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“Paquito te ayuda, Paquito te enseña y si te portas mal Paquito te quema”. Era el grafiti en una pared paceña, a finales de los 90, luego de que se supiera que dos oficiales de la Policía de Auxilio Ciudadano (PAC) quemaron a una persona en el bosquecillo de Pura Pura. Y es que los hechos de uso excesivo de la fuerza policial en contra de los ciudadanos no son novedad. Como tampoco lo son aquellos hechos en los que la violencia termina en la muerte de estudiantes de las escuelas policiales, como sucedió con la cadete Cinthia Poma.
¿Por qué? La causa principal pareciera ser el paradigma caduco de la formación policial que rige en las escuelas policiales. La capacitación de los policías se concentra en la obediencia y en la disciplina, manteniendo además vigentes algunos principios de la doctrina militar de seguridad nacional, por la cual la preparación física, psicológica y técnica era importante a momento de combatir al enemigo interno sin piedad alguna sobre él. Tres décadas han pasado desde la recuperación de la democracia y las prácticas violentas siguen siendo utilizadas en las instrucciones policiales. No se puede pretender que los policías hagan uso racional de la fuerza cuando estos han sido entrenados a través del uso irracional de la misma.
Esta realidad viene acompañada de una institucionalidad igualmente obsoleta y deficiente. De ahí que los golpes y las humillaciones quedan en anécdota o a lo mucho se conviertan en un número más de la estadística anual de denuncias sin resolver. ¿Qué pasa con las sanciones? Éstas son aplicadas por tribunales disciplinarios internos. La ley que regula este régimen, promulgada el 2011, establece que éstos son independientes funcionalmente. Sin embargo, sus miembros son policías en servicio activo designados por Orden General de Destinos. Muy acertadamente, el proyecto de nueva Ley Orgánica de la Policía Boliviana (la actual data de 1985) propone la creación de una Defensoría del/a Policía a cargo de un defensor civil que no haya sido miembro de la policía y designado por el Ministro de Gobierno, con la misión de promover, proteger y garantizar los derechos humanos de los policías.
Hablando de misiones, buscando en la red, la información pública (prácticamente inexistente) sobre la Academia Nacional de Policías, leí que la misión de esta institución sería la de formar, capacitar y especializar “a las damas y caballeros cadetes en el marco del siglo XXI, en el diseño del perfil del policía moderno”. Tan inspiradora frase es la evidencia del abismo entre lo que es y lo que debería ser. La modernidad llegará a la policía cuando se concentre en un modelo de interacción con la comunidad y cuando la capacitación apunte a consolidar un modelo de servicio público orientado a la gestión por resultados.
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