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Por octavo año consecutivo, nuestro presidente Evo Morales viajó a Nueva York para participar de la Asamblea General de las Naciones Unidas y pronunciar un discurso cuya línea ya conocemos. ¿La novedad este año? El planteamiento de mover la sede de las Naciones Unidas de territorio norteamericano, por ser éste, entre otras cosas, albergue de terroristas, delincuentes y corruptos y generar inseguridad a los países “anti imperialistas”.
Resulta que la propuesta boliviana no había sido tan nueva. Hace tres décadas exactas, en 1983, el delegado soviético Igor I. Yakovlev, calificó a Estados Unidos de incapaz para cumplir con sus responsabilidades como país sede de la ONU. Esto, por la negativa de permiso de aterrizaje de un avión de la Unión Soviética que llegaba para la Asamblea General. El slogan “Get the UN out of the US” (saquemos a la ONU de Estados Unidos), tiene su origen en esa época. Los cuestionamientos a este organismo surgen a raíz de una resolución del organismo que equiparaba al sionismo con el racismo. El entonces alcalde de Nueva York, Ed Koch, calificó a la ONU como un “monumento a la hipocresía” y sostuvo que la sede debería mantenerse pues “todo país necesita una cloaca”.
Ya en el siglo XXI, circuló en Estados Unidos, una campaña denominada “Kick out the United Nations” (expulsemos a las Naciones Unidas), por ser apologista y defensora de terroristas. Un ex gobernador de Arkansas y candidato presidencial manifestó que era tiempo de dejar de desperdiciar el dinero de los impuestos en algo que se convirtió en una desgracia.
Ser dueño de casa, tiene réditos económicos, pero también puede ser altamente costoso. Más de 1.700 diplomáticos no pagan impuestos, y cerca a 4.000 empleados diplomáticos cuentan con tarjeta de exención de impuestos. La seguridad de los dignatarios de estado está a cargo del gobierno federal de Estados Unidos, significándoles un gasto de entre 7 y 8 millones de dólares por año. Una estimación del Departamento de Estado señala que las deudas a dueños de casa, hoteles, hospitales y otros es casi de 8.5 millones de dólares. Aproximadamente 17 millones de dólares se pierden por las boletas de infracción a vehículos con placa diplomática que no son pagadas. A esto se suma, que la contribución de Estados Unidos al presupuesto de funcionamiento de la ONU es de 22%, la más alta de los 193 estados miembros, seguida de Japón con 12.5%. Los aportes de la mayoría de los países no llegan ni al 1%, el de Bolivia, por ejemplo es 0.007%. Resulta entendible que se haga al menos una mueca de sorpresa cuando se escucha que la última remodelación al edificio de la ONU tuvo un costo de 265 millones de dólares.
La ubicación de la sede de la ONU en Nueva York, no solo es cuestión de política y finanzas, también afecta a la rutina de sus habitantes. Seguramente, una buena parte del más de millón y medio de “newyorkers” que viven en Manhattan desean tener a la ONU bien lejos y así aliviar las migrañas que empiezan cada tercer martes de septiembre con la Asamblea General. El cierre de calles y avenidas circundantes al edificio de la ONU, duplica el congestionamiento vehicular. Quienes tienen la (mala) suerte de vivir cerca deben lidiar con las medidas de seguridad impuestas. Los privilegios también incomodan. A nombre de la inmunidad muchos diplomáticos estacionan en cualquier lugar, se burlan de las demandas judiciales e ignoran sus deudas.
Navegando en la red, me encontré con que las declaraciones del presidente Morales dieron vuelta por diferentes sitios de internet. Leyendo esos comentarios, decidí quedarme con uno: “Trasladen la ONU al skype”.
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