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El 96,77% de los votantes en el referéndum secesionista convocado por la república autónoma de Crimea(Ucrania) se han pronunciado este domingo, con todas las papeletas escrutadas, por la incorporación de este territorio a Rusia, según ha informado la Comisión Electoral de este territorio situado a orillas del mar Negro. Solo un 2,51% ha votado por continuar siendo parte de Ucrania pero con más competencias que en la actualidad. Crimea está siendo el epicentro de una de las mayores crisis internacionales desde la desintegración de la URSS en 1991, informa El País.
Según la televisión oficial de Crimea, que emite conjuntamente con el canal de televisión rusa Rossia 24, la participación en el referéndum superó el 89,5% en Sebastopol, la ciudad sede de la flota del mar Negro rusa; en la capital, Simferópol, fue del 88,5% y llegó al 82,7% en el resto de la península. El canal reiteraba que el 40% de los tártaros, la comunidad más reacia al referéndum, habían votado. Todos estos datos son imposibles de verificar, porque el número de observadores se limitaba a varias decenas de personas complacientes que no veían nada anormal en la consulta. Además, los ciudadanos no incluidos en las listas podían votar en si rellenaban una solicitud en el mismo colegio electoral.
Dos eran las preguntas sometidas a votación a un censo electoral de algo más 1,5 millones de personas. En la primera se preguntaba sobre la incorporación a Rusia en calidad de provincia y en la segunda, sobre la permanencia en Ucrania sobre la base de la Constitución local de 1992. Según el censo de Crimea, un 58,3% de los habitantes de la península son rusos, el 24,3% son ucranianos y el 12,5 % son tártaros.
El pasado 6 de marzo, el Soviet Supremo de Crimea (Parlamento local) aprobó una declaración de independencia y sus dirigentes subrayaron que el triunfo de la primera opción significa que Crimea se declara independiente. Según una ley que data de 2001, Rusia puede incrementar sus dimensiones mediante la incorporación de Estados (o territorios pertenecientes a estos Estados) mediante la firma un acuerdo bilateral internacional. Dado que Crimea, según su propia lógica, se convierte en independiente, esto significa que Moscú, también desde su propia lógica, puede firmar un acuerdo con Simferópol al margen de Ucrania. Una delegación del Parlamento local ha solicitado esta mañana oficialmente la incorporación de la península a la Federación Rusa.
El procedimiento de la “fusión” implica varios pasos, pero puede acelerarse en función de las necesidades del Kremlin y de los separatistas. Las formalidades para completar el proceso deberían incluir el reconocimiento de la independencia de Crimea por parte de Rusia. A esto seguiría la preparación y firma de un tratado bilateral. Después, habría que someter ese tratado al Tribunal Constitucional para ver si el documento está en consonancia con la Ley Fundamental de la Federación Rusa. En caso positivo, el tratado ruso-crimeo se sometería a la votación de las dos Cámaras del Parlamento (Duma Estatal y Senado o Consejo de la Federación) y a la firma del presidente. Suponiendo que todos estos requisitos se llevaran a cabo con la máxima celeridad, el proceso llevaría algunos días, pero dado el carácter extraordinario de lo que está sucediendo, tal vez incluso menos.
Esta semana hay programados en Moscú diferentes actos para canalizar los procesos de incorporación a Rusia por parte de diferentes entidades, entre ellas municipios e instituciones culturales. Los funcionarios dependientes de las instituciones oficiales de Crimea han cobrado ya su sueldo de marzo por anticipado y en grivnas (la moneda ucrania), pero han sido advertidos de que su próximo sueldo, el de abril, será ya en rublos (la moneda rusa), señalan medios informados.
Con independencia de cómo y cuándo fue elaborado el plan del Kremlin para absorber Crimea, los guiones para culminar esta acción han cambiado sobre la marcha. Una variante, que hoy parece estar en vía muerta, era un cambio legislativo en Rusia (propuesto formalmente por el partido Rusia Justa, socialdemócrata), que permitía incorporar nuevos territorios sin el permiso del país al que pertenecen. Tamaña legitimación de las anexiones territoriales causó un gran malestar en los vecinos y aliados de Rusia, que en cualquier momento podrían verse expuestos a los caprichos del Kremlin y del grupo de allegados al presidente Vladímir Putin, que, con él al frente, enarbolan la bandera del neoimperialismo ruso en versión postsoviética.
Aunque los observadores invitados a Crimea no vieron a uniformados rusos frente a los colegios electorales, lo cierto es que estos continuaban reforzando posiciones ayer. Frente a la unidad A3835 del Ministerio de Defensa de Ucrania, situada en los accesos de Bajchisarái, unos obstáculos metálicos, una señal de stop y cuatro uniformados en traje de camuflaje, casco, máscaras, chaleco antibalas y fusiles automáticos Kaláshnikov con cargadores capaces para 120 balas impidieron a esta corresponsal el paso a la unidad, donde el pasado 6 de marzo todavía era posible acercarse a la verja y conversar con los oficiales ucranios. Los soldados, que hablaban un ruso no marcado por el acento de Crimea, nos invitaron a marcharnos sin permitir que nos acercáramos a la verja. Contactado telefónicamente, uno de los oficiales de la unidad se negó a responder a la pregunta sobre si le era posible salir y acudir a votar en el referéndum.
El Medzhlis de los tártaros de Crimea —el organismo de autogobierno al margen de las estructuras oficiales— recomendó a su comunidad que boicoteara el referéndum y no participara en ninguno de los trámites de su preparación. En Bajchisarái, que es la capital histórica de los tártaros, la situación era “tensa”, según manifestó Shevket Hamzin. En el distrito número seis, tres jóvenes tártaros afirmaron haber boicoteado el referéndum y explicaron que el colegio electoral 12009 se había instalado en unas cocheras, porque el jardín de infancia que normalmente se transforma en colegio electoral se había negado a acoger las urnas. Al citado colegio acudieron tres oficiales de la policía de Ucrania, todos ellos vestidos de uniforme con el tridente (el símbolo oficial de Ucrania) en el gorro. Los tres dijeron que habían votado por la incorporación a Rusia porque este país les es “más cercano”.
“Lo importante no es el uniforme sino lo que llevamos dentro”, dijeron. Desde Sebastopol, un capitán de la Marina ucrania informó de que no dejaban salir a votar a los oficiales de las unidades asediadas.
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