarteles no son más que parches para salir del mal rato, tampoco es justo que los panaderos hagan subir el precio del pan en tanto y en cuanto el precio de la harina tiene tendencia a bajar.
Una de las muchas puertas para salir del problema, podría ser la creacion de las empresas municipales de panificación, con sostenibilidad de funcionamiento dentro de una visión de municipio productivo. Así, se podría equilibrar las decisiones de políticas económicas de fuerte impacto y evitar que las mesas de miles y miles de hogares bolivianos se queden sin el pan nuestro de cada día.
GRACIAS Y VOLVERE PRONTO PARA SEGUIR HABLANDO JUSTO Y CABAL.
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